Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
2006, con toda seguridad, va a ser el año en el que la vida va a devenir una realidad llena de peligros – tanto para la administración Bush como para todos nosotros. Como consecuencia de las revelaciones de una serie de espías desautorizados por la Agencia Nacional de Seguridad, estamos ya embarcados en lo que parece ser, de forma inconfundible, una crisis constitucional (que puede resistirse a estallar totalmente hasta 2007). Mientras tanto, el Presidente, el Vicepresidente, los Secretarios de Defensa y de Estado, varios funcionarios de rango inferior, los compinches designados, acólitos, consejeros legales, el resto de neocon, maestros de espionaje, estrategas, pseudo-doctores, ideólogos, miembros de grupos de presión, funcionarios del Partido Republicano y patrocinadores de congresistas, están intentando atestar el Tribuna Supremo con los defensores de una «oscura filosofía» denominada «teoría ejecutiva unitaria» acerca de poderes presidenciales libres de cualquier traba, encajándole así al país un culto virtual a la presidencia imperial.
Por otra parte, al mismo tiempo que esta administración se ha mostrado decidida a imponernos su versión de la realidad, el Presidente tiene que hacer frente a un embotellamiento de la realidad que se va apilando en los alrededores de la Casa Blanca. La pregunta es: ¿Cuánto tiempo van a seguir triunfando aún las fantasías de orden omnisciente y dominante de Bush acerca del mundo que abarcan desde la «victoria absoluta» en Iraq hasta la eliminación de los poderes constitucionales con objeto de ignorar al Congreso, los tribunales y los tratados de todo tipo, sobre las realidades del mundo, del resto de los componentes de la humanidad? ¿Seguirá o no creciendo una presidencia sin restricción alguna?
A pesar de todo, ¿quién puede predecir todo lo que puede desatarse este año en nuestro país? Las posibilidades son inmensas y pueden ir desde un desastre provocado por gas natural hasta las decisiones financieras chinas relativas al dólar, desde el terrorismo sobre el petróleo hasta la próxima serie de temibles huracanes del otoño, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria hasta la llegada de la gripe aviaria, todo eso y más es posible – pero hay una verdad, tras el 11-S, revelada con intensidad especial por el huracán Katrina que debería resultar ya un hecho manifiesto: Con todo lo que pueden llegar a cometer los altos funcionarios de esta administración, ellos y sus compinches en los diferentes cargos por toda la burocracia federal son absolutamente incapaces (y quizá les importe una higa) de dirigir un gobierno. Permítanme darle un nombre adecuado al fenómeno: FEMAtización [1]. Vds. podrían casi garantizar que van a ser incapaces de afrontar de forma razonable, eficiente o cuidadosa cualquier problema sin importancia que pueda presentarse a lo largo del año – al diablo con la compasión (para cualquiera que todavía recuerde esa etiqueta pieza de museo, «conservador compasivo», de la versión Bush del Neolítico). Por eso, expongo seguidamente cuatro de las áreas más probables de crisis en el 2006, así como tres comodines que pueden continuar en manos de la administración persiguiéndonos a todos durante el año – todo ello agregado, de una u otra forma, al tsunami político de 2006.
1. Iraq: La preferencia de Bush por la guerra (y la ocupación) le ha llenado de sombras como a un espíritu maligno desde el momento en que, el 2 de mayo de 2003 y sobre el portaviones USS Abraham, anunció «Misión Cumplida» y aseguró que habían llegado a su fin las » principales operaciones de combate». Precisamente ese día se supo por una noticia de la que no pareció enterarse nadie que se había producido una de las primeras acciones de la resistencia contra las tropas estadounidenses, resultando heridos siete soldados en Faluya en un ataque con granadas. Como si fuera un profeta del futuro o un maestro capaz de satisfacer los deseos más fantasiosos, el Presidente no estuvo nunca tan acertado como cuando, en julio de 2003, se mofó de las guerrillas iraquíes diciendo: «Tráiganmelos». Bien, desde entonces, no han parado de llevárselos.
