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El FBI y su relación con el autor de la matanza de Orlando

Fuentes: Rebelión

Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 provocaron algo que podría catalogarse como un estado de shock colectivo en la población estadounidense. Nunca antes una ciudad norteamericana había sido atacada ni su población había sufrido las consecuencias de dicho ataque. Ni siquiera en la II Guerra Mundial, a diferencia de la mayoría de […]

Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 provocaron algo que podría catalogarse como un estado de shock colectivo en la población estadounidense. Nunca antes una ciudad norteamericana había sido atacada ni su población había sufrido las consecuencias de dicho ataque. Ni siquiera en la II Guerra Mundial, a diferencia de la mayoría de países europeos, los EE.UU. habían sufrido en carne propia las consecuencias de la guerra. Este estado de shock fue aprovechado por el gobierno de los EE.UU. para emprender una serie de guerras (Afganistán, Irak, Sudán del Sur, Libia, Siria,…) que poco tenían que ver con los atentados sino más bien con los intereses estratégicos y económicos de la potencia hegemónica mundial. En cualquier otro contexto la oposición a estas guerras hubiera sido mucho más intensa.

En el plano interior, tras el 11-S los gobiernos de Bush y Obama han venido restringiendo las libertades civiles en nombre de la seguridad. Para ello se han promulgado leyes como las Patriot Act I y II, se ha producido un proceso de militarización de la policía mientras se ampliaban considerablemente sus prerrogativas y se ha llevado el control de la información que se dispone sobre los ciudadanos, tanto norteamericanos como del resto del mundo, a un nivel desconocido hasta el momento.

En este contexto y desde los atentados del 11-S, el FBI viene otorgando máxima prioridad a los programas contraterroristas. Entre estos programas se encuentran lo que en inglés denominan «sting» y que se podría traducir como operaciones-trampa encubiertas [1]. En estas operaciones los objetivos son sospechosos, no de estar preparando un atentado o de pertenecer a alguna organización terrorista establecida, sino, simplemente, de ser extremistas o estar en un proceso de radicalización. Generalmente los sospechosos pasan a serlo en base a denuncias realizadas por otros ciudadanos o a las actividades que han estado desarrollando en internet (páginas web que visitan o comentarios que hacen en las redes sociales).

Las operaciones-trampa encubiertas consisten en que un miembro del FBI, al que se denomina «informante», se hace pasar por integrante de una organización terrorista para establecer relación con el sospechoso. Una vez que se ha ganado la confianza del investigado, el «informante» se encarga de «dirigirlo» hasta conseguir que planee y prepare un atentado. En el momento en que el atentado está organizado y a punto para realizarse, el FBI detiene al sospechoso.

Las tareas encomendadas a estos «informantes» incluyen conducir al sospechoso hacia su radicalización ideológica y a la adopción de métodos violentos como pueden ser los atentados indiscriminados, hacerle creer que está trabajando para organizaciones terroristas, el entrenamiento en el uso de armas y explosivos así como el suministro de verdaderos arsenales de armas y de explosivos.

Según el New York Times, el uso de estas operaciones-trampa se ha incrementado ostensiblemente en los últimos años. Las operaciones encubiertas «antes consideradas como el último recurso, son ahora utilizadas en 2 de cada 3 seguimientos relacionados con sospechosos de apoyar al Estado Islámico» [2].

El periódico norteamericano continúa afirmando que «mientras los agentes del FBI dicen que son cuidadosos para evitar entrampar ilegalmente a los sospechosos, sus operaciones encubiertas están lejos de ser neutrales. En investigaciones recientes, desde Florida a California, los agentes han ayudado a los sospechosos de ser extremistas a adquirir armas, seleccionar posibles objetivos o encontrar las mejores rutas hacia Siria para unirse al Estado Islámico».

