Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En julio de 1975 fui a Portugal porque en abril del año anterior un golpe militar incruento había derrocado el régimen fascista de 48 años apoyado por EE.UU., el único resto colonial que quedaba en el mundo. Siguió un programa centrado en la nacionalización de industrias importantes, control por parte de los trabajadores, instauración del salario mínimo, reforma agraria y otras medidas progresistas. Oficiales militares en una nación occidental que hablaran como socialistas era ciencia ficción para mi mente estadounidense, pero se había convertido en realidad en Portugal. El centro de Lisboa estaba abarrotado desde la mañana hasta la noche de gente que discutía los cambios y ponía panfletos en los tablones de anuncios. La foto de un niño colocando una rosa en el cañón de un fusil en manos de un soldado amistoso se había convertido en el símbolo visual de la «revolución» portuguesa, y me vi envuelto en manifestaciones y desfiles en los que participaba gente, y yo mismo, de pie sobre tanques y lanzando rosas, mientras la muchedumbre vitoreaba a los soldados. Era embriagador, y quería creer que no sería así, pero yo y la mayoría de la gente con la que hablé teníamos pocas dudas de que EE.UU. no podía permitir que semejante bocanada de aire fresco durara mucho. El derrocamiento del gobierno chileno hacía menos de dos años había despertado la conciencia política colectiva del mundo, así como el nivel de escepticismo y paranoia en la izquierda.
Washington y los ejecutivos de las corporaciones multinacionales que mandaban en el consejo de administración del planeta estaban profundamente preocupados. Aparte de todo lo demás, Portugal era miembro de la OTAN. La desestabilización se convirtió en el orden del día: acciones encubiertas; ataques en la prensa estadounidense; subversión de los sindicatos; sobornos a los medios de oposición; sabotaje económico a través del crédito y el comercio internacionales; fuerte financiamiento de los candidatos seleccionados para las elecciones; exclusión por EE.UU. de Portugal de cierta información militar y nuclear comúnmente disponible para miembros de la OTAN; ejercicios navales y aéreos de la OTAN frente a la costa portuguesa con 19 barcos de guerra de la OTAN anclados en el puerto de Lisboa, considerados por la mayoría de los portugueses como un intento de intimidar al gobierno provisional. En 1976, el Partido «Socialista» (apenas más a la izquierda y no menos anticomunista que el Partido Demócrata de EE.UU.) llegó al poder, fuertemente financiado por la CIA. La Agencia también organizó que los partidos socialdemócratas europeos occidentales ayudaran a pagar la cuenta. La revolución portuguesa estaba muerta, nació muerta. [1]
Los eventos de Egipto no pueden dejar de recordarme Portugal. Aquí, allá y por todas partes, ahora y antes, EE.UU., como siempre, está muerto de miedo ante cualquier cosa que sea genuinamente progresista o socialista, o incluso demasiado democrática, porque conlleva el peligro de permitir que quién sabe qué clase de no-creyente-en-EE.UU. llegue al poder. Honduras 2009, Haití 2004, Venezuela 2002, Ecuador 2000, Bulgaria 1990, Nicaragua 1990… docenas más … cualquier cosa es mejor, cualquiera, si hay una alternativa, incluso un dictador, un torturador.
Somos tan buenos que hasta nuestros enemigos creen nuestras mentiras
He dedicado mucho tiempo y esfuerzo al tema de cómo llegar a la mente estadounidense con respecto a la política exterior de EE.UU. En gran parte esto se reduce a tratar de neutralizar toda una vida de adoctrinamiento que recibe quien crece en EE.UU. Proviene de noticias de todos los días.
El 27 de enero, el Washington Post publicó un artículo sobre el personal del Departamento de Estado que fue mantenido como rehén en la embajada de EE.UU. en Teherán, Irán, durante unos 14 meses, de 1979 a 1981. Los antiguos rehenes se preparaban para realizar al día siguiente una evocación del 30 aniversario.
«Fue el mayor error de todos los que se puedan imaginar», dijo L. Bruce Laingen, que fue el encargado de negociar. «Totalmente equivocado… Es mi recuerdo más vívido en la actualidad». El ex oficial político John W. Limbert está de acuerdo. Dijo que «aprovecharía cualquier oportunidad» para decir a sus captores «qué horrible fue lo que hicieron, según su propio criterio».
¿Qué criterios, me pregunto, guiaban a los captores iraníes según ese individuo? En 1954, EE.UU. había derrocado al gobierno democráticamente elegido de Mohamed Mossadegh, lo que llevó, según estable planificado, al retorno al poder del Sha, que estaba en el exilio. Eso resultó en 25 años de gobierno mediante la opresión incluyendo torturas rutinarias mientras el Sha contaba con la protección continua del apoyo militar de EE.UU. ¿No es razón suficiente para que los iraníes sintieran una ira amarga contra EE.UU.? ¿Qué pensaba el señor Limbert? ¿Qué piensan los estadounidenses que leen u oyen semejantes comentarios? Leen u oyen todos los días noticias distorsionadas sobre el papel actual o histórico de EE.UU. en el mundo, y como en el caso del artículo citado del Washington Post no hay corrección por parte del periodista, no se hacen preguntas, nadie cuestiona la idea de EE.UU. Noble EE.UU. víctima perpetua de los malos.