Incapaz de enfrentarse a la realidad de la locura de su guerra de tres billones de dólares y de manejar los datos en caída libre de las encuestas sobre la gestión presidencial, la administración hizo lo único en lo que siempre ha tenido éxito -lanzar una ofensiva fantástica, no en Iraq sino aquí en el país, contra el pueblo estadounidense y especialmente en los medios. Una serie de discursos agresivos, conferencias de prensa, documentos políticos amañados por expertos y ataques a la oposición calificándoles de «derrotistas que rechazan ver que algo va bien», todo ello rodeando unas elecciones que probablemente pondrán a un régimen teocrático islámico en el poder en Iraq, inflando las cifras de los sondeos sobre la gestión presidencial y, más importante, haciendo que periodistas y expertos se retracten, maravillándose de nuevo de que, al cabo, no veamos una rendija de luz al final del túnel. (¿No estaba el Presidente, implícitamente, admitiendo de alguna forma el error de Iraq? ¿No estaba preparando secretamente su propia versión de retirada? ¿No estaban los iraquíes saliendo de la mala racha?)
Hemos sido testigos de una época extraña, con medios de comunicación clínicamente muertos, más aún que el pueblo estadounidense, y parece que los expertos nunca van a aprender. Lo más patético de todo fue, en lo que supuso una franca parodia del célebre momento en el que un grupo de antiguos consejeros de administraciones anteriores («los Hombres Sabios») se encontraron con el Presidente Lyndon Johnson y le urgieron a reconsiderar su política en Vietnam, la administración Bush reunió a 13 anteriores secretarios de estado y de defensa (incluido Robert McNamara y Melvin Laird, de la época de Vietnam) para hacerse una foto con el Presidente. También se les ofreció un show propagandístico de captación que implicó penosamente informes optimistas del Jefe del Estado Mayor General Peter Pace y del Embajador en Iraq Zalmay Khalizhad. A cambio, los 13 anteriores funcionarios, incluidos Colin Powell y Madeleine Albright, consiguieron un «intercambio» de 5-10 minutos con el Presidente o (según las matemáticas del Informe Dreyfuss) de 23 segundos de tiempo de consulta por secretario. Y se consiguió la Foto Memorable de los Hombres Sabios (y Mujeres) que captó algo del mundo Bush y de su peculiar encanto.
A pesar de lo complicada que pueda ser la situación en Iraq, aquí va una fórmula sencilla para considerar la política de la administración en el país para el año próximo. Después de cada «hito», desde el asesinato de los hijos de Sadam Husein y la captura del mismo Sadam hasta el «traspaso» de soberanía y las diversas elecciones, las cosas sólo han ido a peor. Recuérdenme por qué sería diferente esta vez. De hecho, mientras el Presidente advertía interminablemente acerca de la violencia antes de las últimas elecciones, desde entonces la violencia se ha agravado, con 28 estadounidenses y cientos de iraquíes muriendo en tan sólo un tumultuoso período de cuatro días. O, digámoslo de otro modo, cualquier gobierno que pueda formarse en la Zona Verde en Bagdad presidirá un estado fallido instalado por Bush, completamente corrupto (se han robado ya miles de millones de dólares) y perfectamente inepto, incapaz de proporcionar a su pueblo ni siquiera seguridad. De hecho, justo el otro día, dos kamikazes, vestidos con los uniformes de «oficiales de policía» y con pases de seguridad correctos, atravesaron los numerosos controles para llegar al interior del bien guardado recinto del Ministerio del Interior, donde se hicieron explotar junto con muchos policías más. El gobierno de Iraq, tal como es actualmente, ha demostrado también que es incapaz de suministrar electricidad o agua potable, o de dirigir su única industria importante, la petrolífera (supervisada por, entre otros muchos, Ahmed Chalabi), que está produciendo ahora menos barriles que en los peores momentos de la época de sanciones contra Sadam Husein. El país está inmerso en una de guerra civil de nivel bajo; sus militares, apoyados por EEUU, están compuestos de milicias rivales que se preparan para perpetrar varias formas de limpieza étnica; evidentemente, su policía está infiltrada por la resistencia; y sus dirigentes más importantes son teócratas chiítas estrechamente unidos con Irán. La misma resistencia no da la menor señal de estar perdiendo fuerza alguna.
