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Declaración conjunta por la reconstrucción de Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid

Fuentes: Rebelión

Quienes suscribimos esta declaración, hombres y mujeres de Izquierda Unida, lo hacemos mirando al futuro, conscientes de un presente difícil y orgullosos de nuestro pasado, contemplado en la perspectiva de los dieciocho años de nuestra existencia. En Abril de 1986 creímos necesaria una fuerza política de izquierdas, transformadora, democrática, plural y unitaria, soberana e independiente. […]

Quienes suscribimos esta declaración, hombres y mujeres de Izquierda Unida, lo hacemos mirando al futuro, conscientes de un presente difícil y orgullosos de nuestro pasado, contemplado en la perspectiva de los dieciocho años de nuestra existencia.

En Abril de 1986 creímos necesaria una fuerza política de izquierdas, transformadora, democrática, plural y unitaria, soberana e independiente.

Hoy seguimos creyendo en esa necesidad desde el convencimiento de que nuestra existencia y acción han servido para una vida política más dinámica y real, una democracia más avanzada y social y también para mantener valores de paz, solidaridad e igualdad, capaces de movilizar masivas voluntades, cuya intervención ha resultado decisiva en momentos relevantes de nuestra historia reciente.

Nuestra corta historia es toda nuestra. Con aciertos y errores, pero toda nuestra e irrenunciable.

Somos de izquierdas porque defendemos y ejercemos pensamiento y acción para satisfacer las necesidades de las mayorías sociales frente a los intereses de unos pocos. Las de los pueblos explotados y oprimidos frente a los poderosos en el mundo injusto de la economía capitalista y sus relaciones políticas, las desigualdades sociales, las mutilaciones culturales, la xenofobia, el racismo, el sexismo y todo tipo de alienación de carácter étnico, religioso o cualquier otro de signo excluyente.

Aspiramos a una sociedad democrática, articulada, corresponsable, interrelacionada, en la que la comunicación y sus medios estén concebidos para su mayor utilidad social. Una sociedad con más poder para determinar sus opciones; con mayor control de su representación política y posibilidad real de participación.

Somos por ello una opción de carácter socialista frente al modelo capitalista.

Convencidos de que un proyecto de estas características no puede ser una propuesta única, cerrada o estática, concebimos Izquierda Unida como proyecto plural capaz de sintetizar diversas tradiciones y culturas políticas, organizativas y de formas de expresión. Izquierda Unida debe ser plural porque así es la base social que queremos representar. Izquierda Unida debe ser unitaria porque esa pluralidad se compromete en la acción coherente y eficaz que hay que trasladar a la sociedad.

Es la síntesis política y programática de esas culturas y tradiciones la que define a Izquierda Unida en su actuación y aporta el carácter unitario, resultado de la aportación plural de todas ellas.

Somos parte de la sociedad y estamos en sus distintas formas de expresión, reivindicación y propuesta. Contactamos, recogemos, sentimos y defendemos valores que impulsan los movimientos democráticos. El ecologismo y la paz; el feminismo y los derechos humanos en su sentido más amplio. El sindicalismo como movimiento que expresa el conflicto más evidente de intereses y referencia básica de nuestra propuesta, así como los movimientos ciudadanos más diversos. Con todos ellos compartimos valores, reivindicaciones y acciones, pero ninguno de ellos define un proyecto político como el de Izquierda Unida.

Izquierda Unida es un proyecto de transformación global para otro modelo económico, político, social y cultural diferente. Más avanzado, más justo, más solidario e igualitario.

Nosotros pensamos que la guerra o la paz; la destrucción del planeta o su conservación no es un problema de valores, sino de intereses concretos, de poder económico y de control de los resortes de la producción y distribución de la riqueza.

El sexismo, la explotación, el racismo y la violencia presente en todas estas lacras no tienen su origen ni razón en los intereses de los sectores sociales desfavorecidos. Antes bien son consecuencia de un modelo que hace de la dependencia, la exclusión, la incultura y el fanatismo ejes de su modelo social.

