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La enseñanza de la Filosofía Marxista en Cuba (II)

Desmitificar los mitos del dogma

Fuentes: Rebelión

Las buenas intenciones, los objetivos revolucionarios y los esfuerzos honestos han caracterizado la enseñanza. Pero el enfoque metodológico con que aprendimos y enseñamos Filosofía Marxista en Cuba, en su variante marxista-leninista, ha sido eminentemente academicista, y aquí está en buena medida el problema a resolver. La disciplina marxista, el leninismo, no pueden ser asumidos si […]

Las buenas intenciones, los objetivos revolucionarios y los esfuerzos honestos han caracterizado la enseñanza. Pero el enfoque metodológico con que aprendimos y enseñamos Filosofía Marxista en Cuba, en su variante marxista-leninista, ha sido eminentemente academicista, y aquí está en buena medida el problema a resolver. La disciplina marxista, el leninismo, no pueden ser asumidos si no es en su movimiento histórico, lo que significa enseñarla y aprenderla en la confrontación clasista, ante todo ideológica, y por tanto en el curso contradictorio del proceso social, sus movimientos ideo-políticos, culturales y científicos, y en este, en la peculiaridad del movimiento pedagógico. En la comprensión de esta necesidad se revela la ineficacia de la concepción manualesca que predominó en nuestra formación, y hoy sin las valoraciones autocríticas que se imponen, aún prevalece en no pocos espacios escolares.

El sujeto adulto, es el que está en condiciones de madurez plena, para desarrollar la reflexión filosófica, pero desde la adolescencia y la primera juventud, podemos fomentar el interés y el gusto por la Filosofía y el filosofar, y tal perspectiva siempre ha sido considerada en la educación media y preuniversitaria cubana. Esta es una fortaleza de nuestra educación, que no hemos acompañado con los métodos más idóneos. El hacer bancario por años ha reinado en los cursos medios, y se hizo hecho cotidiano en la universidad. De ahí el rechazo que predomina entre los estudiantes hacia la disciplina filosófica y la solución memorística que hallan -y que de hecho se promueve- para «salir» de las evaluaciones.

El marxismo dogmático mitificó la cientificidad del marxismo. La enseñanza desde el dogma, construyó el mito de la aridez y «pesadez» de la filosofía revolucionaria. Para desmitificar los dogmas, la Historia del surgimiento y desarrollo pensamiento marxista, y la reflexión desde esta resulta muy útil.

El marxismo nace y crece en la lucha revolucionaria

Carlos Marx y Federico Engels trataron de fundar a partir de 18476-1847 una red de organizaciones comunistas europeas de la que la que nace la Liga de los Comunistas. Para coordinar la red, crearon un comité de correspondencia comunista. En 1847-1848 redactan y editan el Manifiesto Comunista, y no vacilaron en acudir a Alemania, su país de origen, para participar en la conspiración y la sublevación del proletariado revolucionario. Expulsados en unas regiones, perseguidos en otras, palpan la complejidad de la práctica revolucionaria, el latir de las masas, sus anhelos y limitaciones en aquel tiempo histórico. Cuando ya Marx había regresado a Paris, y Engels se disponía a hacer lo mismo, estalla un nueva revuelta, y se incorpora a una columna armada de ochocientos obreros y estudiantes, con la que participó en diversos combates, hasta que los revolucionarios fueron derrotados por las fuerzas prusianas, más numerosas y mejor equipadas.

