Título: El 99%, una comunidad de resistencia Autora: Angela Davis Traducción de Lucas Antón Fuente: Sin Permiso Fecha: 24-11-2011 Cuando el 17 de septiembre irrumpió el movimiento «Ocupa… Wall Street», sucede que estaba yo reflexionando sobre mis comentarios para el inminente Congreso de la Sociedad Internacional Herbert Marcuse. Para cuando se reunió el congreso, el […]
Título: El 99%, una comunidad de resistencia
Autora: Angela Davis
Traducción de Lucas Antón
Fuente: Sin Permiso
Fecha: 24-11-2011
Cuando el 17 de septiembre irrumpió el movimiento «Ocupa… Wall Street», sucede que estaba yo reflexionando sobre mis comentarios para el inminente Congreso de la Sociedad Internacional Herbert Marcuse. Para cuando se reunió el congreso, el 26 de octubre, en la Universidad de Pensilvania, el campamento del Parque Zuccotti ya se encontraba bien asentado y campamentos similares habían aparecido en centenares de comunidades de todo el país. El día de apertura del congreso sobre Marcuse había más de trescientas tiendas en la plaza del ayuntamiento de Filadelfia.
El tema sobre el que se organizaba el congreso – «Rechazos críticos» – estaba ideado en principio para alentarnos a reflexionar sobre los distintos modos en que las teorías filosóficas de Marcuse nos impulsan por la senda de una práctica política ubicada fuera del propio dominio de la filosofía, pero sin embargo tan anclada en la filosofía como en su voluntad de transformar la sociedad.
Así, mientras nos disponíamos ciertamente a ponderar los vínculos entre las ideas filosóficas de Marcuse y sus vínculos con los movimientos de los sesenta, nos sorprendió el feliz azar de la afinidad del tema con el naciente movimiento «Ocupa…». Conforme iban llegando los ponentes a Filadelfia, expresábamos repetidamente nuestro entusiasmo por la confluencia de las ocupaciones de Wall Street y Filadelfia, que parecían aplicar de manera enérgica la pertinencia en el siglo XXI de la obra de Herbert Marcuse.
No sé si alguno de nosotros podía haber previsto que en el segundo día de congreso, el plenario de los asistentes, más de mil personas, se sentiría tan fascinado por esta coyuntura histórica que casi todos nos unimos espontáneamente a una marcha nocturna que se encaminó por las calles de Filadelfia hacia las tiendas de campaña frente al ayuntamiento.
Allí reflexioné en voz alta – con ayuda del micrófono humano [1] – sobre las diferencias entre los movimientos sociales con los que nos hemos familiarizado en las últimas décadas y esta comunidad de resistencia de nueva planta.
En el pasado, la mayoría de los movimientos han apelado a comunidades concretas – trabajadores, estudiantes, comunidad negra, latinas/latinos, mujeres, colectivos LGTB [lesbianas, gays, transexuales, bisexuales], pueblos indígenas – o han cristalizado en torno a cuestiones específicas como la guerra, el medio ambiente, los alimentos, el agua, Palestina o el complejo penitenciario industrial. Con el fin de reunir a quienes estaban vinculados a estas comunidades y movimientos, hemos tenido que comprometernos en difíciles procesos de formación de coaliciones, negociando el reconocimiento por el que se afanan comunidades y reivindicaciones.
En una configuración asombrosamente diferente, este nuevo movimiento de «Ocupa…» se imagina a si mismo como la más amplia comunidad de resistencia: el 99% frente al 1%. Es un movimiento desarrollado desde el principio contra los sectores más opulentos de la sociedad: los grandes bancos e instituciones financieras, los ejecutivos de empresa, de salarios obscenamente desproporcionados respecto a las ganancias del 99%. Me parece que una cuestión como el complejo penitenciario industrial la recoge ya implícitamente esta congregación del 99%.
Desde luego, puede argumentarse convincentemente que el 99% debería actuar con el fin de mejorar las condiciones de quienes constituyen los escalones inferiores de esta comunidad potencial de resistencia, lo que significaría trabajar a favor de quienes más han sufrido a causa de la tiranía del 1%. Existe una relación directa entre el efecto depauperador del capitalismo global y las tasas en alza de encarcelamiento en los EE. UU. El excarcelamiento y la abolición final de la reclusión penal como forma primordial de castigo pueden ayudarnos a empezar a revitalizar nuestras comunidades y apoyar la educación, la atención sanitaria, la vivienda, la esperanza, la justicia, la creatividad y la libertad.
