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Entrevista a Ilan Pappé

«El día después del genocidio debe ser el de la justicia para los palestinos»

Fuentes: Naiz

Profesor de Historia en la Universidad de Exeter, tras ejercer en Haifa, Ilan Pappé (Haifa, 1954) es autor de numerosos libros sobre Palestina y el conflicto palestino-israelí. Forma parte de Nuevos Historiadores judíos que en los 80 plantearon una visión alternativa al Estado sionista.

¿Cómo describiría la situación actual en Palestina?

Este es probablemente el peor momento de la historia de la Palestina moderna. Y mira que Palestina ha conocido momentos muy malos, como la Nakba de 1948, la ocupación de 1967, las violaciones diarias de los derechos humanos y civiles, las masacres de Líbano, el cerco de Gaza entre los años 2007 y 2023.

Pero creo que nada es comparable a la situación de los últimos 22 meses. Creo que debemos centrarnos en el genocidio en todos los ámbitos, desde las entrevistas, conferencias y reuniones hasta la vida diaria. Sabemos lo que podemos y debemos hacer, y que deberíamos continuar haciéndolo, porque los palestinos no pueden permitirse nuestra desesperanza. Y por ellos necesitamos seguir haciendo lo que estamos haciendo, redoblando nuestros esfuerzos.

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Pero en algún momento tendrá que acabar el genocidio.

Sí, pero el genocidio no va a acabarse cuando cesen las acciones del Ejército israelí. Desviarán la atención de amplios sectores de la sociedad, que asumirán que la situación ha sido resuelta. Esto es lo que los implicados en lo que obscenamente se denomina el proceso de paz llamarán el día después, usando el viejo lenguaje de paz, el tipo de lenguaje que se usaba antes del 7 de octubre del 2023 y que, en cierta manera, contribuyó a lo que ocurrió aquel día y desde entonces. Por lo tanto, es muy importante que nos comprometamos a crear un vocabulario para el día después, un lenguaje que sea apropiado y refleje la realidad.

¿A qué se refiere con lenguaje apropiado?

Es pensar en el mejor antídoto para el día después, como lo denominan en los medios, porque ese será el día para pensar en la justicia transicional como la única forma de progresar. No hay que hablar de paz o reconciliación en ese momento, sino de justicia transicional, que en los términos más simples incluye el derecho de retorno de los refugiados, la redistribución de la tierra, y los recursos naturales, cuestiones como los asentamientos que se han construido en Cisjordania.

Es fácil solucionar la cuestión de las pequeñas colonias, pero ¿qué haces con las pequeñas ciudades pobladas por colonos? Todo eso debe de ser estudiado, el tema de las cuestiones prácticas en torno al derecho al retorno, el proceso de descolonización en sí mismo, pero también la realidad posterior en Israel-Palestina.

No hablemos de «la única democracia en Oriente Medio», hablemos de un Estado colonialista de apartheid, no hablemos de reconciliación a día de hoy, hablamos de descolonización, no hablemos de Palestina como ciertos puntos A, B y C en un mapa, sino que hablemos de los palestinos como los residentes de Gaza y Cisjordania. Esto es esencial a la hora de acabar con el colonialismo sionista en el futuro.

¿Qué opina de los llamados procesos de paz del pasado?

Desde la llegada del sionismo a Palestina, todos los procesos de paz tienen un elemento común: la premisa de no preguntar a los palestinos qué quieren. La de preguntar siempre a los israelíes qué es lo que quieren y tratar de vendérselo a los palestinos. Esa fue la realidad en Oslo y lo mismo ha ocurrido en los esfuerzos por lograr la paz tras Oslo y desde la famosa declaración de Balfour. Tenemos que insistir en que los palestinos se sienten al volante: ellos son los que nos deben dar su visión de futuro, cómo ven a los 8 millones de judíos que viven en Israel: tan solo el movimiento nacional palestino, independientemente de cómo lo definas o entiendas, puede hacerlo, porque es un error el acercarse al ‘supermercado europeo de ideas’ y pensar que ahí podemos encontrar la solución.

No es históricamente viable decir que se elegirá un periodo anterior al colonialismo y al sionismo, y será reconstruido. Esa no es una propuesta seria. Pero puede ser inspirado en ello por el hecho de que en Palestina cristianos, musulmanes y judíos vivían juntos en los mismos pueblos y calles. Inspirado por el hecho de la cultura que se producía ya por el año 1750 en ciudades de todo el Oriente medio, del Mediterráneo Este, en El Cairo, Bagdad, Jaffa y Beirut.

Pero la sociedad israelí parece inamovible…

La historia de otros conflictos nos enseña que se tienen que dar las circunstancias adecuadas para que una situación que se antojaba inamovible y permanente de repente se venga abajo. Ocurrió en la guerra del Vietnam, o con el régimen del apartheid en Sudáfrica y otros lugares donde los regímenes se desintegraron y colapsaron. El proceso estaba in situ, pero la mayoría de la gente no se percató de su existencia hasta que implosionaron. Fueron procesos muy rápidos cuando se dieron. Cuando el régimen colapsa y el Estado se desintegra, pero no hay nada que ocupe el espacio, se produce el caos. Un caos que puede dar lugar a largos periodos de violencia. Hemos conocido casos en Libia, Yemen, Siria, Irak… Hay que estar preparado para llenar el vacío de ideas, con visión e imaginación, de manera que se transforme lo caído en algo mucho mejor.

