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Cuatro balas, cuatro muertos diarios

Fuentes: Rebelión

Llama la atención que todos estén tan pendientes y tan preocupados por lo que haga ETA. Llama la atención que tantos durante tanto tiempo estén tan alterados, pues los datos son irrefutables, y nos indican que no se puede gastar más combustible en algo que no tiene tanta importancia. Desde luego, nunca cuatro balas han […]

Llama la atención que todos estén tan pendientes y tan preocupados por lo que haga ETA. Llama la atención que tantos durante tanto tiempo estén tan alterados, pues los datos son irrefutables, y nos indican que no se puede gastar más combustible en algo que no tiene tanta importancia. Desde luego, nunca cuatro balas han tenido más rendimiento político. Si le encargásemos a un analista económico -neocom o marxista, igual da-, o a mi mismísima abuela, si esas cuatro balas han sido rentables, no hay duda que señalarían todos, incluida mi abuela, que la eficiencia por bala ha sido insuperable. Miles de páginas en los periódicos. Miles de actos y microactos -tampoco hay que exagerar el rendimiento- ante ayuntamientos y plazas. El rey, el presidente del Gobierno, y todos los segundones -incluido el ministro del Interior- en los entierros de los guardias muertos. Cientos de horas en cadenas de radio y televisión. Los tertulianos con un temita para explayarse y un buen sobre a fin de mes. Una manifestación fracasada con los gerifaltes del régimen al frente, pues éste lo es del PSOE y del PP, y con los demás de meros comparsas para servir de coartada y dando pedigrí democrático y apariencia de pluralismo. Todos viviendo entre la sangre y de la desgracia ajena.

Cuatro balas que han obligado al Borbón a vestirse de Capitán General, que permitieron que su hijo vistiera también el uniforme militar, y todos ellos además acompañados de sus esposas (circunstancia que por más vueltas que le doy no le veo ningún sentido, salvo que siendo Borbones tengan que ir apoyados por las hembras de la familia al trabajo). Todos los días mueren en España cuatro trabajadores -uno cada seis horas, incluidas también los de fiestas de guardar- y no he visto a semejante familia ir a los entierros de ninguno. No se han dignado ir a un solo entierro. Los trabajadores son para estos gerifaltes del régimen pura escoria, la nada, los nadies de Galeano. Hasta la pensión se les discute a los deudos, y se pretende escamotear que ha sido accidente laboral para que así se ahorre el sistema unos cuantos euros, mientras la infanta «separada» gasta 4.000 € al mes en el alquiler de un pisito en el barrio de Salamanca a cargo del erario público.

Viene a la memoria un hecho a tenor de la vestimenta militar que gastaban padre e hijo, uno como Jefe Estado y el otro como heredero de la Jefatura del Estado. En la cárcel hay un ciudadano vasco (Arnaldo Otegi) que pena por un crimen horrendo: se le ocurrió decir que el rey de España era el jefe, el superior jerárquico, de los guardias que torturan en la comisarías y cuartelillos -este hecho es indudable, pues si fuera poco el Informe de Amnistía Internacional de este año sobre las torturas en España, baste sólo con ver las sentencias por torturas de los propios tribunales de Justicia. Esta afirmación fue calificada como injuria a la Corona, y por ello crimen en toda regla. Mi curiosidad por ver qué vestimenta llevaba el Jefe del Estado en el entierro del guardia muerto en Francia me llevó hacia el televisor, y al día siguiente a las portadas de los periódicos. Quería yo saber si vestiría el uniforme militar, pues ello indicaría que se presentaba allí como Jefe del finado. Y ahora la conclusión: si es Jefe del finado, y en esa calidad se hallaba en su entierro, se supone que por más que se niegue también será el Jefe de los que torturan -al menos hasta que sean condenados en sentencia firme. Y aún después, cuando se les indulta y se les reintegra en el empleo. Pues uno no elige a todos sus subordinados, y es jefe no sólo de los muertos y de los vivos, sino también de los que delinquen. Si el Jefe del Estado no hubiera vestido el uniforme militar estas palabras no tendrían sentido, o al menos habría que buscar argumentos de gran sutileza para justificar tal jefatura. En este caso está blanco y migado.

Cuatro balas han bastado para que se viera la debilidad de los que hacen del conflicto vasco todo su programa político. De los que no pueden vivir sin ese conflicto porque sencillamente les llena el pesebre. No hay duda de que quienes cometen delitos deben penar por ellos, y lo tienen asumido desde el primer momento, pero es una indecencia que se favorezca la persistencia y permanencia del conflicto vasco porque es rentable para los gobernantes de toda laya y condición. También es un venero para los medios de comunicación, pues sacan pingües beneficios a su costa. Todos ganan, menos los protagonistas directos del conflicto. Dos muertos que debieran de estar vivos, y cientos de personas en las cárceles cuando debieran estar libres en su país. Cuando se desatan las tempestades en la mar, y los barcos han salido a faenar -siendo consustancial a la mar los barcos- siempre nos preguntamos cuál es el nombre del que se ha hundido y quiénes son los náufragos. Esa zozobra la tienen las gentes marineras, esa zozobra la tengo yo respecto a la tempestad que no supo ni quiso atemperar el poder político y policial en España, desperdiciando de ese modo una oportunidad de oro durante la última tregua.

Ahora se llora en las familias, en todas, las de un lado y las de otro. Tanto sufrimiento para que cuando llegue el día de la independencia, se levanten las copas y nadie entre los concelebrantes se acuerde de los que cayeron en el camino, unos por voluntad y otros obedeciendo órdenes. Desde luego es preciso salir del paleolítico de una maldita vez, y reconocer el derecho que los pueblos tienen a la autodeterminación tal como señala la vieja Carta de 1948.

Hay guerras criminales que parecen pestes bíblicas, y hay guerras que se pueden evitar con solo una palabra. Esta es una de las que se puede evitar con palabras, y en la medida en que no se usan las palabras, no puedo menos que preguntar -y arrojar a la cara de los que corresponda- ¿qué beneficios les reporta mantener tal enfrentamiento?. Demasiados pluses para unos, y demasiado entretenimiento para el populacho que mientras se fija en las desgracias ajenas, no tiene tiempo para las propias. Un solo dato para la reflexión: los empresarios piden eliminar las cotizaciones a la Seguridad Social y que se incremente el IVA; se ha reformado la ley de la Seguridad Social -afectará a millones de personas negativamente, y no se ha levantado una sola voz; se propone bajar el impuesto de sociedades; se propone que los ricos no paguen por su patrimonio…Los ejemplos son muchos, pero la mirada de los afectados se dirige hacia donde los prebostes del régimen desean.

Todos ciegos, y todos engañados. Mañana morirán otros cuatro trabajadores en el tajo, y nadie sabrá cómo se llamarán los difuntos. Sólo sus allegados llorarán el desconsuelo al ver que cuatro más han caído en un camino oscuro, sin medallas, ni entierros de Estado.