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Complot contra ZP (Zapatero Pacifista)

Discurso Pentagonal en los políticos y en las Fuerzas Armadas españolas

Fuentes: inSurGente

Con la obediencia a «nuestros socios» internacionales, es decir a los EEUU, como elemento fundamental e indiscutible que da naturaleza y sentido a la política de Defensa, y «relevancia» a la política exterior española, se está construyendo un consenso fundamental entre el PP y el PSOE. Tal es la síntesis sobre la reforma de las […]

Con la obediencia a «nuestros socios» internacionales, es decir a los EEUU, como elemento fundamental e indiscutible que da naturaleza y sentido a la política de Defensa, y «relevancia» a la política exterior española, se está construyendo un consenso fundamental entre el PP y el PSOE. Tal es la síntesis sobre la reforma de las Fuerzas Armadas que nos ha ofrecido los días 29 y 30 de mayo el periódico El País uno de los órganos fundamentales de Falsimedia. El análisis que realiza el periodista Antonio Caño, con aportaciones de políticos y militares atlántistas, parte de que la «difícil conciliación» entre el pacifismo -o antimilitarismo– de Zapatero y las «necesidades de la defensa» está ya superada.

La defensa como necesidad definida por otros

Es muy significativo de la posición de las fuerzas políticas y económicas que avalan el análisis de PRISA, que esta contradicción entre la necesidad (de defensa) y la virtud (pacifista) se concreta en relación con el caso más extremo de intervención exterior, la retirada de las tropas de Iraq. La participación en esa guerra que rompió toda la legalidad internacional, y en la que por eso mismo y por tantas otras cosas se han cometido crímenes de lesa humanidad y de guerra, es considerada como una «necesidad de defensa».

Los desafíos contra la «seguridad mundial» (nuestra seguridad dice el texto) requieren una reforma de las Fuerzas Armadas siguiendo el modelo de los Estados Unidos. De esta sencilla y evasiva manera, sin más explicaciones, alternativas o justificaciones, el falsimédico Antonio Caño se sitúa en el terreno de lo irremediable. La discusión está más abajo de ese postulado indiscutible que vincula la defensa y la política exterior a los desafíos y las respuestas definidas por Washington.

La «seguridad colectiva» de la que habla el «Equipo Caño» es la detallada en el documento Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos al que las reflexiones del análisis publicado por El País se remiten constantemente, aunque no de manera expresa. No hay más que leer los párrafos en los que se habla del aumento de los peligros para la seguridad: «Tras la experiencia de la guerra de Iraq -dice cínicamente el informe- los estrategas militares entendieron que los peligros para la seguridad no solamente no habían desaparecido sino que habían aumentado». O aquellos en los que se habla de la «indefinición de riesgos»: «formas más confusas, más inquietantes, enemigos más inciertos», para encontrar el espíritu y la letra de aquel documento imperial.

Las amenazas a la seguridad mundial y las posibles respuestas a estas amenazas son detectadas y definidas por los EEUU.

Las «necesidades de la defensa», por lo tanto, se imponen sobre la política exterior. De hecho «modulan las posiciones de partida de los gobiernos» como señala el Almirante Jose María Terán, jefe del Estado Mayor Conjunto.

Prioridad de la Defensa, inexistencia de la política exterior

La insistencia en la importancia de la defensa en la política exterior no implica, ni para los militares ni para los civiles que convoca Caño en su artículo, un análisis de las alternativas de la primera. En realidad sólo hay una política exterior: la de la compatibilidad con una política de defensa indiscutible que se define en el seno de la OTAN. Los políticos, militares y expertos del «consenso», patriotas a su manera, reducen a cero absoluto el ejercicio de cualquier soberanía estatal.

En realidad se trata de la teoría de la «solidaridad atlántica» convertida en el eje de la política exterior española a la que se tiene que doblegar el gobierno. Del mantenimiento de la relación trasatlántica y la obediencia a los EEUU, que ya reclamaban políticos como Felipe González justo al consumarse la ocupación brutal de Iraq, al mismo tiempo que Javier Solana ponía en circulación -en la Cumbre de Salónica- un texto sobre la «Nueva Estrategia de Seguridad de Europa» que reproducía casi textualmente el documento madre de los Estados Unidos.

