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El carrito de la compra: otro arma cargada de futuro

Fuentes: Rebelión

Es evidente que el presidente del gobierno no es el único responsable político que está completamente perdido. La confusión entre sus ministros sólo es superada por la empanada mental del portavoz gubernamental. Alfonso Alonso amonestó hace un par de días a Sánchez Gordillo y los que le apoyan, a quienes lanzó unas palabras de las […]

Es evidente que el presidente del gobierno no es el único responsable político que está completamente perdido. La confusión entre sus ministros sólo es superada por la empanada mental del portavoz gubernamental.

Alfonso Alonso amonestó hace un par de días a Sánchez Gordillo y los que le apoyan, a quienes lanzó unas palabras de las que se arrepentirá toda su vida en cuanto recupere el juicio. Calificó las acciones llevadas a cabo en los supermercados de actos delictivos, intentó asustar con que «causan un perjuicio serio a la imagen de España en el exterior» y se lució recordando que un cargo público está obligado a una cierta ejemplaridad.

No hace falta ser doctor eximio para entender que si el gobernante se comporta mal, el pueblo -de quien dimana el poder- tiene el derecho de retomarlo de aquél. Tan escolásticamente han actuado los sindicalistas del SAT que, con suma prudencia, no han pedido la cabeza de Rajoy, ni siquiera la de su portavoz, ni han confiscado en nombre del pueblo harto -no de comida sino de injusticia- el supermercado entero, demandas todas tan justas como santas, sino que con la aprehensión de un par de humildes carritos de artículos alimenticios se han limitado a llamar la atención del gobernante -y la adormecida y temblorosa clase política, sindical e intelectual- acerca de una cuestión básica que el PP desprecia a costa de su propia seguridad y del ridículo internacional que aparentemente quiere proteger.

Algo tan sencillo de entender: que el poder pertenece a la comunidad en su conjunto; algo tan sencillo de verificar: que si el delegado de la comunidad para gobernar no lo ejerce como es debido, ésta tiene todo el derecho de retomarlo, primero con manifestaciones pacíficas, luego con acciones directas, actos de resistencia, rebeldía y así progresivamente; algo tan sencillo de prever: que si el mal gobernante persiste en su proceder e incluso se atreve a reprimir a la comunidad, la violencia ejercida «legalmente» tiene como respuesta otra legítima en defensa propia, es algo que escapa a la perspicacia del gobierno y el partido del PP en pleno.

Es ocioso describir el lodazal en que el Estado español se ha convertido con el PP y el PSOE y los apoyos de partidos menores. Resultaría más interesante reflexionar sobre el sopor que ha inmovilizado a los más perjudicados durante los últimos largos años, aunque de momento falta por ver cómo será el despertar, si es que se produce, lo cual más que una aspiración política es principalmente una cuestión de recuperar la humanidad en el sentido de dignidad, benignidad, compasión, decencia.

El PP espera que se produzca un milagro político mediante su «mayoría» parlamentaria, los telefonazos de Obama y la represión de Fernández Díaz y Gallardón. El PSOE espera otro: que la fruta madura caiga pronto en Ferraz. Ninguno va a ser suficientemente potente para superar la crisis económica porque no son medidas económicas -por lo demás inútiles, como se han cansado de demostrar economistas (Navarro, Garzón, Torres, Montero y otros)- lo que se necesita.

Hacen falta medidas sociales y políticas, vale decir morales, para salir del marasmo general, en particular una nueva Constitución, impulsadas desde abajo, desde la base social, lo más amplia posible. Vale cualquier acción que ese encamine correctamente a ese fin constituyente. Lo de los carritos es solamente una idea, muy poética, hacen falta más, multiplicarlas, extenderlas y persistir en ellas.

Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.