Esas contradicciones y conflictos tienen un origen común cuya razón última es el control de los recursos, la obtención de beneficios y la perpetuación de un modelo global para el que la democracia, la política y la sociedad libre son obstáculos a minimizar hasta su efectiva anulación.

A escala planetaria, el capitalismo no duda en la utilización de cualquier medio que garantice la libertad de los mercados. En su lógica, la destrucción de la naturaleza y el medio ambiente, la marginación, el hambre, la enfermedad y la guerra son consecuencias negativas del mejor modelo posible basado en la libertad y la competencia. No niegan esos «indeseables» e «inevitables» déficits si eso les sirve para proteger la contradicción principal y fuente de todas las demás: el odioso sistema en el que todo está sujeto a un precio.

Reducir semejante confrontación al ámbito de los valores subjetivos, de lo bueno y de lo malo, es prescindir de las ideas que mantienen una opción real de cambio.

Semejante opción en nuestro campo de acción sólo es posible defendiendo la organización democrática de la sociedad como soporte de instituciones fuertes y capaces de garantizar políticas públicas suficientes para generalizar los derechos básicos de la ciudadanía. El conocimiento, la salud y condiciones dignas a lo largo de la vida, son mínimos que hoy cuestiona el neoliberalismo en nombre de la libertad y su uso mercantil.

Defendemos nuestras ideas en un marco que reconocemos adverso, pues su propia naturaleza reproduce las ideas antagónicas. Es una lucha difícil y lo sabemos, pero también que es necesaria e ineludible. Nuestra acción sirve cuando propone en positivo y también cuando frena y denuncia.

El espacio de nuestra política existe en nuestra sociedad. Es el de muchas gentes que comparten parte o todas nuestras ideas. Más moderadas o radicales, pero susceptibles de tener la misma referencia.

El mundo del trabajo, las postergadas fuerzas de la cultura, las mujeres apartadas de la vida económica y social, la juventud con perspectivas inciertas, los mayores con certidumbre del segundo plano al que se les relega… Hombres y mujeres que sufren por huir de sus lugares de nacimiento para no sufrir; otros a los que se niega su afectividad o el derecho a ser lo que se es… Todos ellos y ellas son sujetos a los que se dirige nuestra política con la máxima radicalidad en la defensa de los derechos concretos. Personas cada vez más «individuos» aislados frente al Estado y sus organigramas.

Esa es la primera referencia de «nuestro espacio político«, que no está limitado por razones de estado. No es que no tengamos razones de estado; es que el estado que defendemos atiende a otras razones.

Y es por eso que, en la lucha consecuente por la paz, los derechos del trabajo, la igualdad, la solidaridad…, por otra sociedad, en definitiva, un proyecto como el nuestro tiene razón de ser, base social que puede apoyarlo y programa propio, independiente desde el que hacer una propuesta de izquierda diferente. No es un anhelo por la diferencia. Es la necesidad de aportar lo que es necesario y sólo nosotros defendemos.

No ponemos límites al ámbito de nuestra propuesta. Defendemos un estado republicano, federal, plurinacional y solidario, porque lo entendemos como un marco más favorable para la extensión de la igualdad y la democracia a todos los niveles. Porque vemos en las máximas cotas de autogobierno las máximas potencialidades del poder de participación, decisión y control.

No nos vale el federalismo como instrumento descentralizador del estado neoliberal que combatimos, sino el que da soberanía y carácter democrático a las partes federadas.

El Estado Federal que defendemos no puede admitir peculiaridades que incrementen desequilibrios territoriales o sociales ni mayores posibilidades en el ejercicio del autogobierno, aunque sí diferencias establecidas en función de necesidades diversas o reivindicaciones específicas.

Somos conscientes de compartir parte de nuestra base social y electoral con otras fuerzas. Abandonar ese espacio no es, a nuestro juicio, la solución. En todo caso defenderíamos una mayor decisión en esa pugna.