Mientras tanto, en la patria, figuras tan dispares como el congresista John Murtha y el antiguo Consejero de Seguridad Zbigniew Brzezinski están pidiendo una retirada militar para finales de 2006 y, en el caso de Brzezinski, haciendo un llamamiento a los demócratas para que se manifiesten en contra de la guerra. («Los dirigentes demócratas deberían parar de una vez de cometer errores al mismo tiempo que ejercen la crítica. Quienes quieren llegar al poder en 2008 están especialmente poco dispuestos a afirmar claramente que poner fin pronto a la guerra es a la vez deseable y factible»).
Iraq es un campo minado para la administración Bush. Listo para explotar este año.
2. Procesos (y Tribulaciones) de Todo Tipo: Desde luego, cualquiera de las descripciones anteriores sobre Iraq podría aplicarse a la administración Bush, Al fin y al cabo, está dirigida por fundamentalistas y seguidores del culto a la personalidad presidencial, presidiendo lo que parece cada vez más un estado fallido, FEMAtizado, plagado de corrupción y en guerra consigo mismo. En 2006, Bush y sus socios se enfrentan a un cenagal de potenciales escándalos, revelaciones de corrupción y prácticas ilegales, y procesos y tribulaciones de todo tipo. Para empezar tenemos al Consejero Especial Patrick Fitzgerald, que sigue aún con el caso Plame.
Tras una breve oleada de actividad en el mes noviembre, cuando el «abogado del año» según el Nacional Law Journal de 2005 reunió a un gran jurado para escuchar nuevas evidencias, la investigación de Fitzgerald desapareció del radar de todo el mundo. Sin embargo, Fitzgerald, un carácter obstinado, se toma las cosas con calma y profundo interés. Nadie puede saber exactamente lo que hará, pero, según se informa, está preparando material sobre Karl Rove para el nuevo gran jurado. Sería razonable esperar que, más o menos en los próximos dos o tres meses, pudiera acusar en efecto al «cerebro de Bush» y, entonces, más que ralentizar su investigación, se producirá un cambio de dirección hacia aquellos que intentaron obstruir su punto de vista sobre el caso Plame. En otras palabras, si Vds. son de los que tienen un espíritu al que le gusta apostar, podrían considerar poner su dinero en la posibilidad de que la investigación del caso Plame apunte más alto aún en el interior de la administración – y Fitzgerald parece estar muy protegido en el Departamento de Justicia frente a los chanchullos de la administración.
Al mismo tiempo, incluso aunque el anterior Líder de la Mayoría de la Cámara Tom DeLay [2] (el Martillo) esté hundido y haya acabado oficialmente su intento de reconquistar su puesto de liderazgo a primeros de mes, los sectores de Texas y Washington afectados por el escándalo de corrupción DeLay van probablemente a crecer y extenderse. En Texas, el caso de blanqueo de dinero DeLay no pudo resolverse de forma privada, a pesar de su profundo deseo de que así fuera, y se está convirtiendo ahora en un escándalo sobre financiación de elecciones que afecta hasta al Comité Nacional Republicano del Congreso y vinculado al caso Abramoff. El lobbista Jack Abramoff, que fue y vino sin parar entre los representantes del Congreso (republicanos fundamentalmente) con favores y pagas extras a cambio de influencia, fue declarado culpable la semana pasada de los cargos de corrupción pública y de falsear evidencias. Ha declarado que posee material para incriminar a 60 legisladores del Congreso (así como a muchos de sus ayudantes).
