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Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Cuidar a otras personas es más que un trabajo

Fuentes: Gara

El 8 de marzo es una fecha que sirve para sacar a la luz realidades que están ahí, muy cerca, incluso en nuestra propia casa, pero a las que no prestamos atención y dejamos que continúen igual, sin reflexionar sobre ellas ni hacer nada para mejorarlas. El cuidado, tan necesario para vivir y, a la […]

El 8 de marzo es una fecha que sirve para sacar a la luz realidades que están ahí, muy cerca, incluso en nuestra propia casa, pero a las que no prestamos atención y dejamos que continúen igual, sin reflexionar sobre ellas ni hacer nada para mejorarlas. El cuidado, tan necesario para vivir y, a la vez, tan invisible es uno de esos temas, el que hemos elegido para este reportaje.

A veces no hay espacio para plantearse: ¿Quiero hacer esto? ¿quiero cuidar a mi madre, a mi primo…? ¿Cómo lo hago? Es una de las reflexiones que salen en el coloquio que hemos mantenido con varias cuidadoras familiares, tanto «informales» -es decir, que cuidan a sus familiares- como quienes tienen esta tarea como oficio. También hemos conocido el punto de vista de las feministas de la nueva coordinadora navarra COMFIN y de los trabajadores del centro comunal de acción social de Hendaia CCAS, y hemos analizado, de la mano de un doctor en Derecho de la UPV, las consecuencias que tendrá la reforma de la pensión de jubilación que plantea el Gobierno español.

«Ya no es tan fácil; Ahora nos está reemplazando la Propia familia»

Cuando Laida les pregunta si quieren hacer una entrevista, Mariela y Janeth levantan la mirada del ordenador, contentas, pensando que es una entrevista de trabajo. Aunque no es así, aceptan igualmente y subimos al primer piso de la Casa de las Mujeres, en la calle Okendo de Donostia.

Todas mujeres -exceptuando el fotógrafo, que de vez en cuando recibe guiños y bromas-, nos sentamos alrededor de la mesa para charlar tranquilamente sobre la crisis y el cuidado. Comienza Pilar: «Si tienes un colchón, es decir, dinero, te ves más amparada, porque hay muchísimas cosas que la seguridad social no daba ya antes. Aun y todo, por lo que estoy viendo ahora, se ha perdido mucho. Nosotras no trabajábamos fuera de casa y podíamos cuidar a nuestras madres y padres pero, si necesitabas ayuda de fuera, eso te costaba un dinero. Hay cantidad de cosas, como pañales, que no te podía dar la Seguridad Social. Todo eso suponía también un gasto».

La portavoz de Dandai piensa a menudo en que la cantidad de dinero que han ahorrado las mujeres de su generación al Estado en guarderías y geriátricos es enorme. Eso ha repercutido también en ellas: «Después de cuidar durante años a personas mayores, estamos tocadas». Recalca que cuidar bien a una persona no se paga con dinero: «Lo he vivido, y te destroza física y síquicamente».

Ha cuidado a su madre, abuela, hijo, tío… un montón de gente durante mucho tiempo. «He tenido años de estar cuidando a gente, nada más. Personas queridísimas. He tenido mucha ayuda moral en asistentas sociales. Es muy importante, además, que el médico de cabecera te ayude, que puedas llamarle. Ahora, puedes llamar todo el día y la noche a un teléfono y te aconsejan, te ayudan, te mandan un médico… He tenido suerte con los médicos, las enfermeras, buenísima gente, humana, que me ha ayudado en lo que ha podido». El médico le solía decir: «¡Yo qué te voy a recomendar que hagas, si lo sabes mejor que yo!».

Después de tener tres y cuatro trabajos, no poder llegar a todos y darle empleo a su amiga Janeth, Mariela se encuentra ahora en paro, como otras muchas cuidadoras. Esta ciudadana ecuatoriana que lleva casi quince años aquí pone un ejemplo: «Una persona mayor tiene tres hijos y de ellos trabaja solamente uno. Si tienen una empleada para cuidar a su madre, ese trabajo se quita porque pueden hacerlo los hijos. Esto está pasando mucho. Si antes conseguíamos trabajo más fácilmente, ahora nos está reemplazando la propia familia. Lo mismo pasa con los niños, porque antes había mucho empleo para cuidar niños y ahora no».

Se queja de que mucha gente también se está aprovechando de eso: «Si antes te pagaba diez, ahora ocho; si te parece bien te quedas y si no, te buscas la vida». Mariela declara que, para cuidar a los mayores, hay que estar bien sicológicamente, ir preparada, con alegría y entusiasmo, ya que pueden estar con depresión o bajas de moral. Ha cuidado a personas mayores tres o cuatro años y le ha afectado sicológicamente, porque les ha cogido cariño como si fueran de la familia.

