Una pila de carpas colapsadas, una montaña de lo que los locales llaman «basura» y un olorcillo de aguas servidas era todo lo que quedaba anoche de la ocupación de Los Angeles, después de que la policía desalojara exitosamente a los manifestantes del centro de la segunda metrópolis más grande de Estados Unidos. En las […]
Una pila de carpas colapsadas, una montaña de lo que los locales llaman «basura» y un olorcillo de aguas servidas era todo lo que quedaba anoche de la ocupación de Los Angeles, después de que la policía desalojara exitosamente a los manifestantes del centro de la segunda metrópolis más grande de Estados Unidos.
En las primeras horas de la mañana, 1400 policías descendieron al espacio público que rodea el ayuntamiento, donde unos 800 miembros del llamado «99 por ciento» pasaron las últimas siete semanas. Para el amanecer, el campamento, que en días recientes había aumentado con varios cientos de residentes temporarios, no existía más. La policía informó sobre unos doscientos arrestos, en su mayoría manifestantes que se negaban a abandonar el área, que había sido rodeada. Fueron esposados con tiras de plástico y llevados a un lugar de procesamiento en un estacionamiento del Dodger Stadium, el hogar cercano del equipo de béisbol de Los Angeles. No resulta claro si se presentarán cargos penales.
Los oficiales llevaban armas y bastones y estaban equipados con dispositivos antimotines, que casi no fueron usados. El jefe de policía de Los Angeles, Charlie Beck, dijo en una conferencia de prensa que se había utilizado «la mínima fuerza», aunque sus oficiales dispararon, sin plomo, a tres manifestantes, que se negaban a retirarse de una cabaña en un árbol.
La ausencia notoria de gas lacrimógeno, de gas pimienta y las ocasionales golpizas que han caracterizado operaciones similares en otras manifestaciones de Estados Unidos era debido, en parte, al hecho de que la administración demócrata de Los Angeles apoya fuertemente al movimiento «Ocupen».
Poco después de que se formó el campamento, a comienzos de octubre, el alcalde de la ciudad, Antonio Villaraigosa, hizo una gira por la ciudad para hablar con los residentes y entregar anoraks gratis. La semana pasada, ofreció darles en leasing una oficina en el centro, de 930 metros cuadrados, y un terreno de labranza en las afueras de Los Angeles, si aceptaban irse voluntariamente.
Aunque esa oferta parecía enormemente generosa, los manifestantes, que no tienen un liderazgo formal ni objetivos políticos claramente definidos, no quisieron aceptarla. Villaraigosa emitió una orden de desalojo, diciendo que estaba preocupado por las condiciones sanitarias del campamento en lo que oficialmente es un parque, y por el hecho de que varios residentes parecían ser niños de edad escolar. El plazo para el desalojo expiró el domingo a la noche.
A pesar del cierre del campamento, el alcalde dijo que un área, respetando la Primera Enmienda, permanecería abierta en el ayuntamiento de Spring Street donde los manifestantes podrían continuar expresando sus quejas.
Con el desalojo de Los Angeles, el incipiente movimiento que llegó a producir tomas de espacios públicos en más de treinta ciudades y que sacudió el escenario político estadounidenses con reclamos en contra del sistema financiero sufrió un revés. La movida Occupy sirvió de contrapeso al movimiento archiconservador Tea Party, como la reforma sanitaria.
* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.