Así, la oficina del FBI en Miami estableció una de estas operaciones encubiertas con James Medina como objetivo al que se le asignó un informante. Medina era un hombre con problemas mentales al que no se le conocía ninguna relación con grupos terroristas ni tenía ningún tipo de arma en su poder antes de la investigación. Era conocido, sobre todo, en los ambientes de los «sin techo».

Según se desprende del afidávit o declaración jurada del propio FBI [3], durante un año el informante alentó y «condujo» a Medina en la planificación de un atentado en contra de una sinagoga y se le suministró lo que él pensaba que era un artefacto explosivo. Posteriormente, el pasado 29 de abril, se le detuvo bajo el cargo de intento de uso de un arma de destrucción masiva. Un voluntario que servía comidas a personas sin recursos y que conocía al sospechoso comentó a una emisora local: «¿A quién no había amenazado? Estaba trastornado,… vamos, tío, ningún terrorista es un «sin techo» [4].

Unos años antes, en 2011, el FBI de Boston llevó a cabo durante 9 meses otra de estas operaciones encubiertas contra Rezwan Ferdaus, un hombre también con problemas mentales. Tal y como relata su informante, un agente del FBI, en su declaración jurada [5], se sumió completamente al sospechoso en la ficción de que trabajaba directamente para Al Qaeda y se le suministraron 13 Kg. de explosivos C4, 6 rifles automáticos AK-47 y 3 granadas. En el momento de su detención la salud mental del sospechoso estaba tan deteriorada que tenía que utilizar pañales para adultos. Se le acusó, entre otros cargos, de querer atentar, nada más y nada menos, que contra el Pentágono y el Capitolio.

«Están manufacturando casos de terrorismo» afirmó un antiguo agente encubierto que actualmente investiga para el Centro Brennan para la Justicia de la Universidad de Nueva York en declaraciones al New York Times [6]. Y aludiendo a recientes investigaciones, añadió que «esta gente (los sospechosos) están muy lejos de representar ningún peligro para los EE.UU.». Pero estos casos y su extendida cobertura mediática están siendo utilizados para proporcionar un flujo constante de «ataques frustrados» por las fuerzas del orden que ayuda a mantener el estado de shock colectivo y el miedo a atentados terroristas en la sociedad norteamericana. Y todo esto, a su vez, se ha utilizado para justificar las medidas encaminadas hacia la restricción de libertades y el aumento del control sobre los ciudadanos que los dos últimos gobiernos norteamericanos han venido implantando.

Otro caso que saltó a los medios de comunicación fue el de Alexander Ciccolo de 23 años. Ciccolo «era aparentemente un hombre mentalmente enfermo que no estaba más que despotricando sobre la yihad violenta y hablando sobre llevar a cabo ataques hasta que se encontró con el informante del FBI. A partir de ese momento, empezó a hacer listas para la compra de armas» [7].

El informante del FBI, de acuerdo a su declaración jurada [8], le suministró dos pistolas Glock de 9 y 10 mm., un rifle de asalto AR-15 y otro rifle Sig.

Precisamente, una pistola Glock de 9 mm. y un rifle de asalto AR-15 fueron las armas utilizadas en la matanza que costó la vida a 49 personas la semana pasada en Orlando (Florida). El autor de la matanza, Omar Mateen, era un hombre agresivo y con problemas mentales que, según su ex-mujer, sufría un trastorno bipolar aunque no había sido diagnosticado [9]. Fue denunciado en 2013 por sus compañeros de trabajo en una empresa de seguridad tras haber hecho «declaraciones provocativas» sosteniendo tener «vínculos familiares con Al Qaeda». Según el director del FBI, esta denuncia condujo al establecimiento de una operación encubierta en la que se le asignó un informante que estuvo trabajando con él durante 10 meses [10]. A los 10 meses se suspendió la operación al no haber podido inducir al sospechoso a dar el siguiente paso, la preparación de un atentado terrorista.

