El antiguo presidente de los españoles es hombre de palabra. Cuando estaba en el cenit de su gloria, posando con Blair y Bush cara al sol de las Azores, y era el más belicoso partidario de una invasión ilegal ( como todas las invasiones) de Irak; mareado tal vez por el viento enajenador del atlántico, […]
El antiguo presidente de los españoles es hombre de palabra. Cuando estaba en el cenit de su gloria, posando con Blair y Bush cara al sol de las Azores, y era el más belicoso partidario de una invasión ilegal ( como todas las invasiones) de Irak; mareado tal vez por el viento enajenador del atlántico, ofreció su mostacho al presidente yanqui para que le sirviera de apoyo en los momentos difíciles que se le avecinaban: «siempre tendrás un bigote a tu lado», le dijo.
El bigote de Aznar puede engañar a cualquiera, y con semejante colchón, el jefe de la Casa Blanca se lanzó a ciegas en una guerra que todo el mundo veía perdida de antemano, y en la que sus tropas cometen toda clase de atrocidades.
A Bush le va tan mal por haberse fiado de unos bigotes que no le sirven para nada. La prueba es que en cuanto se dio cuenta del desastre en que se metía, prefirió agarrarse a los siempre pulcros y afeitados rostros de Blair y Berlusconi, que no tienen por donde cogerse.
Ahora, por haberse fiado de los bigotes aznarianos, las organizaciones internacionales condenan a Bush por las torturas en Abu Ghraib, por lo mismo en Guantánamo, la detención y proceso de los Cinco cubanos, la protección a Posada Carriles y, para colmo, como a todo perro sarnoso le asaltan las pulgas, se le solivianta Irán con todas sus consecuencias y Dick Cheney le sale peor cazador que Fraga en el Pardo.
El ofrecimiento de Aznar tiene sus raíces etimológias : En su origen, la palabra bigote significaba «el que jura y blasfema». En la Edad media los normandos invadieron -con muchas barbas y bigotes- a varios países de Europa, y juraban «Bi got» (por Dios) que lo seguirían haciendo. Es ésta una expresión precursora de la actual inglesa «by Good». Otros creen que «bigote» llegó al español bajo el imperio de Carlos I (y V de Alemania) con el fuerte contingente germánico que por entonces entró en la Península. Sin embargo, Carlos I gobernó a base de bigotes el Imperio donde nunca se ponía el sol a comienzos del siglo XVI; aunque la palabra («bigote») figuraba ya en el Diccionario latino-castellano de Nebrija de 1495.
Esta misma exclamación (bi got) dio origen en inglés a otra acepción de sentido totalmente diferente: se aplicó primero a los fanáticos religiosos y después a los fanáticos racistas, por lo cual vemos que la mullida pilosidad supralabial de Aznar corresponde perfectamente a su temperamento. Está, sin embargo, anticuado, pues los racistas y violentos de hoy, los Skinheads, suelen ser lampiños, desbigotizados y cabezas rapadas.
Pero José Maria Aznar no aprende. El ex presidente se autoproclama «salvador de América Latina » frente a lo que denomina «marea populista» que se extiende por el sur del continente. No se sabe con qué carabelas va a desembarcar ni en qué Guanahaní, si en Cuba, Haití o Venezuela, aunque en cualquiera de los tres países le resultaría más difícil que a Méndez Núñez ( otro gran peludo) en Callao.
Lo más significativo es que Aznar hizo esta declaración a un diario chileno después de haber visitado en Washington a su amigo Bush.
Les expertos aseguran que sus palabras están dictadas por su amo tejano, el cual, en vista de que no fue capaz de frenar ninguno de los procesos liberadores de América Latina, se acuerda de la promesa que le hiciera el español.
No me voy a convertir ya también en bigote de Bush, pero lo veo tan desconcertado que le aconsejaría, si quiere oponerse a la progresión del antiliberalismo en América Latina, que escuche más bien los consejos de Felipe González. Tanto en lo que se refiere a Cuba, a Venezuela y a Bolivia, por ahí se andan los dos antiguos primeros ministros, aunque el socialista todavía puede dar el pego, y el bigote de Aznar ya pasó de moda.