Con el centenario de nuestro presidente número 40 en el horizonte, propongo una mención para los impuestos-empapa-ricos que tanto odiaba, y que estrellas de Hollywood con más conciencia cívica aceptaron. ¿Cambió Ronald Reagan la historia? Todos cambiamos la historia de alguna manera. La pregunta más interesante es: ¿qué cambió a Ronald Reagan? ¿Qué cambió al […]
Con el centenario de nuestro presidente número 40 en el horizonte, propongo una mención para los impuestos-empapa-ricos que tanto odiaba, y que estrellas de Hollywood con más conciencia cívica aceptaron.
¿Cambió Ronald Reagan la historia? Todos cambiamos la historia de alguna manera. La pregunta más interesante es: ¿qué cambió a Ronald Reagan?
¿Qué cambió al defensor de los trabajadores −con suficiente credibilidad para ser electo presidente del sindicato de actores de Hollywood− para convertirlo en un atacante sin misericordia de los mismos? ¿Qué convirtió a Reagan, el típico demócrata del New Deal, en el máximo exponente del siglo XX de la «libre empresa»?
¿La respuesta? De acuerdo con Reagan mismo, el impuesto federal sobre la renta −específicamente la tasa del 90% aplicable al más alto nivel de ingresos que se introdujo durante la segunda guerra mundial− cambió a Ronal Reagan. Ese impuesto enfureció al amigable actor.
En la cima de su carrera en Hollywood , el actor Ronnie Reagan ganaba $400.000 dólares por película. Con el máximo impuesto por arriba del 90%, Reagan solía decirle a su jefe de personal, Donald Regan, que siempre escogía «estar de vago» en lugar de hacer más de dos películas al año.
«¿Por qué debería de haber hecho una tercera película aunque fuera Lo que el viento se llevó?» Regan recordaba que Reagan le preguntaba «¿Qué hubiese hecho eso por mí?»
En lugar de quejarse sobre sus impuestos, el Ronnie Reagan de la segunda guerra mundial debería haber estado contando su buena fortuna. Las cosas le podrían haber salido mucho peor a Reagan −y para el resto de los de altos ingresos en Estados Unidos− si el Congreso le hubiese permitido a Franklin D. Roosevelt hacer lo que quería.
En abril de 1942, unos pocos meses después de Pearl Harbor, Roosevelt le pidió al Congreso instituir un máximo de 100% sobre el impuesto federal sobre la renta, en efecto un «salario máximo». Ningún individuo, le dijo FDR a los legisladores, debería de quedarse con, después de impuestos, más de $25.000 dólares, el equivalente de $335.000 dólares hoy.
El grito de FDR por un límite de ingresos de $25.000 dólares le pareció una gran idea a millones de estadounidenses patrióticos. Una encuesta Gallup a finales de 1942 determinó que el 47% de los estadounidenses apoyaban la idea y sólo el 38% se oponía. Entre los que apoyaban la idea se encontraban incluso algunas de las estrellas del Hollywood de Reagan.
«Lamento,» le decía la muy admirada Ann Sheridan a los reporteros «que solo tengo un salario para dar por mi país.»
Sheridan estaba siguiendo los pasos de una estrella aún más admirada, Carole Lombard. En 1937, nota el historiador del cine Eric Hoyt, Lombard pagó más de $300.000 dólares de impuestos federales sobre un ingreso de $465.000 dólares.
«Lo hice de buena gana,» dijo a los reporteros. «El impuesto sobre la renta va a mejorar y proteger el país.»
Ninguna otra noticia , según dijo la revista New Yorker, «jamás hizo tanto para aumentar la popularidad de una estrella.»
La mayoría de las personas de altos ingresos de Estados Unidos, de manera predecible, no compartían los sentimientos de Sheridan o Lombard. Aullaron en protesta contra la propuesta de un límite de ingresos y el Congreso sintió su dolor, pero solo un poco. Los legisladores no aceptaron el máximo de 100% de FDR, pero se acercaron.
Los ricos de Estados Unidos acabaron la guerra enfrentándose a una tasa del 94% sobre ingresos por encima de $200.000 dólares.
Los estadounidenses ricos solo recibirían un poco de alivio para esta tasa del 94% al final de la segunda guerra mundial. En 1948, pasando por alto el veto del presidente Truman, el Congreso controlado por los republicanos bajó el máximo a 82%. Sin embargo, la tasa volvió a saltar sobre el 90% durante la guerra de Corea, y el máximo se quedaría fijo -en el 91%− durante toda la década de los 50.
No fue hasta 1964 que el máximo comenzó a disminuir, al 70%. En 1981, el recién electo presidente Ronald Reagan haría del despedazamiento de ese 70% su primera prioridad en la Casa Blanca. Por 1976, después de dos recortes de impuestos de Reagan, la tasa máxima sobre el grupo más alto de ingresos se había encogido a un mero 28%.
El actor Ronnie Regan había ganado. Nunca más se preocuparía una estrella de películas B por ganancias perdidas. Desafortunadamente, nunca más −en nuestra era moderna− habría una contra medida efectiva contra la acumulación de grandes fortunas privadas.
A mediados del siglo veinte, el impuesto progresivo sobre la renta que el actor Ronald Reagan tanto odiaba operaba como justo esa medida. Los superricos de Estados Unidos −la décima más alta del uno por ciento más alto− vieron como su parte del ingreso de la nación caía estrepitosamente en esos años, de cerca del 12% antes de la gran depresión a menos del 3% por 1970.
Esa décima porcentual , en el 2007, justo antes de la gran recesión representaba más de 12% de los ingresos de la nación. Los ricos, en otras palabras, han logrado regresar completamente, y más.
¿Y el estadounidense común? Después de disfrutar niveles históricos de prosperidad para la clase media en las décadas de impuestos para los ricos, han estado tirando patadas de ahogado desde entonces.
¿Y qué le sucedió a Carole Lombard, la estrella de Hollywood que le daba la bienvenida a los impuestos altos para ingresos altos que Ronald Reagan tanto odiaba, qué le pasó a ella?
Lombard murió de forma trágica en enero de 1942 en un accidente de aviación, en un viaje de regreso a Hollywood desde un evento de bonos de guerra en su nativa Indiana. Nunca tuvo la oportunidad, en todas las subsecuentes batallas políticas sobre impuesto para los ricos, de enfrentar a Ronnie Reagan. Lástima. Eso sí podría haber cambiado la historia.
Sam Pizzigati edita Too Much, el boletín semanal online sobre exceso y desigualdad, publicado por el Institute for Policy Studies con sede en Washington D.C.
Traducción para www.sinpermiso.info : Pablo Yanes Thomas