Ni tela para las mortajas, ni cemento para las tumbas. El cerco israelí sobre la ocupada Franja de Gaza no respeta ni a los muertos. Mientras tanto, apenas permite para los vivos la entrada con cuentagotas de seis tipos de alimentos en un territorio que ha declarado «enemigo». «No hay paños para cubrirlos ni cemento […]
Ni tela para las mortajas, ni cemento para las tumbas. El cerco israelí sobre la ocupada Franja de Gaza no respeta ni a los muertos. Mientras tanto, apenas permite para los vivos la entrada con cuentagotas de seis tipos de alimentos en un territorio que ha declarado «enemigo».
«No hay paños para cubrirlos ni cemento para sus tumbas, los fallecidos ya no pueden ser envueltos en sudarios ni reposar tranquilos», explica el enterrador Ahmed el-Nuno.
Israel mantiene cerrados la mayoría de los pasos fronterizos con Gaza desde que Hamas expulsó a al-Fatah el pasado junio, pero permite como excepción a un número cada vez menor de camiones introducir unos pocos alimentos y material humanitario, según la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.
Sin embargo, de textiles y materiales de construcción, nada. Aglomeraciones como Jan Yunis, Rafah o la ciudad de Gaza, donde todas las obras han sido paralizadas, son una colección de edificios a medias coronados por el acero desnudo del cemento armado.
Esta escasez de cemento y de tela en la franja ha obligado a sus habitantes a establecer prioridades, dejando los cadáveres al descubierto o apenas disimulados por una lámina de hojalata, pues hay carestía de piedras.
«Hasta los muertos sufren la ocupación israelí. A consecuencia del dañino cerco nos faltan provisiones básicas», denuncia el ministro de Waqf (bienes islámicos inalienables) del Gobierno de Gaza, Yusif Al-Mansi.
El remanente de cemento destinado a las sepulturas se ha desviado a otras actividades, mientras que la poca tela que quedaba en la región costera de la Franja se empleó para vestir al medio millón de niños para la fiesta del fin del Ramadan.
Son las últimas y llamativas consecuencias de la política del Gobierno de Ehud Olmert de aislar al millón y medio de residentes en Gaza desde que Hamas se hiciera con el poder.
Israel, que amenaza con cortar el suministro de electricidad y combustible a la Franja, defiende su derecho a controlar sus fronteras y tomar medidas de represalia contra un espacio gestionado por un movimiento hostil y origen de los ataques con cohetes artesanales contra su territorio por milicianos palestinos.
En cambio, palestinos y ONG coinciden en que Israel no puede desentenderse de la suerte de los residentes de Gaza porque, según el derecho internacional, sigue ocupando ese territorio y, por tanto, es responsable de su población. Argumentan que, pese a retirar en 2005 a sus colonos y soldados, Israel controla los espacios aéreo, terrestre y marítimo de Gaza, donde su Ejército penetra casi a diario.
Esta situación ha llevado al 80% de su población a depender de la ayuda humanitaria y a que sus hogares sean, de media, más pobres que los de Ruanda.
Los colonos israelíes han incrementado, con permisividad del Ejército, su violencia contra los palestinos de Hebrón desde la creación, hace siete meses, de una nueva colonia en esa ciudad cisjordana, según denunciaron dos grupos humanitarios.