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Guerra contra Al Aqsa

¿Cuál es el precio de la victoria de Netanyahu?

Fuentes: Counterpunch

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

El 18 de febrero varios miembros de grupos judíos extremistas asaltaron el complejo de la mezquita de Al Aqsa en la Al Quds (Jerusalén) ocupada. Tuvieron un enfrentamiento con los fieles palestinos debido a que los colonos trataron de cerrar la propia puerta de Al Aqsa. También se vieron implicados en los enfrentamientos el ejército y la policía israelí, que abrieron fuego y atacaron brutalmente a los palestinos, lo que provocó gran cantidad de heridos.

El 19 de febrero el ejército israelí tomó la inusual medida de cerrar la Puerta de Al Rahma, que lleva a una parte del complejo de Al Aqsa la cual, a su vez, el ejército israelí mantiene cerrada desde 2003. Es evidente que la provocativa decisión de sellar la puerta se había tomado previamente y el candado y la llave tienen las huellas dactilares del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

Es bastante frecuente en los políticos israelíes llevar a cabo medidas de confrontación contra los palestinos poco antes de la celebración de elecciones generales. El tipo de electorado político al que los líderes israelíes pretenden calmar determina la naturaleza de dichas medidas.

No obstante, una guerra contra Gaza, al menos por ahora, es una opción demasiado arriesgada para Netanyahu ya que tendría lugar en una fecha demasiado cercana a las elecciones del 9 de abril. Además, un fallido ataque israelí contra Gaza el pasado 11 de noviembre provocó un fuerte bochorno a Netanyahu que le obligó a aparcar por ahora la opción de Gaza.

Dicho esto, si la posición política del primer ministro israelí llega a ser demasiado desesperada en las próximas semanas se podría poner sobre la mesa una vez más una guerra contra Gaza. De hecho, la unión política entre Benny Gantz y Yair Lapid, que se declaró el 21 de febrero, ciertamente ha subido la apuesta inicial a favor de Netanyahu, el cual da por hecho su victoria electoral. Gantz y Lapid unieron sus dos partidos en una lista electoral llamada Kahol Lavan («Azul y Blanco»), que supone para Netanyahu el principal desafío electoral desde hace años.

Por el momento, Netanyahu ha decidido apelar a los sectores religiosos más mesiánicos de la sociedad israelí para mantener a raya a sus rivales, lo que no debería sorprender puesto que durante una década la extrema derecha religiosa y ultranacional ha sido el eje vertebrador de las coaliciones de los líderes israelíes. De hecho, Netanyahu había tomado varias medidas para mostrar su buena voluntad a su electorado religioso semanas antes de la unión entre Gantz y Lapid.

Una de estas medidas tuvo lugar el 28 de enero, cuando Netanyahu ordenó a los observadores internacionales desarmados de la ONU abandonar la ciudad palestina ocupada de Al-Khalil, donde unos pocos cientos de colonos judíos armados han sido una fuente constante de violencia. Los colonos judíos de Qiryat Arba’a viven bajo la protección de un fuerte contingente del ejército israelí. Ambos grupos han trabajado juntos para aterrorizar durante muchos años a los habitantes palestinos de la ciudad.

Una declaración conjunta de varias organizaciones humanitarias, incluidas Oxfam, Norwegian Refugee Council (NRC) y Save the Children, advertía acerca de la terrible suerte que espera a la comunidad palestina a consecuencia de la decisión de Netanyahu referente a Al-Khalil: «La seguridad de cientos de civiles, incluidos niños, está en peligro debido a la retirada de los observadores civiles en la ciudad de Hebron», afirmaba la declaración.

Como era de esperar, continuaron los ataques de los colonos israelíes ya que los medios de comunicación y los informes de los grupos de defensa de los derechos humanos señalan un aumento de la violencia contra los civiles palestinos en la ciudad.