Los activistas de «Ocupa…» y sus defensores nos han reunido como 99%. Llaman a la mayoría a levantarse contra la minoría. Las viejas minorías, en efecto, son la nueva mayoría. Hay responsabilidades de importancia ligadas a esta decisión de forjar una comunidad de resistencia así de expansiva. Decimos no a Wall Street, a los grandes bancos, a los ejecutivos de las grandes empresas que ganan millones de dólares al año. Decimos no a la deudas contraídas para poder estudiar. Estamos aprendiendo a decir no al capitalismo y al complejo penitenciario industrial. Y aunque la policía de Portland, Oakland y Nueva York se ponga en acción para sacar a los activistas de sus campamentos, decimos no a los desahucios y la violencia policial.
Los activistas de «Ocupa…» están reflexionando intensamente sobre cómo podríamos incorporar la oposición al racismo, la explotación de clases, la homofobia, la xenofobia, la discriminación de los discapacitados, la violencia contra el medio ambiente y la transfobia a la resistencia del 99%. Por supuesto, hemos de estar preparados para poner en tela de juicio la ocupación militar y la guerra. Y si nos identificamos con el 99%, habremos de aprender también a imaginar un nuevo mundo, en el que la paz no sea simplemente la ausencia de guerra sino, antes bien, una remodelación creativa de las relaciones sociales globales.
Así que la cuestión más apremiante a la que se enfrentan los activistas de «Ocupa…» es cómo labrar una unidad que respete y celebre la inmensas diferencias dentro del 99%. ¿Cómo podemos aprender el modo de aunar esfuerzos? Esto es algo que aquellos del 99% que viven en los emplazamientos de «Ocupa…» pueden enseñarnos a todos. ¿Cómo aunar esfuerzos en una unidad que no sea simplista y opresiva sino compleja y emancipatoria, reconociendo, en palabras de June Jordan que «somos nosotros aquellos a los que esperábamos»?
Nota del t. [1] El «micrófono humano» es la técnica desarrollada en los campamentos norteamericanos de «Ocupa…» que consiste en la que la multitud repite las frases de quien está en el uso de la palabra para que lleguen así hasta el último oyente, ante la prohibición por parte de la policía de usar cualquier clase de megafonía.
Angela Davis (1944), legendaria activista afroamericana de los años 60 vinculada al movimiento de derechos civiles, los Panteras Negras y el Partido Comunista norteamericano, por el que fue candidata a la vicepresidencia en los años 80, fue discípula de Herbert Marcuse en la Universidad de California, San Diego. Profesora jubilada de la Universidad de California, Santa Cruz, enseña actualmente en la de Syracuse, en el estado de Nueva York. Su trabajo teórico se ha centrado, entre otros temas, en el análisis de lo que denomina el «complejo penitenciario industrial» en los Estados Unidos.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4571
_______________________________________________________________________________________________ Título: Occupy Wall Street y el nuevo mundo feliz
Autora: Amy Goodman
Traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español
Fuente: Democracy Now!
Fecha: 18-11-11
Apenas pasada la 1 de la madrugada del martes recibimos la noticia de que la policía de la ciudad de Nueva York estaba haciendo una redada en el campamento de Occupy Wall Street. Fuimos rápidamente con el equipo de noticias de Democracy Now! hasta Zuccotti Park, ahora bautizado Plaza de la Libertad. Cientos de policías antidisturbios ya habían rodeado el área. Mientras la policía destrozaba las carpas, trabajadores de limpieza de la ciudad lanzaban las pertenencias de los manifestantes a los camiones de basura. Más allá de las barricadas, en el centro del parque, entre 200 y 300 personas se tomaban de los brazos formando una cadena humana y se negaban a ceder el espacio que habían ocupado durante casi dos meses. Fueron esposados y arrestados uno a uno.
Los pocos miembros de la prensa que logramos atravesar las barreras policiales fuimos enviados al área asignada a los periodistas, al otro lado de la calle frente al Zuccotti Park. Cuando nuestras cámaras comenzaron a grabar, estacionaron dos autobuses delante para impedirnos ver lo que sucedía del otro lado. Mis compañeros y yo logramos pasar entre los autobuses e ingresar al parque tras atravesar una montaña de carpas desarmadas, toldos y sobres de dormir. La policía casi logra impedir que los medios vean la destrucción.