La pasada semana, informaba el Washington Post, fiscales federales volvieron a «presionar al antiguo ayudante del republicano Tom DeLay (republicano por Texas) en la señal más nítida hasta la actualidad de que la investigación sobre la desbordada corrupción pública está ahora centrándose en los despachos de los dirigentes republicanos del Congreso». Aunque los fiscales de la Oficina por la Integridad Pública del Ministerio de Justicia que ajustaron las cuentas a Abramoff parecen estar razonablemente resguardados ante posibles presiones administrativas, el caso amenaza con golpear fuerte al sector republicano del Congreso, del mismo modo que el caso Plame amenaza con vaciar las esferas más altas del poder de la administración. Parece que, precisamente en este año de elecciones, se van a emprender al menos unos cuantos procesos contra una serie de legisladores. Sin embargo, al contrario que Fitzgerald, los fiscales del Estado en el caso Abramoff están supervisados por un nombramiento del tristemente célebre corrillo de Bush, Alice Fisher. Incluso un Senado controlado por los republicanos se opuso a su nombramiento, ya que no tiene experiencia como fiscal (aunque tiene algo de experiencia en el tema de los interrogatorios llevados a cabo en Guantánamo y está vinculada al equipo que lleva la defensa de Tom DeLay). Por eso, prepárense para futuros fuegos artificiales, conflictos, escándalos y multitud de filtraciones sobre este asunto.
Mientras tanto, los tribunales estarán muy ocupados. Consideren tan sólo unas cuantas posibilidades: Este año caerá sobre los tribunales la cuestión de si los pinchazos sin orden judicial de la CIA han contaminado otros casos de terrorismo, mientras los tribunales «militares» en Guantánamo han empezado a actuar de nuevo, y es probable que se abran diversos casos que tienen que ver con los límites del poder presidencial (o la ausencia de ellos), por no hablar de los cuatro casos de alteración de circunscripciones en Texas (piensen, de nuevo Tom DeLay) que el Tribunal Supremo está conforme en asumir antes de las elecciones de 2006, que podría poner cinco escaños ahora republicanos en el Congreso a disposición de quien los quiera. (Un tribunal que fue ya juzgado por las elecciones de 2000 podría tomar decisiones sorprendentes en esta ocasión.)
3. Guerra con la Burocracia: Hasta hace poco, con un Congreso sin oposición, con tribunales cada vez más situados a la derecha y unos medios intimidados, los pesos y contrapesos constitucionales tradicionales sobre las demandas de la administración de poderes y prerrogativas presidenciales masivas han perdido el combate. Sin embargo, los padres fundadores de la nación, que no hubieran podido imaginar nuestro Estado de Seguridad Nacional o la envergadura de esta presidencia imperial, tampoco tenían medios para poder imaginar que la burocracia gubernamental creciera como lo ha hecho. Por eso, ¿cómo podían haber soñado que el único peso y contrapeso importante en nuestro sistema desde el 11-S haya sido toda esta burocracia? Sectores de la misma se han visto implicados desde hace años en una guerra amarga y sombría con la administración. Ha sido una guerra sin prisioneros, como Tomdispatch escribió en los dos primeros correos de su serie sobre la Legión Caída, centrándose en las alarmantes cifras de hombres y mujeres que por ser honestos o lo suficientemente firmes en sus tareas gubernamentales se encontraron con que la única alternativa que tenían para protestar era dimitir, abandonar, jubilarse, o sencillamente tirarse por un precipicio. Esta administración ha hecho todo lo que estaba en su poder para controlar a la burocracia. Al igual que el huracán Katrina mostró la penosa actuación de una agencia federal anteriormente impresionante, FEMA, Bush y sus funcionarios han colocado en puestos directivos a sus compinches («¡Márcate un punto, estás haciendo un trabajo de la hostia!), a menudo sin otras calificaciones que las de ser leal a este Presidente, mientras trataban de reprimir o purgar a sus opositores. En la CIA, por ejemplo, justo antes de las últimas elecciones, se colocó al anterior representante Porter Goss, un halcón político de los leales, para que purgara y limpiara lo que se había convertido en una agencia de filtradores y les llamara al orden. De hecho, los funcionarios de la administración, han intervenido muy poco en una guerra contra filtradores y filtraciones. Por dar un ejemplo sencillo, los orígenes del caso Plame forman parte de un intento de altos funcionarios de castigar al anterior Embajador Joseph Wilson por revelar las mentiras de la administración sobre el inexistente programa de armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Lo que hicieron esos funcionarios con su mujer (con sus filtraciones, desde luego) significó claramente una advertencia al resto de burócratas de que seguir avanzando por ese camino significaría acabar aporreado.
