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La extraña “parada” de Elie Wiesel

¿Demente o comisario?

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Parade [parada] Magazine aprovechó integralmente que el Día de la Independencia (sic) haya caído en domingo al contratar a nada menos que a Elie Wiesel para escribir un asuntito llamado «El EE.UU. que amo» para su patriótico artículo de primera plana. En una doble página, el «laureado del Nóbel» explicó cómo EE.UU. «ha sido, durante dos siglos, el símbolo vivo de todo lo que es caritativo y decente para las víctimas de la injusticia en todas partes… donde los que poseen aprenden a devolver». El eterno desmelenado Wiesel explicó que en EE.UU.: «la compasión hacia el refugiado y el respeto por el otro siguen teniendo connotaciones bíblicas».

Cuando esos mismos pensamientos provienen de una ama de casa en Peoria o de un camionero en Boise, son usualmente atribuidos a la ignorancia así que, tal vez Elie Wiesel sea simplemente idiota… demasiado simplón para discernir la realidad de la fantasía. Pero no podemos dejar que se libre del asunto con tanta facilidad cuando, después de recordarnos – una-vez-más – sus experiencias en el Holocausto, el ganador de la Medalla Presidencial de la Libertad, admite: «La historia de EE.UU. ha pasado por duras pruebas» (aparentemente es cómo piensan los laureados con el Premio Nóbel de la Paz: es la «historia» la que pasa por pruebas). Con el cuidado de siempre de testificar sobre el movimiento por los derechos cívicos (evitando con el mismo cuidado lo que significa), Wiesel llama el racismo contra los negros «escandaloso y deprimente». Pero, reconfórtate, EE.UU. negro, porque el querido Elie agrega que «el racismo como tal ha desaparecido de la escena estadounidense».


Levántate, Mumia… y cuéntale a Leonar Peltier.

Wiesel se digna mencionar unas pocas indiscreciones de EE.UU. más, pero las explica rápidamente: «Ninguna nación está compuesta sólo por santos. Nadie está protegido contra errores y delitos». (más habla académica: «errores», no «política». «EE.UU. está siempre dispuesto a aprender de sus contratiempos», escribe. «La autocrítica sigue siendo su segunda naturaleza».

Nos encontramos en el mundo de los dementes y comisarios. ¿Quién más habla con semejantes palabras… y está convencidos de que representan la verdad? ¿Qué clase de hombre es precisamente este sufridor profesional, Elie Wiesel? Echemos dos vistazos por detrás del mito:

Aunque la documentación de Wiesel sobre el Holocausto nazi le he ganado aclamación internacional y un Premio Nobel de la Paz, no está siempre predispuesto a compartir el centro de la atención de las víctimas del genocidio. En 1982, por ejemplo, se realizó una conferencia sobre genocidio en Israel y se había programado que Wiesel sería presidente honorario, pero la situación se complicó al querer participar los armenios.. Noam Chomsky describe el incidente como sigue: «El gobierno israelí presionó [a Wiesel] para que dejaran de lado el genocidio armenio. Permitieron los otros, pero no el armenio. El gobierno lo presionó para que se retirara y siendo el comisario leal que es, se retiró… porque el gobierno israelí había dicho que no quería que se mencionara el genocidio armenio». Wiesel fue más lejos, al llamar al destacado historiador israelí del Holocausto, Yehuda Bauer, para rogarle que también boicoteara la conferencia. «Eso da una idea de hasta donde llegaba gente como Elie Wiesel en la realización de su función usual de servir los intereses de estado israelíes», explica Chomsky, «hasta llegar a negar un holocausto, lo que hace regularmente». ¿Por qué no aceptar a los armenios, te preguntarás? Hay que atribuirlo a dos factores conspicuos: la necesidad de monopolizar la imagen del Holocausto® y la realidad geopolítica de que Turquía (la nación responsable por el genocidio armenio) es un raro y muy necesario aliado musulmán de Israel.

