El lunes 2 de agosto un grupo de manifestantes indígenas se convocó a pocas cuadras de la casa de gobierno en el corazón de La Paz, con el objetivo de derribar la estatua de Cristóbal Colón, «promotor del mayor genocidio que la historia de la humanidad haya conocido, perpetrado contra los Pueblos Originarios de Abya Yala durante la Conquista de América”.
Un manifestante indígena logró trepar a la estatua de Colón y produjo la rotura de la nariz con un martillazo, además de pintar de negro su rostro. Luego le puso una soga al cuello para poder tumbarla. Abajo sus compañeros tocaban instrumentos de vientos típicos del país y levantaban las Whipalas al grito de “Jallalla” y “Somos quechuas y aymaras, los dueños de estas tierras”.
Inmediatamente, se convocó en el mismo lugar otro grupo de personas para evitar el derribamiento de la estatua al grito de:“indios borrachos”, “indios ignorantes” “indios incivilizados”, “arresten a estos atrevidos indios”, etc. La cobertura de los medios de comunicación que transmitían en vivo el suceso estereotipaba a los manifestantes indígenas, llamándolos “violentos”, “indigenistas”, “indianistas”, que “no representan a las verdaderas demandas de los pueblos originarios”.
A su vez, ensalzaban la supuesta identidad “mestiza” y su “cultura mixta” alegando que no solo el país contiene “indígenas”. También, presentaban al monumento de Colón como el “Gran descubridor de América”.
La policía llegó al lugar y montó un show lamentable, propio de la época de la colonia: golpeó a los manifestantes indígenas y los arrestó frente a una multitud que aplaudía mientras continuaba con las consignas racistas. Fueron detenidos siete manifestantes, a quienes se les abrió una causa penal y se montó un fuerte operativo para resguardar la estatua de Colón con el objetivo de que otros grupos de indígenas cumplieran el objetivo de derribarla.
Las posturas que alegan argumentos de una identidad mestiza para el pueblo boliviano de mayoría indígena, han significado históricamente un intento de encubrir la identidad indígena, de renegar de ella, de invisibilizarla, de “blanquearla”. Un ejemplo de ello es el caso paradigmático de Jeanine Áñez, que pese a sus rasgos originarios, se concibe “blanca” y en el peor de los casos “mestiza”, pero nunca indígena.
Estuvo presente Ovidio Salvatierra, Director de Patrimonio Cultural del gobierno municipal, quien denunció el intento de los manifestantes de derribar la estatua y calificó a la acción como “delincuencial”. El gobierno municipal está bajo el mando del alcalde Iván Arias, exministro del gobierno de facto de Jeanine Áñez, que ganó el cargo ante el Movimiento Al Socialismo en las elecciones subnacionales de marzo pasado.
Mientras, el embajador español Francisco Javier Gassó Motoses afirmó “no compartir” la destrucción de bienes públicos y sugirió “un debate acerca de la propia identidad”. Este planteamiento es insolente e improcedente en un país donde la mayoría de la población es indígena y que para refundar Bolivia en 2009 como Estado Plurinacional,se dieron intensos debates al respecto.
A pesar de las lamentables palabras del embajador español, evidentemente sigue siendo muy necesario seguir debatiendo temáticas como el racismo y el machismo, que no son parte central de la agenda política. Es preocupante lo exacerbadas de estas prácticas en la sociedad boliviana que sigue organizándose desde la pigmentocracia, es decir, desde el color de piel como si viviera bajo un apartheid en pleno siglo XXI.
Lo más preocupante es que la situación se encuentra naturalizada como si fuera un destino inevitable para las y los indígenas, a pesar, de haber conquistado el gobierno y ser el pilar fundamental del MAS-IPSP.
Derribamientos de estatuas de Colón en toda Abya Yala
Este hecho pasaría desapercibido como un monumento más de Cristóbal Colón que se intenta derribar en la región, en el medio de una ola masiva de repudio a estas estatuas y lo que representan, a no ser por un detalle no menor, que Bolivia no es un país como el resto de la región que son repúblicas: el país se refundó hace 14 años como Estado Plurinacional.
