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Huelga de hambre por la libertad en Guantánamo

El legado de promesas incumplidas de Obama

Fuentes: The Palestine Chronicle

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

La cárcel de la bahía de Guantánamo es un flagrante testimonio del estado de indecisión política que ha experimentado Estados Unidos desde que el primer día de la presidencia de Barack Obama. Mientras que no parece que su segundo mandato vaya a ocasionar nada del «cambio» que tan diligentemente había prometido, unos hombres escuálidos siguen sumiéndose en la desesperación más total en el gulag estadounidense de la Base Naval de Guantánamo en Cuba.

Muchas, si no la mayoría, de las 166 personas que están encarceladas actualmente en Guantánamo son inocentes. Lo son incluso según los principios del gobierno estadounidense al tiempo que este continúa violando las Convenciones de Ginebra y las leyes estadounidense referentes a los derechos de los presos en conflictos armados. De hecho, se dictaminó que 86 de los presos de Guantánamo podían quedar en libertad pero la falta de determinación por parte del gobierno [estadounidense], los obstáculos puestos por el Congreso y en general la falta de interés por la dura situación en la que se encuentran estos hombres han convertido Guantánamo en una abominación de los derechos humanos que continua funcionado con normalidad once años después.

En un discurso pronunciado el 1 de agosto de 2007 el entonces senador Obama estableció el marco moral de su punto de vista sobre esta farsa inhumana: «En los oscuros corredores de Abu Ghraib y en las celdas de Guantánamo hemos puesto en peligro nuestros más preciosos valores», afirmó. Sin embargo, su conducta años después como presidente no reflejó un deseo inquebrantable de romper con el legado de su predecesor.

El gobierno del expresidente George W. Bush había capitalizado el miedo y la ira producida por los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2011 y establecido el tipo de políticas perjudiciales que no solo minaron la Constitución estadounidense, sino que también suministraron una base para una ilegalidad global. El derecho internacional nunca había estado tan devaluado como en los años de Bush. Incluso hombres a los que se les había encomendado garantizar el cumplimiento de la ley trabajaron diligentemente para minarlo. El exfiscal general Alberto Gonzales, amigo personal de Bush, dominó este arte de la manipulación legal de modo que permitió a sus jefes adornar sus acciones gratuitas con un aire de legitimidad. Guantánamo fue su principal obra de arte.

Pero Obama parecía ser tajante respecto a acabar con la era Guantánamo, aunque esto únicamente ejemplificó el desprecio oficial de Estados Unidos por los derechos humanos y el derecho internacional que los preserva, como ha quedado demostrado desde Abu Ghraib en Iraq a Bagram en Afganistán.

El 22 de enero de 2009 el recién nombrado Obama, armado de un elocuente mandato popular, firmó un decreto presidencial para cerrar en el plazo de un año las Instalaciones de Detención de la Bahía de Guantánamo. Los términos en los que entonces estaba redactado el decreto reflejaban el nuevo ímpetu para reivindicar los dilapidados valores del país o al menos eso parecía. Hoy, sin embargo, suenan a una falsedad familiar, como muchas de las otras muchas promesas de Obama. El objetivo de aquel acto era «restaurar los principios del proceso debido y los valores institucionales fundamentales que han hecho más grande a este país incluso en medio de la guerra, incluso al tratar con el terrorismo». En realidad, la perogrullada de Obama era un intento de ponerse al nivel de las expectativas de un público frustrado y de un veredicto del Tribunal Supremo (Hamdan v. Rumsfeld) del 29 de julio de 2006 que otorgaba protección a los presos de Guantánamo según el Artículo Común 3 de la Convención de Ginebra.

No hay ni que decir que la petición de cerrar la cárcel de Guantánamo habría quedado completamente fuera de los cálculos de los medios de comunicación o del gobierno si no hubiera sido por el tenaz trabajo de muchos activistas de derechos humanos que siguen exigiendo al gobierno que haga lo que es correcto. Al menos durante un tiempo, Obama dio todas las muestras de que se estaban llevando a cabo verdaderas acciones al respecto. El 15 de diciembre de 2009 trató de sustituir Guantánamo por otra cárcel de máxima seguridad en Thompson, Illinois, y de trasladar a los presos a Estados Unidos, donde entonces tendrían un proceso debido.

Sin embargo, el Congreso, fortalecido por el ascenso de un grupo de extrema derecha extremista, el Tea Party, no pareció dispuesto a permitir ningún cambio radical respecto a las abominables políticas de Bush. Como demostró su primer mandato, Obama no estaba dispuesto a utilizar el capital político necesario para cerrar Guantánamo.

