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¿Cómo se dice «genocidio» en árabe?

Fuentes: Al-Jumhuriya English

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.


Uno de los primeros genocidios de la historia moderna tuvo lugar, en parte, en el mundo árabe, incluida Siria. El asesinato en masa que está produciéndose de nuevo en este país nos ofrece hoy una oportunidad para llamar la atención sobre una cuestión largamente olvidada y explorar así los vínculos que puedan existir entre los dos exterminios.  
 
 

La reciente traducción de Yassin al-Haj Saleh de determinadas partes del libro de Adam Jones «Genocide: A Comprehensive Introduction» se lee como un eco que viene de lejos. En su introducción a la traducción, al-Haj Saleh escribe que no pudo encontrar en árabe un equivalente adecuado de la palabra «genocidio», explicando que el término habitualmente utilizado, ibada («exterminio»), es inadecuado. Añade que aunque en inglés existe toda una biblioteca de material sobre genocidio, no hay nada interesante en árabe. Las «raíces históricas» de genocidio son muy profundas en Oriente Medio, sin embargo, para poder reflexionar sobre ello necesitamos tomar prestados textos que vienen de lejos, escritos por una audiencia diferente y con otras preocupaciones en mente. Yarablus, Azaz, Meskene, Raqqa, Deir al-Zor, Markade, Ras al-Ayn, son nombres de ciudades sirias. Son también nombres de campos de concentración y lugares de fosas comunes que datan de la I Guerra Mundial. Siria, la tierra donde se produjeron los capítulos más negros del siglo XX (los oficiales del ejército alemán que sirvieron en el Imperio otomano utilizaron el término konzentrationslager para describir esos cambios), donde tuvo lugar la primera carnicería masiva en 1916, necesita tomar prestados, más de un siglo después, textos de muy lejos para estudiar un dilema contemporáneo.

El término «genocidio» fue acuñado por Raphael Lenkin, el padre de la «Convención para la Prevención y Sanción del Genocidio». Lemkin se interesó primeramente por el exterminio masivo de 1921, cuando era estudiante universitario en Lvov, en lo que hoy es Ucrania, cuando conoció el exterminio de armenios y asirios en el imperio Otomano. Él mismo descendiente de judíos establecidos en Polonia, su propia biografía se enredaría con su tema de estudio, ya que la mayor parte de su familia perecería en los campos de concentración nazis. Aunque Lemkin estaba interesado en estudiar el genocidio en base a acontecimientos que se producen en lo que hoy es Turquía, Siria, Iraq, Jordania y el Líbano, la historia del primer genocidio se negó, se silenció y finalmente se olvidó en el mismo Oriente Medio. ¿Cómo es posible esta indiferencia y cuáles son las consecuencias de ese olvido?

Si decidimos estudiar la negación y basar nuestras reflexiones en Oriente Medio, vemos que hay diferentes formas de negar el genocidio. No todos los regímenes genocidas tienen una estrategia de negación, al menos no de la misma forma. Por ejemplo, los jemeres rojos documentaron sistemáticamente a sus víctimas fotografiándolas, antes de torturarlas una a una hasta la muerte. Las nauseabundas fotos de esas víctimas pueden verse hoy en el Museo del Genocidio Tuol Sleng, en Phnom Penh, un antiguo colegio que sirvió de prisión para torturar y asesinar a los «enemigos de la revolución». Esta política de documentar las víctimas y obligarlas a hacer confesiones falsas antes de matarlas seguía la tradición estalinista que quedó ejemplificada en los Juicios de Moscú, donde la infame policía secreta soviética documentaba con detalle a sus víctimas, torturándolas para que confesaran sus actividades antirrevolucionarias, antes de ejecutarlas. Esto contrasta con el Comité de Unión y Progreso otomano, que hizo de la negación de los crímenes una parte orgánica del mismo asesinato en masa: incluso las órdenes de deportación y masacres se enviaban en telegramas secretos codificados. Según la propaganda oficial otomana, no hubo un exterminio masivo sino una simple «reubicación» de la población desde zonas con actividades militares hacia el interior del país.

