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Dinero para nada

Fuentes: MIFTAH

Traducido del inglés por Carlos Sanchis

Este es un tiempo machacante para el nuevo gobierno de emergencia. Sabe perfectamente que tiene un estrecho margen de posibilidades para probar su capacidad de sustraer de nuevo a los palestinos de sus angustias por la pobreza y de la desintegración social y política. Con Hamas controlando todavía las calles de Gaza y las acusaciones mutuas entre este partido y Fatah sobre quien tiene la culpa por el actual estado de miseria, el presidente Mahmoud Abbas y el nuevo primer ministro Salaam Fayyad están colocando sus apuestas en monedad fuerte; euros, y riales que saben que son la clave para su supervivencia.

Ya hace tiempo que los palestinos cayeron en la trampa de la financiación internacional; básicamente la firma de los Acuerdos de Oslo marcó el primer pagaré librado a la Autoridad Palestina a expensas de su última libertad sobre su propio destino.

Desde entonces, Cisjordania y la Franja de Gaza han sido prisioneras de su propia asistencia financiera. Cuando el liderazgo político era favorable a los financieros – principalmente los Estados Unidos y Europa – los dólares fluían. Durante la década después de que la AP fuera creada con Fatah al timón, las inversiones en los territorios palestinos rimbombaron y la vida en Cisjordania y Gaza tomó cierta semblanza de normalidad, hasta el punto en que los palestinos casi olvidan que su principal y más desafiante cometido estaba todavía al alcance de la mano : eliminar la autoridad israelí sobre su territorio.

Sin embargo, la construcción de una entidad palestina subordinada había sido puesta en su lugar firmemente, la cual sería forzada a confiar en la financiación externa siempre y cuando esta permaneciera en el interés de las potencias que fueran; esto es, Israel y los Estados Unidos. Y mientras que la mayoría de los palestinos aún no se daban cuenta de la extensión de esta subordinación, principalmente porque su liderazgo les había convencido que estaban en el bien camino a la independencia, la verdadera naturaleza del acuerdo no tardó mucho en salir a la superficie.

Una vez que los palestinos firmaron los Acuerdos de Oslo, política y económicamente vinculantes, inadvertidamente fueron puestos a merced de los dictados de Israel y de los Estados Unidos, incluyendo cuanto dinero llegaba a los territorios palestinos y como se desembolsaba.

Después del fallecimiento del presidente Yasser Arafat en el 2004, y de que los vientos políticos cambiaran hacia una tendencia más islamista, las válvulas del flujo del financiamiento internacional empezaron a cerrarse.

Sin embargo, no fue hasta que Hamas llegó al poder tras su arrolladora victoria en las elecciones al Consejo Legislativo en enero del 2006 y la posterior formación de su gobierno cuando la financiación llegó a congelarse. Tanto los Estados Unidos, como Israel y Europa consideraron a Hamas como una «organización terrorista» y no un adecuado «socio para la paz» para los israelíes. Así, como castigo a los palestinos por su elección democrática, los financieros impusieron un boicot económico estrangulador sobre la Autoridad Palestina, paralizando completamente toda ayuda directa a la Autoridad y limitándola a la asistencia de socorro.

Los resultados, sin duda, han sido tan devastadores en el liderazgo como en la población. Desde el boicot, alrededor del 60% de los palestinos que viven en Gaza y Cisjordania lo hacen por debajo de la línea de la pobreza internacionalmente reconocida de los dos dólares por día. Además debido a la falta de financiación a la Autoridad Palestina, sus largos 160.000 funcionarios y empleados públicos no han percibido regularmente sus sueldos durante meses. Los niveles de paro también se han disparado, en parte a causa del empobrecimiento de la economía palestina y en parte por las rigurosas medidas de seguridad de Israel que han barrado a un gran número de palestinos el paso para buscar trabajo en Israel. El Banco Mundial ha estimado la tasa de desempleo en Gaza y Cisjordania en un pasmoso 40 por ciento.

Además, desde el inicio del boicot hace un año, la Organización Mundial de la Salud ha estimado que 270.000 gacenses dependen de la ayuda alimentaria. Esta cifra se ha disparado a los 377.000 tras la lucha interna palestina de principios de mes de junio que ha dado como resultado la toma del poder de Hamas en la Franja.

Huelga decir que este cuadro deprimente ha puesto a los palestinos en un aprieto no solo político, sino también económico. Ambos liderazgos, Hamas en Gaza y el gobierno de emergencia respaldado por Fatah en Cisjordania, entienden que cuando una nación está en el umbral de la pobreza, mirará de arrojar a sus lideres al abismo y dará finalmente apoyo a quienes le ayuden a poner comida en la mesa.

Este es el único as que el gobierno de emergencia verdaderamente tiene por el momento, pero también puede servir como la carta de la muerte si no la juega correctamente. Israel, los países árabes, los Estados Unidos y Europa se han comprometido todos financieramente a respaldar a Abbas y a su gobierno liderado por Fayyad, bombeando de nuevo vida en la comatosa economía palestina. Como reacción inmediata los pobres y afligidos palestinos deben volver a ellos auque solo sea porque representan una seguridad y estabilidad no disfrutada por la población durante más de un año. Cualquier voto de confianza concedido a este nuevo gobierno, ciertamente, no será debido al apoyo popular del que disfrutan sus ministros.

No obstante, mientras Hamas tenga todavía el apoyo de gran cantidad de gente, especialmente en Gaza, y si la maniobra es incapaz de dar nada excepto fogosos lemas y promesas incumplidas, no tardará mucho en que la previa fe ciega de la mayoría de sus partidarios a muerte empiece a languidecer.

Ahí es donde Abbas y su gobierno de emergencia jugarán un papel crucial. De nuevo, si bien una restauración parcial de la economía será un alivio, será absolutamente para nada si el gobierno no avanza en temas igualmente tan importantes. Esto es, para ganarse el apoyo de la población, indiviso y a largo plazo, este nuevo gobierno debe demostrar que no comprometerá los temas nacionales. Los palestinos han estado tan abrumados por su cruda situación financiera, que esta ha llegado a soslayar fácilmente la meta fundamental de la liberación.

No obstante, pese a que los líderes puedan haber llegado a poner en vía muerta su lucha de fuerzas y haber arrastrado a algunos de sus seguidores a amargas peleas internas, la causa palestina todavía está bien viva. Esto es algo que el liderazgo – cualquier liderazgo – debe recordar, sin importar cuánto dinero es capaz de asegurar, dinero, que al fin, de ninguna manera es conducente a un estado palestino independiente y viable, dadas las restricciones impuestas para su desembolso y las condiciones de su distribución.

Al final, independientemente de que este gobierno haya estado formado sobre bases legales o ilegitimas, el hecho es que está en escena y que es apoyado por los principales actores externos del conflicto. Pero si Abbas y Fayyad comprometen los fundamentos de la causa nacional palestina, no solo habrán firmado su sentencia de muerte, también echarán a pique la región en un fiero y extenso ciclo de luchas y desunión; una opción que los palestinos ya no nos podemos permitir.

* Joharah Baker es articulista de Media and Information Programme at the Palestinian Initiative for the Promotion of Global Dialogue and Democracy (MIFTAH). Puede contactarse con ella mandando un e mail a [email protected]

Carlos Sanchis pertenece a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.

http://miftah.org/Display.cfm?DocId=14104&CategoryId=3