Ateo: «La blasfemia es un crimen sin víctima»
Salman Taseer fue asesinado en Pakistán hace algunas semanas. Era gobernador de la provincia Punjab y miembro del secular Partido del Pueblo de Pakistán. El hombre que lo mató, Mumtaz Qadri, fue elogiado por algunos como héroe, lanzaron pétalos de rosa a su paso. Fotos tomadas en la escena lo muestran sonriendo.
Taseer se había atrevido a denunciar la estricta ley de Pakistán contra la blasfemia, pidiendo indulgencia para una madre cristiana condenada a muerte según dicha ley. Un grupo nacional de 500 eruditos religiosos elogió al asesino y emitió una advertencia a todos los que lamentaban el fallecimiento de Taseer. «El que apoya a un blasfemo también es un blasfemo», dijo el grupo en una declaración, que advirtió a periodistas, políticos e intelectuales que «aprendieran» del asesinato. «Lo que hizo Qadri ha enorgullecido a cualquier musulmán». [2]
Hermoso, verdaderamente hermoso, muy civilizado. No es sorprendente que los estadounidenses decentes, creyentes, crean que este tipo de pensamiento y conducta justifica las múltiples guerras de Washington; que Washington lucha contra esto, fanáticos islamistas, maníacos homicidas, que matan a sus propios compatriotas por alguna interpretación esotérica de un dogma religioso, que quieren matar a los estadounidenses por algún pecado sagrado imaginario, porque somos «infieles» o «blasfemos». ¿Cómo podemos razonar con gente semejante? ¿Dónde queda la humanidad común de la que hablan los pacifistas ingenuos y los activistas contra la guerra?
Pero la guerra puede verse como la religión de EE.UU.- últimamente Pakistán, Iraq, Afganistán, Somalia, Yemen, y muchos más en el pasado-, contra todos los no creyentes en la Iglesia de Nuestra Señora de la Invasión Eterna, del Bombardeo Sagrado y de la Tortura Inmaculada de Washington, todos condenados a muerte por blasfemia, mientras cada día EE.UU. descarga las benditas máquinas letales llamadas Predator que vuelan sobre sus tierras para lanzar misiles «Hellfire» [Fuego del Infierno] sobre bodas, funerales, casas, sin saber quiénes son las víctimas, sin preocuparse de quiénes son las víctimas, miles de ellas hasta ahora, mientras Washington pueda afirmar cada vez -con razón o sin ella- que entre ellas había un destacado blasfemo, llámese talibán, o al-Qaida, o insurgente, o militante. ¿Cómo podemos razonar con gente semejante, la gente de la CIA que opera esos bombarderos sin tripulación? ¿Cuál es la diferencia entre ellos y Mumtaz Qadri? Qadri sonreía satisfecho después de realizar su misión sagrada. El hombre de la CIA se sienta confortablemente en una sala en Nevada y manipula su sagrado videojuego, luego parte a una agradable cena mientras sus víctimas agonizan. Mumtaz Qadri cree apasionadamente en algo llamado Paraíso. El hombre de la CIA cree apasionadamente en algo llamado excepcionalismo estadounidense.
Como la gran mayoría de los estadounidenses, nuestro operador de drone no es necesariamente «extremista». Sam Smith, el editor del maravilloso boletín de noticias, Progressive Review, escribió recientemente: «Uno de los mayores mitos que dominan este país es que los llamados «lunáticos» provienen sobre todo de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Y que existe, sin embargo, un establishment sabio y moderado que nos salvará de su locura. De hecho, los verdaderos lunáticos se encuentran en el centro… después de conseguir los puestos públicos y medios importantes. Propagan impunemente el desastre, la muerte y la decadencia. Tomemos, por ejemplo, los casi de 60.000 soldados estadounidenses muertos en guerras sin sentido, comenzando con Vietnam. Y sumemos la cantidad de asesinatos políticos, asesinatos por prejuicios, actos terroristas, etc. Simplemente no hay comparación. Sin embargo, cada guerra que hemos librado en los tiempos modernos ha sido por decisión directa del establishment estadounidense, los que se describen pomposamente como moderados, centristas o bipartidistas.» [3]
Ampliando la comparación: En 2008, un joven estadounidense llamado Sharif Mobley se fue a Yemen a estudiar árabe y religión. Funcionarios estadounidenses afirman que en realidad su intención era unirse a un grupo terrorista. «Ven a Mobley como parte de un cuadro creciente de estadounidenses nacidos en el país que son atraídos a la yihad violenta». [4] [¿No se podría decir de la misma manera que los numerosos estadounidenses nacidos en EE.UU. que se unen voluntariamente a los militares para combatir en una de las numerosas guerras en el extranjero de EE.UU. «son atraídos a la yihad violenta»?
Notas
1. William Blum, Rogue State: A Guide to the World’s Only Superpower, páginas 187, 228 para fuentes
2. Washington Post, 5 de enero de 2011
3. Progressive Review, 27 de enero de 2011
4. Washington Post, 5 de septiembre de 2010
William Blum es autor de Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Rogue State: a guide to the World’s Only Super Power, y de West-Bloc Dissident: a Cold War Political Memoir. Para contactos: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/
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