Luego en Londres, Marx no solo dedicó su vida a sumergirse en las obras que atesoraba la Biblioteca británica. Marx y Engels estuvieron entre los fundadores de la Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional en 1864, y la convirtieron en instrumento de lucha para la fusión en las masas de la teoría y la organización revolucionaria, y en tanto el decisivo desarrollo de la una y la otra. En el seno de la organización internacionalista Marx asumió los retos de la lucha ideológica y política contra las posturas de Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) y Mijaíl Bakunin (1814-Berna, 1876), Para Marx y Engels, Proudhon y sus seguidores defendían una filosofía pequeñoburguesa incapaz de comprender el papel fundamental del proletariado en la supresión del capitalismo y la implantación del comunismo. Las intrigas de Bakunin contra el Consejo General de la Internacional se iniciaron en 1871, aunque estaba en contacto con Marx, antes de eso. Bakunin mantenía la opinión de que Marx exageraba la importancia de la clase trabajadora, al tiempo que sostuvo que los intelectuales, los estudiantes, el lumpen proletariado (los desclasados) y la clase media representante de la democracia burguesa, eran los más probables agentes de la revolución.

No hay más que consultar la correspondencia de casi 12 años de Marx con Ludwig Kugelmann (1828-1902)1, para comprobar las tensiones y luchas del fundador, ante los plagios y las groseras falsificaciones que Ferdinand Lassalle (1825-1864) hacía de su pensamiento; cómo aderezaba con un falso materialismo histórico, los acuerdos que preparaba con el canciller alemán Otto von Bismarck (1815-1898), para colocar al proletariado de su país en función del Estado burgués, tarea que continuó y completó en toda Europa la II Internacional.

La Comuna de París tuvo en Marx un activo defensor y analista. El texto que hoy conocemos como La Guerra Civil en Francia (1871), reúne el primer (julio 1870 ), segundo (septiembre 1870) y tercer (junio de 1871) manifiestos del Consejo General de la Internacional, en solidaridad con los obreros insurrectos, escritos los tres por Marx. Si en vida de Marx, Engels, no dejó de hacer su propia obra y acompañar las posiciones y las batallas políticas e ideológicas de su camarada de ideales y acción, al morir este, sus tareas de producción intelectual y defensa de las ideas marxistas fueron más intensas aún.

Si Marx y Engels no hubieran tenido los retos de la praxis, en debate permanente y diálogo crítico-superador, de seguro no hubieran podido desarrollar, con la riqueza que les es característica, la teoría histórico filosófica del socialismo científico, su certera explicación de la naturaleza, el hombre, la mujer, la sociedad y el mundo; ni hubieran podido validar -hasta donde los fue posible- los instrumentos teóricos y políticos para la emancipación.

Lenin por su parte, hereda y continúa el enfrentamiento con pensamiento burgués y reformista de principios del Siglo XX. Es el encargado de defender el marxismo frente al liquidacionismo contrarrevolucionario de la II Internacional, luego continúa la lucha política e ideológica interna dentro del Partido Socialdemócrata Ruso, contra los reformistas mencheviques, y funda la tendencia bolchevique, devenida en mayoritaria dentro del Partido. Lenin, primero forjó un vanguardia revolucionaria, y la sumergió en la práctica de la conquista del poder, en la experiencia de los soviets, en la conspiración político militar, para luego abrirse al inmenso reto de la sobrevivencia y avance de la Gran Revolución de Octubre. Una vez tomado el poder, el debate y la lucha de ideas lejos de ceder recrudece dentro de los bolcheviques y en el entorno del movimiento revolucionario internacional. Entre las más ricas, están las polémicas de Lenin con la revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo (1870-1919)2.

Fidel Castro demostró en la práctica, la certeza de su concepción martiana, marxista y leninista de hacer la Revolución, frente a compañeros marxistas de la época, que lo consideraron en sus inicios un aventurero pequeñoburgués. En la Revolución Cubana fueron significativas las polémicas que entre otros, personalizaron el Comandante Ernesto Che Guevara y Carlos Rafael Rodríguez sobre el modelo económico3, y las que sostuvieron Blas Roca Calderío y Alfredo Guevara alrededor de la cinematografía revolucionaria y el papel del arte y la literatura4. Y en lo que a la enseñanza del marxismo se trata, resulta sumamente interesante el cuestionamiento sistemático al doctrinalismo del marxismo soviético que realizó el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, en polémica abierta con los defensores de los manuales y de la versión soviética del marxismo5.

