Las consecuencias del aumento del hambre infantil son predecibles y terribles. La buena nutrición es una condición necesaria para una buena salud y un buen rendimiento escolar. Antes de la pandemia, el 60% de los niños en edad escolar recibía el desayuno, el almuerzo y la merienda en la escuela. Las consecuencias de la situación actual son potencialmente catastróficas.
Anastasia Ali piensa que tiene suerte. Todos los días, camina 8 cuadras – cerca de 1 km – desde su casa en Brooklyn hasta la escuela Fort Hamilton «PS/IS 104» y allí le dan una bolsa de papel marrón para ella y sus dos hijos. «Trabajo a tiempo parcial como cuidadora a domicilio, pero voy a la universidad a tiempo completo. Quiero ser ortofonista, así que estoy estudiando logopedia», dijo a Truthout. «Antes del virus, mis hijos comían en la escuela. Ahora estamos todos en casa. El desayuno y el almuerzo gratis que voy a buscar nos alimenta todo el día. Es una gran ayuda, porque mi salario apenas cubre el alquiler, la luz y la calefacción.»
Es una madre soltera que emigró de Rusia hace 10 años. Ali agradece que le den ayuda a ella y a sus hijos, sin formalidades y sin tener que presentar documentos de identidad. Esta situación no existe en la mayoría de los estados de los Estados Unidos, donde las comidas para adultos no son reembolsadas por el Departamento de Agricultura (USDA por sus siglas en inglés), la agencia federal que supervisa el programa de comidas escolares, y los alimentos distribuidos a los mayores de 18 años deben pagarse indirectamente a través de los impuestos locales.
No es de extrañar que esto haya llevado a un aumento de las situaciones de hambre, un aumento que se puede medir: Según el Hamilton Project du Brookings Institute, cerca del 20% de los niños de 12 años o menos no comen lo suficiente porque sus familias no tienen medios necesarios. Igualmente alarmante es el hecho de que casi el 41% de las madres de niños en edad de ir a la escuela primaria, dijeron que se consideraban «inseguras desde el punto de vista alimentario» debido a las circunstancias derivadas del coronavirus.
El problema se debe en parte a que las normas del USDA no exigen el mantenimiento del reparto de comidas a los alumnos cuando las escuelas están cerradas -como en los meses de verano, pero también durante emergencias de salud como la actual pandemia-, lo que provoca que algunos niños, especialmente los niños pobres de las zonas rurales, se encuentren en situación de carencia alimentaria.
En los casos en que la comida es gratuita, las normas varían enormemente, ya que cada distrito decide la cantidad y la frecuencia de las comidas. En Lexington, Nebraska, los padres fueron notificados de que «se entregará una comida por alumno según el orden de llegada hasta que la misma se agote». En Chicago, los padres pueden recibir hasta tres días de comida delante de cada escuela pública de la ciudad.
Las consecuencias del aumento del hambre infantil son predecibles y terribles. La buena nutrición es una condición necesaria para una buena salud y un buen rendimiento escolar. Antes de la pandemia, el 60% de los niños en edad escolar recibía el desayuno, el almuerzo y la merienda en la escuela. Las consecuencias de la situación actual son potencialmente catastróficas.
Breves períodos de inseguridad alimentaria pueden ocasionar efectos duraderos
Está claro que el hambre puede tener un impacto devastador, tanto físico como psicológico. Según el New England Journal of Medicine, «incluso breves períodos de inseguridad alimentaria pueden causar perturbaciones a largo plazo en el desarrollo psicológico, físico y emocional». La privación de alimentos lleva a la fatiga, a la disminución de la respuesta inmunológica y a la dificultad de concentración.
Pero la distribución de alimentos no se limita a la preparación de paquetes de comida o a depositar alimentos para su distribución en los lugares previamente designados. De hecho, los distritos escolares que desean distribuir aunque sea una pequeña cantidad de alimentos han tenido que superar una multitud de obstáculos burocráticos, incluyendo hasta ocho formularios diferentes que hay que rellenar para poder comenzar un programa de distribución de manzanas. Entre ellos figuraban: una autorización para distribuir alimentos en la calle o desde el gimnasio de la escuela; una autorización para permitir más de una comida a la vez; una autorización para permitir meriendas después de la escuela en caso de «ausencia de actividades extracurriculares»; una autorización para distribuir alimentos gratuitamente sin verificación de ingresos; y una autorización para permitir que los padres o los padres adoptivos se lleven alimentos para los niños a su cargo.
Vonda Ramp es directora de los programas de nutrición «Child Nutrition Programs for Pennsylvania». «Tratamos de organizar la distribución de la manera más simple posible», dijo a Truthout. «Nuestra preocupación se centra en las comidas y en la distribución de las mismas. Tuvimos que tramitar 675 autorizaciones para poder distribuir comida en 2.500 lugares en las tres semanas que siguieron el cierre de las escuelas».
