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Intervención en la festival de jazz “Desde terrenos más elevados”. 17 de septiembre de 2005. Nueva York.

Danny Glover y Harry Belafonte hablan sobre el Katrina

Fuentes: Commondreams

John Coltrane dijo una vez que «lo que más les gusta a los músicos es trasmitir al oyente una imagen de todas las cosas maravillosas que conoce y capta en el universo. Cuando Miles Davis le preguntó por qué tocaba tanto tiempo seguido, Coltrane respondió: Porque me tardo mucho rato en meterlo todo dentro.» Nueva […]

John Coltrane dijo una vez que «lo que más les gusta a los músicos es trasmitir al oyente una imagen de todas las cosas maravillosas que conoce y capta en el universo. Cuando Miles Davis le preguntó por qué tocaba tanto tiempo seguido, Coltrane respondió: Porque me tardo mucho rato en meterlo todo dentro.»

Nueva Orleans es cuna de muchas «cosas maravillosas» ya que se trata de una ciudad que ha sido una gran encrucijada de pueblos, lenguas, arquitecturas, gastronomías y ritmos diversos. También ha sido, sin embargo, el lugar donde han ocurrido cosas vergonzosas como la esclavitud, la explotación y el abandono.

Esto es un tributo a los músicos de jazz que han intentado «meterlo todo dentro». La propia música -vital, transformadora, seductiva, subversiva y a menudo improvisada- era el hilo que vinculaba cada generación con la siguiente. Una y otra vez hemos oído a los artistas de jazz redescubrir posibilidades. Tal es el poder de la imaginación y de ahí la importancia especial del concierto de esta noche.

Cuando el huracán golpeó la costa del Golfo, los diques se rompieron e inundaron Nueva Orleans, abocando a los habitantes que seguían en ella a un carnaval de miseria, la región no se convirtió en un país del Tercer Mundo, como han dado a entender los medios en tono peyorativo: allí, el Tercer Mundo ya existía y el huracán sacó a la luz el desastre dentro del desastre y reveló una pobreza abrumadora.

Pero la tormenta no sólo reveló la pobreza de los más vulnerables, de los que no pudieron marcharse. Reveló la pobreza de una prioridades falseadas que ponen la tecnología al servicio de una rueda de muerte y no de vida, creando máquinas de matar a las que ahora llaman «inteligentes» y unos sistemas de vigilancia que, en palabras del poeta guayanés Martin Carter, «te controlan mientras duermes y apuntan contra tus sueños».

La madre naturaleza ha sacado a la luz la pobreza de una ideología que, en su estrechez de miras, considera la seguridad un asunto militar, que no ve el papel de la cultura como sustentadora de la salud mental y del bienestar social de la gente, que son a su vez la base de la productividad económica. Es una ideología ciega al papel que desempeña la cultura en la educación, una cultura gracias a la cual nos preparamos para asumir nuestras responsabilidades en una democracia. Y es una ideología hostil al papel que desempeña la cultura en la búsqueda de la verdad.

Más que ninguna otra cosa, lo que Katrina reveló fue pobreza de imaginación.

Harry Belafonte:

El doctor Martin Luther King Jr. dijo una vez: «La auténtica compasión es algo más que dar una moneda a un mendigo. Si vivimos en una sociedad que crea mendigos, tenemos la obligación, como humanos, de reestructurar dicha sociedad.»

Plantemos cara a los que nos han dicho que era inevitable: Katrina no era imprevisible, la pérdida de vidas humanas y el sufrimiento no eran «inevitables». Han sido el resultado de una autoridad política que subcontrata su responsabilidad al sector privado y abdica por completo de esa responsabilidad en lo que se refiere a la vivienda, a la educación e incluso a la evacuación.

Mientras se reconstruye Nueva Orleans, asegurémonos de que la reconstrucción no significa una mayor victimización. Apoyemos los esfuerzos de esas gentes del Delta que han afirmado «que no desaparecerán silenciosamente en la noche, dispersándose por incontables ciudades todo el país para convertirse en sombras sin techo, mientras los fondos de ayudas federales se destinan a la reconstrucción de casinos, hoteles y plantas químicas». Asegurémonos de que los que han sido víctimas de esta tragedia tengan poder para participar en la recuperación, la reconstrucción y la mejora de sus comunidades.

El don de la música es unir a la gente, no sólo a través de la creación de una identidad compartida sino también mediante la comprensión de una naturaleza humana común. Conocernos a nosotros mismos es darnos cuenta de lo vinculados que estamos los unos con los otros.

Esta noche, mucha gente ha hablado de belleza, de cocina criolla y especias, del crisol que es Nueva Orleans: raíces africanas, blues, gospel y muchas otras tradiciones musicales que se han unido para crear una forma de arte genuinamente americana: el jazz.

Y jazz significa vida, tanto si la recibimos en una fusión de muchas notas que reflejan tradiciones diversas o, como dijo John Coltrane, «como una nota única, tocada en infinitas variaciones».

Comprometámonos con la vida.

http://www.commondreams.org/views05/0922-27.htm