El 19 de mayo de 2010 llegó un veredicto crucial del Congreso que bloqueaba todo intento de redefinir el estatuto de los presos de Guantánamo o de cerrar la cárcel. El presidente capituló rápidamente especialmente debido a que el interés publico iba disminuyendo y la presión sobre Obama para que cumpliera sus viejas promesas se iba desvaneciendo lentamente. El 7 de marzo de 2011 Obama restituyó los tribunales militares en Guantánamo. Al cabo de dos años desapareció toda esperanza de justicia como si en primer lugar nunca se hubiera firmado el decreto presidencial. El 28 de enero de 2013 se cerró la propia oficina a la que se le había asignado la tarea de cerrar la cárcel de Guantánamo.

En un artículo publicado en Huffington Post con el título de «Obama’s Guantanamo Is Never Going To Close, So Everyone Might As Well Get Comfortable» [El Guantánamo de Obama no va cerrar nunca, así que todo el mundo puede estar tranquilo] Ryan J. Reilly hizo del 16 de febrero una revelación de lo más elocuente sobre la Base Naval de la Bahía de Guantánamo: «Cuando empieza el segundo mandato de Obama parece que Guantánamo está echando raíces», escribió. «En efecto, partes de la base naval han adquirido la apariencia de un nuevo complejo de viviendas en la playa. Se están construyendo cientos de viviendas en barrios con nombres como Iguana Terrace y Marina Point para albergar a la creciente población de personal militar, contratistas militares y sus familias, que actualmente suman unas 5.000 personas».

Se está construyendo una industria a expensas de los hombres más inocentes, como si fueran animales en un zoo. Reilly informaba: «La base ofrece un Starbucks, un Subway, un McDonald’s, un KFC/Taco Bell, un supermercado, un golf (por supuesto), un restaurante que sirve pollo adobado a la jamaicana y un pub irlandés. Una tienda de regalos vende iguanas de peluche y camisetas con estampadas con frases de la Bahía de Guantánamo tipo ‘Cerca, pero sin puros'».

Pero ningún texto puede describir verderamente la agonía de estos hombres en Guantánamo, muchos de los cuales llevan más de una década encarcelados sin cargos. A fecha de 19 de abril [de 2013] 63 de estos hombres estaban en huelga de hambre, algunos de ellos desde principios de febrero. Para ellos se trata de su dignidad o de la muerte. Uno de ello es Samir Naji al-Hasan Moqbel, un preso yemení que ha padecido un calvario inenarrable desde 2002. El 14 de abril [de 2013] escribió un artículo que publicó el New York Times titulado «Gitmo Is Killing Me» [Guantánamo me está matando]:

«[…] El mes pasado, el 15 de marzo, me encontraba enfermo en el hospital de la cárcel y me negué a que me alimentaran. Irrumpió un equipo del E.R.F. (siglas en inglés de Fuerzas de Reacción Extrema), un pelotón de ocho policías militares equipados de antidisturbios. Me ataron las manos y los pies a la cama. Me pusieron a la fuerza una vía intravenosa en la mano. Pasé 26 horas así, atado a la cama. No me permitieron ir al baño en todo este tiempo. Me introdujeron un catéter, lo que fue doloroso, degradante e innecesario. Ni siquiera se me permitió rezar.

[…]Durante una de las sesiones de alimentación forzosa, la enfermera me introdujo el tubo unos 40 centímetros en el estómago y me hizo más daño del habitual al hacerlo deprisa. Le pedí al intérprete que preguntara al médico si lo estaba haciendo correctamente o no. Era tan doloroso que les supliqué que dejaran de alimentarme. La enfermera se negó a dejar de alimentarme. Cuando estaban terminando se derramó parte de la «comida» en mi ropa. Les pedí que me cambiaran, pero el guardia se negó a permitir que me aferrara a ese último resquicio de mi dignidad».

El 12 de abril las autoridades penitenciarias de Guantánamo acabaron por la fuerza con la protesta de los presos y los metieron en celadas de aislamiento. La cantidad de presos en huelga de hambre aumenta cada día.

«Solo espero que debido al dolor que estamos sufriendo los ojos del mundo miren otra vez hacia Guantánamo antes de que sea demasiado tarde», escribió Moqbel, que tiene ahora 35 años y su única esperanza es volver a Yemen y crear una familia.

* N. de la t.: Se puede leer el texto completo en la traducción al castellano de Lucas Antón para Sinpermiso en http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5884  

Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un periodista colaborador de varios medios internacionales y editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father was A Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press).

Fuente: http://palestinechronicle.com/hungering-for-freedom-at-guantanamo-obamas-legacy-of-broken-promises/#.UYJC5td5MxB