La Filosofía marxista no fue ni es una construcción de biblioteca. Nació en: 1) Aguda confrontación filosófica, ideológica y política, contra el pensamiento burgués predominante; 2) En lucha contra los desaciertos, desviaciones, renuncias y deserciones, que el propio combate producía en las filas de sus compañeros de partido y seguidores; 3) En polémica fértil entre los propios revolucionarios, no siempre de acuerdo en sus lecturas de la teoría y la realidad, frente a siempre crecientes necesidades de explicación de la coyuntura y de actualización y renovación táctico-estratégica; 4) Y una y otra vez en confrontación práctica: en tareas organizativas y políticas, huelgas y actos de masas, conspiraciones, movimientos, batallas económicas y guerras revolucionarias.

No se trata de satanizar los manuales

Un manual es un instrumento didáctico. Es válido en tanto presente una sistematización que aclare el asunto del que trate, ya sea un manual de ingeniería o de Filosofía. El manual bien utilizado, permite que los que se inicien en una ciencia o tecnología comiencen su ascensión a ese conocimiento.

El marxismo-leninismo se caracterizó por su afán normativo en cuanto a «pedagogizar» el marxismo. Se concretó a través de una sistematización y reelaboración de la teoría creada por los fundadores del marxismo, que pretendió articular en un solo discurso textual, las concepciones y aportes de Marx, Engels y Lenin e inicialmente Stalin. Tras la crítica a Stalin, se sacó de la propuesta toda referencia a este, de ahí el guion marxista-leninista.

Los fundadores del marxismo a lo largo de sus vidas modificaron sucesivamente sus interpretaciones sobre diversos aspectos, al crecer de sus saberes y experiencias, frente a las circunstancias y demandas de la lucha revolucionaria, y los avances investigativos de su tiempo en el campo del conocimiento. Marx y Engels tuvieron discrepancias en la interpretación de procesos y puntos de la teoría, luego Lenin también fijaría sus propias diferencias, adecuaciones y aportes. Pero la propuesta marxista-leninista desnaturalizó esta verdad, al hacer de los legados teóricos y práctico transformadores de los tres pensadores, una amalgama ahistórica y triunfalista, donde no hay momentos de acumulación, ensayos, juicios erróneos, rupturas internas, y rectificaciones. Se trata de un pensamiento lineal, como el de ningún marxista, debilidad de partida que proyectó un alto grado de simplificación mecanicista, de entelequia sobre el deber hacer, que una y otra vez tropezaba con la realidad. Quienes desde dentro del movimiento comunista, criticaron este hacer, fueron deslegitimados, separados y purgados, acusados por «revisionistas» de izquierda o derecha.

La amalgama resultante, como un todo, estaba en los manuales, que pasaron de medios didácticos a ser expresión totalizadora de la teoría oficial. En vez de ser las obras de los clásicos del marxismo y el leninismo, el referente de la ciencia, solo se iba a estas para «confirmar» la cereza de los manuales. Desde este eje «metodológico» se ejercitó el hacer de dogma.

La asesoría internacionalista soviética que arribó a Cuba desde los años sesenta, jugaría un papel significativo en la preparación para defensa armada de la Revolución, en el despegue de no pocas áreas económicas y científico técnicas, pero con tal colaboración llegó también el paquete docente del marxismo-leninismo y sus manuales. Pasados por el tamiz de la idiosincrasia criolla, pronto los manuales fueron conocidos como «ladrillos» en alusión a su árida pesadez dogmática. El hacer docente marxista-leninista, tanto en lo teórico como en lo metodológico, fue identificado con el término manualismo.

No hay una crítica sistematizada, sobre los errores introducidos y los cometidos en la enseñanza de la Filosofía Marxista en Cuba. No lo ha hecho la institucionalidad desde los ministerios de educación y ciencia, tampoco la academia, sus asociaciones y colectivos. El derrumbe del socialismo en la URSS y el campo socialista, hizo insostenible el mantenimiento de la plataforma docente marxista-leninista, hubo cambios por las circunstancias, pero el análisis desde dentro de la ciencia y de los profesores e investigadores, se ha ido postergando y ya hoy es un problema en sí mismo.