Hay una gran diferencia entre el Genocidio de la I Guerra Mundial y el Holocausto de la II Guerra Mundial en lo que a negación se refiere. La responsable del Holocausto -Alemania- reconoce el crimen perpetrado contra los judíos europeos. Sin embargo, Turquía -responsable del Genocidio armenio- continúa negando el crimen hasta este mismo día. La negación del Holocausto proviene ahora sólo de figuras marginales fuera de las estructuras universitarias establecidas. Pero las principales universidades emplearon a profesores que estuvieron negando el Genocidio armenio durante la mayor parte del siglo XX. En otras palabras, la negación del Holocausto y del Genocidio de 1915 no son fenómenos equivalentes. De hecho, la negación del Genocidio armenio comenzó en la década de 1980, y desde mi punto de vista, fue un paso adelante comparado con las siete décadas de silencio y olvido. Desde mediados de la década de 1920 hasta mediados de la de 1980, el silencio alrededor del Genocidio de 1915 fue tan denso que sencillamente se olvidó. Historiadores y sociólogos cuentan con un material extremadamente rico para estudiar la negación del Genocidio armenio y sus consecuencias -más de un siglo de historia mundial-, mientras la negación del Holocausto se limita sólo a figuras marginales, por lo general desacreditadas.

De todas las regiones en el mundo que tienen una relación directa con el exterminio otomano, la región árabe es la única que todavía sigue mostrándose profundamente indiferente hacia la cuestión. Aunque el Estado turco niegue el Genocidio armenio, los intelectuales turcos han experimentado una importante evolución en la última década. Cuando Taner Akçam (el primer académico turco importante en estudiar el Genocidio) descubrió por primera vez la historia de los armenios, se encontraba en Hamburgo en 1990, y durante muchos años estuvo solo en su empeño. Esa no es ya la situación hoy en día, porque los intelectuales turcos han llegado a la conclusión de que el Genocidio de 1915 no es sólo el «problema» de los armenios, sino que es también parte de su propia historia; una década de oscuridad que continúa influyendo en su propia cultura política y acechando sus vidas. Incluso las universidades occidentales se han interesado por el Genocidio de 1915, al menos dentro de los límites de los estudios otomanos y en los estudios sobre el Genocidio y el Holocausto, aunque sigue estando ausente de los estudios de historia general. Sin embargo, en el mundo árabe, en el mejor de los casos, la cuestión sólo ha recibido una atención marginal. En sí misma, esta observación, que comparto con al-Haj Saleh, necesita de más estudio y explicación.

La narrativa nacionalista árabe era en gran medida ideológica, sin embargo, tenía poco que ver con la historia. Los nacionalistas árabes se imaginaban a sí mismos como la continuación de una mítica civilización árabe perdida y pensaban que no tenían nada que ver con el Imperio otomano. El pasado otomano, rico en éxitos y fracasos, se convierte en irrelevante, sustituido por una narrativa mítica de un pasado en gran medida imaginario. En esa narrativa, turcos o armenios, incluido el Genocidio de 1915, quedaron fuera del alcance de la «historia árabe». En la época posnacionalista, en que la opinión pública árabe se transformó en conciencia sectaria, la historia del Genocidio de 1915 se utilizó de nuevo bien como propaganda antiturca o como conspiración extranjera para socavar la imagen de una Turquía idealizada.

La negación del Genocidio de 1915 sólo ha servido para obstaculizar nuestra capacidad para estudiar la historia y para intentar aprender de sus complejas experiencias. Por supuesto, podemos negar la historia, pero eso sólo ayuda a que nuestra ignorancia se ensanche. Es sólo actualmente cuando la investigación universitaria ha establecido fuertes continuidades entre los exterminios otomanos y la ideología nazi, gracias al trabajo pionero de Stefan Ihrig. Volviendo a Adam Jones, en la primera edición de su libro en 2006, en el que al-Haj Saleh ha basado su traducción, hay un capítulo titulado «El Genocidio armenio». En su segunda edición de 2011, el título se ha modificado a «La destrucción otomana de las minorías cristianas». Ahora sabemos que las principales víctimas de la época otomana de violencia masiva fueron los armenios, pero no fueron los únicos: los asirios, así como los griegos anatolios, fueron asimismo masacrados y deportados al mismo tiempo. Ese cambio necesita de algo más que de un artículo, pero lo que quiero mostrar aquí es que un siglo después de esos sucesos, todavía no sabemos cómo aprehender la violencia de masas de la última década otomana: ¿Fue un conflicto entre naciones o fue de tipo religioso-sectario? Y si fue de otra cosa, ¿de qué fue entonces?

