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Cosechas del Norte

Fuentes: Rebelión

La imagen suele ser la misma. Afuera de una escuela con jardines amplios, los policías se encuentran pálidos ante la estupefacción que les causa mirar el horror, el mismo horror ya tan casual, que sigue siendo el darse cuenta de una tragedia existente y que se muestra imparable. Los sentidos de un policía aquí son […]

La imagen suele ser la misma. Afuera de una escuela con jardines amplios, los policías se encuentran pálidos ante la estupefacción que les causa mirar el horror, el mismo horror ya tan casual, que sigue siendo el darse cuenta de una tragedia existente y que se muestra imparable.

Los sentidos de un policía aquí son nulos. No hay explicación, no hay que delito que perseguir, mas bien, no hubo una razón aun justificada para cometer el delito. La muerte sin respuesta y sin razón puede ser la peor de las muertes. Estamos atrapados, atados de las manos, ante esa violencia que parece innecesaria, pero que necesita urgentemente una respuesta.

En los Estados Unidos ese terror sigue mostrando aun la vulnerabilidad de un país consagrado como la superpotencia mundial, de esta época en que nos ha tocado vivir. Esa lucha injustificada contra el terrorismo externo (sabiendo que la definición de la palabra «terrorismo» está perdida), está siendo probablemente ganada con bombas y dinero, dos artefactos de la misma rama. Pero la lucha interna, la mental, la que desarrolla hacia la perdición o hacia el éxito a una sociedad, está siendo totalmente perdida sin que los mismos estadounidenses se estén dando cuenta. La fijación no debería de ser Afganistán, sino la masacre de Columbine, su eje central de lucha no debería ser Irak, si no la última matanza en un colegio afuera de la ciudad de Chicago.

Se buscan culpables internacionales, su busca terroristas externos, se busca el terror desatado al otro lado del mundo. Adentro de la superpotencia el terror es ya una viva imagen terrorista, sin grupos organizados, sin delincuentes con nombre e imagen.

Los lugares más sagrados de nuestra civilización, los centros de estudio, hoy son en los Estados Unidos centros de miedo, perdidos en una encrucijada inexplicable.

La semana pasada fueron seis muertos y quince heridos en Chicago, el autor: un estudiante de sociología. Los testigos dijeron que el atacante no dijo una sola palabra, ni parecía apuntar específicamente a nadie. Las balas fueron disparadas por veinte minutos. Columbine fue la masacre que detonó el sabor al miedo, pero ha habido muchas más. En la escuela de Virginia fueron 32 los muertos. La peor de todas. Pero el horror es el mismo.

La explicación no se encuentra. Esta civilización estadounidense, que parece estar exiliada en una superpotencia, muestra su peor debilidad ante sus más internos hijos, que se pierden dentro de un mundo inventado por su misma sociedad y que ya no encuentra la respuesta.

La creación del terrorismo regresa de nuevo, en medio oriente sembraron lo que hoy recogen, en sus adentros la cosecha no deja de dar frutos.

Christian Sida es periodista de Radio Canada Internacional.