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El asalto a la Seguridad Social: Una nueva campaña de mentiras

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

La Seguridad Social, el programa de la Nueva Frontera que durante 70 años ha proporcionado un  básico apoyo económico a los ancianos, discapacitados y huérfanos del país, se encuentra en grave peligro- no a causa de los niños del boom demográfico, sino  por una campaña de mentiras y rumores amenazadores que dirige el Presidente.

¿Cuál es la verdad? Que no existe crisis en la Seguridad Social. En absoluto.

No obstante, en su discurso sobre el Estado de la Unión del miércoles por la noche, el Presidente Bush  hizo de la campaña para destruir la Seguridad Social, y su promesa de seguridad para la vejez y la discapacidad, el eje central de su segundo mandato al afirmar que el sistema establecido en 1935 está abocado a la «quiebra» en el año 2042.

De la misma manera que con las armas de destrucción masiva en Irak, se trataba de una mentira deliberada. En primer lugar, incluso si esos datos fueran ciertos, lo más que podría ocurrir en 2042 sería que el fondo que se utiliza para pagar las pensiones a los trabajadores podría agotarse, pero incluso en ese supuesto los impuestos de los trabajadores seguirían cubriendo el 73 por ciento de las pensiones de los jubilados. Pero más importante todavía,  esa proyección al año  2042, de la cada vez más politizada administración de la Seguridad Social, era sólo una previsión conservadora llevada a cabo hace unos pocos años sobre la base de una poco realista estimación a la baja del crecimiento económico futuro, lo que ya ha quedado desmentido por varios años de buen comportamiento económico y, de hecho, la Congressional Budget Office (Oficina Presupuestaria del Congreso) y  una mayoría de economistas independientes afirman que el fondo de inversiones permitirá que el sistema cubra todas las prestaciones, al menos hasta 2052 y es posible que hasta 2080 y más allá de esa fecha.

Lo que no han mencionado ni el Presidente ni los críticos de la Seguridad Social de la derecha es el hecho de que en el 2045, la última de las generaciones del boom demográfico se habrán desembarazado ya de esa espiral terrorífica, al haber accedido a sus pensiones y haberse producido las enormes demandas que supondrán.

Habida cuenta de que no existe una crisis verdadera, la verdadera pregunta sin contestar es por qué el presidente, los políticos de la derecha y los  expertos, así como los  dirigentes y organizaciones  empresariales – y los medios de información – están exigiendo «reformas» para «salvar» el sistema.

La verdadera razón de esta urgencia es que ellos saben que la generación del boom demográfico,  que se acerca a la jubilación, no plantea una crisis- desde luego no para la Seguridad Social, sino para ellos y  su programa político.

Tomen nota de lo siguiente: Precisamente porque habrá cerca del doble de jubilados percibiendo sus pensiones cuando la ola de estadounidenses nacidos entre 1945 y 1960 alcance el pico más alto de jubilaciones (los primeros niños del boom empezarán a jubilarse en 2011), para entonces se habrá duplicado el número de votantes mayores, lo que será estupendo (o terrorífico, si se es político conservador o ejecutivo de una gran empresa) porque mientras los jubilados de hoy escuchaban en su tiempo a Perry Como en los políticamente remansados años 50, los jubilados de mañana serán personas que escucharon a los Beatles y a Bob Dylan y se curtieron políticamente defendiendo los derechos civiles y participando en los movimientos pacifistas de los 60 y los 70.

Dentro de pocos años, podremos ver  un enorme lobby de personas mayores, sin precedentes, que sabe cómo organizarse políticamente, que conoce cómo tomar las calles, y que han demostrado su capacidad de luchar duramente cuando sus intereses están en juego( ¿recuerdan aquellas luchas por el voto y contra el servicio militar obligatorio y la guerra en Indochina?). Y cuando se encuentren cercanos a la jubilación, ese poderoso bloque de votantes considerará la Seguridad Social y el Servicio de Salud su principal preocupación política. Si no tocar la Seguridad Social constituye ya el «tercer raíl» de la política electoral, en pocos años, se convertirá en un cóctel Molotov  que puede hacer saltar por los aires el status quo político.

