El medio oeste estadounidense se ha convertido en el escenario de una movilización de trabajadores sin precedentes -decenas de miles de empleados públicos y privados, estudiantes, bomberos, policías, jóvenes y amas de casa salieron a enfrentar un plan de recortes y ataques contra los sindicatos lanzado por el gobernador republicano del Estado. Los manifestantes ocuparon […]
El medio oeste estadounidense se ha convertido en el escenario de una movilización de trabajadores sin precedentes -decenas de miles de empleados públicos y privados, estudiantes, bomberos, policías, jóvenes y amas de casa salieron a enfrentar un plan de recortes y ataques contra los sindicatos lanzado por el gobernador republicano del Estado. Los manifestantes ocuparon el Capitolio durante más de dos semanas. Los senadores demócratas, bajo la presión popular, se negaron a dar quórum para votar el proyecto de ley de ajuste y se refugiaron en el vecino Estado de Illinois, dado que las leyes de Wisconsin autorizan a la policía a llevar por la fuerza a los legisladores al recinto. La «batalla de Wisconsin» se ha colocado en el centro de la escena de la política estadounidense: proyectos de ajuste similares se debaten en otros Estados como Indiana, Michigan y Ohio, donde también se desarrolla una resistencia sindical. El sábado 26 se realizaron manifestaciones solidarias en todo el país. Esto ocurre en la «América Profunda» -el medio oeste anglosajón y blanco. Hace tres años, una gran parte del país fue paralizado por una huelga general convocada por la comunidad latina. Otra cosa: los manifestantes corean consignas que emparentan sus movilizaciones con las revoluciones en los países árabes. Claro, tienen en común su raíz: la bancarrota capitalista internacional, incluidos los Estados y sus recursos fiscales.
El proyecto de ley presentado por el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, liquida la negociación colectiva (paritaria) de los empleados públicos en temas referidos a jubilaciones y otros beneficios sociales, así como en el terreno salarial reduce la posibilidad de aumentos a una cifra no mayor de la inflación informada por el gobierno: o sea que anula la posibilidad de cualquier aumento en el salario real -a menos que sea aprobado en un referéndum por una mayoría de votantes. Además, autoriza a que se dejen de pagar las cuotas sindicales y que la afiliación al sindicato sea renovada anualmente. También establece que los empleados públicos realicen un aporte mayor para sus planes de pensión y seguros de salud. Se trata de un ataque brutal.
Estados y municipios en quiebra
Los gobernadores justifican los planes de ajuste por la bancarrota en la que se encuentran tanto los Estados como los municipios. «En conjunto, los cincuenta Estados de EE.UU. enfrentan déficit presupuestarios por 125.000 millones de dólares para el próximo año», destaca The Economist (24/2). «Aún peor, los Estados, condados, municipalidades y distritos escolares enfrentan pasivos previsionales no financiados de entre 700.000 millones y 3 billones de dólares, según lo pesimista que sea el cálculo». Un reporte indica que esta quiebra previsional se debe en gran medida al crac bursátil de 2007-2009, que esfumó el aporte de millones de futuros jubilados yanquis, ya que se invirtieron en la Bolsa o en títulos públicos. Wisconsin acusa un pasivo de 3.000 millones y medio de dólares, pero el ajuste sólo reduce 30 millones de dólares en beneficios a los trabajadores. Para colmo, Walker pretende reducir impuestos a las grandes corporaciones. La dirigencia sindical, vinculada a los demócratas, se manifestó incluso de acuerdo con aceptar los recortes y reducciones salariales, siempre y cuando se mantuviera el derecho a la negociación colectiva. Un senador republicano propuso una «suspensión» de las negociaciones paritarias por dos años, cosa que los sindicatos y los demócratas también aceptaron. Pero el gobernador se ha negado, por el momento, a ceder.
No es (sólo) la economía, estúpido
Lo que está en juego va más allá del equilibrio de las cuentas del Estado. «Si los planes de Walker prosperan, otros Estados pretenden seguir sus pasos» (Wall Street Journal, 18/2). Por otra parte, «varios demócratas también se han sumado, entre ellos Andrew Cuomo, de Nueva York, y Jerry Brown, de California» (The Economist, 24/2) y también el recientemente electo alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, amigo y ex asesor de Obama. Cuando el gobernador Walker pretendía hacer votar la ley en el Capitolio de Wisconsin, miles y miles de empleados públicos salieron a la calle. Las escuelas de la capital debieron cerrar porque los maestros, de a miles, se reportaron como enfermos para sumarse a las protestas. Los bomberos y la policía, aunque excluidos por Walker de la medida de ajuste, se sumaron en primera fila a las manifestaciones. Ante la inminencia de la sanción de la ley, los manifestantes entraron en el Capitolio y se quedaron allí, ocupando el edificio, donde permanecen desde hace dos semanas. Fue la virtual huelga docente y la toma del Capitolio lo que obligó a los demócratas a retirar el quórum y abandonar el Estado, y no al revés.
«Kill the bill» (Abajo el proyecto de ley)
Desde mediados de febrero, la situación se mantiene en una suerte de equilibrio inestable: el Capitolio continúa ocupado, con la policía y los bomberos confraternizando con los manifestantes; mientras tanto, el Senado sigue sin quórum. Sólo los demócratas y la dirigencia sindical ofrecen concesiones: han admitido los recortes e incluso una suspensión de las paritarias por dos años, pero Walker no quiere dar el brazo a torcer. Amenazó con miles de despidos e incluso con convocar a la Guardia Nacional para reprimir a los trabajadores, algo que no sucede desde 1934.
La lucha de Wisconsin ha generado un extraordinario movimiento de solidaridad y movilización obrera en todo el país con reuniones, actos solidarios y recolección de fondos para apoyar a los ocupantes del Capitolio que se extienden en todas partes. La cuestión de la defensa de las paritarias y el derecho a organizarse sindicalmente se han convertido en temas de debate nacional. No es sólo solidaridad: en Ohio, miles de manifestantes salieron a la calle contra el plan de ajuste impulsado por el gobernador de ese Estado, que propone liquidar las negociaciones colectivas de los empleados públicos y permitir la contratación de trabajadores nuevos (rompehuelgas) durante un eventual paro. También hay movilizaciones en Indiana, donde se presentaron proyectos que incluyen un plan que habilitaría a los trabajadores del sector privado a «elegir» no estar en ningún sindicato. El sábado 26 se realizaron manifestaciones obreras simultáneas en todo Estados Unidos en solidaridad con la lucha de Wisconsin: en Madison, a pesar de la nieve, se sumaron más de 70.000 personas en la manifestación más importante desde la guerra de Vietnam. Además hubo decenas de miles en todas las principales ciudades del país. La masividad de la manifestación del 26 dio un nuevo impulso a la toma del Capitolio de Madison: el domingo 27 fracasó el intento del gobierno de desalojar el edificio cuando centenares de policías estatales se solidarizaron con los ocupantes. La ocupación continúa más fuerte que antes.
En Estados Unidos se está procesando un vuelco en la conciencia de millones de trabajadores, el New York Times llegó a preguntarse si no será Wisconsin «el Túnez de la clase trabajadora de Estados Unidos». Como decía la consigna de uno de los manifestantes del 26: «Gracias gobernador Walker por despertar a un gigante: la clase obrera estadounidense».
Nota publicada en Prensa Obrera 1166 (Argentina)
rCR