Una solución facilista ha sido la de demonizar los manuales soviéticos, como si eliminarlos resolviera el problema en su raíz. Esta «solución» es falsa. El dogma que creó los manuales se ha metamorfoseado en nuestra docencia de la Filosofía, y su esencia se mantiene. A ello suma, que nuevos mimetismos acríticos -ahora enamorados de las etiquetas postmodernas del dogma neoliberal-, se introducen abiertamente en las aulas, con su manualística particular.

Los datos y hechos sobre la sobrevivencia del dogma marxista leninista abundan. Para comenzar «por el principio», el tema de las fuentes y partes del marxismo es un buen ejemplo de permanencia.

¿Solo tres fuentes y tres partes?

El planteo de que precisamente el movimiento de masas y en particular el movimiento revolucionario, es la fuente y la parte más dinámica y decisiva del marxismo, se demuestra en la praxis histórica de los fundadores, en la historia del movimiento revolucionario cubano e internacional, pero por paradójico que ello parezca, no es lo que se enseña en nuestras aulas, cuando se habla de fuentes y partes del marxismo.

Uno de los ejes de marxismo-leninismo -de recurrente utilización en la propuesta escolar cubana-, fue el que se construyó a partir del trabajo de Vladimir Ilich Lenin de 1913 «Tres fuentes y las partes integrantes del marxismo«6. En el artículo elaborado en Suiza, para una revista de divulgación y por tanto escrito con un lenguaje sencillo y didáctico, Lenin tiene el propósito de conmemorar el 30 aniversario de la muerte de Carlos Marx. Subraya entonces que el marxismo «es el sucesor natural de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés»7, y que esas tres fuentes, son a su vez las tres partes fundamentales de la doctrina creada por el genial científico alemán: el materialismo como filosofía en contraposición al idealismo alemán, lo económico como la base sobre la que se alza la superestructura política, y el socialismo, cuyo análisis sociológico descubre la lucha de clases concepto clave del marxismo.

El análisis de Lenin en el referido artículo, sólo se ocupó de las principales fuentes del pensamiento occidental, de los tres movimientos intelectuales que tuvieron de forma inmediata mayor implicación en el plano teórico, metodológico, cosmovisivo, científico e ideológico en el pensamiento de los fundadores Marx y Engels. En función al público a que estaba dirigido -militantes en sistemático combate clasista y activismo político-, Lenin obvió la mención al movimiento revolucionario, al accionar reivindicativo del pueblo, a la experiencia de las masas oprimidas, que constituyen para Marx y Engels – incluso en las circunstancias pre-capitalistas-, la fuente y la parte más dinámica del socialismo científico.

Hacedor como era de la Revolución, Lenin solamente explicó en la obra mencionada, la relación teórico-práctica y no la relación práctico-teórica. Expuso la evolución del pensamiento que generó la visión marxista de la historia y su avatar transformador, mas no se refirió al accionar directo de las masas, que con sus luchas renuevan, añaden, validan, crean y recrean la visión marxista de la vida social, de la teoría y la práctica revolucionaria8. Lenin en toda su labor teórica y política demuestra que: «La creación viva de las masas: ese es el factor básico del nuevo régimen social…el socialismo vivo, creador, es obra de las propias masas populares»9.

Más allá del contexto en el que fue hecho, el artículo con «las tres fuentes y las tres partes» del marxismo, fue utilizado por los articuladores de la propuesta marxista-leninista como explicación única y suficiente sobre los antecedentes teóricos e históricos del marxismo, y sobre las «partes» en que «se dividía» esta teoría revolucionaria. La explícita mención de Lenin en el propio artículo de 1913, a la lucha de clases como superación del socialismo utópico, «base de todo desarrollo y su fuerza motriz«10, no fue atendida como elemento decisivo, con lo que de manera definitiva se excluyó el movimiento de masas de las «fuentes» y «partes» del marxismo.