Antes de la pandemia, las escuelas públicas, las charter schools (1) y las escuelas parroquiales privadas participaban en el programa de alimentación escolar del Estado, alimentando a más de un millón de niños de Pensilvania diariamente. Ahora, dijo Ramp, muchas de estas escuelas se asocian entre sí o trabajan con grupos comunitarios para distribuir la comida. Algunos distritos, añade, han instalado puntos especiales de distribución de alimentos o lo hacen en las paradas, a lo largo de los recorridos habituales de los autobuses escolares.
«En algunas zonas rurales donde algunas familias carecen de locomoción para ir hasta un punto de distribución o una parada de autobús, o no pueden ir a uno de esos sitios durante las horas de distribución de alimentos, se han organizado entregas a domicilio», dice Vonda Ramp. «Distribuyen hasta 10 comidas – el equivalente a cinco días de desayuno y almuerzo – a la vez.»
Ramp no sabe aún cuántas comidas han sido distribuidas desde que comenzó el reparto fuera de las escuelas. «Las escuelas tienen 60 días a partir del último día del mes para informar sobre la cantidad de personas beneficiarias», dice. «Y llevamos sólo seis semanas desde que este programa se puso en marcha.»
«Hemos oído que mucha gente va a los bancos de alimentos y a los comedores de beneficencia locales en lugar de a las escuelas por varias razones. Algunas familias viven más cerca de un banco de alimentos o de una iglesia que distribuye comestibles, o quieren reducir el tiempo de trayecto o el tiempo que pasan fuera de casa. Sabemos por las estadísticas de desempleo que muchas familias han perdido sus ingresos habituales. Así que entendemos que la gente se dirija a varias fuentes de ayuda alimentaria.»
Los trabajadores de los servicios de ayuda alimentaria son vulnerables
Otro obstáculo para la distribución de alimentos en las escuelas es el propio virus. Diane Pratt-Heavner, directora de relaciones con los medios de comunicación de la «School Nutrition Association», dijo que una encuesta realizada a fines de marzo en 1.769 distritos escolares, que representaban a 39.978 escuelas, reveló que la mayoría de ellas distribuían de una manera u otra ayuda alimentaria de emergencia, pero que también les preocupaba la salud y la seguridad del personal, por lo que buscan la manera de limitar el contacto entre los cocineros, el personal de servicio y el público. «La decisión de distribuir varias comidas a la vez tiene por objeto reducir las concentraciones de personas y el contacto entre ellas», dice.
«Muchas de las trabajadoras de los comedores escolares son mujeres de cierta edad, algunas se enfermaron y los sitios tuvieron que ser cerrados hasta que se restablecieran o hasta encontrar a otras trabajadoras para remplazarlas».
Lisa Davis, vicepresidenta principal de «No Kid Hungry», una organización contra el hambre y la pobreza con sede en Washington que lleva 10 años trabajando, llama a los trabajadores y trabajadoras de la alimentación escolar «los superhéroes de la pandemia, tanto como los trabajadores y trabajadoras de la salud», y le asombra la ingeniosidad y creatividad de los mismos. Pero, dice, el «Women, Infants and Children Program» (Programa para las mujeres, los bebés y los niños, WIC por sus siglas en inglés) y el «Supplemental Nutrition Assistance Program» (Programa de Asistencia Alimentaria Suplementaria, SNAP por sus siglas en inglés), comúnmente conocido como cupones de alimentos, son de hecho «las mejores líneas de defensa contra el hambre» ya que permiten a las familias comprar según sus necesidades o deseos, en lugar de depender de la idea que tiene otra persona sobre lo que realmente necesitan.
A mediados de marzo se dio un paso para aumentar el SNAP cuando el Presidente firmó la ley «Las familias primero contra el coronavirus». Según Davis, la ley le permitirá a los estados aumentar las asignaciones SNAP de emergencia. Aunque a principios de mayo sólo 12 estados recibieron la aprobación para aumentar esas asignaciones, ella confía en que el número siga creciendo. Gracias a esta ley, la subvención SNAP de 646 dólares para una familia de cuatro personas aumentará un 40%.
Esa diferencia será enorme en Montana, cuya coordinadora estatal para la educación de los sin techo es Heather Denny. «Muchos de los 4.000 niños sin hogar que viven en este Estado residen en pueblos pequeños o muy pequeños, por lo que cargamos los alimentos en autobuses escolares y recorremos las carreteras rurales para llevárselos», dijo a Truthout. «Uno de los obstáculos con los que nos hemos encontrado es que en algunos distritos muy pequeños, por ejemplo, no hay comedores escolares. Antes del coronavirus, la escuela de clase única de Garrison (un pueblo muy pequeño) tenía dos alumnos sin hogar. Heather Denny tuvo que ir al banco de alimentos local para que esos niños pudieran recibir una comida. Los otros niños traen el almuerzo de sus casas.»