Nuestro papel es la obediencia

Las necesidades de la defensa que condicionan la política exterior, son una consecuencia de la obediencia a la política militar e imperial de los EEUU: «Si España quiere asumir un papel en la escena internacional, tiene que asumir compromisos con sus socios en materia de defensa», sigue diciendo el almirante Terán. Así pues solo se tiene existencia en la obediencia. No hay más papel internacional que el que se deriva de la participación en las misiones militares que impone Washington.

Es la teoría simple que definía desde el otro lado de la relación de obediencia -el del poder- el presidente Bush, cuando afirmaba con prepotencia absoluta que la ONU sólo podía adoptar decisiones «relevantes» si obedecía a los EEUU.

Así pues los políticos y los militares españoles de ese complejo político-militar atlantista, no se cuestionan los hechos primordiales. En realidad, la actitud que identifica la política exterior con la política de defensa, y ésta con la «asunción de compromios con los socios internacionales en materia de defensa» -la OTAN y los EEUU- supone que la relación de amenazas y de riesgos, de enemigos, está definida con toda precisión en la doctrina estratégica de los Estados Unidos que es asumida como propia.

Todo esto es la consecuencia de la «cristalización» de la estructura jerárquica de la OTAN y de sus modelos de obediencia -la llamada «solidaridad atlántica», por ejemplo- como práctica cotidiana y como doctrina de defensa, al margen de los cambios de gobierno.

Intervenciones exteriores crecientes y poder militar

A partir de esas premisas, Caño nos anuncia que los casos de las intervenciones en Afganistán, Haití o el Congo no son más que el anticipo de nuevas misiones exteriores de las fuerzas armadas.

En este marco de la prioridad de la política de defensa sobre la política internacional, no es extraño que el almirante Terán reclame la existencia de un liderazgo y que Caño -con el auxilio de Luis Solana, presidente del Observatorio Europeo de la Seguridad y la Defensa- sitúe ese liderazgo en el Jefe del Estado Mayor de la Defensa. Eso implica una politización de las fuerzas armadas que no solo es «inevitable» sino que no representa un riesgo, «no es necesariamente negativa».

La guerra preventiva

Las misiones de pacificación «no son otra cosa que misiones de prevención» -dice Jorge Aispizúa, uno de los expertos convocados para dar lustre a ese análisis.

Anticiparse a los peligros potenciales y «proteger nuestra seguridad en el exterior», se define la nueva política de defensa en una repetición casi palabra por palabra de la doctrina internvencionista de los EEUU.

Las misiones -dice Federico Bordás- que antes podían definirse como de «mantenimiento de la paz», son ahora de «imposición de la paz», «mantenimiento de la paz» y «construcción de una paz duradera», «misiones de prevención y anticipación». «Pacificar Cachemira -pone un ejemplo Aispizúa, es evitar el desarrollo del terrorismo en Cachemira». El concepto de «guerra preventiva» está plenamente asumido.

Ejército colonial

Buena parte de las referencias a las misiones apuntan a la aceptación expresa y descarada de una relación colonial. Las intervenciones exteriores requieren militares políticos y administrativos «en el modelo de los viejos imperios coloniales», aunque «bajo los auspicios de las organizaciones internacionales«, dice el ya citado Aispizúa. Cabría preguntar cuáles fueron los auspicios que llevaron a las Fuerzas Armadas españolas a intervenir en Iraq.

Lo dice también, con menos brutalidad, el almirante Terán: «hoy la situación internacional obliga a intervenir en conflictos que se desarrollan en países lejanos… no para imponerles nuestro concepto del Estado democrático, pero sí a tratar de que tengan una visión más próxima a la nuestra… Se trata de combinar seguridad, mediante fuerzas militares, y desarrollo, mediante la ayuda adecuada». El viejo discurso colonial de la «acción civilizadora» adaptado al lenguaje del siglo XXI.

«Es la batalla de Argel a escala mundial», comenta Aispizúa afirmando que la actuación del ejército colonial francés y la película de Gillo Pontecorvo son material de estudio de los principales ejércitos del mundo.

Abu Ghraib no debe de ofender demasiado la sensibilidad de los estados mayores que analizan los procedimientos del general Jacques Massu.

Al fin y al cabo las guerras de los otros, guerras «híbridas» porque no siguen las normas de los dominadores, admiten cualquier respuesta porque «se confunden con terrorismo».