El enfoque metodológico

La Filosofía es cultura, y la filosofía marxista es cultura para la emancipación, para el combate revolucionario. Si la teoría marxista nació y se desarrolló en la lucha de clases, en sus expresiones ideológicas, políticas y teóricas, entonces, la insistencia mecanicista que hacemos en nuestra docencia en las «tres fuentes y las partes integrantes del marxismo», constituye uno de los puntos de partida para el desacierto. La Didáctica de la Filosofía Marxista, precisa como lo enseñan Marx, Engels y Lenin, de estudiar y aprender la Filosofía como proceso y arma de la lucha de clases. Claro que se precisa siempre de la sistematización, de la síntesis teórica, incluso del manual, pero solo para colocarlos una y otra vez en el laboratorio de la praxis social, en las expresiones histórico-concretas del combate anticapitalista y antimperialista, en confrontación de programas, ideas y proyectos, y no solo como un asunto de sistematización doctrinal.

En la clase de Filosofía Marxista hay que dar a conocer y exponer la historia de la lucha de clases, alrededor de la construcción y el desarrollo de la teoría revolucionaria del marxismo. Leer a sus principales antagonistas y mejores defensores. No nos podemos quedar en la segunda mitad del siglo XIX, ni en la primera, ni aun en la segunda mitad del siglo XX; hay que actualizar el aprendizaje del marxismo a través de la confrontación con los marxismos, anti marxismos y no marxismos, que existieron y los que en fecha reciente han aflorado al movimiento ideo político: En dialogo crítico con el marxismo «estructural», el «analítico», «de la elección racional», «de orientación empírica», «hegeliano», del «neo» y el «pos marxismo», entre otras tendencias que se afirman marxistas. Todo con mucho respeto y amplitud, bases imprescindibles para el ejercicio del criterio y la elección propia.

Si ejercitamos a los estudiantes de nuestra universidad, en el estudio incansable de los clásicos y de los contemporáneos de la filosofía universal -de todas las corrientes filosóficas-, en la aventura de desentrañar el contenido del revolucionario paradigma que Marx y Engels generaron, en la intencionalidad y la astucia de cada filósofo, en el contexto histórico en que viven, en sus luchas y anhelos; si preparamos a nuestros alumnos y alumnas para entender al hombre y a la mujer en sus contradicciones, en sus amores y odios, para la asunción tolerante y el debate de lo adverso o distinto; junto con el conocimiento, le aportamos a los estudiantes la posibilidad pedagógica de hacerse como maestros, interesantes y creíbles. Si por el contrario los sumimos en el rechazo metafísico al contacto con unas y otras lecturas adversas al marxismo, en un clima de censura, suspicacia y marginación, les impediremos aguzar las habilidades crítico-axiológicas, para ponderar tanto los aportes y coincidencias, como los vacíos y las limitaciones, y estaremos reproduciendo en su actuación profesional las ataduras de dogma.

Un profesor de Filosofía debe cumplir el requisito martiano de ser «un guía honrado que enseña de buena fe lo que hay que ver, y explica su pro, lo mismo que el de sus enemigos, para que se le fortalezca el carácter de hombre al alumno…»11.

Partidismo científico

Los cantos de sirena sobre la sepsia de la ciencia, introducidos en nuestro medio como «preocupación» por la «extrema politización» de la enseñanza de la Historia y la Filosofía, han avanzado en consenso, por la vía de capitalizar el descontento y rechazo del profesorado y la intelectualidad, frente a cuadros y funcionarios -también maestros de mi generación y de las más nuevas-, que no se han librado del decir panfletario y vacío –tecoso-, el facilismo de repetir consignas –cosignismo-, y demás males acompañantes del paquete pedagógico y la propaganda apologética de matriz marxista-leninista. Nada que ver con sustentar una separación entre ciencia y política, entre filosofía revolucionaria y política revolucionaria.