Y, sin embargo, a pesar de la carnicería, como Frank Rich señaló el pasado domingo (The Wiretappers That Couldn’t Shoot Straight), el New York Times informa que finalmente la historia de la Agencia Nacional de Seguridad se basaba no en una o dos fuentes sino en «casi una docena de funcionarios actuales y anteriores». Doug Ireland expuso recientemente en su blog cómo, a pesar de los temores de posible enjuiciamiento -lo primero que hizo el Presidente ante esas revelaciones fue denunciar el «vergonzoso acto» de la filtración y el Departamento de Justicia abrió una investigación casi inmediatamente para ver quién había sido-, uno de ellos, el anterior analista de la Agencia de Seguridad Nacional, Russell Tice, hizo público su descontento. Ha aparecido ya en Democracy Now! Y en el Nightline de ABC, diciendo que está preparado para contarle al Congreso todo lo que sabe sobre los supuestos errores cometidos en esos programas por el Departamento de Defensa y la Agencia Nacional de Seguridad en los esfuerzos tras el 11-S por buscar a los terroristas». Declaró que la ANS había espiado a «millones» de estadounidenses, incluido, según se ha revelado recientemente, un grupo por la paz de Baltimore.
La guerra con la burocracia e incluso, a algunos niveles, con los militares -oficiales de alto rango, por ejemplo, filtraron claramente información fundamental al republicano Murtha antes de se retirara de la conferencia de prensa- continuará este año, probablemente en un nivel alto. La CIA ha sido también un cedazo; la Agencia Nacional de Seguridad lo será, sin lugar a dudas; al primer signo de presiones, esperen lo mismo de los funcionarios de carrera del Departamento de Justicia; y un infeliz militar ha estado ya sacando de la administración información poco amistosa sobre Iraq a diestro y siniestro. Los actos punitivos de la administración sólo van a conseguir que ese proceso siga avanzando. Cualquier señal de debilidad por parte de la administración impulsará reacciones del mismo tipo.
Los «guerreros» de la burocracia animarán, sucesivamente, otras críticas en los medios y en el Congreso. El Congreso, preocupado por las elecciones que tendrán lugar este año, es un pilar extremadamente frágil de apoyo al Presidente. Los conservadores, como Todd Gitlin señalaba en un reciente «contrapunto» en Los Angeles Times, están alienados o algo peor; ciertos senadores republicanos están enfadados por el modo en que la administración está ignorando al Congreso. Incluso algunos jueces derechistas están exteriorizándolo. Y, desde luego, existe la posibilidad de que, ante alguna reacción en cadena, el dique sencillamente reviente y tengamos una visión más próxima de la inmensidad de las ilegalidades de la administración Bush – seguro que son capaces de llegar aún más lejos de lo que podemos imaginar ahora.
4. Elecciones en 2006. El escrutinio de votos va a ser rastrero y sucio. Esto podría acabar en reyerta callejera porque, con la pérdida republicana de una cámara del congreso, el poder para investigar puede volcarse del lado demócrata ya que nos encaminamos hacia un ciclo de elecciones presidenciales.
Consideren los puntos 1 a 3 anteriores: Iraq, un desastre rodante, turbio y continuo, los representantes republicanos en el congreso y los personajes de la administración bajo proceso, los burócratas haciendo filtraciones como locos, posibles puesta a disposición de escaños en Texas, encuestas cayendo sobre popularidad presidencial – todo tiene potencial para amenazar a una administración ya desbordada por los mayores tahúres de nuestra historia y dispuestos a hacer cualquier cosa si piensan que están en peligro. Por eso, ¿qué no serían capaces hacer el presidente y sus compinches?