«Para nosotras la familia es a veces el trabajo: si cuidas a un niño, le cuidas como si fuera tu hijo; si tienes una persona mayor, como a tu padre o madre. A fin de mes envías el dinero a tu país y tienes que estar llamando cada semana a ver qué tal está tu madre, tu familia… Tengamos o no trabajo, si tenemos dinero guardado, lo mandamos. Ahora, con la crisis, hay semanas en que no llamas, igual le dices a tu familia que estás trabajando y no es así. Te guardas muchas cosas, como el sufrimiento sicológico. Y cuando te quedas sin trabajo, te hundes más», expresa.

Janeth concreta que también depende de la enfermedad de la persona, por ejemplo, cuidar a una persona con alzheimer es muy difícil. «Es un desgaste y una responsabilidad doble porque tienes que estar siempre al cien por cien. Tienes que ser muy consciente de que va a perder el sentido y no te va a reconocer. Cuando he trabajado con estas personas, les he dado vasos y cucharas desechables, porque tal vez te toman por otra y te agreden».

Ahora, esta colombiana que vive en Euskal Herria desde hace once años solo trabaja fuera de casa unas pocas horas. Mariela y ella comentan que a veces les preguntan si tienen papeles y si responden que sí, les dan las gracias y les cuelgan el teléfono. En cambio, una amiga que no tiene papeles, con menos experiencia, llama al mismo trabajo y la cogen.

Janeth cuenta que el otro día puso un anuncio en el periódico y le llamó una mujer de Zumaia para cuidar a una persona mayor de 82 años que estaba muy mal. Le pagaba 600 euros, sin Seguridad Social. Estaría interna, solamente podría salir el sábado a las 14.00 y regresar el domingo a las 20.00. Y entre semana, de 16.00 a 18.00. Cuando le dijo que le parecía muy poco, le contestó así: «Ponte a pensar: 600 euros. Súmale una habitación muy maja con todos los servicios, y la comida, puedes comer lo que quieras. Te saldría como 1.000 euros o más. Piénsatelo, como están las cosas…».

«Está claro que las mujeres, con la crisis, salimos peor paradas…», comenta Laida.

«¡Siempre!», le interrumpe Pilar con fuerza.

«No nos quedamos quietas, pero si no hay trabajo… Al final todo es una cadena. No hay trabajo fuera, nos quedamos en casa, tampoco necesitamos empleadas para cuidar a las personas mayores o a los pequeños… Vamos retrocediendo», continúa la técnica de Igualdad del Ayuntamiento de Donostia.

Mariela está «harta de hacer currículos». Si sale, tiene que gastar al menos para tomar un café y, al final, se queda encerrada en casa. Antes, cada una tenía su piso; ahora, se ha reducido a una habitación.

Laida plantea otra cuestión: «Aunque las mujeres hemos salido a trabajar, los hombres no han ayudado tanto en casa. La carga, también hoy en día, la lleva la mujer. Si es tu familiar, se supone que lo tienes que cuidar. Normalmente, ese trabajo recae en las mujeres, no hay opción. Si quieres tomarte ese espacio para cuidarte, se producen sentimientos de culpa».

«Yo no podía salir, me sentía culpable. Lo único que hacía era dar una vuelta en el estadio, porque el médico me decía que no podía seguir así. Andaba un poco, cogía aire», cuenta Pilar.

«Para cuidar, una tiene que estar bien», asegura Laida.

Mariela añade que las personas mayores se vuelven muy dependientes: «Le di el número de móvil a una señora y me llamaba cuando me encontraba fuera del trabajo: `Estoy mal, ¿puedes venir?’. Y la iba a ver. `No, que quería charlar…’ me decía».

«Luego hay otra cosa, que tengas que cuidar a una persona de tu familia a la que no quieres o que se ha portado muy mal contigo. Y lo haces», apunta la representante de la asociación de mujeres Dandai.

La técnica del Consistorio donostiarra agrega que a veces no hay espacio para plantearse: «¿Quiero hacer esto? ¿Quiero cuidar a mi padre, a mi primo…? ¿Cómo lo hago?». «Yo soy joven todavía -acota, y las compañeras se ríen- y me he visto en situaciones de estar cuidando y preguntarme: ¿Me toca a mí cuidar de mi aitona, no está antes su hijo?».

«Hay tareas de casa, hay que hacerlas, y nosotras no deberíamos decirles nada», continúa. Y Pilar le responde: «No te queda otra, hasta que lo aprenden». Pero Laida no está de acuerdo: «Yo no soy ninguna madre para enseñarles a limpiar y recoger».

En opinión de la integrante de Dandai, hay que educarles desde niños para que sean «hombres autónomos, que puedan vivir solos, o si tienen que ayudar a sus padres, que lo puedan hacer».

Antes, si se ponía la abuela enferma no había problema, porque había una mujer en casa para cuidarla. Pero estas salieron a trabajar y las personas somos más mayores que antes. «Y cuanto más mayor, te pones más enfermo. Cuando dicen que vamos a vivir diez años más, pregunto: ¿Para qué? Yo no quiero. ¿Para sufrir más?».

