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EEUU aboga por activar la vía nuclear en el 30 aniversario de Harrisburg

Fuentes: Gara

Treinta años después del accidente nuclear en la central de Three Mile Island, que detuvo la construcción de reactores en Estados Unidos, cargos electos y Administración abogan por una reactivación de la energía atómica con el fin de reducir la dependencia energética del país. Aquel accidente, causado por un error humano, ha sido la peor […]

Treinta años después del accidente nuclear en la central de Three Mile Island, que detuvo la construcción de reactores en Estados Unidos, cargos electos y Administración abogan por una reactivación de la energía atómica con el fin de reducir la dependencia energética del país. Aquel accidente, causado por un error humano, ha sido la peor catástrofe nuclear en la historia de EEUU aunque no hubo muertos.

En EEUU no se ha construido ningún reactor nuclear desde el accidente ocurrido el 28 de marzo de 1979 en la central de Harrisburg (Pensilvania), cuando se produjo una fuga del agua de refrigeración por una válvula abierta en un reactor que llevaba sólo tres meses en funcionamiento. Tres décadas después del siniestro, cargos electos y la propia Administración presionan para que se dé un resurgimiento de la energía atómica que permita al país disminuir su dependencia energética.

El accidente, que fue achacado a errores humanos, ha sido la peor catástrofe nuclear en la historia del país. El hecho de que no causara víctimas mortales y de que el informe de la comisión reguladora de las nucleares concluyera que la radiación emitida tuvo poco impacto en la salud pública está siendo utilizado como argumento para promover la reactivación de la energía nuclear.

«Tenemos una excelente ocasión de hacer reaparecer la energía nuclear en nuestro país. Debemos defender esta estrategia con determinación para lograr nuestros objetivos en términos de necesidades energéticas y obligaciones medioambientales», declaró esta semana en el Congreso el senador David Vitter.

«No se puede mover esta máquina llamada América sin el componente nuclear», añadió su colega James Inhofe, haciéndose eco de lo manifestado por el secretario de Estado de la Energía, Steven Chu, gran especialista en el calentamiento climático, quien defiende que la nuclear tenga su sitio junto a las energías solar y eólica.

Inhofe instó a acelerar la construcción de nuevos reactores y destacó los esfuerzos realizados por la industria para recuperar la confianza de los estadounidenses en esta energía.

Según el Instituto de la Energía Nuclear, para que la atómica tenga su parte en el balance energético de EEUU, el país deberá construir tres reactores cada dos años a partir de 2016.

Alrededor de 17 empresas se han ofrecido para construir 30 reactores, pero en este momento de recesión, la financiación de las obras (entre seis y ocho millones de dólares por central) necesitaría préstamos federales, cuya partida se ha visto reducida de 50.000 a 18.500 millones de dólares en el presupuesto.

Fragilidad

«He aquí un renacimiento bien frágil si nadie quiere pagar», indicó Peter Bradford, comisario responsable de energía nuclear en tiempos del accidente de Three Mile Island y ahora profesor universitario.

Pero no todo el mundo ve con buenos ojos la posible construcción de nuevos reactores, a sumar a los 104 ya existentes. «No es concebible que continuemos produciendo residuos nucleares sin saber lo que se va a hacer», señaló Steve Wing, también profesor universitario.

Después de que el presidente, Barack Obama, excluyera del presupuesto la construcción de un lugar de enterramiento de residuos en las montañas de nevada, su secretario de Energía indicó que reuniría a expertos para elaborar un plan a largo plazo.

Respecto al accidente de Harrisburg, Wing rechaza el discurso oficial que afirma que no se produjo tanta radiación como para poner en peligro la salud pública. Este profesor estudió el curso de las partículas radioactivas llevadas por el viento y el tipo de cáncer en las regiones afectadas por la fuga radioactiva de Harrisburg y descubrió una frecuencia de casos de cáncer de pulmón y de leucemia treinta veces superiores a la media. «Tengo reticencias hacia un renacimiento de lo nuclear. Hay opciones mejores», concluyó.