Hace poco más de un año hubo intentos de concretar una opción alternativa de signo verde en la Comunidad de Madrid y otros ámbitos que no sólo obtuvo un fracaso esperado, también dañó los resultados de nuestra fuerza política. No tenemos razones para tomar como referencia ni esa experiencia ni a quienes la impulsaron.

Declaramos nuestro deseo de una estrategia de unidad de acción de la izquierda, al tiempo que afirmamos que esa estrategia será tanto más posible y fértil cuanto mayor sea el peso de una fuerza transformadora como Izquierda Unida.

Unidad y pugna no son incompatibles. Frente a la derecha, la izquierda. Para la defensa de lo que somos y representamos, acción concreta frente al Gobierno que se opone, sea cual fuere su signo.

No es cuestión de equidistancias. Es la virtud de generar el debate no sólo frente a la derecha, algo obvio por otra parte, sino también en la izquierda. No hay otra forma de poner en valor lo que Izquierda Unida representa y frenar la monopolización de la izquierda que el PSOE pretende llevar a cabo en España.

En nuestro proyecto es crucial impedir la consolidación del bipartidismo, que de hecho ya funciona con la sola corrección que introducen las fuerzas nacionalistas.

Una Izquierda Unida fuerte abre otra realidad política y reconduce los ejes de la política a las problemáticas sociales. Esa es nuestra importancia concreta hoy, y esa es la que debería estar en el debate de nuestra Asamblea.

Esa preocupación es la que nos lleva a reivindicar una Izquierda Unida con presencia social a través de sus organizaciones de base. Alimentadas políticamente, dotadas de objetivos políticos y medios teóricos, técnicos y organizativos, las asambleas y sus áreas de elaboración son instrumentos insustituibles, aún cuando consiguiéramos posibilidades de comunicación hoy impensables.

Una organización que funciona porque tiene objetivos, medios y métodos se renueva por su propia dinámica y como consecuencia de su propio análisis. La renovación como asignatura puede ser excusa para mil males, pero no resuelve los problemas porque no los conoce y no parte de ellos.

No cabe pedir renovaciones forzadas desde direcciones petrificadas. La organización no puede ser colectiva si hay direcciones personales. No es posible tener organizaciones que actúen en política real con direcciones encerradas en su propia realidad. No habrá organizaciones democráticas con direcciones que no ejercen.

Una IU verdaderamente renovada no será posible sin cambios sustanciales, de fondo, en las direcciones a todos los niveles. A partir de ahí será posible que las organizaciones recuperen y ganen el papel principal que les corresponde en la elaboración, decisión y extensión de la política. La utilización de todos los medios técnicos al servicio de la organización no puede resultar en una discriminación de la vida orgánica, sino en un soporte que la potencie.

Quienes suscribimos esta declaración lo hacemos ante una práctica de la que no queremos formar parte y cuya característica define el oportunismo de nuestros días. Consiste en negar las discrepancias y en disociar lo que se escribe o suscribe de lo que se hace en la práctica cotidiana.

Semejante técnica impide cualquier debate, pues todo transcurre en el acuerdo absoluto de las palabras. La práctica es otra cosa. Lo que no se puede ganar en el debate se concreta en actuación.

Esta declaración no quiere firmas. No requiere adhesiones; no precisa votos. Sólo quiere organizar ideas, generar política, cohesionar organizaciones y alumbrar direcciones que ejerzan como tales.

Queremos hacer política, esto es poner nuestras ideas en relación con la sociedad. Y para eso necesitamos a Izquierda Unida.

Quienes suscribimos esta declaración tenemos diferencias en la política concreta, pero hoy tenemos también un gran acuerdo. Necesitamos Izquierda Unida para que esas diferencias puedan ser útiles.

Esta declaración está promovida por la Plataforma de Izquierdas, el Partido Comunista de Madrid, el movimiento agrupado en torno al diputado regional Miguel Reneses y la corriente que lidera el ex coordinador general de Madrid y actual diputado nacional Ángel Pérez.