El 20 de noviembre Barack Obama decidió hacer efectiva una de las herramientas que los presidentes del vecino país tienen para cambiar alguna política doméstica o bien por cuestiones de guerra, la denominada orden ejecutiva. Si bien se señala que tendría que haberlo hecho antes, lo que parecería quedar claro es que quiso intentar convencer […]
El 20 de noviembre Barack Obama decidió hacer efectiva una de las herramientas que los presidentes del vecino país tienen para cambiar alguna política doméstica o bien por cuestiones de guerra, la denominada orden ejecutiva. Si bien se señala que tendría que haberlo hecho antes, lo que parecería quedar claro es que quiso intentar convencer a los republicanos de la importancia de transformar la política migratoria y consensuar una reforma migratoria integral. En esta estrategia de búsqueda de consenso, aceptó llevar a cabo una política de deportaciones, de tal magnitud -2 millones de personas- que fue llamado Jefe de Deportaciones. Se le pidió que reforzara la frontera si quería que se discutiera la reforma migratoria, lo que también hizo, pues incrementó el presupuesto 24 por ciento en 2012 para alcanzar la cifra de 18 mil millones de dólares para luchar contra la inmigración a lo largo de la frontera (Papademetrious) y se aumentó a 21 mil 391 los miembros de la Patrulla Fronteriza. Es decir, fue cumpliendo con las exigencias de los republicanos, pero sin el más mínimo éxito. Y eso lo impulsó a tomar la decisión que ha provocado la ira furibunda de sus adversarios republicanos, quienes señalan que el presidente está envenenando el debate, que es como poner delante de un toro un trapo rojo, y que ahora sí, la reforma migratoria se quedará en el limbo.
Tal parece que los republicanos poco podrán hacer para detener esa orden ejecutiva, sobre todo porque Obama propone una estrategia que gira alrededor de los valores familiares, es decir, el grueso de los beneficiados serán los padres de ciudadanos estadunidenses, sin olvidar que el presidente tiene el derecho de veto.
Es importante buscar alguna explicación a tan insensata posición de los conservadores, pues no hay duda de que saben que la sociedad estadunidense está envejeciendo, no alcanza el nivel de remplazo (2.09 por ciento), situación demográfica de efectos negativos, pues los rezagos en el mercado laboral pueden frenar el crecimiento económico. Esto lo saben los chinos que han cambiado radicalmente su política demográfica y ahora abogan por dos hijos por familia, en lugar de uno, ante la impresionante reducción de la tasa de fertilidad a la que hacen, en parte, responsable de la reducción en el crecimiento económico. La falta de trabajadores disponibles no siempre se suple con innovaciones tecnológicas, pues no aplica en todos los sectores.
Por otro lado, las universidades, con sus altísimos costos, impiden la entrada de muchos jóvenes a estudios superiores y la eficiencia terminal es de las más bajas en el marco de los países de la OCDE. Además, las profesiones que requiere la economía del conocimiento, tales como matemáticas, ingeniería, ciencias, tecnología, están rezagadas. Todo ello ha generado un importante flujo migratorio de alta calificación en Estados Unidos, que proviene de todos los rincones del mundo y para los cuales existen muchas facilidades. Los países origen de estos trabajadores enfrentan la llamada fuga de cerebros y, sin embargo, poco hacen para enfrentar esta enorme pérdida.
Si bien para esos 5 millones de trabajadores indocumentados es un respiro, pues no hay que olvidar que se trata de una medida temporal, quedan más de 6 millones de indocumentados que seguirán en el limbo jurídico. Y si recordamos lo sucedido en 1986 con la ley IRCA, que regularizó a cerca de 2.5 millones de indocumentados, también en aquella ocasión quedaron más de un millón y medio de indocumentados fuera de la regularización. Es decir que, por una razón u otra, siempre se quedan importantes cantidades de trabajadores indocumentados. ¿Por qué?
La razón pasa por la conveniencia de los empleadores y las corporaciones en la medida en que se trata de trabajadores altamente benéficos para la economía del país vecino, de ahí su resistencia a aprobar una reforma migratoria integral. La enorme vulnerabilidad administrativa de estos trabajadores va de la mano de las enormes ganancias de los empresarios. Los sectores a los que se incorporan estos migrantes son en general industrias muy riesgosas, tales como las polleras, las de la carne, despulpadoras de cangrejo, agricultura, construcción, servicios, etcétera. Los salarios son mucho más bajos que los que se les tendría que pagar si fueran trabajadores nativos. Y ahora también los nuevos trabajadores regularizados pueden exigir mejores condiciones salariales; son legales. Por tanto, se explica, por qué se quedaron importantes contingentes de indocumentados y, no sólo eso, por qué seguirán llegando muchos más, pues los costos unitarios laborales menores favorecen la ganancia.
Es importante que la clase trabajadora en conjunto comprenda que la estrategia neoliberal ha sido una ofensiva frontal contra todos los trabajadores a través de la política race to bottom. Lo que explica la tendencia decreciente del salario real en Estados Unidos desde los años 1990 a la fecha. Los migrantes son simplemente utilizados como chivos expiatorios para desviar la atención del verdadero enemigo de la clase trabajadora.
Transformar las lesivas condiciones actuales y alcanzar el éxito requiere no sólo incorporar sino comprender las condiciones de la parte más vulnerable de las sociedades actuales, los migrantes, los que por circunstancias ajenas a ellos sufren el alejamiento de sus familias, de sus comunidades. Recordemos lo que dice Simone Weil: el arraigo es quizá la necesidad más importante y más desconocida del alma humana.