Los comodines que la Administración se guarda en la manga:
Reorganización judicial: Como Noah Feldman señaló recientemente en el New York Times Magazine, el auge de la presidencia imperial tiene una historia que se retrotrae a la decisión de Thomas Jefferson de concluir la Compra de Luisiana, aunque la ampliación de los «poderes de guerra» de la presidencia retroceden al menos hasta Abraham Lincoln. El Presidente tuvo poderes inimaginables por los padres fundadores, pero la administración Bush representa con todo un nuevo estadio en la anulación del sistema de pesos y contrapesos de un gobierno. La pasada semana, en un importante, aunque un tanto miope, artículo en primera plana en el Wall Street Journal («Judge Alito’s View of the Presidency: Expansive Powers»), Jess Bravin informaba sobre un discurso que Sam Alito pronunció en el año 2000 en la derechista Sociedad Federalista, en el que suscribió la «teoría ejecutiva unitaria» de la presidencia («el evangelio», la denominó) que coloca su dinero en los teóricamente poderes sin trabas del Presidente como comandante en jefe. Esta teoría ha sido impulsada por personajes de la administración que van desde el Vicepresidente y su jefe de gabinete, David Addington, hasta el anterior ayudante del fiscal general y escritor de memoranda defendiendo las torturas John Yoo [3]. Como Alito expuso en su discurso: «[La Constitución] convierte al presidente en la cabeza del ejecutivo, pero hace más que eso. El presidente no sólo tiene algunos poderes ejecutivos, sino el poder ejecutivo – el todo absoluto». Y Yoo lo expuso sin rodeos mientras se debatía recientemente la teoría ejecutiva unitaria. Respondiendo a la pregunta, «Si el presidente estima que hay que torturar a alguien, incluida la tortura de aplastar los testículos de su hijo, ¿no hay ley que pueda detenerle?», contestó: «No hay ninguna».
Evidentemente, John Roberts suscribe el mismo punto de vista acerca de los poderes presidenciales (al igual que Harriet Meirs, al menos cuando fue a ver a George Bush). En otras palabras, la administración está intentando atestar el Tribunal Supremo de jueces que garanticen, fundamentalmente, estar al lado del Presidente en cualquier confrontación importante con el congreso o los tribunales. Este es seguramente el significado real del nombramiento de Alito, en caso de que se apruebe. El «comandante en jefe» está intentando predeterminar, para cualquier crisis constitucional que pueda presentarse, qué cosas se le pueden llegar a cuestionar en caso de que su propio poder se vea amenazado.
Terrorismo: Desde el 11 de septiembre de 2001, la tarjeta del miedo al terrorismo ha sido ciertamente el arma doméstica más poderosa del arsenal de la administración. En caso de un ataque terrorista importante (o varios más pequeños) en este país, la administración Bush podría, desde luego, ser la principal beneficiaria, pero incluso eso ya no es un supuesto. La historia tiende a no repetirse del mismo modo dos veces y nadie sabe si, bajo la conmoción de tal suceso o sucesos, la situación tras el 11-S podría sencillamente repetirse o si los estadounidenses podrían llegar a sentir que esta administración les había engañado. Una guerra horrible, un gobierno pésimo, un manejo de crisis atroz y, entonces, en la única situación en la que podían haber jurado que hicieron todo lo mejor que podían hacer -proteger al país- fracasan. Y con todo, aún sigue siendo el terrorismo un as que la administración se guarda en la manga.
Estrategias estilo «Cuando la Cola Mueve al Perro o Cómo Extender una Cortina de Humo» [4]: En una crisis de poder, no hay razón para creer que los funcionarios que nos han llevado ya hasta Iraq podrían no estar deseando arriesgarse en la estrategia mencionada en el epígrafe – es decir, lanzar una operación anhelada que pudiera también distraer la atención hacia otra cosa y lugar. Los rumores y especulaciones sobre un ataque aéreo masivo sobre Irán (o sobre un «cambio de régimen» en Siria) han estado dándonos de puntapiés por todas partes al menos desde la primavera de 2005. Y, recientemente, han empezado de nuevo a circular. Ese hecho es ciertamente posible (y más aún, obviamente, si Benjamín Netanyahu resulta ganador de las elecciones israelíes en marzo), pero no conocemos si el efecto de este hecho sobre la suerte de la administración sería de signo positivo a la larga. Desde luego parece un camino hacia la locura, no sólo en Iraq sino también en los mercados del petróleo. (Si ocurre que Vd. es un devoto del barril de petróleo a 100$, va a poder realizar con rapidez su deseo).