Lo que Netanyahu quería comunicar a sus partidarios al desencadenar la ira de los colonos judíos en Al-Khalil era que sigue comprometido con el proyecto colonial, una causa indigna que viola el derecho internacional y cuyo precio es un prolongado sufrimiento humano.

De forma similar, la decisión israelí de cerrar la puerta de Al Rahma el pasado 19 de febrero fue un paso calculado de antemando cuyo objetivo era unir bajo la dirección de Netanyahu en las próximas elecciones a toda la derecha israelí, incluido el grupo más extremista de todos los grupos religiosos y de colonos.

De hecho esa tendencia había empezado unas semanas antes. El 9 de enero el Ministerio de Donaciones [Religiosas] palestino documentaba en fuerte aumento en el mes de diciembre de las violaciones de lugares santos palestinos en las que estuvieron implicados el ejército israelí y los colonos judíos. Según este Ministerio, se denunciaron más de cien violaciones, incluidas treinta incursiones diferentes en la propia mezquita de Al Aqsa. En el ataque a Al Aqsa del 7 de enero estuvieron implicadas más personas que los sospechosos habituales, pero estuvo dirigido por el ministro de Agricultura israelí y firme aliado de Netanyahu, Uri Ariel.

Este tipo de «visitas» a Al-Aqsa, motivadas políticamente y muy militarizadas, recuerdan a la tristemente célebre «visita» del difunto líder de la derecha israelí Ariel Sharon en septiembre de 2000. En aquel momento Sharon quería aumentar sus posibilidades de convertirse en el siguiente primer ministro de Israel y asegurarse de que su rival más fuerte (que en aquel momento era, curiosamente, el propio Benjamin Netanyahu) no era nombrado candidato del Partido Likud. La táctica funcionó. Sharon desencadenó la Segunda Intifada Palestina (2000-05), que provocó la muerte de miles de personas y, por supuesto, se aseguró durante años el puesto al mando de la política israelí.

El siempre aplicado e ingenioso Netanyahu ha dominado el arte de la manipulación política al igual que su mentor y una vez más Al Aqsa es la plataforma de esta siniestra politiquería israelí. La decisión de Netanyahu de establecer una alianza con Otzma Yehudit («Poder Judío»), la nueva imagen del partido del extremista y difunto Meir Kahane, demuestra aún más que el actual aumento de la violencia en torno a los lugares sagrados palestinos es una medida política calculada de antemano por Netanyahu y su gobierno.

El hecho de que Netanyahu incorpore a su futura coalición grupos que son la mutación ideológica de la Liga de Defensa Judía, un grupo clasificado de «organización terrorista» por la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI), dice mucho de la cambiante relación entre Estados Unidos e Israel. Gracias al apoyo incondicional de Washington a Israel Netanyahu se siente políticamente triunfante e invencible, incluso por encima de las propias leyes de Estados Unidos.

Sin embargo, para hacer realidad su patético sueño de ser el primer ministro que más años ha desempeñado el cargo en Israel Netanyahu debería se cauto acerca de las sangrientas consecuencias que seguramente tendrá este acto imprudente. En efecto, Netanyahu puede estar provocando un tipo de violencia mucho mayor que su propia capacidad de contenerla.

La mezquita de Al Aqsa no solo es un símbolo religioso para el pueblo palestino, sino también un símbolo nacional que a lo largo de generaciones ha representado su ansiada libertad y ha sido una fuente de esperanza y unidad.

Aunque la sangre de las y los palestinos sea irrelevante para el ansia de dominación política de Netanyahu, la comunidad internacional debería tomar medidas inmediatamente para impedir lo que en las próximas semanas podría convertirse en un baño de sangre provocado por Israel.

Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de The Palestine Chronicle. Su último libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, Londres, 2018). Baroud es doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter y profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies, Universidad de Santa Barbara, California.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2019/02/28/war-on-in-al-aqsa-what-price-netanyahus-victory/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.