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“When the press come marching in”

De Nueva Orleans a Palestina

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Durante las últimas seis semanas el público estadounidense fue invitado a recibir noticias de dos tipos totalmente diferentes: cinco semanas de mentiras calculadas, controladas, envueltas en compasión por los santos «colonos» de nuestro tiempo que eran expulsados de sus casas en su tierra de Judea, y una información abierta, honesta, que provoca una reacción visceral, resultante del caos fuera de control causado por Katrina. ¿Qué podemos aprender de estos eventos?

Es bastante simple. Cuando la prensa informa sobre la realidad de los eventos, libre del control editorial, del miedo de perder el empleo, y de una presentación predeterminada, el público puede reaccionar con honestidad e inmediatez ante los eventos que tiene ante sus ojos. El trauma de Nueva Orleans estalla en la pantalla hora tras hora: el horror del viento y de la lluvia que barren la ciudad de hojalata y vidrio y lanzan por los aires los desechos de la civilización como hojas alborotadas por el viento de otoño; gente a la rebatiña en busca de un poco de seguridad, víctimas inocentes de un poder sobre el que no tiene ningún control; el miedo a la pérdida, del hambre, de la indigencia en cada cara; pánico palpable ante las cámaras mientras madres lloran por sus hijos perdidos, padres avergonzados por no poder proteger a sus familias, policías encerrados en sus comisarías que ven a delincuentes circulando por las calles con toda impunidad, y la conciencia abrumadora de que los que están en posiciones de responsabilidad se han preocupado de su propia gente, y que, con una burla de horrenda magnitud, ignoran la devastación de los pobres.

Ni los medios dominantes pudieron ocultar las consecuencias de la incompetencia del gobierno Bush cuando se despertó tardíamente de su juego de golf para prestar atención al peor desastre natural que ha azotado a Estados Unidos en su historia. El impacto total de su mentalidad de «guerra contra el terror» que ha resultado en una reducción catastrófica de nuestra Guardia Nacional y de la Reserva, se hizo evidente cuando saqueadores y bandas armadas llegaron a controlar las calles, cuando las reservas agotadas para el auxilio se convirtieron en una vergüenza nacional porque esta administración recortó los impuestos para los ricos y los servicios para los pobres. ¿Quién podría contemplar este caos a través del ojo de la cámara y no darse cuenta de que las prioridades de esta administración para la ayuda humana son una burla para los pobres y necesitados en este país, mientras ensalza a los acomodados y a los políticamente espabilados en Israel?

Es como hay que juzgar la presentación mediática de la retirada de Gaza, un evento orquestado por las IDF [ejército israelí] como lo informó el Jerusalem Post hace sólo una semana. Cientos y cientos de reporteros y sus equipos de filmación recibieron permiso de las IDF para entrar en los asentamientos en Gaza. Llevaron a consultores para asegurar que los soldados dieran un trato cuidadoso a los colonos, un trato que tomara en cuenta el «sufrimiento» de los que eran expulsados de sus casas, a pesar de que sus hermanos y hermanas en las fuerzas armadas compartían su pesar. Ancianas y bebés pasaban en tropel delante de las cámaras mientras los autobuses recogían a los pioneros que abandonaban sus casas. Este desfile de quebranto humano se repitió durante semanas sin fin. Los estadounidenses sintieron compasión por esa pobre gente, presentada como seres humanos prescindibles en la ciénaga política del conflicto israelí/palestino.

Nunca antes en el ejercicio de Sharon como primer ministro hemos llegado a testimoniar tanta libertad de movimiento de la prensa dentro de Gaza. ¿Puede extrañar que los estadounidenses no hayan sido testigos de los meses de destrucción israelí desencadenada contra los ciudadanos de Rafa o la devastación infligida a los residentes de Yenín? Ni siquiera de la matanza gratuita de una inocente estudiante del colegio Evergreen que se mantuvo firme de pie ante la aplanadora estadounidense y que no hayan visto como la aplastaba bajo su pala y, luego, en un movimiento lento, echó marcha atrás sin alzar la pala para cercenar su cuerpo, mientras los testigos miraban sin creer lo que veían, incapaces de comprender semejante crueldad. ¿Dónde estaban las cámaras durante estos episodios de la brutalidad de Sharon? Una vez más, los estadounidenses sirvieron de peones para impulsar la agenda de Sharon, el primer ministro asediado que trataba de cumplir con los requerimientos del «Mapa de Ruta» a gran costo político.

