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El genocidio en Palestina

Fuentes: Rebelión

A un mes del ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre, continúa la ofensiva del ejército israelí y la ocupación del territorio palestino de la franja de Gaza.

A ello se suma otra ofensiva no menor: la de los grandes medios masivos de comunicación (y desinformación).

Imponen el relato dominante que refiere casi exclusivamente a las víctimas civiles israelíes del ataque del 7 de octubre y apenas mencionan las víctimas civiles palestinas que crecen día a día. Ni siquiera se refieren a la muerte de sus propios colegas periodistas, que ya llegan a 30.

A la fecha se estima que han muerto en Palestina más de 9.000 civiles entre ellos más de 2.300 mujeres y 3.500 niños.

A esto hay que sumar que las autoridades del gobierno sionista israelí así como los lobbies a su servicio tildan de “antijudaismo” toda mención a la masacre que están perpetrando en el territorio palestino.

En un artículo anterior ya desenmascarábamos la falacia de la acusación de “antisemitismo” como reacción a estas críticas.

Ahora estas burdas acusaciones de “antijudaismo” caen por sí solas cuando organizaciones judías como por ejemplo la Red Internacional de Judíos Antisionistas se define como “una red internacional de judíos incondicionalmente comprometidos con las luchas de emancipación humana, de las cuales la liberación de los habitantes de Palestina y de su tierra es una parte primordial. Nuestro compromiso es el desmantelamiento del apartheid israelí, el retorno de los refugiados palestinos, y el fin de la colonización israelí de la Palestina histórica” [1]

Calificar como genocidio este ataque del ejército israelí en tierras palestinas no es en absoluto antojadizo, sino que se basa en claras definiciones del derecho internacional.

El genocidio (del griego γένος, génos, ‘estirpe’ y el latín -cidio, apofonía de caedere, ‘matar’) es el exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad

Como delito internacional, es genocidio de acuerdo al artículo 2 de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio del año 1948:

… cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpretados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:

a) Matanza de miembros del grupo;

b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;

c)Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;

d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;

e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.[2]

Tampoco debemos olvidar que Israel está tipificado por la ONU como “potencia ocupante” desde que en 1967 (y hasta el presente) ocupó y ocupa ilegalmente los territorios palestinos de Cisjordania y la franja de Gaza.

“Extrema si tangunt” (los extremos se tocan)

Algunas veces, el viejo aforismo griego de Pirrón de Elis resulta verdadero.

Es muy penoso comprobar cómo el gobierno sionista de un pueblo que sufrió un genocidio a manos de los nazis, procede en forma similar con otro pueblo: el palestino.

El pasado 2 de noviembre, la Asamblea General de la ONU volvió a aprobar – por trigésimoprimera vez una declaración que – reivindicando los principios de soberanía e igualdad entre estados, el de autodeterminación de los pueblos y el de la no injerencia en sus asuntos internos – exige a Estados Unidos el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero que impuso a Cuba desde 1962.

La votación tuvo una vez más una mayoría aplastante: 187 votos a favor, 1 abstención (Ucrania) y sólo 2 votos en contra.

“Casualmente” los de Estados Unidos – que ignora estas declaraciones en forma sistemática – e Israel, su muy protegido aliado permanente y punta de lanza de su política imperialista en Medio Oriente.

La inoperancia de la ONU

Según dispone su Carta, las Naciones Unidas tienen cuatro propósitos:

Mantener la paz y la seguridad internacionales;

Fomentar relaciones de amistad entre las naciones;

Cooperar en la solución de problemas internacionales y en el desarrollo del respeto a los derechos humanos;

Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones.

Lamentablemente estos propósitos han quedado reducidos a una declaración de buenas intenciones.

Las resoluciones de la Asamblea General, su máximo órgano, no son vinculantes para sus miembros. Son recomendaciones no obligatorias.

Las 31 resoluciones exigiendo a Estados Unidos el cese del bloqueo a Cuba es la prueba más palmaria de que son declaraciones inoperantes; que quedan en actas, digamos “para la tribuna”.

Se ha convertido en una organización bajo control plutocrático. Es decir bajo el control de los cinco países poderosos, miembros permanentes de su Consejo de Seguridad: China, EUA, Francia, Gran Bretaña y Rusia.

Este Consejo se completa con 10 miembros no permanentes que se eligen por el término de un año.

En virtud de la Carta de las Naciones Unidas, todos los países miembros tienen la obligación de acatar las resoluciones del Consejo de Seguridad.

Pero únicamente los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad tienen la potestad de vetar y dejar así sin efecto un proyecto de resolución que se esté tratando en ese organismo.

En definitiva parecería ser que “todos somos iguales; pero algunos son más iguales que otros”.


[1]Cita textual de Edgar Isch López en su artículo publicado en SurySur “Los crímenes del sionismo contra la humanidad: una breve selección”.

[2]Fuente: Wikipedia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.