Prácticamente nada de esta relación del FBI con el autor de la matanza de Orlando ha llegado a los medios de comunicación generales y el gobierno de los EE.UU. lo ha ocultado sin dar ningún tipo de explicación sobre la operación encubierta que se llevo a cabo. Y esto abre una serie de interrogantes que, de momento, no tienen respuesta y que tan solo el gobierno de los EE.UU. puede aclarar.

¿Estas operaciones-trampa encubiertas están sirviendo para detectar posibles autores de atentados o para radicalizar a personas que, de otra manera, nunca llegarían a plantearse realizar un atentado e inducirles a que lo cometan?

¿Hasta qué punto se radicalizó al sospechoso y se le indujo a querer realizar un atentado aunque en el momento en el que se condujo la operación encubierta no diese ese último paso?

Omar Mateen compró legalmente las armas con las que perpetró la matanza durante la semana previa [11]. ¿Cómo es posible que no sonaran las alarmas cuando un sospechoso que ha sido objeto de una operación encubierta y que ha sufrido un proceso de radicalización e inducción a cometer un atentado compra un rifle de asalto? ¿O es que si sonaron?

En estos momentos el FBI tiene abiertas unas 1.000 investigaciones sobre, según propia definición, «extremistas violentos nacidos en el país». Y cientos de estos casos, aunque el FBI no da cifras exactas, han conllevado operaciones-trampa encubiertas [12]. ¿Cuántos de estos cientos de casos pueden acabar haciendo algo similar a la matanza perpetrada en Orlando? ¿Se realiza algún tipo de seguimiento a los casos que no culminan en una detención? ¿O, como en el caso de Omar Mateen, pueden llegar a comprar rifles de asalto tranquilamente y sin levantar ningún tipo de sospecha o de actuación por parte de las autoridades?

Este caso debería de haber conducido a un debate público sobre la conveniencia y finalidad de estas operaciones contraterroristas y sin embargo, se ha optado por intentar tapar el asunto en la medida de lo posible, lo cual puede tener consecuencias trágicas en el futuro.

Notas.

1. Las acepciones de la palabra inglesa «sting» incluyen «operación encubierta» y «trampa» y, en este caso, el significado sería una mezcla de ambas que se podría traducir como «operación-trampa encubierta.

2. Eric Lichtblau, «FBI steps up use of stings in ISIS cases», The New York Times, 7-Jun-2016.

http://www.nytimes.com/2016/06/08/us/fbi-isis-terrorism-stings.html?_r=1

3. https://www.justice.gov/opa/file/847996/download

4. Trevor Aaronson, «Before midnight shooting, FBI pursued questionable Florida ‘Terror’ suspects», The Intercept, 12-Jun-2016.

https://theintercept.com/2016/06/12/before-nightclub-shooting-fbi-pursued-questionable-florida-terror-suspects/

5. http://www.investigativeproject.org/documents/case_docs/1690.pdf

6. Eric Lichtblau, «FBI steps up use of stings in ISIS cases», The New York Times, 7-Jun-2016.

7. Dan Froomkin, «Another ‘terror ‘ arrest; another mentally ill man, armed by the FBI», The Intercept, 13-Jul-2015.

https://theintercept.com/2015/07/13/another-terror-arrest-another-mentally-ill-man-armed-fbi/

8. https://www.justice.gov/opa/file/629351/download

9. http://www.cbsnews.com/videos/what-we-know-about-orlando-shooter-omar-mateen/

10. Dan Good and Stephen Rex Brown, «FBI spied on Orlando gay club terrorist Omar Mateen for 10 months:FBI director James Comey», New York Daily News, 13-Jun-2016.

http://www.nydailynews.com/news/national/orlando-gay-club-shooter-omar-mateen-called-911-bathroom-article-1.2671481

11. http://www.fox35orlando.com/news/local-news/158567592-story

12. Eric Lichtblau, «FBI steps up use of stings in ISIS cases», The New York Times, 7-Jun-2016.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.