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Desahucio

Fuentes: Rebelión

Hemos conocido estos días el resultado del concurso organizado por el Instituto Cervantes para elegir la palabra más hermosa del español que, como ya sabemos, recayó en «Querétaro», un bonito vocablo prehispano que da nombre a una histórica ciudad mexicana. No sé si alguna otra institución ha tenido el atrevimiento de organizar el certamen contrario […]

Hemos conocido estos días el resultado del concurso organizado por el Instituto Cervantes para elegir la palabra más hermosa del español que, como ya sabemos, recayó en «Querétaro», un bonito vocablo prehispano que da nombre a una histórica ciudad mexicana. No sé si alguna otra institución ha tenido el atrevimiento de organizar el certamen contrario y seleccionar, no las palabras más lindas, sino las más feotas y horribles. El español es tan sonoro y armonioso que esta segunda competición estaría más reñida y sería mucho más desafiante.

Por si acaso alguien lanzara el reto, voy a proponer, a mi entender, cuál es la palabra más deslucida de nuestra lengua: desahucio. Ya por su etimología y familia léxica -viene de fiducia- el palabro nos suena mal y, peor aún, si nos atenemos a su evolución hacia la forma verbal ahuciar , a pesar de su noble significado: otorgar confianza. Al palabrote aún se le empeoran más las cosas cuando le añadimos el prefijo «des», que es el motivo que tanto nos hace pensar a la hora de escribir la fatídica «hache intercalada» en el lugar más habitual a nuestros ojos y ponemos «deshaucio» por desahucio. Solo por esto ya entraría en el ranking de términos horrendos, pero seguro que se colocaría en los selectos primeros lugares al incorporar su significado: desalojo de un inquilino de su vivienda por mandato judicial, o sea, que te echan de tu casa de una patada, sin que puedas rechistar. Por si faltaba algo, la última legislación sobre arrendamientos urbanos le buscó un mal acompañante, mitad francés y mitad anglosajón, «express» dando lugar a la expresión «desahucio express», que más parece nombre de olla o cafetera moderna que término jurídico.

Toda esta perorata erudita solo tiene la finalidad de buscar una ligazón para solidarizarnos con el movimiento más cabal y justo que ha surgido al hilo del 15 M, me refiero en concreto a las asociaciones de antidesahucios que están proliferando e impidiendo que muchos de los afectados por las abusivas hipotecas de los últimos años dejen sus casas. Cuando los bancos, como nuestra ex Caja Castilla-La Mancha, se endeudaron hasta límites abismales y no pudieron cumplir sus compromisos económicos, ningún desahuciador se acercó a exigirles que abandonaran sus locales, más bien sucedió lo contrario, que el Banco de España y el resto de autoridades económicas saldaron las deudas y la ingeniería financiera haría el resto para evitar las quiebras y desahucios. Cuando una empresa, como las muchas que han provocado la burbuja inmobiliaria, no le cuadran las cuentas, o recurren a los «eres» o echan el cerrojazo sin más; una autoridad judicial controla el proceso permitiendo que el empresario salga con sus bienes intactos, e incluso, cobrando un sueldo (recordemos el caso de Viajes Marsans, por poner un ejemplo). Tampoco en este caso hay desahucio que valga. Ahora bien, si el que se ha equivocado es un pobre trabajador que en su día compró un piso, porque si no lo hacía culturalmente estaba fuera del sistema, entonces sí, se persona en tu casa el agente -o agentes- de desahucio para obligarte, en primer lugar, a devolver la vivienda al banco y, después, exigirte por otros medios más finos que cumplas con los compromisos firmados. ¿Por qué a los bancos, a las cajas de ahorro y a las empresas se les ha eximido de sus responsabilidades y a las familias hipotecadas no se les da un respiro? ¡Qué fácil sería para el gobierno y cortes legislar medidas que amortiguaran las dichosas hipotecas! Sin embargo no lo hacen.

Ha tenido que llegar el 15 M para que la buena gente, como ya ocurriera en las primeras fases del movimiento obrero con las cajas de resistencia y otras medidas de ayuda y socorro, de forma espontánea se concentre en los lugares próximos a los desahucios e impida a los bancos, unos de los mayores causantes de la crisis, que dejen en la calle a familias honradas y trabajadoras. Si los gobiernos no hacen caso de estas reivindicaciones en este momento, no estarán legitimados en los próximos eventos electorales para evocar otra de esas hermosas palabras españolas de las que tanto se abusa , me refiero a la palabra «izquierda».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.