¿Y si hablamos del caso de Palestina?

La primera parte del proceso supondría la implosión de Israel: la idea del judaísmo como nacionalismo no está funcionando. Para explicarlo de manera simple, es básicamente una guerra civil entre los judíos seculares, que se ven a sí mismos como liberales y progresistas, y aquellos judíos que se ven como más religiosos, teocráticos y mesiánicos. Desafortunadamente, estos grupos no tienen nada contra el apartheid del Estado de Israel, pero sí tienen una perspectiva diferente con respecto a lo que significa ser judío en Israel. En los años 60 y 70, el grupo con ideas más ‘occidentales’, el más ‘liberal’, era tan dominante que la gente no pensaba que hubiera alternativa alguna. Pero esto ha cambiado, y el otro grupo, que no solo es racista con los palestinos, sino también con los judíos no religiosos y teocráticos, están planteando la batalla para tomar el control de Israel.

La gente pensó que lo ocurrido el 7 de octubre y a partir de entonces sería suficiente para unir a estos grupos, pero no se han creado las bases comunes ante la aparición del llamado ‘peligro existencial’, al que Israel dice enfrentarse desde aquel día o en su enfrentamiento con Irán. Se estima en más de 500.000 los israelíes que han escapado, y todos ellos son parte de la élite económica y académica. Ahora gente mucho menos competente controla el Gobierno, el servicio secreto, el Ejército y pronto, el sistema judicial. Otra circunstancia para la implosión es el colapso de la economía: Israel en la actualidad es totalmente dependiente económicamente de EEUU. Antes de 2023, Israel recibía 2.000 millones de dólares al año en pagos directos. Ahora los pagos directos ascienden a 14.000 millones y, como ya han dicho públicamente los israelíes, no es suficiente, necesitan más. Y el actual clima político en EEUU, donde los aislacionistas están tomando fuerza, amenaza esta situación. A ello hay que añadir que la nueva generación de judíos fuera de Israel, especialmente en EEUU, no quieren que se les asocie con el sionismo, y se acercan al movimiento de solidaridad con Palestina de forma numerosa, lo cual supone un problema para aquellos que usan el antisemitismo como un arma arrojadiza para acallar el apoyo a Palestina.

¿Qué rol considera que jugarán los palestinos que viven en Israel?

Para mí, los árabes del 48, los palestinos que se quedaron, los palestinos ciudadanos de Israel, son un grupo muy importante cuya presencia política es exclusivamente en Israel. Creo que en el proceso que se dará, estos jugarán un papel progresivamente más importante en la política palestina y no en la israelí. Si ello ocurre, su impacto será de gran interés, porque es el único grupo de palestinos que conoce a los israelíes no solo como soldados y colonos, sino también como personas. Y eso, por sí mismo, puede definir cómo el movimiento nacional palestino tratará el tema de la descolonización.

¿Cuál cree que será la actitud de los ciudadanos judíos en una Palestina descolonizada?

Un alto número de israelíes optará por marcharse, diciendo ‘no quiero vivir en un país que no es supremacista’; algunos se quedarán y se acostumbrarán. Recuerdo mi primera visita a Sudáfrica en 2014. Todos los blancos me decían que habían luchado contra el apartheid.

¿Conoce el proyecto de ampliación del tranvía en Jerusalén en el que participa la empresa vasca CAF? ¿Qué les diría a sus trabajadores?

Necesitan tomar una posición valiente y enrolarse en el movimiento de sanciones y boicot, salvarían a mucha gente y, en última instancia, contribuiría a la reconciliación y libertad para todos. La labor de los sindicatos debería ser la de defender los derechos de los trabajadores a no verse envueltos en actividades que ayudan al genocidio, apartheid y colonización.

¿Deberíamos apoyar la iniciativa de los países europeos de reconocer el Estado de Palestina?

A veces los políticos apuntan a algo, pero nosotros lo podemos ver como parte de un recorrido más largo, y este es tan solo un paso. Creo que es importante seguir hablando con ellos, continuar explicándoles que son pasos muy pequeños, que no es suficiente para cambiar la realidad, Pero, como en el caso de las críticas a la legislación internacional (de la que somos críticos porque nos ha fallado), somos conscientes de que es importante. Yo no me he encontrado un político europeo que no me haya admitido que la solución de los dos Estados está acabada. Pero los Gobiernos todavía piensan que es el camino correcto y, además, consideran que no pueden ir en contra de la Autoridad Palestina (ANP). En ese contexto, puedo apreciar la complejidad de la situación, pero asegurándonos de que no nos olvidamos del contexto.

Fuente: https://www.naiz.eus/es/info/noticia/20250809/el-dia-despues-del-genocidio-debe-ser-el-de-la-justicia-para-los-palestinos-1