Entre una pila de cosas amontonadas vimos una biblioteca destrozada. Ya dentro del parque encontré un libro en el suelo. Tenía inscripta la sigla «OWSL» de Occupy Wall Street Library, también conocida como la Biblioteca del Pueblo, una de las principales instituciones que había surgido de la dinámica democrática del movimiento. Según los últimos datos de los que se tenía registro, la biblioteca contaba con un total de 5.000 libros recibidos a través de donaciones. El que encontré entre los escombros de la democracia que estaba siendo arrojada a la basura fue «Nueva visita a un mundo feliz», de Aldous Huxley.
A medida que avanzaba la noche aumentaba la ironía de haber hallado el libro de Huxley. Lo escribió en 1958, casi 30 años después de su famosa novela distópica «Un mundo feliz». La obra original describía una sociedad del futuro donde la gente estaba estratificada entre pudientes y desposeídos. A los habitantes del «mundo feliz» se les proporcionaba placer, distracción, publicidad y drogas intoxicantes para volverlos complacientes: un mundo de perfecto consumismo donde las clases bajas hacían todo el trabajo para la élite.
«Nueva visita a un mundo feliz» fue el ensayo de Huxley en respuesta a la velocidad en que observó que la sociedad moderna se dirigía hacia ese futuro desolador. Haberme topado con ese libro no podía ser más pertinente: el campamento, que había sido motivado en gran medida por la oposición a la supremacía del comercio y la globalización, estaba siendo destruido.
Huxley escribió en su libro: «La Gran Empresa, hecha posible por el avance de la tecnología y la consiguiente ruina de la Pequeña Empresa, suele ser gobernada por el Estado, es decir, por un reducido grupo de jefes de partido y los soldados, policías y funcionarios públicos que cumplen sus órdenes. Una democracia capitalista, como la de los Estados Unidos, suele ser gobernada por lo que el profesor C. Wright Mills ha llamado la Élite del Poder». Y continúa: «Esta Élite del Poder procura directamente ocupación en sus fábricas, oficinas y comercios a varios millones de los trabajadores del país, domina a muchos millones más prestándoles dinero para la compra de lo que ella produce y, como dueña de los medios de comunicación en masa, influye en el pensar, el sentir y el obrar de virtualmente todo el mundo».
Uno de los trabajadores voluntarios de la Biblioteca del Pueblo, Stephen Boyer, estaba allí cuando allanaron el parque. Tras evitar ser arrestado y brindar primeros auxilios a sus compañeros, escribió: «Destruyeron todo lo que trajimos al parque. Nuestra hermosa biblioteca fue destruida. Nuestra colección de 5.000 libros desapareció. Nuestra carpa, que fue una donación, también fue destruida al igual que todo el esfuerzo que hicimos para levantarla».
Poco después, la oficina del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, publicó una foto de una mesa con algunos libros y afirmó que los libros fueron bien conservados. Mientras tanto, la Biblioteca del Pueblo escribía el siguiente mensaje en tweeter: «Estamos contentos de ver que algunos libros están en buen estado. Ahora bien, ¿dónde están el resto de los libros y nuestra carpa y nuestras cajas?». La carpa había sido donada a la biblioteca por la ganadora del Premio Nacional del Libro y leyenda del rock Patti Smith.
Muchos otros sitios de protesta del movimiento Occupy en otras ciudades fueron allanados recientemente. La alcaldesa de Oakland, Jean Quan, confesó a la BBC que había participado en una conferencia telefónica junto a los alcaldes de otras 18 ciudades para hablar de la situación. Otro informe de prensa observó que el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional habían asesorado a las autoridades de las ciudades.
Un juez del estado de Nueva York falló el martes a favor del desalojo y dictaminó que los manifestantes no pueden regresar al Parque Zuccotti ni con sus sobres de dormir ni con sus carpas. Tras el fallo, un abogado constitucionalista me envió un mensaje de texto que decía: «Solo recuerda: el movimiento está en las calles. Los tribunales siempre son el último recurso». O como canta Patti Smith: «El pueblo tiene el poder».
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Fuente: http://www.democracynow.org/es/blog/2011/11/17/occupy_wall_street_y_el_nuevo_mundo_feliz