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Dieciséis decisiones que alumbran energías

Fuentes: Centro de Colaboraciones Solidarias

Uno de los problemas más graves de la humanidad es la explosión demográfica. Sobre todo en las áreas de mayor pobreza, enfermedad e ignorancia. Pero no es sólo con la limitación de la natalidad impuesta, sino con la educación de todas las mujeres y el acceso a los puestos de trabajo y de responsabilidad que […]

Uno de los problemas más graves de la humanidad es la explosión demográfica. Sobre todo en las áreas de mayor pobreza, enfermedad e ignorancia. Pero no es sólo con la limitación de la natalidad impuesta, sino con la educación de todas las mujeres y el acceso a los puestos de trabajo y de responsabilidad que les corresponden, que son iguales a los de los hombres, como se combate. En los países en donde sucede esto, la curva demográfica no sólo se mantiene sino que baja peligrosamente. No existe contradicción.

En los países miembros del la CEODE, los industrializados, los ricos, los que han proscrito el analfabetismo y tienen un sistema de seguridad social desarrollado, las mujeres no quedan embarazadas desde los catorce años, como sucede en cuatro quintas partes del mundo. Por su educación, su trabajo y la organización de sus vidas no suelen tener su primer hijo antes de los 28 años. De catorce a veintiocho es un abismo en términos demográficos. De ahí que, en estos países cultos y ricos, la sociedad, por medio del Estado, es responsable de transformar las leyes para abordar con cordura esta nueva situación en la que es preciso ayudar a la maternidad responsable y a la educación de los hijos como uno de los grandes valores de la sociedad.

Al mismo tiempo, nos enfrentamos a la nueva realidad de poblaciones crecientemente envejecidas gracias a este desarrollo, a los cuidados médicos, a las mejores condiciones de vida, a las pensiones cada vez más equitativas, pues toda persona mayor tiene un derecho inalienable a una vejez digna y respetada, ya que, por el hecho de ser persona, es titular del patrimonio de la sociedad. De ahí que la asignatura más urgente en estos países sea la transformación de los derechos políticos en auténticos derechos sociales exigibles ante los tribunales, aunque no les guste a los neocon y a los neoliberales de cartilla.

No es el incremento de las fuerzas armadas y de policía ante el mito de la seguridad, pues esta no es el objeto principal del Estado de Derecho sino la justicia social, el bienestar de la población y la tranquilidad que procede del orden. En donde hay justicia, bienestar social, educación, acceso al agua potable y defensa del medio ambiente no se genera el terrorismo. Si el exceso de riqueza es a costa de los pueblos más empobrecidos saltan la rabia, la desesperación y la legítima rebeldía.

Así, en las poblaciones más pobres del planeta, en cuanto se incrementan los ingresos de las mujeres, y también de los hombres pero estos han sido educados en otra dialéctica hoy perversa, las prestatarias adoptan una maternidad más responsable para poder educar a sus hijos, alimentarlos sanos y prepararlos para una vida con más dignidad que la que ellas han tenido durante siglos. Felizmente, hay mil iniciativas en el mundo de la solidaridad que no pueden ignorar. El ejemplo de los microcréditos que benefician a más de 50 millones de familias actualmente, prueba que el ser humano tiene un capital oculto que precisa ser alumbrado de responsabilidad, de gusto por la participación y por sentirse útiles. Lo demuestra el instinto de supervivencia que florece cuando se puede vivir de acuerdo con la naturaleza y no bajo el yugo de modelos de desarrollo inhumanos que favorecen a los privilegiados, a los más astutos, a los más egoístas e insolidarios. De ahí que hoy quiera compartir las «Dieciséis decisiones» que, desde 1984, gobiernan el nuevo modelo de sociedad propuesto por el Banquero de los pobres, por el Grameen Bank. Nos pueden ayudar a la reflexión si pensamos que han sido concebidos para familias en su mayoría analfabetas: «Mantengamos los cuatro principios – disciplina, unidad, valor y trabajo-, en todos los ámbitos de nuestras vidas. Llevemos prosperidad a nuestras familias. No viviremos en casas deterioradas, las repararemos y construiremos casas nuevas a la primera oportunidad. Cultivaremos verduras y hortalizas todo el año, para comer las que necesitemos y vender el resto. Durante las épocas de siembra, plantaremos tantos brotes como podamos. No tendremos familias numerosas, minimizaremos nuestros gastos y cuidaremos la salud. Educaremos a nuestros hijos e hijas. Los mantendremos limpios así como a nuestro medio ambiente. Construiremos letrinas con fosa séptica. Beberemos el agua extraída de pozos de perforación, o la herviremos o utilizaremos alumbre para desinfectarla. No aceptaremos ni daremos dote alguna, ni permitiremos ningún matrimonio infantil. No cometeremos injusticias. Estaremos siempre dispuestos a ayudarnos. Efectuaremos inversiones colectivas para obtener mayores ingresos. Si se ha infringido la disciplina en algún centro, acudiremos para restablecerla. Participaremos en todas las actividades sociales». Será una gota de agua ante el océano, pero éste la echa de menos cuando no existe.

* José Carlos García Fajardo es profesor de Pensamiento Político (UCM) y Director del CCS