Añadió que el desempleo se sigue agravando y que muchos habitantes de Montana dependen de los bancos de alimentos. ¿Y qué pasa con la gente que no tiene transporte o que vive en lugares muy alejados? «Digamos que usted vive en Belgrado, a 19 kilómetros de Bozeman, donde está el banco de alimentos, y que no tiene coche. Un autobús va de Belgrado a Bozeman, pero se detiene a un kilómetro y medio del banco de alimentos. Con un bebé, es casi imposible recorrer esa distancia ida y vuelta», explica Denny. «Intentamos conectar a la gente entre sí, pero no siempre es fácil. Afortunadamente, aquí la solidaridad con los vecinos es parte de la mentalidad de la gente. Saben cuando una familia está en apuros y tratan de ayudarla».
El aumento de los cupones de alimentos es una buena medida, dice, ya que permite a la gente ir a los comercios que prefieren y comprar lo que necesitan cuando lo necesitan.
Ann Greenwood, una habitante de Waterville, en el Estado del Maine, espera que se aumenten los límites de acceso al SNAP en su estado. Si así fuera, y si ella y su familia tienen finalmente derecho a ese beneficio, podría dejar de insistir para que sus hijos adolescentes vayan a la parada del autobús tres veces a la semana a desayunar y almorzar. «Los niños no se preocupan por las comidas, pero las necesitamos», dice Ann Greenwood. «Son principalmente alimentos procesados, cereales, tartas de trigo integral, sándwiches fríos, zanahorias, manzanas, pasas de uvas y otras frutas secas. Algunos días prefieren pasar hambre antes que ir a la parada del autobús».
Ann Greenwood parece deprimida, cansada. «Trabajamos muy duro», dice, pero sólo le pagan 12 dólares la hora y su marido sólo gana 14 dólares. «Tenemos que pagar dos préstamos, para los dos coches, porque cada uno necesita el suyo para ir a trabajar, además de la hipoteca, el seguro de la casa y los impuestos. Mi hijo de 14 años está creciendo y puede comer más en una sola comida que yo en un día entero. Lo que recibimos de la escuela nos ayuda, pero aun así tenemos que tener cuidado al hacer las compras como si fuéramos pobres.»
Joel Berg, presidente de Hunger Free America, es consciente del trabajo de los profesores para alimentar a los alumnos que tienen hambre. Pese a que valora estos esfuerzos, es pesimista sobre el futuro inmediato. Incluso si la gente de los 50 estados pudiera beneficiarse del aumento de los cupones del SNAP, piensa que no será suficiente. «Mire la cantidad de personas que ya tenían hambre en este país cuando la economía iba bastante bien», dice Berg, «pasar por una recesión y una pandemia al mismo tiempo, es catastrófico».
Joel Berg es abogado y reclama: aumento de salarios, un acceso más amplio al SNAP y un aumento de las prestaciones sociales; dos comidas diarias para todos los alumnos de las escuelas públicas, independientemente de los ingresos familiares; la supresión de los planes de subsidios para la agroindustria y la garantía de que todas las comunidades rurales, semiurbanas y urbanas puedan tener una cantidad adecuada de alimentos nutritivos y libres de productos químicos.
Pero, según Diane Nilan, fundadora y presidenta de «Hear Us Inc.» (Escúchennos), una organización que busca hacer oír las voces de los niños y jóvenes sin techo, por muy bienvenidos y necesarios que sean esos cambios, se necesita un conjunto más amplio de medidas. «Es hora de poner en primer plano las necesidades humanas básicas de aquellos que están abajo en la escala económica. Sin domicilio, sin atención médica, excluidos del mercado laboral, sin poder permitirse cuidar a sus hijos y sin acceso a la tecnología, una comida puede parecer migajas que caen de la mesa. Es difícil disfrutar de la comida cuando se es consciente de cuántas otras necesidades quedan insatisfechas para ti y los tuyos».
Eleanor J. Bader enseña inglés en el Kingsborough Community College de Brooklyn, Nueva York. En 2015 ganó el premio Project Censored por «periodismo de investigación sobresaliente» y un premio de la Asociación de la Prensa Independiente en 2006. Es coautora de Targets of Hatred: Anti-Abortion Terrorism, actualmente contribuye en Lilith, Rewire.News, Theasy y otros blogs feministas progresistas y publicaciones impresas. Artículo pueblicado en Truthout, 12-5-2020: https://truthout.org/articles/
Nota:
[1] Las charter schools son escuelas laicas, de gestión privada, con una gran autonomía en los programas, pero su financiamiento es público.
A l’encontre, 15-5-2020
http://alencontre.org/ameriques/
Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa