Cuando el Partido Republicano logró convertir a Washington en un gobierno de partido único -tomando el control de las tres ramas de gobierno- todo indicaba que el monopolio del poder garantizaba la imposición de su agenda neoconservadora pero ahora, como resultado de las crisis en los dos golfos -el de México y el Pérsico- y […]
Cuando el Partido Republicano logró convertir a Washington en un gobierno de partido único -tomando el control de las tres ramas de gobierno- todo indicaba que el monopolio del poder garantizaba la imposición de su agenda neoconservadora pero ahora, como resultado de las crisis en los dos golfos -el de México y el Pérsico- y una serie de escándalos políticos, este gobierno parece cada vez más un buque naufragando sin dirección, sin plan y sin rendimiento de cuentas.
Lo único que lo salva del desastre político es la falta de una oposición unida, con los demócratas que ofrecen poco más que críticas cautelosas y una extraña renuencia para armar un ataque político. En gran medida, los republicanos no están pagando los costos de sus errores y escándalos porque tienen la suerte, por el momento, de que todo esto ha estallado a más de un año de las elecciones legislativas de 2006 y aún están muy lejos las presidenciales. Las encuestas recientes demuestran que la mayoría no votaría por los republicanos si se celebraran comicios en esta coyuntura.
Un breve repaso de los eventos de estos últimos días muestra los graves problemas del partido en el poder. Tom DeLay, líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, fue formalmente acusado de conspiración para violar la ley con el fin de canalizar fondos empresariales a campañas electorales en Texas, mientras que Bill Frist, líder del Senado, está bajo investigación por una posible maniobra bursátil ilícita. El nuevo líder de la mayoría republicana en la Cámara, Roy Blunt, está bajo sospecha de maniobras ilícitas ligadas con el «íntimo amigo» de DeLay, el cabildista ahora bajo proceso judicial, Jack Abramoff.
Hay más casos de altos funcionarios ahora bajo arresto o en desgracia, como el ex jefe de procuración de la Casa Blanca, David Safavian (también intimo de Abramoff) y el ex jefe de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias Michael Brown, entre otros.
A la vez, la investigación del famoso caso sobre quién dentro del gobierno de Bush divulgó la identidad de la ex agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Valerie Plame a los medios, en aparente venganza contra el embajador Joseph Wilson, quien se atrevió a contradecir a la Casa Blanca sobre su afirmación de que el régimen de Saddam Hussein había intentado comprar uranio en Africa, está por llegar a su culminación.
La sospecha es que las fuentes fueron el estratega político de Bush, Karl Rove, y el jefe de equipo del vicepresidente, Lewis Libby. Aún no se sabe si la investigación del fiscal independiente resultará en acusaciones formales, pero algunos analistas creen que los cargos podrían ser: obstrucción de la justicia o perjurio.
Por otro lado, auditores federales determinaron que el gobierno de Bush violó la ley al comprar cobertura favorable de sus propuestas de educación cuando pagó a un comentarista y contrató a una empresa de relaciones públicas con fondos públicos.
Los auditores reportaron en un informe de la Government Accountability Office -una agencia no partidista del Congreso- que el gobierno de Bush había difundido «propaganda encubierta» dentro de Estados Unidos en violación de la ley.
Mientras, en el frente político nacional, el precio de la gasolina sigue superando los tres dólares el galón, el déficit presupuestal y la deuda pública alcanzan índices sin precedente, crece la pobreza, y la confianza del consumidor está por los suelos. Las consecuencias políticas del huracán Katrina continúan azotando al gobierno de Bush, ya que esos vientos se llevaron la imagen de un gobierno efectivo, eficiente y coordinado.
Los costos económicos del huracán podrían ascender a 160 mil millones de dólares, informó CBS News. Además, cálculos preliminares estiman que la tormenta causó la pérdida de 279 mil empleos. Con esto se intensifica el debate sobre quién determinará el futuro de la zona, y quién se beneficiará con los miles de millones en gastos federales para la reconstrucción, algo que ya ha dividido al propio Partido Republicano, debilitando aún más su unidad en Washington.
Junto con Katrina, la situación en Irak continúa deteriorando la confianza pública en el gobierno de Bush. Esta semana George Casey, comandante estadunidense en Irak, y John Abizaid, el alto mando militar estadunidense para Medio Oriente, informaron al Congreso que el número de batallones iraquíes capacitados para operar independientemente en la lucha contra la insurgencia, se había reducido de tres que había en julio, a sólo uno hoy día, de un total de aproximadamente 100 batallones. Esta noticia es clave, ya que Washington ha dicho que la capacitación suficiente de fuerzas de seguridad iraquíes que puedan defender su propio país es el requisito necesario para un retiro eventual de fuerzas estadunidenses.
Encuestas recientes registran que la mayoría se opone a esta guerra, rechaza las justificaciones del gobierno de Bush, y desea el regreso de las tropas. Ahora, un nuevo sondeo indica que 72 por ciento de los consultados cuestiona el uso de la fuerza militar como herramienta para promover la democracia en el exterior, y casi tres de cada cuatro estadunidenses creen que derrocar el gobierno de Hussein y establecer una democracia en Irak no fue razón suficiente para ir a la guerra.
La encuesta realizada por el Programa de Actitudes sobre Política Internacional de la Universidad de Maryland y el Consejo de Relaciones Exteriores de Chicago, encontró que una mayoría está dispuesta a aceptar una constitución en Irak que no cumpla plenamente con normas democráticas y que su aprobación debería marcar el inicio del retiro de tropas estadunidenses de ese país.
O sea, la mayoría no comparte el argumento principal del gobierno de Bush de que la promoción de la «democracia» es crítica en la lucha contra el «terrorismo» o para hacer más seguro al mundo, concluyeron los encuestadores, reportó Reuters.
Con incesantes informes de muerte y violencia en Irak, el ejército concluyó su año fiscal (el 30 de septiembre pasado) con uno de sus peores esfuerzos de reclutamiento de nuevos soldados desde 1973, cuando se estrenó el ejército voluntario (al abolir el servicio militar obligatorio). Cálculos preliminares señalan que el año concluyó con un déficit de 7 mil efectivos en la meta anual de 80 mil nuevos reclutas. De hecho, fue el peor déficit numérico desde 1979.
Analistas señalan que el gobierno podría estar obligado -si estas tendencias continúan- a reinstituir el servicio militar obligatorio, algo que provocaría mayores costos políticos para una guerra que ya no goza del apoyo público.
Con todo esto, el apoyo popular para el presidente y el Congreso bajo control republicano continúa registrando sus niveles más bajos. Las encuestas demuestran que el presidente goza de la aprobación de entre 39 y 42 por ciento de estadunidenses, mientras que el Congreso (en la encuesta más reciente de CBS News/New York Times) tiene la aprobación de sólo 34 por ciento de los ciudadanos de este país.
Tal vez lo más serio es que un gobierno que se proclamaba como eficaz y «en control» se ha revelado como inepto y corrupto. Cuatro años después del 11 de septiembre no es fácil convencer a nadie aquí de que este país está más seguro y más preparado para enfrentar crisis, desastres o atentados. De hecho, algunos críticos dicen que ahora es más vulnerable que nunca. Señalan, por ejemplo, que nada se ha hecho para reducir la amenaza de atentados con armas nucleares, ni están preparados para enfrentar la amenaza de una posible epidemia de influenza asiática ya anunciada.
El politólogo de la Universidad de Harvard, Graham Allison, escribió recientemente en su libro sobre el tema de «terrorismo nuclear» que «los estadunidenses no están más seguros ante un atentado terrorista nuclear hoy día, de lo que fuimos el 10 de septiembre de 2001». Señala que la razón se podría resumir en una sola palabra: Irak.
Tal como lo resumió la revista The New Yorker, Allison argumenta que la invasión y ocupación de Irak ha desviado recursos y minado las alianzas internacionales.
Otros han argumentado precisamente lo mismo en torno a lo que sucedió en Nueva Orleáns y las zonas devastadas por Katrina, donde también estaban ausentes planes, preparativos y recursos por la guerra en Irak y las prioridades distorsionadas de esta administración.
El gobierno ahora parece no tener ni un plan, ni dirección, pero tampoco está dispuesto a rendir cuentas en el frente de la seguridad pública y nacional, el gran tema que el gobierno Bush proclamó como su gran prioridad. De repente, el control republicano de Washington está en jaque. Si sólo existiera un partido de oposición real, estarían más cerca de un jaque mate.