Las grandes corporaciones estadounidense lo saben. La gente de los consejos de administración y los laboratorios de ideas no están preocupados por el 2042: no piensan a tan largo plazo (Si lo hicieran no serían tan arrogantes con la destrucción medioambiental  ni con el calentamiento global). Por lo que están preocupados es por el 2011, porque esa revolución de los pensionistas está a la vuelta de la esquina.

Saben que hoy, los mayores y las personas de más de 65 años, como poderoso bloque electoral, representan sólo el 17 por ciento de la población en edad de votar del país, mientras que en 2025, cuando el grueso de la generación del boom se encuentre entre los 65-80 años, los jubilados supondrán el 25 por ciento del censo electoral, y habrán aumentado relativamente en un 45 por ciento su fuerza electoral. Si se suma a quienes para entonces se encuentren comprendidos entre los 55-64 años- en una suposición bastante razonable ya que cuando la gente llega a los 55 empieza a pensar en su jubilación- y tiendan a votar de acuerdo con los intereses de los jubilados actuales- los ancianos y cercanos a la vejez constituirán entonces en conjunto el 40 por ciento del electorado, lo que supone un incremento del 28,5 por ciento sobre lo que representaba este grupo en 2000.

Pero más aún, mientras la derecha habla amenazadoramente de un conflicto generacional entre los viejos jubilados que perciben pensiones y los jóvenes  trabajadores que pagan los impuestos para sufragarlas, lo cierto es que esos jubilados serán los padres de la mayoría de los trabajadores (no todo el mundo tiene hijos pero ¡todos los hijos tienen padres!). Y ¿cuánta gente se quejaría de las percepciones de la Seguridad Social de sus padres, o querría de verdad hacerse cargo personalmente de la salud de su ancianos padres y de su economía? Existe, de verdad, un considerable apoyo, incluso entre los trabajadores más jóvenes, a un sistema generoso y seguro de pensiones, porque la gente no vota sólo por sus propios intereses sino que lo hace también por los de sus padres y abuelos.

Esa es la razón de que cada vez se presenten de forma más alarmista los intentos de acabar con la Seguridad Social antes de que la generación del boom demográfico tome conciencia de dónde se encuentran sus verdaderos intereses políticos. Los que se oponen a la Seguridad Social saben que si el proyecto se lleva a cabo antes de que se convierta en un asunto fundamental para la gente del boom, después sería mucho más difícil restablecerla.

La derecha no tiene, ciertamente, mucho tiempo para llevar a cabo sus propósitos. Parece, de acuerdo con las gentes que se ocupan de la planificación en  la Asociación de Jubilados Estadounidenses (American Association of Retired People ), que ofrece que se  integren en ella las personas que tienen alrededor de 50 años,  que cualquiera que se encuentre a mitad de la década de los 50 comienza a pensar seriamente en la jubilación. Los más viejos de la generación del boom se encuentran hoy en ese momento crucial.

Cuando la gente de esa generación empieza a plantearse  su jubilación, el cuadro que se les ofrece no es muy placentero. El valor de la propiedad – donde muchos pusieron su fe y sus ahorros- se ha estancado, no sube y, tras el asunto de Enron, los 401 millones en pensiones con los que la clase media estaba tan entusiasmada hace pocos años, han quedado reducidos a agua. Mientras tanto, las empresas rebajan gradualmente sus programas de pensiones tan rápido como pueden, eliminando los planes de pensiones de rendimiento fijo basados en fórmulas establecidas y cambiándolos por planes que dependen de las contribuciones de sus empleados y del rendimiento de su cartera de valores- incluso en aquellas inversiones hechas con las contribuciones de los trabajadores que han ido languideciendo o perdido valor (en el caso de que no hayan sido robadas como ocurrió con Enron).