Bajo la presión la ideología baazista, no realizamos estudio alguno sobre la implicación árabe en el Genocidio de armenios y asirios de 1915. El consenso en Oriente Medio es que el Genocidio de 1915 sólo concierne a turcos y armenios. Sin embargo, no faltan pruebas esporádicas que insinúan la implicación árabe en diferentes formas: sabemos que algunas tribus árabes, en lo que ahora es el sur de Turquía y el norte de Siria, al igual que las tribus kurdas, tomaron parte en las matanzas. Más común, y bien corroborado por numerosos relatos de testigos presenciales, fue el secuestro entre los deportados de niños, niñas y mujeres por parte de hombres de tribus árabes. Algunos de ellos fueron más tarde vendidos y devueltos a sus familias o a organizaciones armenias que intentaban salvar de las tribus árabes a los armenios secuestrados. Muchas de esas tribus mantuvieron a sus cautivos y estos continuaron su vida como árabes.

Hubo árabes bondadosos que salvaron muchas vidas -al igual que hicieron turcos y kurdos bondadosos-, sin embargo, reducir la interacción árabe sólo a eso es ideología, no historia. Y esta ideología nos ha impedido investigar y aprender de esta dolorosa historia en bien del futuro.

También sabemos que muchos de los oficiales del ejército otomano jugaron después papeles fundamentales en los futuros Estados de Turquía, Iraq y Siria. Sin embargo, no tenemos estudios sobre la experiencia de las deportaciones masivas y masacres en la formación de los nuevos Estados en Siria e Iraq (han surgido estudios interesantes sobre este tema en Turquía en los últimos años), aunque muchos sucesos posteriores sugerirían continuidades entre ellos. ¿Qué aprendieron de la experiencia aquellos soldados y oficiales que presenciaron el genocidio e incluso tomaron parte en él? ¿Cómo mantuvieron esta memoria, y actuaron a partir de ella, las instituciones militares que se convirtieron en la columna vertebral de los Estados posotomanos? ¿Cuáles son los vínculos ideológicos entre el baazismo y el kemalismo? (¿Y entre los dos y el régimen de Abdul Hamid II ? Sencillamente, no hemos investigado estas preguntas; están fuera de la «historia».

¿Hay alguna relación entre los sucesos en Deir Al-Zor de 1916 y la violencia que estamos presenciando hoy? Muchas personas podrían pensar que tal sugerencia es una exageración. Mi respuesta podría ser que no lo sabemos, porque esa posibilidad no se ha explorado nunca. Y quizá merezca la pena insistir en la pregunta. Durante un siglo hemos pensado que a un genocidio le suceden otros. La consecuencia es que no hemos aprendido nada de sus lecciones, de la historia de los «otros», cuando no de nuestra propia historia: que un genocidio es un suicidio parcial; que un sistema político estable no puede construirse sólo a base de represión; que los regímenes genocidas finalmente fracasan. Hitler perdió la guerra. El estalinismo se derrumbó una vez que desapareció el elemento del miedo. Las bandas genocidas hutus implosionaron y perdieron la lucha. ¡Qué doloroso resulta ver que después de todo este tiempo todavía no hemos aprendido nada de las lecciones más amargas de la historia!

Vicken Cheterian es historiador y periodista. Entre otros libros, ha escrito Open Wounds: Armenians, Turks, and a Century of Genocide (Hurst, 2015). Twitter: @YesVicken.

Fuente: https://www.aljumhuriya.net/en/content/how-do-you-say-%E2%80%9Cgenocide%E2%80%9D-arabic

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