Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens
En el actual debate de fracciones sobre el papel del lobby de Israel en la formulación y la ejecución de las políticas de USA en Medio Oriente, no creo que la alternativa de «lo uno o lo otro» – que da primacía al lobby de Israel o a los intereses estratégicos de USA – sea muy útil.
Además del conflicto Israel-Palestina, la política fundamental de USA en el Oriente Próximo no ha sido afectada por el Lobby. Por diferentes razones, tanto las elites usamericanas como israelíes han pensado siempre que a los árabes hay que mantenerlos en un estado de subordinación. Sin embargo, una vez que USA solidificó su alianza con Israel después de junio de 1967, comenzó a considerar a los israelíes – y los israelíes se proyectaron como tales – como expertos en la «mente árabe». En consecuencia, la alianza con Israel ha instigado las políticas usamericanas más truculentas, ya que los israelíes creen que «los árabes sólo entienden el lenguaje de la fuerza» y que cada unos pocos años hay que hacer añicos a tal o cual país árabe. El espectro de las diferencias políticas de USA podrá ser estrecho, pero en términos de su impacto sobre las vidas reales de la gente real en el mundo árabe, esas diferencias son probablemente significativas, y la influencia israelí empeora las cosas.
La afirmación de que Israel se ha convertido en un lastre para los intereses «nacionales» de USA en el Oriente Próximo no capta la perspectiva general. Algunas veces lo más obvio pasa inadvertido. Israel es la única base estable y segura para proyectar el poder de USA en esta región. Es de conocimiento general que cualquier otro país en el que se basa hoy USA en lo que a poder se refiere, puede caer fuera del control de USA mañana. USA descubrió esto, para su horror, en 1979, después de su inmensa inversión en el Shah. Por otra parte, Israel fue una creación de Occidente; está en todo sentido – cultural, política, económicamente – al servicio de Occidente, especialmente de USA. Esto no vale sólo para un liderazgo corrupto, como en el resto de Oriente Próximo, sino – lo que es más importante – a nivel popular. La orientación pro-usamericana de Israel existe no sólo entre las elites israelíes sino también en toda la población. Pase lo que pase en Israel, es inconcebible que cambie su orientación fundamental. Junto con su abrumador poder militar, esto convierte a Israel en una ventaja singular e irremplazable para USA en Oriente Próximo.
A este respecto, vale la pena recordar la justificación del apoyo británico para el sionismo. El dirigente sionista Chaim Weizmann preguntó una vez a un funcionario británico por qué los británicos seguían apoyando al sionismo a pesar de la oposición árabe. ¿No tendría más sentido que se quedaran con Palestina pero abandonaran el apoyo al sionismo? «Aunque una actitud semejante podría permitir un alivio temporal y tranquilizaría a los árabes por un cierto tiempo,» respondió el funcionario, «ciertamente no solucionará el problema ya que los árabes no quieren a los británicos en Palestina, y después de salirse con la suya con los judíos, atacarían la posición británica, como hacen los musulmanes en Mesopotamia, Egipto e India.» Otro funcionario británico juzgó en retrospectiva que, no importa cuánto resentimiento árabe se provocó, el apoyo británico para el sionismo fue una política prudente, porque estableció en medio de un «mundo árabe incierto una comunidad acomodada, educada, moderna, propensa en última instancia a depender el Imperio Británico.» Por si ésta fuera posible, los británicos tenían poco interés en impulsar una verdadera cooperación judío-árabe porque inevitablemente disminuiría esta dependencia. De la misma manera, USA no quiere un Israel que esté verdaderamente en paz con los árabes, porque ese Israel reduciría sus lazos de dependencia de USA, convirtiéndose en un agente menos fiable.
Es un motivo por el cual la afirmación de que las elites judías son «pro»-Israel tiene poco sentido. Están a favor de un Israel que sea útil a USA y, por lo tanto, útil para ellas. ¿Para qué serviría a un Paul Wolfowitz un Israel que viviera en paz con sus vecinos árabes y estuviese menos dispuesto a hacer lo que se antojara a USA?
Los antecedentes históricos sugieren definitivamente que ni los neoconservadores judíos en particular ni los intelectuales judíos de la corriente dominante sienten en general una lealtad primordial a Israel – en realidad, alguna lealtad a Israel. Los principales intelectuales judíos llegaron a ser favorables a Israel después de la guerra de junio de 1967 cuando Israel se convirtió en una ventaja estratégica para USA en Oriente Próximo, es decir cuando estuvo seguro y produjo beneficios. Que se les reconozca alguna convicción ideológica es, a mi juicio, muy ingenuo. No están más comprometidos con el sionismo que los neoconservadores de entre ellos estuvieron una vez comprometidos con el trotskismo: su único ‘ismo’ es el oportunismo. Como tipos psicológicos, esos Amantes de Sión recién acuñados se parecen más bien a la policía judía en el gueto de Varsovia. «Cada día, para salvar su propia piel, cada policía judío llevaba siete víctimas propiciatorias al altar de exterminación,» recordó tristemente un miembro de la Resistencia. «Hubo policías que ofrecieron a sus propios padres ancianos, con la excusa de que en todo caso iban a morir.» Los neoconservadores judíos velan por el interés «nacional» de USA, que es la fuente de su poder y privilegio, y en Oriente Próximo sucede que este interés «nacional» coincide en gran parte con el interés «nacional» de Israel. Si alguna vez esos intereses entraran en conflicto, ¿quién puede dudar de que, para salvar sus propias pieles, harán exactamente lo que se les ordene que hagan, con placer?
A diferencia de otros sitios en Oriente Próximo, es casi seguro que la política de la elite de USA en el conflicto Israel-Palestina no sería la misma sin el Lobby. ¿Qué gana USA con los asentamientos y la ocupación israelíes? En términos de enajenar al mundo árabe, ha tenido algo que perder. El Lobby probablemente no puede acumular suficiente poder como para poner en peligro un interés fundamental usamericano, pero puede elevar significativamente el umbral pasado el que las elites de USA están dispuestas a actuar – es decir a ordenar que Israel salga de los Territorios Palestinos Ocupados, como USA terminó por presionar a los indonesios para que salieran de Timor Oriental Ocupado. Aunque a Israel no le quedan muchas opciones si USA terminara por ordenarle que se mude. USA no lo hará hasta que, y a menos que, la ocupación de Israel se convierta en un obstáculo importante: debido al Lobby, el punto en el que se alcance «hasta que, y a menos que» cambia significativamente. Sin el Lobby, y ante un resentimiento árabe generalizado, USA tal vez ya habría ordenado a Israel que terminara la ocupación, ahorrando muchos sufrimientos a los palestinos.
En el actual debate de «lo uno o lo otro» sobre si el Lobby afecta la política de USA al nivel de la elite hacia Oriente Próximo, muchos de los interlocutores pierden la noción de que una dimensión crucial de este debate debería ser la medida en la que el Lobby asfixia una discusión libre y abierta en público sobre el tema. Porque en cuanto al intento de ampliar la discusión pública en este país sobre el conflicto Israel-Palestina, el Lobby juega un papel inmenso y nefasto. Especialmente porque las elites de USA no tienen un interés creado en la ocupación israelí, la movilización de la opinión pública puede tener un verdadero impacto en la formulación de la política – motivo por el cual el Lobby invierte tanta energía en suprimir la discusión.
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El libro más reciente de Norman Finkelstein es «Beyond Chutzpah: On the misuse of anti-Semitism and the abuse of history» (University of California Press). Su sitio en la red es: www.NormanFinkelstein.com.
http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=107&ItemID=10199
Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.