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Relaciones cada vez más firmes

EE.UU. e Israel se acercan cada vez más

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Después del deliberado insulto de Israel a EE.UU. el 9 de marzo hay quien pensó que habría alguna acción por parte de Washington para dejar en claro que en el futuro sería insensato burlarse del vicepresidente de EE.UU.

¡Ni en broma! Se puede humillar al vicepresidente de EE.UU. cuando se quiera -si uno es el gobierno de Israel.

Recapitulemos lo que sucedió: En marzo el vicepresidente Biden fue a Israel, supuestamente en un intento de persuadir a israelíes y palestinos para que por lo menos comiencen a iniciar la participación en conversaciones. No tenía la menor esperanza de tener éxito, pero hizo lo que deben hacer los vicepresidentes: trató de transmitir la impresión de que el gobierno de EE.UU. toma en serio un problema internacional que no tiene la menor intención de solucionar. Y mientras estaba en Tel Aviv los israelíes anunciaron que iban a construir aún más asentamientos en tierra árabe, desafiando el derecho internacional, la decencia humana, y todo lo demás que se asocia con la conducta civilizada.

Esto no es nada nuevo -pero presenta el tema de un insulto calculado a EE.UU., porque Israel desafió una vez más una decisión del Consejo de Seguridad de que la construcción de asentamientos israelíes en tierra palestina es ilegal.

La política oficial de EE.UU. es alentar el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones de Unidas. Washington, después de todo, se refiere repetidamente a ellas cuando habla de supuestas violaciones por Corea del Norte e Irán. De modo que Dios nos libre de la idea de que el presidente de EE.UU. pueda considerar que algunas resoluciones sean menos relevantes o válidas que otras.

En su discurso ante las Naciones Unidas sobre su guerra contra Iraq, George W Bush, contó mentiras, naturalmente, pero dejó pasar una joya de sentido común. Declaró que: «Queremos que las Naciones Unidas sean efectivas, y respetuosas, y exitosas. Queremos que las resoluciones del cuerpo multilateral más importante el mundo sean implementadas.»

Evidentemente, no quería denotar lo que dijo. Pero muchos tuvimos la esperanza de que su sucesor prestaría atención a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, incluso hasta llegar a insistir en su implementación.

Después de todo, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU en septiembre pasado el señor Obama declaró que: «Las Naciones Unidas nacieron de la convicción de que los pueblos del mundo puedan vivir sus vidas, criar a sus hijos y resolver sus diferencias pacíficamente,» y que debe haber «una determinación inquebrantable de que nunca se tolerará el asesinato de hombres, mujeres y niños inocentes.» Sobre todo, en el contexto de la nación palestina, dijo que «seguimos haciendo hincapié en que Estados Unidos no acepta la legitimidad de la continuación de los asentamientos israelíes.»

Hermosas palabras. Y serían aún más hermosas si hubieran llevado a la acción.

Pero fueron sólo palabras,

El pronunciamiento del señor Obama de que «EE.UU. nunca vacilará en sus esfuerzos por defender el derecho de todos los pueblos a determinar su propio destino» no fue otra cosa que camelo oratorio. Washington no defiende a los palestinos; y sus derechos son degradados y condenados por el bárbaro Estado racista de Israel. Washington toleró «el asesinato de hombres, mujeres y niños inocentes» por Israel en Gaza en 2008-2009, y se muestra complaciente ante la continuación del bloqueo ilegal de la región por Israel.

El Consejo de Seguridad dejó en claro en la Resolución 446 que «Declara que la política y las prácticas de Israel de crear asentamientos en los territorios palestinos y otros territorios árabes ocupados desde 1967 no tienen validez legal y constituyen un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera en el Oriente Medio.»

No podía ser más claro: la construcción de casas y de centros comerciales por judíos en tierras robadas a sus propietarios árabes es contraria al Derecho Internacional. Y con absoluta certeza las acciones de Israel constituyen «un serio obstáculo» para la paz.

Pero, como informa el New York Times, sólo «Horas después que el vicepresidente Joseph R Biden prometió un apoyo inquebrantable de EE.UU. para la seguridad de Israel aquí el martes, el ministerio del interior de Israel anunció 1.600 nuevas viviendas nuevas para judíos en Jerusalén Oriental.»

¡Qué bofetada en la mejilla del vice!

A pesar de que el señor Biden dijo entonces que ese ejemplo de arrogancia sionista es «precisamente el tipo de paso que debilita la confianza que necesitamos ahora mismo,» no hubo una acción decisiva de parte de Washington. La Casa Blanca y el Congreso están aterrorizados ante la posibilidad de molestar a Israel. La secretaria de Estado Clinton se quejó de que «el anuncio de los asentamientos el mismo día en el que estaba allí el vicepresidente fue insultante,» pero no pasó nada. Su comentario fue el más leve y ligero tirón de orejas.

De modo que Israel seguirá tratando con desdeño a EE.UU. y al Consejo de Seguridad de la ONU, seguro de saber que si el Consejo discute medidas con el propósito de limitar su salvajismo racista, EE.UU. y Gran Bretaña harán todo lo posible por neutralizarlas o derrotarlas. Después de todo, ambos países se negaron a votar la Resolución 446, demostrando así su aceptación de los ilegales asentamientos de Israel.

No es de extrañar que los palestinos desconfíen de Occidente. Y no es de extrañar que fanáticos islamistas en todo el mundo puedan difundir propaganda efectiva para alistar apoyo y atacantes suicidas. No tienen que inventar historias sobre la persecución de musulmanes por judíos: las historias les son servidas en bandeja.