¿Aparece en las cartas una crisis constitucional?
No es que hasta 2005 la administración Bush no hubiera cometido ya una buena sarta de errores; pero, sencillamente, gracias al 11-S, consideró que disponía de carta blanca para todo. Siempre se podría desviar la atención hacia otra parte. Siempre tenía preparadas para poner sobre la mesa las cartas del miedo y el terror. Estos días, si no se desvía la atención de la gente, probablemente no se encontraría más que desastre, corrupción, incompetencia e ilegalidad. En 2006, la administración tiene mucha menos carta blanca que la que tenía. Las cifras de las encuestas reflejan ese hecho vívidamente. Cuando se producen nuevos desastres, ya sea en Iraq o en Nueva Orleáns, cada vez es más difícil lograr que se aparten de ellos los ojos de los estadounidenses.
Permítanme ofrecer una de esas predicciones -rodeada de reservas y advertencias- sobre la que todos los escritores deberían ser cautelosos. En unas amargas y sucias elecciones a medio plazo, colmadas de «irregularidades», creo, sin embargo, posible que una cámara del Congreso, o ambas, vayan a parar a manos demócratas (a pesar de sus bajas cifras en las encuestas en estos momentos) y, entonces, esperen a que las investigaciones comiencen. Esperen también a que la administración Bush saque a relucir esa «oscura» filosofía presidencial del poder y afirme que el Congreso no tiene derecho a investigar al Presidente en su calidad de Comandante en Jefe.
Por esas razones es por lo que el nombramiento de Alito es tan crucial y por qué 2007 puede ser el año de la crisis constitucional en Estados Unidos.
Tom Engelhardt, que dirige el Nation Institute’s Tomdispatch.com («un antídoto regular ante los medios dominantes»), es co-fundador de The American Empire Project y autor de The End of Victory Cultura, una historia sobre el triunfalismo estadounidense en la Guerra Fría. Su novela, The Last Days of Publishing, acaba de aparecer en rústica.
N. de T.:
[1] FEMA: Federal Emergency Management Agency: La misión de esta Agencia es, según la administración Bush, preparar, prevenir, responder y recuperar al país ante situaciones de desastres. Forma parte del Departamento de Seguridad Nacional. El autor ofrece un símil de la situación del país con la respuesta que esta Agencia ofreció en el caso del huracán Katrina.
[2] Tom DeLay, ex líder republicano en la Cámara de Representantes, acusado de diversos fraudes, de recibir pagos confidenciales de ejecutivos de energía rusos vinculados a Abramoff; de irregularidades en el manejo del dinero de recaudaciones republicanas en Texas, donde desvió ilegalmente donaciones de empresas por valor de 190.000 millones de dólares par las campañas de republicanos congresistas en ese Estado y en el que también implantó un programa de distribución de electores que ayudó a los republicanos a ganar más escaños en el Congreso…
[3] John Yoo, antiguo colaborador de Lawrence Silberman en el Tribunal de Apelaciones de EEUU. Durante 1994-95, trabajó con el Juez del Tribunal Supremo Clarence Thomas. Sirvió como Fiscal General Adjunto en la Oficina para la Asesoría Legal del Departamento de Justicia (2001-2003), donde redactó partes esenciales de la Patriot Act, y es co-autor de un informe donde se declaran obsoletas y sin validez las Convenciones de Ginebra.
[4] El autor evoca aquí la famosa película de 1997 «Wag the Dog» o «Cortina de Humo» en su versión en español, con Dustin Hoffman y Robert de Niro, sobre un «experto» de Washington que para distraer la atención del electorado ante un escándalo sexual presidencial elabora falsamente la necesidad de una guerra.
Texto original en inglés:
www.tomdispatch.com/index.mhtml?pid=48892