Laida lanza otro interrogante para finalizar: «¿No pensáis en cuidaros vosotras mismas?».

El negativo impacto que tendrá especialmente en las mujeres la reforma de la pensión de jubilación

La revista «Lan Harremanak» de la UPV-EHU ha dedicado un monográfico a los derechos laborales y sociales en época de crisis. En un artículo, J. Fernández analiza la reforma de la pensión de jubilación establecida en el Estado español por la ley 27/2011 y explica que tendrá un efecto negativo especialmente sobre las mujeres.

Este doctor en Derecho y graduado en Relaciones Laborales y Recursos Humanos apunta que la Ley sobre actualización, adecuación y modernización del sistema de la Seguridad Social complica el acceso a la jubilación, ya que exige que se hayan cumplido 67 años o tener 65 años pero habiendo cotizado 38 años y 6 meses.

Además, entiende que tendrá para la mayoría un efecto reductor de sus pensiones medias, dado que con esta reforma aumenta el período de cotización computable para calcular la base reguladora y se reducen los porcentajes a aplicar sobre dicha base.

En concreto, el articulista señala que con la nueva regulación del mecanismo de integración de lagunas (es decir, las mensualidades en las que, estando situadas dentro del período de cálculo de la base reguladora de la pensión de jubilación, no existe la obligación de cotizar) se penaliza a aquellos colectivos que tienen mayores lagunas de cotización y que tienen más complicado compaginar la vida personal y familiar con la laboral.

«La limitación de que el importe de los complementos a mínimos para las pensiones contributivas no pueda superar la cuantía establecida en cada ejercicio para las pensiones de jubilación e invalidez en su modalidad no contributiva (fijada para este año en 364,90 euros/mes ó 5.108,60 euros/año) afecta en mayor medida a los que tengan en promedio unas bases de cotización y unos tiempos de cotización más bajos».

Todo esto repercute sobre todo en las mujeres, porque estas suelen tener una vida laboral más corta que los hombres. Con más dificultades para compatibilizar con su vida personal y familiar, concentran mayores lagunas de cotización, y en promedio sus tiempos de cotización y sus bases de cotización son más bajas.

¿Cómo se podría reducir ese impacto? Fernández responde que en la ley se recogen algunas medidas positivas aunque insuficientes, como la consideración como período cotizado el correspondiente al de interrupción de la cotización, derivado de la extinción de la relación laboral o de la finalización del cobro de prestaciones de desempleo producidas entre los nueve meses anteriores al nacimiento, o los tres meses anteriores a la adopción o acogimiento permanentes, y la finalización del sexto año posterior a dicha situación; o la consideración como período de cotización efectiva el derivado de los tres años de excedencia que las trabajadoras disfruten en razón del cuidado a menor acogido, en los supuestos de acogimiento familiar permanente o preadoptivo, aunque sean provisionales.

«No obstante, inexplicablemente, esos períodos no se tienen en cuenta para el cumplimiento del período mínimo de cotización exigida».

El mismo tiempo y retribución

Fernández aclara que, como las medidas anteriores son solo paliativas, para que las mujeres pudieran tener acceso a unas pensiones en edades y en cantidades similares a las de los hombres, deberían poder permanecer en el mercado de trabajo el mismo tiempo y deberían obtener por el mismo trabajo idéntica retribución.

En su opinión, el que las pensiones contributivas se financien exclusivamente mediante los ingresos derivados de las cotizaciones actuales está en entredicho. El número de pensiones contributivas en vigor a 1 de enero, según datos de la Seguridad Social, era de 9.008.348 en todo el Estado, de los que 513.291 correspondían a la CAV y 124.457 a Nafarroa. Y por lo que se refiere al número de pensiones de jubilación contributivas su número se sitúo en 5.402.863 en todo el Estado, en la CAV en 319.150 y en Nafarroa en 79.890.

Por otra parte, a 31 de enero el número medio de afiliados, de acuerdo con el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, había descendido a la cifra de 16.179.438 en todo el Estado, a 874.291 en la CAV y a 246.461 en Nafarroa. «Por cada pensión contributiva hay menos de dos afiliados. Es cierto que se dispone del fondo de reserva de la Seguridad Social, que a finales del 2012 superaba los 60.000 millones de euros, pero su importe ha disminuido con respecto al año 2011, y no será suficiente para atender a medio plazo las necesidades futuras en materia de prestaciones contributivas originadas por las más que probables desviaciones entre ingresos y gastos de la Seguridad Social, debido a la situación del mercado laboral».

De todo ello concluye que se hace imprescindible abrir el debate sobre el futuro del sistema de pensiones y sus posibilidades de financiación.

Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130308/391429/es/Cuidar-otras-personas-es-mas-que-trabajo/