¿Pero por qué apoya EE.UU. con tanto entusiasmo a un país que según todos los estándares de decencia merece ser un paria internacional?

Israel tiene unas 200 armas nucleares y se niega a adherir a ningún acuerdo regulador nuclear internacional. Su intento de genocidio en Gaza en 2008-2009 y su continuo bloqueo ilegal del territorio, que causa enorme sufrimiento civil, son reconocidos como crímenes contra la humanidad. Agentes israelíes realizan asesinatos en todo el mundo. Pero la única reacción de Washington ante violaciones flagrantes de la justicia internacional es una débil aceptación.

No es que Israel haya siquiera tratado de actuar honestamente hacia EE.UU. en todos estos años. Hay que recordar que el espía israelí Jonathan Pollard sigue en la cárcel en EE.UU., y que fue visitado allí por nada menos que el actual primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, el de la bofetada en la cara de Biden.

Pollard causó un daño colosal a la seguridad de EE.UU. al vender secretos a Israel por diamantes y grandes sumas de dinero. Su delación de las capacidades de vigilancia electrónica de EE.UU. respecto a las comunicaciones de naciones extranjeras (y muchas de ellas amigas) fue de por sí un monstruoso golpe contra su país. Es un asqueroso y miserable criminal cuya conducta traicionera prácticamente sólo atrajo elogios de Israel y del sorprendentemente poderoso lobby judío en EE.UU., en el que miles de fervorosos activistas parecen considerar aceptable, incluso admirable que su propia nación pueda ser objeto de las atenciones de un redomado traidor. Pollard, en un acto sorprendente de desdeñoso descaro por parte del gobierno israelí, fue convertido en ciudadano israelí mientras se encontraba en la prisión.

Y Pollard no es el único espía judío centrado en Israel. Ha habido muchos, incluyendo a dos colaboradores de la inmoral organización AIPAC, el Comité de Asuntos Públicos EE.UU.-Israel (100.000 miembros, de los cuales miles son mega-ricos y políticamente poderosos), quienes, en un extraño proceder, fueron exculpados hace un año de acusaciones de espionaje por los extraordinarios motivos de que ante el tribunal se podría mencionar información extremadamente secreta y que por ello el juicio no debía tener lugar.

Lo absurdo de esto es que los israelíes ya conocen la información de máximo secreto, por ello no se podía causar más daño al mencionarla ante el tribunal. -Ningún daño a EE.UU., evidentemente. Pero hubiera habido mucho daño a Israel si se permitiera que estadounidenses leales normales, a diferencia de aquellos cuya lealtad ha sido generosamente bifurcada, llegaran a saber precisamente lo que se proponían los israelíes y otros. Incluso podrían llegar a formular algunas preguntas difíciles sobre por qué, exactamente, sus representantes elegidos se muestran tan determinados a defender a Israel.

AIPAC tiene a legisladores de EE.UU. en lo profundo de sus bolsillos bien forrados de dinero.

En marzo de 2010, justo después que Israel insultó a su vicepresidente y a su país, 327 de los 435 miembros de la Cámara de Representantes y 76 de 100 senadores enviaron una carta a la secretaria de Estado Clinton para «reafirmar nuestro compromiso con el inquebrantable lazo que existe entre nuestro país y el Estado de Israel y para expresarle nuestra profunda preocupación por la reciente tensión.»

Pero la secretaria de Estado Clinton y el presidente Obama ya habían dejado en claro que apoyan enteramente a Israel, no importa cuántos excesos y atrocidades sean cometidos por su gobierno y sus fuerzas armadas. Durante su aparición obligatoria ante las conferencias de AIPAC sueltan sentimientos tan acaramelados como los de Obama: «hoy hablaré de todo corazón y como verdadero amigo de Israel. Y sé que cuando visito AIPAC, estoy entre amigos. Buenos amigos. Amigos que comparten mi fuerte compromiso de asegurar que el lazo entre EE.UU. e Israel sea inquebrantable hoy, mañana y para siempre.»

El mensaje que su discurso envió al mundo y a los palestinos perseguidos en particular no podría ser más claro: no importa lo que cualquier persona pueda decir en Washington sobre la ilegalidad de que judíos roben tierra árabe y construyan asentamientos, EE.UU. no va a hacer nada para impedirlo.

En una componenda particularmente cómoda, Lee (‘Rosy’) Rosenberg, quien estuvo en el comité nacional de finanzas de la campaña electoral del presidente, y que acompañó al señor Obama en una visita a Israel cuando estaba en plena campaña electoral, acaba de ser nombrado presidente de AIPAC.

La relación entre la Casa Blanca e Israel ha sido oficialmente consolidada, de modo tan efectivo como la consolidación, apoyada por Washington, de condominios judíos ilegales en tierra árabe robada. Los palestinos seguirán siendo perseguidos y desposeídos, y sus sufrimientos llevarán a cada vez más extremistas islámicos a alzarse contra Occidente.

Cuesta imaginar que sea esto lo que quiere Washington. Pero si Israel no es controlado, y los territorios ocupados no son restituidos a sus legítimos dueños, y si Gaza sigue sometida a un bloqueo ilegal, es lo que ocurrirá. Y todos sufriremos.

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El sitio en Internet de Brian Cloughley es: www.beecluff.com

Fuente: http://www.counterpunch.org/cloughley05072010.html