Los maestros de Filosofía-como los de Historia-, somos esencialmente activistas privilegiados de la política y la ética de la Revolución. Por serlo nuestro partidismo no es la defensa unilateral con la espada y sobre el escudo de cada medida, de cada decisión, como a veces se pretende que hagamos. Se trata de defender el principio leninista del partidismo -objetivo- científico: El principio del partidismo objetivo es principio del materialismo combativo, que se opone a toda desviación del pensamiento científico, a todo dogmatismo o dogmatización de una u otra tendencia12. «No puede haber dogmatismo allí donde el criterio supremo y único de la doctrina es la conformidad de ésta con el proceso real del desarrollo socio-económico«, señaló Lenin13. No se equivocó el Partido cubano, y aún en la plataforma marxista-leninista, tuvo la claridad de dejar bien plasmado este principio, en la tesis sobre política de ciencia, aprobada en 1975, durante el Primer Congreso14.

No podemos seguir impartiendo Filosofía sin enseñar cómo se incorpora ésta a la evaluación de la coyuntura, a la develación de la complejidad del hoy «mismo», y del sí «mismo», del ser, el estar, el querer y el tener. Sin que la Filosofía sea un espacio más y distinto -no repetitivo-, para entender en su integralidad la Historia de Cuba y la obra maravillosa de la Revolución, comprender el heroísmo diario de la resistencia nacional popular frente al genocidio del bloqueo, y rechazar en su inmoralidad apátrida la constante agresividad mercenaria. Imposible realizar un abordaje honesto, creíble de la enseñanza de la Filosofía, sin hacer frente con juico sereno a la cotidianidad, con sus joyas de solidaridad y humanismo, con necesidades insatisfechas, anhelos postergados, y miserias humanas siempre peores que las materiales. El optimismo histórico-filosófico de un revolucionario, nada tiene que ver con silenciar las contradicciones y excresencias, que nos cercan desde dentro y hacen más daño que el propio bloqueo. Sin incorporar a la clase y a la reflexión filosófica estas realidades desde la ética martiana y fidelista, jamás trascenderemos el umbral del marxismo revolucionario.

El ejercicio pedagógico no termina sin mostrar la diferencia entre el hipercriticismo siempre de matriz burguesa e individualista, y la crítica marxista enfocada en explicar la naturaleza, la vida, la sociedad, al hombre y la mujer, en su hermosa y compleja diversidad. El marxismo asume su criticidad para estudiar los agotamientos históricos, los fenómenos adversos y accidentes, y hallar soluciones revolucionarias. De ahí que urge dotar a nuestros estudiantes de las herramientas filosóficas y metodológicas, para aportar al diseñó y pronóstico de los futuros posibles, de los individuados y de los colectivos, de la familia y la nación. La ausencia de enseñanza y ejercitación del pronóstico es en mi opinión la falencia más grave a solucionar. La predicción constituye una de las esencias claves de la ciencia, de una teoría científica o de un modelo científico. Así, el éxito se mide por el acierto que tengan sus predicciones. Una ciencia que no pronostique carece de perspectivas de desarrollo y termina siendo una no-ciencia.

La perspectiva histórica con la que nos acercamos a la obra de los fundadores y sus continuadores, completa el modo de hacer que defiendo. Nunca será ético sacar citas fuera de contexto para sustanciar o «probar» los argumentos que sustentamos. Hay que leer a Marx, Engels y Lenin más allá de estos: leerlos no con la vista en el pasado (con lo que siempre nos parecerán a destiempo), sino leerlos en nuestro momento honradamente, sin ingenuidades, pero igualmente sin prejuicios: traerlos a nuestros problemas, no meter en su obra problemas que no son de su tiempo y que inevitablemente no puede resolver.

Honestidad y valentía político intelectual

No podemos formar filósofos marxistas alejados de la lucha política e ideológica dentro de su propia ciencia. Si hay filósofos que claman por la «extirpación del marxismo«15, dar a conocer sus puntos de vista resultará siempre lo acertado. No tengo la menor duda de que el clamor derechista, no rebasa el debate serio en la academia y la universidad cubanas.

