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El Ejército español sigue homenajeando a los golpistas del 36

Fuentes: Rebelión

Escribo la presente para llamar la atención sobre la deplorable doble moral de los mecanismos del poder que determinan las corrientes de opinión y diferencian por nosotros, imbéciles e incapaces ciudadanos, el bien del mal. La abominable campaña contra «el terrorismo», con la que vienen sacudiendo nuestras conciencias, desorbitada, falta de rigor crítico y de […]

Escribo la presente para llamar la atención sobre la deplorable doble moral de los mecanismos del poder que determinan las corrientes de opinión y diferencian por nosotros, imbéciles e incapaces ciudadanos, el bien del mal. La abominable campaña contra «el terrorismo», con la que vienen sacudiendo nuestras conciencias, desorbitada, falta de rigor crítico y de perspectiva desde el momento en que desvinculan las acciones de sus causas y sobre valoran los efectos de las unas sobre los de aquellas que las motivaron, realmente de mucha mayor envergadura, es un ejemplo. Pero la cosa no queda ahí. Hoy, en el año 2005, todavía se prestan a condecorar y homenajear a los terroristas del siglo pasado, a los otros terroristas…a sus terroristas. A los que lucharon por y para ellos. Por y para esa misma élite de poder que hoy nos adoctrina en sus principios y en su cínica moralidad. A los que sirvieron en bandejas de plata los asesinados cuerpos de los eternos perdedores, de los atemporales explotados. Medallitas a los fabulosos sicarios de los genocidas de sombrero y guante blanco, enfermizos ejecutores de hombres y de ideas, de identidades y de risas, de la esperanza y de la justicia a través del tiempo y de la Historia.

En este contexto se enmarcan los acontecimientos que a continuación hago de público conocimiento.
 
El pasado mes de Junio los alumnos de la Academia de Infantería de Toledo, es decir los futuros oficiales y suboficiales del Ejército de Tierra, fueron obligados a participar en un subrrealista homenaje a dos «héroes» de la Infantería por sus notorias actuaciones durante diversos episodios de la Batalla del Ebro, en los cuales, parece ser, destacaron por sus actuaciones contra, precisamente, el Ejército Español y el pueblo armado.

Curioso método para concienciar a los futuros cuadros de mando, no ya de su condición de  miembros efectivos de la clase trabajadora inherente a su incuestionable situación de tristes asalariados, sino cuanto menos, para recordarles la importancia de su juramento de fidelidad y de lo que debe ser la consecuente actuación frente a un levantamiento traicionero de las minorías ostentorias del poder contra el pueblo al que juraron defender.

Así pues, el que suscribe, se negó a cantar cuando, a las órdenes del sr. General Director de la Academia, los alumnos congregados, los dos traidores perfectamente engalanados con sus corbatas rojigualdas, sus americanas azul marino y sus canas aristocráticamente engominadas, los mandos y profesores y la banda de música, desde la apretada y conspiradora intimidad de la Sala de Laureados, rompieron el acusador silencio del inextingible vacío de los derrotados, con los atronantes tonos del Himno de Infantería.

Gloria a los traidores, engrandecida su figura por la deleznable defensa de una cota contra las embestidas desesperadas de un pueblo hambriento en agónica lucha por la defensa de sus libertades.

Desde las fotografías de las paredes de la «Sala de los Traidores», como más bien debiera bautizarse la mencionada «Sala de Laureados», los verdugos del pueblo parecían resucitar gozosos de no compartir espacio con uno solo de los antiguos compañeros de armas, que permanecieron en la lucha fieles a la causa española. Y es que tal causa no fue sino la del gobierno republicano, y aún, si rompemos con formalísmos y abrazamos la verdad sin titubeos, más concretamente la de las masas obreras y campesinas armadas y atrincheradas.

Así pues, los golpistas dejaron de ser militares de España para convertirse en mercenarios del fascismo, del capital, de la Iglesia y de los demás componentes del potaje traidor.

Y me pregunto entonces, ¿por qué tienen copadas las paredes de la Academia de Infantería del EJERCITO ESPAÑOL, unos individuos cuyas hazañas no corresponden a las propias de los que fueran realmente sus componentes?, ¿por qué los verdaderos militares de la Infantería española, fieles al juramento empeñado y a la defensa del pueblo español, que entragaron sus vidas a la defensa de la patria y de las libertades y anhelos de los españoles, no aparecen conmemorados en tal sala? ¿Es qué alguien tiene espacial interés en que los futuros mandos empiecen a percibir y a ser conscientes de cual es la posición a tomar por el Ejército de un pueblo y por ello vanaglorian a los traidores institucionalizando su figura como la del verdadero virtuoso de la milicia y su moral?

La concienciación del Ejército pasa ineludiblemente por la reestructuración de unos principios que desde lo alto de las instituciones se resisten a emprender. Como miembro de las Fuerzas Armadas reclamo la atención sobre la presente para la inmediata toma de medidas respecto de la situación general existente y la concreta de la Academia.

Exijo la sustitución de todos los elementos golpistas allí expuestos en fotografías por la de los verdaderos militares, los que permanecieran fieles a la República.

Y confío en que ningún militar vuelva a ser forzado a participar en el descubrimiento de una placa conmemorativa de las asesinas acciones por parte, para mayor injuria, de los propios criminales.

Así mismo, y aprovechando la presente, llamo la atención sobre la existencia de una desagradable estatua de Franco montado a caballo en las instalaciones de la Academia, así como de un busto de Millán Astray.

No menos humillante es comer todos los días en el comedor de alumnos de la Academia aplastado por la inmensa sombra del águila franquista, que con sus desmedidas proporciones, proyecta desde las vidrieras del techo, la sombra de todo aquello que representa lo que debiera ser contrario a la moral militar.