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El 15M en el presente

Fuentes: Diagonal

– Mrs Landingham… What’s next? (El Ala Oeste de la Casa Blanca) No puedo pensar el 15M desde un lugar distinto al que estoy habitando. Soy concejal de Ahora Madrid en el ayuntamiento. Si el 15M sigue vigente, no lo represento. Si no sigue vigente, lo estoy representando. Esta paradoja, ese camino que va de […]


– Mrs Landingham… What’s next?
(El Ala Oeste de la Casa Blanca)

No puedo pensar el 15M desde un lugar distinto al que estoy habitando. Soy concejal de Ahora Madrid en el ayuntamiento. Si el 15M sigue vigente, no lo represento. Si no sigue vigente, lo estoy representando. Esta paradoja, ese camino que va de «no nos representan» a «ya nos representan», define una de las aristas del presente (no es la única, claro). El ciclo electoral trastocó el escenario de las preguntas e introdujo una mutación en el proceso.

El «buen gobierno» produce un confort que no está a la altura de las necesidades materiales. La realidad es más vivible, es más amable, o como me dijo una señora en la Junta de Fuencarral hace poco: «Ahora, al menos, me recibís para explicarme lo que no se puede hacer». No obstante, no se puede proveer a la velocidad necesaria. No vivimos mejor hoy. No hay menos precariedad. No hay menos miseria.

¿Hemos fracasado, por tanto? Diría que no, en absoluto. El gobierno municipal en algunas ciudades importantes está empezando, lenta pero consistentemente, a generar ciertos procesos materiales y a dar la posibilidad a que se vinculen las decisiones políticas (foros locales, espacios de autogestión ciudadana, presupuestos participativos).

A escala estatal, hoy por hoy se ha conseguido detener la forma de gobernabilidad instituida, el ejemplo de la potencia y el límite de la situación es la paralización de la LOMCE, no así la posibilidad real de una nueva ley educativa.

El problema que se abre no es qué hay del 15M, sino cómo se articula su actualización a esta nueva fase política, la que se abre tras el ciclo electoral.

Creo que se empiezan a identificar signos de decepción necesarios para que haya un cierto distanciamiento del poder institucional.

Quizás hoy son decepciones preñadas de pequeñas tristezas, relacionadas con observar los límites de lo institucional, sus tiempos incomprensibles, con una impotencia ante la inevitable distancia creada.

En todo el ciclo abierto por el 15M eso que llamamos poder nunca se ha sentido amenazado ante las llamadas a su control, pero ha entrado en pánico ante la fuerza social que conseguía su desplazamiento (el ejemplo de las mareas o la PAH serian quizás los más claros).

Se abre un desafío nuevo con la posibilidad de emergencia de nuevas alegrías minoritarias con mayor capacidad de hacerse alegrías mayoritarias. Digo alegrías porque encierran el poder de las pasiones alegres para transformar el mundo.

Me refiero a un tipo de decepción menos obsesiva, más inteligente, que se relaciona con el poder institucional en términos muy pragmáticos, que lo usa para sí y abre otra cosa. No una cadena de equivalencias, sino una cadena de potencias.

La potencia del 15M es su temporalidad. La capacidad que tuvieron las plazas de romper la fragmentación del tiempo y el espacio, la capacidad de producir una continuidad y un nosotros: El 15M nos hizo irreversiblemente presentes.

La constitución material de nuestro tiempo como sociedad pasa por construir rutinas alegres que desplacen el poder del poder hacia la ciudadanía de la forma menos brusca posible. Hemos conquistado algunos territorios para que eso pase. «Una forma de revolución que permita dormir la siesta» fue como lo definió un amigo.

Hay una responsabilidad, por tanto, en quienes estamos en puestos de poder institucional para recordar dos cosas. Una, hay poder aquí (porque hay recursos y algunas normas) pero ése es todo el poder que hay aquí. Hay, además, una microfísica de poderes, de rituales, de inercias políticas, que entorpecen la producción de pequeñas alegrías desde lo institucional. Hay poder dentro, pero la belleza (y su poder) está fuera.

¿Qué queda, entonces? La certeza de que no hemos terminado y la celebración de la paradoja de no ser ni anomalía en los márgenes, ni norma en el centro, sino un proceso vivo que puede conseguir mayores niveles de autonomía social, derechos, capacidad de gestión directa por parte de la ciudadanía y que a la vez (o en relación) puede producir experimentos institucionales inéditos.

Tenemos también la certeza de que no es ni mucho menos suficiente. La certeza de que lo que hay, está en peligro.

¿Que peligra, entonces? Todo. La reacción política, económica, mediática, jurídica, tiene poder suficiente para cerrar lo abierto. El problema es enorme, porque la forma del conflicto también cambia. ¿De qué se trata hoy? ¿De seguir enfrentando ese poder reactivo a través de movilizaciones? ¿De confiarlo todo a la relación de fuerzas institucional?

Personalmente tengo la sensación de que la única forma de defender lo poco conquistado es seguir construyendo.

Guillermo Zapata, concejal de Ahora Madrid.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/movimientos/30362-15m-presente.html