Con las palizas propinadas a George II, el nazi, en Mar del Plata, y en la abrumadora votación de la Asamblea General de la ONU contra el bloqueo a Cuba la pandilla bushiana ha recibido dos contundentes derrotas políticas en unos días. La muerte del ALCA, digan lo que digan los alabarderos de Washington en […]
Con las palizas propinadas a George II, el nazi, en Mar del Plata, y en la abrumadora votación de la Asamblea General de la ONU contra el bloqueo a Cuba la pandilla bushiana ha recibido dos contundentes derrotas políticas en unos días. La muerte del ALCA, digan lo que digan los alabarderos de Washington en un intento a posteriori por minimizar la debacle, y el repudio mundial al bloqueo son expresiones inocultables del declive de la hegemonía yanqui. El «nocaut fulminante» al ALCA que dijera Hugo Chávez, es una victoria de la lucha popular contra el neoliberalismo en el mundo, en esta ocasión representada por los argentinos, que protagonizaron un combativo desbordamiento callejero contra Bush y sus planes. También lo es de la actuación de los presidentes del MERCOSUR, destacadamente del anfitrión Néstor Kirchner; coordinados con Chávez, cuya perseverante y activa política de integración latinoamericana libre de la coyunda de Washington ha dado una importante contribución para rechazar la ofensiva colonialista del imperio.
En cuanto a la condena al bloqueo en la ONU, en esta decimocuarta ocasión 182 Estados de 191 votaron a favor de ella, la más alta obtenida hasta la fecha. La palabra bloqueo, aunque más apropiada que el eufemismo «embargo», no alcanza a definir lo que en realidad es una guerra económica genocida contra el pueblo cubano. Violatoria de varios preceptos fundamentales del derecho internacional, ha impuesto a Cuba durante casi medio siglo las más adversas condiciones, no sufridas por ningún otro país por tanto tiempo, para el desenvolvimiento de su comercio, su economía y su desarrollo social. La sistemática obsesión con que ha sido aplicada por igual por administraciones demócratas y republicanas incide de manera directa en todos los aspectos de la vida de los cubanos. El gobierno de Bush, que ha recrudecido singularmente el bloqueo, dedica ingentes recursos humanos a este fin, entre otros los del Grupo de Persecución de Activos Cubanos. Si Cuba intenta comprar algo u obtener un crédito en algún país siempre va a estar allí la mano estadunidense para tratar de impedirlo mediante la intimidación o el chantaje. El bloqueo mata pacientes por falta de medicamentos, reactivos y tecnologías médicas, impide las ventas cubanas a Estados Unidos, el turismo entre los dos países y encarece sustancialmente el comercio exterior de Cuba. Esto incluye la compra de alimentos que por una excepción a esa política la isla realiza en el país vecino al contado y con renovadas restricciones. El bloqueo, además, priva a Cuba del acceso a los organismos regionales y multilaterales de crédito.
Pero el bloqueo forma parte de una política más abarcadora basada en el terrorismo de Estado, que incluye acciones militares y paramilitares, de subversión y espionaje, la guerra biológica contra personas, animales y plantas e intentos de asesinato contra dirigentes cubanos. Los ejecutores de estas acciones viven como respetables ciudadanos en el país que se autoproclama adalid mundial de la lucha contra el terrorismo. Dos casos típicos, entre muchos otros, son los de los peligrosos terroristas internacionales Orlando Bosh y Luis Posada Carriles, autores intelectuales de la explosión en vuelo de un avión comercial cubano con 73 pasajeros y tripulantes a bordo y de muchas otras fechorías que han confesado impúdicamente a los medios de comunicación. Si Cuba ha logrado alcanzar índices de desarrollo humano comparables a los del Primer Mundo ha sido a pesar de este clima de hostilidad y gracias al heroísmo y la creatividad de sus trabajadores, profesionales, científicos e intelectuales. Sólo la unidad y la espartana resistencia de los cubanos y la solidaridad internacional han hecho posible la derrota de esta guerra no declarada por parte de la primera potencia militar de la Tierra, cuyo objetivo es la anexión de la isla y el desmantelamiento de todas sus conquistas sociales. Para impulsar ese trasnochado plan ha nombrado ya a una suerte de procónsul al estilo Paul Brenner con oficinas en Washington. Empeño que se estrellará contra la firmeza revolucionaria cubana de que son portadores los cinco jóvenes antiterroristas que permanecen injustamente encerrados en cárceles estadunidenses.
Después que se decretara el fin de los paradigmas de transformación social, la resistencia de la isla rebelde ha sido decisiva para revivir en América Latina las luchas populares y las ideas antimperialistas y socialistas.