Es por tal motivo, qué resulta insólito que hasta la fecha todavía exista una estatua de Colón en el corazón de su capital política, La Paz, y a cuatro cuadras de la Casa de Gobierno. Mientras en diferentes países como Colombia, Ecuador, Canadá, Argentina, incluso en el mismo Estados Unidos, las hayan tumbado.
Esta situación convoca a la reflexión. No puede pasar inadvertida ante la sociedad y su clase política, si se pretende seguir construyendo un Estado Plurinacional, que implica un proceso de construcción donde la descolonización de cada institución que integra la sociedad es vital junto a la decolonialidad del pensamiento y el ser.
Lo que el país necesita no son discursos políticos grandilocuentes de“igualdad y equidad”, sino acciones concretas para apaciguar tanto racismo y machismo, que en Bolivia se lo huele hasta en el aire, al caminar las calles de las ciudades. Una de esas acciones concretas sería reemplazar ese monumento de Cristóbal Colón por un líder indígena como Tupak Katari o Bartolina Sisa.
Si en pleno Estados Unidos, precisamente en Los Ángeles, las autoridades de la ciudad retiraron la estatua de Colón como un acto de “justicia restauradora”, aduciendo que “sus actos contribuyeron al genocidio jamás registrado en la historia” y que “su imagen no se tiene que celebrar en ninguna parte del mundo”, según el concejal Mitch O Farrell, ¿cómo es posible que la estatua de Colón esté en el corazón de La Paz, luego de 14 años desde la refundación de Bolivia como Estado Plurinacional?
Una estatua en pie de Cristóbal Colón construye sentido común racista y al estar naturalizada su presencia en la ciudad, es una contradicción que llama a la reflexión profunda.
Sobre todo cuando el posgolpe de estado, se observó desde los medios de comunicación internacionales un huracán de racismo y machismo que dejó atónico a la región. Sacó a la superficie algo que estaba contenido y reveló lo peor de una sociedad, así como un gran error del exgobierno del MAS, de no haber avanzado en un proceso concreto de descolonización.
Por otra parte, la República de Argentina que es un país que erradamente construyó su identidad desde el eurocentrismo abonado por la “teoría de los barcos”, pese a contener el 63% de su población con sangre indígena -según el prestigioso historiador Osvaldo Bayer, ratificado por estudios genéticos de la Universidad de Buenos Aires (UBA),-reemplazó la estatua de Colón, frente a la casa de Gobierno de la capital, por la de la indígena boliviana Juana Azurduy.
El 2011 el expresidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez Frías, durante una visita a la casa de gobierno le expresó a la actual vicepresidente de la república de Argentina Cristina Fernández de Kirchner: “¿Qué hace ahí ese genocida? Colón fue el jefe de una invasión que produjo no una matanza, sino un genocidio. Ahí hay que poner a un indio”.
Con esas palabras originó el reemplazo de la estatua que fue obsequiada por el exgobierno del MAS, el mismo que no pudo reemplazar la estatua de Colón del corazón de La Paz, durante 14 años desde la refundación Bolivia como Estado Plurinacional.
Se necesita la decisión política desde el gobierno central, de acabar con esta vergüenza nacional de mantener una estatua de un genocida de indígenas en un país de mayoría indígena. Se espera que Bolivia de el ejemplo en estas temáticas a nivel regional y mundial, puesto que es el primer país y el único en declararse plurinacional.
Al no haber retirado la estatua del genocida desde el estado nacional durante los 16 años en el que gobierna el MAS, los manifestante indígenas damnificados directos de lo que fue la conquista de América, quedan sin opción de intentar derribarlas por cuenta propia.
Acción legitima en un país de mayoría indígena que históricamente fueron ciudadanos de segunda y donde se les reconoció derechos recién el 2009.
*Periodista y psicóloga boliviana, colaboradora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)