¿Qué es lo que queda? La Seguridad Social y el Servicio de Salud. Habida cuenta de la penosa situación de la red privada de seguros, no es arriesgado aventurar que no pasará mucho tiempo antes de que se surja un movimiento entre los nuevos ancianos y los que se les van a unir pronto no para «rescatar» la Seguridad Social sino para transformarla de forma radical para convertirla en un verdadero programa de jubilaciones.

El lobby de los mayores de mañana no se sentirá constreñido por la legislación actual, que hace que los trabajadores paguen la mitad de los gastos (¡después de todo estamos hablando de sus propios hijos!). Así que podemos esperar que se imponga una mayor carga fiscal a los empresarios, y también  esperamos que futuros Congresos se apresuren a aprobar reformas que cambien el límite para los ingresos que cotizan a la Seguridad Social (Y aquí hay algo que el presidente no ha dicho al pueblo: si el tope de ingresos sujetos a cotización de la Seguridad Social, en la actualidad establecido en  90.000 $, se eliminara, de forma que todos los ingresos estuvieran sometidos a cotización, no habría déficit financiero alguno- ni en 2042, ni en 2075 ni nunca). También sería deseable que las pensiones privadas fueran totalmente reembolsables, de forma que los empresarios no pudieran meterse en el bolsillo años de contribuciones cada vez que despiden a un trabajador antes de haber llegado a la fecha de jubilación. De la misma manera, es probable que podamos llegar a ver a que pone en marcha un movimiento para convertir un mezquino seguro médico estatal (Medicare), que sólo cubre escasamente a los ancianos y minusválidos, en un programa completo nacional que cubra a todo el mundo.

Todo ello resulta un panorama aterrador para los empresarios y para la derecha, y por ello Bush está presionando para hundir ahora el sistema. Si el presidente fuera al Congreso para anunciar que el sistema bancario estaba gravemente amenazado, y que el
FDIC (Consorcio Federal de Seguros) no podría realmente garantizar los seguros de la gente, provocaría una desbandada para retirar el dinero de los bancos que acabaría con el sistema bancario, lo que produciría, probablemente, el procesamiento del Presidente. Y sin embargo, eso es exactamente lo que sus horribles advertencias de bancarrota de la Seguridad Social en 2042 están tratando de hacer: causar una hecatombe política del sistema.

La «solución» que propone el Presidente- cuentas privadas para los trabajadores más jóvenes- no es sino la clásica estrategia del «divide y vencerás». No soluciona el problema a largo plazo, y en mayor medida empeoraría la situación al retirar las contribuciones que habrían de ayudar a crear reservas para la Seguridad Social. Lo que se haría  es dejar que los trabajadores mayores permanezcan en el sistema actual, y separar a los más jóvenes con la promesa de un dinero fácil y menos impuestos. Después, cuando hubiera menos gente dependiendo de las jubilaciones clásicas, resultaría políticamente más sencillo  para un futuro Congreso cortar  a continuación con esas pensiones, aprovechando el que los trabajadores jóvenes con sus «ahorros» privados se sentirían menos afectados.

Ha llegado el momento de enfrentarse al ataque del Presidente en lo que realmente significa: el intento de destruir el legado más duradero de la Nueva Frontera.

3 de febrero de 2005
* Dave Lindforff, es autor de Killing Time: an Investigation into the Death Row Case of Mumia Abu-Jamal. (Tiempos de matanzas: el escándalo de la muerte de Mumia Abu-Jamal). Common Courage Press ha publicado su nuevo libro con las columnas que escribe para Conterpunch, «This Can’t be Happening!» (¡No puede estar sucediendo esto!). Es posible obtener mayor información sobre ambos libros y otros trabajos de Lindorff en  www.thiscantbehappening.net