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¿Democracia para qué?

Fuentes: La Jornada

El reverendo William Barber durante su discurso en la Marcha Moral el fin de semana, en Washington. La Campaña de los Pobres en Estados Unidos ha declarado que hay un problema moral en el país, el cual ha generado injusticia social, racismo, guerras y devastación ecológica, y por ello se requiere una revolución de valores, receta recomendada por el reverendo Martin Luther King, en 1968

En la segunda semana consecutiva en el que un comité del Congreso continuó documentando públicamente cómo se intentó un golpe de Estado en Estados Unidos y siguió advirtiendo que esa amenaza derechista prevalece hoy día, tal vez lo más sorprendente es que esto aún no ha provocado una ola popular masiva por la defensa de lo que supuestamente es la esencia fundamental de este país: su democracia.

Mas aún, todo apunta a que el Partido Republicano que se ha subordinado, por ahora, a Trump, retomará el control del Congreso en las elecciones intermedias de noviembre, con su liderazgo prometiendo revancha contra aquellos que se atrevieron a investigar los delitos antidemocráticos del ex presidente y sus cómplices.

¿Será que en el faro mundial de la democracia, ya se está fundiendo esa palabra tan sagrada?

Vale recordar que hace año y medio la mayoría de los votantes expulsó al bufón neofascista y apoyó al candidato que prometió el gobierno más progresista desde Franklin Delano Roosevelt y declaró que su presidencia marcaba el fin de cuatro décadas de políticas neoliberales (sin usar esa palabra).

Más aún, vale subrayar que en las encuestas, mayorías apoyan toda una gama de políticas progresistas: desde el derecho al aborto, un mayor control de armas de fuego, un sistema de acceso básico a salud y educación, que los ricos paguen su parte en impuestos para reducir la desigualdad, hasta una reforma migratoria para legalizar a la mayoría de los indocumentados, entre otras políticas. Biden y el liderazgo demócrata prometieron promoverlas, y en parte por ello ganaron la Casa Blanca y el control de ambas cámaras del Congreso, pero poco despues empezó a imperar el juego de Washington, donde la voluntad de las mayorías no se implementa.

Como resultado, el desencanto, una vez más, es palpable por todas partes, y en particular, como lo fue con Obama antes, entre los jóvenes.

Ese tipo de desencanto fue en gran medida lo que motivó el triunfo electoral de Trump, sobre todo entre sectores de trabajadores y granjeros que seguían perdiendo sus empleos, tierras y oportunidades para sus familias e hijos. Algunas manifestaciones de una creciente desesperación social son las epidemias de opiaceos, violencia con armas de fuego y suicidios, entre otros factores que causan muertes prematuras y que están elevando la tasa de mortalidad de manera inusitada y diferente a la de otros países ricos.

La Campaña de los Pobres insiste en que hay un problema moral en Estados Unidos, generado por demasiada injusticia social, racismo, guerras y la devastación ecológica, y que ahora el país tiene que ser rescatado de sí mismo con una revolución de valores, una receta recomendada por el reverendo Martin Luther King en 1968.

Ante un obvio desencanto con lo que oficialmente se llama democracia, se puede decir que hay dos caminos visibles en Estados Unidos en esta coyuntura: una propuesta neofascista basada en una agenda supremacista blanca antimigrante, o una propuesta progresista que busca cumplir con las necesidades y demandas de las mayorías y a favor de la justicia social y económica.

Observar el deterioro de la democracia del país más poderoso del mundo ha sido la tarea periodística desde la elección de Trump en 2016, aunque ese proceso empezó mucho antes y en gran parte –como en tantos países– está relacionado directamente con la era neoliberal de las últimas cuatro décadas. Que hubo un intento de golpe de Estado y que hay un proyecto neofascista explícito apoyado por millones y por uno de los dos partidos nacionales, algo impensable hace sólo unos años, sigue definiendo la coyuntura actual de Estados Unidos. Con ello queda en el aire la pregunta sobre si el pueblo defenderá o no lo que se llama democracia.

Las consecuencias de esa decisión, por tratarse de la superpotencia, afectarán a casi todos en el planeta, y de manera inmediata a sus vecinos.

Sly and the Family Stone. Standhttps://open.spotify.com/track/68DqLs1hv7zI08EBvu53wV?si=xDw5HWsdRcm1z1zvvgRN-Q

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/06/20/opinion/031o1mun