En Parade, Wiesel también habla de los valerosos soldados estadounidenses que llevan «rayos de esperanza» al pueblo de Irak. Sin embargo, esos rayos no fueron bienvenidos en América Central y del Sur cuando Israel sirvió de auxiliar de EE.UU. para suministrar armas a regímenes asesinos como el de Guatemala. En 1981, poco después de que Israel acordó entregar ayuda militar a este régimen opresor, un oficial guatemalteco publicó un artículo en la revista del Colegio del ejército. En ese artículo, el oficial elogió a Adolf Hitler, al nacionalsocialismo, y a la Solución Final – citando extensivamente de Mein Kampf y atribuyendo el antisemitismo de Hitler al «descubrimiento» de que el comunismo formaba parte de una «conspiración judía». A pesar de esa ideología aparentemente incompatible, se calcula que la ayuda militar de Israel a Guatemala en 1982 ascendió a 90 millones de dólares. ¿Qué tipo de política aplicó el gobierno guatemalteco con la ayuda que recibió de una nación poblada por miles de supervivientes del Holocausto? Consideren las palabras de Gabriel, uno de los combatientes guatemaltecos por la libertad, entrevistado en 1994 por Jennifer Harbury:

«En mi país, la desnutrición infantil es de cerca de un 85 por ciento. Diez por ciento de todos los niños habrán muerto antes de los cinco años, y es sólo la cifra mencionada realmente por las agencias gubernamentales. Cerca de un 70 por ciento de nuestra gente es funcionalmente analfabeta. Casi no hay industria en nuestro país – se necesita tierra para sobrevivir. Menos de un 3 por ciento de nuestros terratenientes poseen más de un 65 por ciento de nuestras tierras. En los últimos quince años, aproximadamente, ha habido más de 150.000 asesinatos y desapariciones políticas. No me hablen de Gandhi; no hubiera sobrevivido una semana en este país».

Historias similares pueden ser tomadas de países en toda la región, pero parece que no han tenido efecto sobre los gobernantes del estado judío. Por ejemplo, cuando Israel enfrentó un embargo internacional de armas después de 1967, se implementó un plan para desviar armas belgas y suizas a la Tierra Santa. Esas armas estaban supuestamente destinadas a Bolivia, mediante el transporte por una compañía dirigida por Klaus Barbie… el «carnicero de Lyon».

Una personalidad judía de la que podría esperarse que desaprobaría una semejante política es, por supuesto, la de la portada de Parade, Elie Wiesel. Hay un episodio de mediados de 1985, documentado por Yoav Karni en Ha’aretz, que debería reducir cualquier esperanza exaltada sobre el reverenciado moralista: Cuando Wiesel recibió una carta de un laureado del Premio Nobel en la que documentaba las contribuciones de Israel a las atrocidades en Guatemala y sugería que usara su considerable influencia para terminar con la práctica de Israel de armas a neonazis, Wiesel «suspiró» y admitió a Karni que no respondió a esa carta en particular. «Normalmente respondo de inmediato», explicó, «¿pero qué le puedo responder?

Lo único que queda es preguntarse cómo hubiera sido recibido el silencioso suspiro de Wiesel si hubiera sido en respuesta a una carta no sobre la complicidad judía en el asesinato de guatemaltecos sino sobre la función de Auschwitz en 1943.

En Parade, Elie Wiesel afirma que descubrió en EE.UU. «la fuerza para superar el cinismo y la desesperación». Suena como si lo que superó fue, en realidad, la honradez y la compasión.

Mickey Z. es autor de dos libros recién publicados: «The Seven Deadly Spins: Exposing the Lies Behind War Propaganda» (Common Courage Press) y «A Gigantic Mistake: Articles and Essays for Your Intellectual Self-Defense» (Library Empyreal/Wildside Press). Para más información visite: http://mickeyz.net.