¿Pero quiénes son estos «colonos»? ¿Por qué se invierte tanto tiempo en los medios porque 8.000 personas son expulsadas de sus casas? En realidad son «okupas» que a sabiendas y conscientemente aceptan apoyo financiero del gobierno para instalarse en tierras confiscadas ilegalmente por el gobierno Sharon con el pretexto de que «anexó» o «apropió» tierras disponibles porque la ley israelí ha legalizado su robo contrariamente al derecho internacional o a las convenciones de Naciones Unidas. Esta gente sabe que vive en tierra palestina, cuya propiedad se remonta a siglos. Aceptan viviendas suburbanas suministradas por el gobierno Sharon y protección militar suministrada por el gobierno Sharon y ellos, por su parte, acosan impunemente a sus vecinos palestinos. Ni un ápice de esta realidad es presentado al pueblo estadounidense. Son presentados como ciudadanos del único amigo de EE.UU. en Medio Oriente, Israel, que tienen que retirarse de sus posiciones legítimas a fin de acomodar el proceso político.

Lo contrario ocurre con los miles abandonados cuando Katrina y los diques rotos arrastraron a Nueva Orleans al agujero fangoso del lago que una vez posibilitó su existencia, miles abandonados porque no poseían los medios para la evacuación – ni coches, ni autobuses, ni trenes, ni transporte militar, ni helicópteros – los okupas israelíes recibieron transporte gratuito, casas nuevas dentro del Estado de Israel, subvenciones de 30.000 dólares para cada uno y, además por antigüedad, NIS [nuevos shekels israelí] 4..800 por cada año que habían vivido en Gaza, para cada miembro de la familia, aparte del reembolso de los costos de mudanza entre 14.000 y 21.000 NIS, al Negev, Galilea y Nitzanin. En breve, Sharon aseguró que lo colonos que había alentado a establecerse en su tierra ilegalmente obtenida fueran bien compensados cuando exigió que se fueran.

¿Por qué menciono algo semejante junto a los eventos que han arrasado la costa del Golfo durante estas últimas dos semanas? Porque el contribuyente estadounidense pagó para que se mudaran los colonos y para cubrir el «plan de desconexión» propuesto por Sharon. La ayuda de EE.UU. para la retirada «estaba programada para compensar el costo de la implementación del plan de desconexión». (Ha’aretz 4/9/05, Yoar Stern). Israel pidió y obtuvo más de 2.000 millones de dólares, incluyendo el paquete de ayuda de EE.UU. (Ha’aretz, 24/8/05, Shamuel Rosner; Jerusalem Post 1.27/05, Janine Zacharia). En el informe de CRS [siglas en inglés de Servicio de Investigación del Congreso] al Congreso «La proposición de Israel de retirarse de Gaza», Clyde Mark señala: «Israel ofrecerá compensación a los colonos, pero el monto y la fuente de los fondos son inciertos. Se calcula que las 1.500 familias de colonos en Gaza recibirán entre 200.000 y 750.000 dólares cada una para mudarse a Israel. La compensación será por sus casas y negocios, pero también incluirá fondos adicionales para prestaciones para nuevas viviendas, mudanza de negocios y del menaje casero, u otros gastos». El costo total de la desconexión se calcula «en cerca de 8.000 millones de NIS (1.740 millones de dólares)» (Truth seeker,» 7/8/05). Estos costes de la retirada están «incluidos en el nuevo paquete de ayuda de EE.UU.» según Jerusalem Post (7/05).

¡Qué contraste! El apoyo de la administración de EE.UU. de magnitud significativa a ciudadanos de un país extranjero, personas que ocuparon ilegalmente la tierra de otro pueblo, mientras ciudadanos estadounidenses languidecían sobre los techos o se sofocaban de calor en refugios improvisados durante días interminables sin idea de dónde irán o cómo van a reemplazar sus hogares perdidos. ¿Hay quién pueda dudar de que las prioridades de esta administración se orientan hacia los que pueden ofrecer una ventaja política a costas del ciudadano promedio abandonado a la merced de la fuerza de la naturaleza? ¿Y si se hiciera un «plan de desconexión» para los residentes de Nueva Orleans y los que perdieron sus viviendas con Katrina? ¿Y si se desviara el paquete de compensación estadounidense/israelí hacia estadounidenses? Después de todo, ¿no es cuestionable, en el mejor de los casos, que utilicen nuestros dólares tributarios para apoyar a «okupas»?

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William Cook es profesor de inglés en la Universidad de La Verne en el sur de California. Su libro «Psalms for the 21st Century, fue publicado por Mellen Press. Su libro más reciente, «Tracking Deception», será publicado este mes. Para contactos: [email protected]

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http://www.counterpunch.org/cook09092005.html