Varios filósofos cubanos que se graduaron en el país, en academias de la URSS y el campo socialista, están construyendo en el exterior propuesta sumamente hostiles, que circulan por las redes y llegan a nuestras universidades. Y no he leído polémica alguna en respuesta: ¿Acaso no interesa dar un alto al anticomunismo cada vez más visceral que se expone o late en esas publicaciones? Esta situación y otras de no menor actualidad, meritan que se conozcan y discutan en los colectivos de las asignaturas y con los estudiantes en nuestras aulas.

Tanto la carrera de licenciatura en Filosofía, como la licenciatura profesoral, deben consolidarse aún más las capacidades y habilidades necesarias y suficientes, no solo para que el graduado pueda abrirse a la reflexión, sino también que esté en condiciones profesionales y militantes, de despertar y promover una actitud filosófica crítica, consciente y reflexiva dentro de los colectivos laborales, la academia, con sus estudiantes y con la población en general. Y subrayo lo profesional junto con lo militante.

Notas:

1 Ver: Carlos Marx: Cartas a Kugelmann, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975

2 Ver: Rosa Luxemburgo: Escritos Políticos. Barcelona: Editorial Grijalbo. 1977; Red Pepper: Entrevista realizada al editor Peter Hudis. Leyendo a Rosa Luxemburgo, Rebelión, 15-06-2011, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=130448

3 Ver: Fernando Martínez Heredia: El Che y el gran debate sobre la economía en Cuba, Rebelión, 1 de julio del 2003, https://www.rebelion.org/hemeroteca/economia/030701che.htm

4 Ver; Graciela Pogolotti Polémicas culturales de los 60, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2006.

5 Ver: Aurelio Alonso Tejada: Marxismo y espacio de debate en la Revolución Cubana, Ver: Temas, La Habana, No. 3, Julio – Septiembre 1995, http://temas.cult.cu/articulo_academico/marxismo-y-espacio-de-debate-en-la-revolucion-cubana/

6 Vladimir Ilich Lenin: «Tres fuentes y las partes integrantes del marxismo», marzo de 1913, Obras, Tomo V (1913-1916), Edición Progreso, Moscú, 1973, Marxist Internet Archive. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/CPM13s.html

7 Idet. Ant.

8 Martin Guerra: La dinámica teórica, económica y política como proceso histórico: unidad dialéctica en las tres formas de lucha del marxismo, Rebelión, 13-12-2006

9 Vladimir Ilich Lenin: Obras Completas, Editorial Cartago, Argentina, tomo 35, p. 57

10 Vladimir Ilich Lenin: «Tres fuentes y las partes integrantes del marxismo», Ob. Cit..

11 José Martí: Escenas norteamericanas. La Nación. B. Aires dic. 1885. En: Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba. La Habana, 1963, Tomo 12, p. 348

12 Zaira Rodríguez Ugidos: «El partidismo objetivo como principio rector de las investigaciones sociales en la cuba revolucionaria», Revista Cubana de Ciencias Sociales. La Habana. 1983. Nro. 1, Biblioteca Virtual de Filosofía y Pensamiento Cubanos, http://biblioteca.filosofia.cu/

13 V. I. Lenin: Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los socialdemócratas. En: Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1975, t. 1, p. 182.

14 Partido Comunista de Cuba: Tesis y resoluciones. En: Memorias. Primer Congreso del PCC, Editado por el DOR-CC del PCC, La Habana, 1975, t. 2, p. 283.

15 Ver: Antonio Correa Iglesias: Filosofía Cubana: pasado y futuro, Conferencia dada por el Dr. Antonio Correa Iglesias en la Universidad de Miami, Coral Gables Campus, el 5 de junio, 2012, http://umshare.miami.edu/web/wda/ethics/Cuba/pdf/Correa-FCPF-2012.pdf

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