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El mito de la caverna

Fuentes: Rebelión

Un país que fuera realmente democrático que garantizara la separación de poderes (no es nuestro caso), en el que se respetaran y garantizaran los derechos humanos, no podría olvidar su pasado reciente tan fácilmente, no tendría que haber consentido perdón y olvido para los verdugos y asesinos de una atroz dictadura, no debería consentir que […]

Un país que fuera realmente democrático que garantizara la separación de poderes (no es nuestro caso), en el que se respetaran y garantizaran los derechos humanos, no podría olvidar su pasado reciente tan fácilmente, no tendría que haber consentido perdón y olvido para los verdugos y asesinos de una atroz dictadura, no debería consentir que después de cuarenta años más cien mil ciudadanos asesinados permanecieran enterrados anónimamente en las cunetas.

Los sucesivos gobiernos de esta pseudodemocracia han mirado para otro lado y han permitido que un mausoleo al dictador permaneciera intocable. Ahora Felipe González se lamenta por no haber sacado al sátrapa de ese lugar cuando tenía mayoría absoluta, un monumento que exalta las fechorías del dictador y que denigraba a los miles de republicanos que fueron enterrados al lado de su verdugo. Ahora el PSOE quiere enmendar ese error, pero tiene problemas con los obstáculos que vocíferos franquistas están poniendo (incluida la Iglesia -pago de los servicios prestados- que permitirá misas en conmemoración de la muerte del dictador en un puñado de Iglesias) ¿Se imaginan algo parecido en Alemania o Italia? Es impensable porque esos pueblos y sus gobiernos criminalizaron, por sus crímenes, toda referencia a los autores (Hitler y Mussolini) y a sus cómplices.

Pero hay mucho más. Este país consiente y subvenciona con fondos públicos una Asociación (Francisco Franco) que ensalza y glorifica a este dictador sanguinario, permite que algunos militares en activo o en la reserva alaben a su difunto jefe de mando y referente ideológico, permite que los militares golpistas, que se levantaron contra el Gobierno democrático de la República (Franco, Mola, Sanjurjo y Queipo de Llano) mantengan la Cruz de San Fernando (máxima distinción militar) y que la justicia (¿igual para todos?) trate con bastante benevolencia las graves fechorías contra ciudadanos pacíficos de esta extrema franquista que, cada vez más envalentonada, se siente protegida y amparada por algunas instituciones del estado.

Todavía más ¿Se imaginan a los periódicos alemanes Bild o Frankfurter Allgemeine Zeitung o a los italianos La República o Il Messaggero con esquelas mortuorias de Hitler o Mussolini? Es impensable ¿Verdad? Bueno, pues aquí, en nuestro país, los diarios ABC y El Mundo, tan democráticos y, pienso que con la excusa (en esto) de la «libertad de expresión», han publicado esquelas mortuorias del dictador y de Primo de Rivera con motivo del aniversario de su muerte. Ya no nos sorprende porque ya sabemos el papel que llevan jugando los grandes medios de comunicación para mantener el régimen borbónico y hacer «tabla rasa» de la dictadura. Lo más grave es que su control ideológico e informativo está en manos de sus dueños (los grandes poderes económicos y financieros) lo que contribuye (salvo honrosas excepciones) a distorsionar la realidad, a manipular las informaciones, a callar, incluso justificar, sus derivas ideológicas, los desmanes y corruptelas de aquellos partidos que defienden los intereses de las clases dominante (sea el PP, C´s o PSOE).

Hay factores socioculturales que influyen en la toma de conciencia de la ciudadanía (la incultura, la comodidad a no pensar,…). De aquí que muchas personas mayores que han sufrido penalidades, que han mamado, sin conciencia de alternativas porque al final creen que no les ha ido tan mal, una ideología franquista que los ha paralizado en el tiempo creyendo que no hay que cambiar nada porque «no ha sido tan malo lo pasado» (olvidan la historia y sus consecuencias). Esto unido al miedo que proyectan estos medios con las continuas intervenciones de políticos de la derecha extrema y periodista, colaboradores necesarios, sobre los desastres que los partidos de izquierdas ocasionarían a toda la sociedad si llegaran al poder.

Pero ¿Cómo es posible que este país que ha sufrido tanto, que ha soportado la miseria, el hambre y la represión durante tantos años todavía mantenga con sus votos a los herederos de tanto desastre?

Llegado a este punto quiero recordar el «Mito de la caverna» de Platón: esclavos amarrados de por vida, con cadenas en cuello, pies y manos, obligados a mirar sólo a una pared en la que le proyectan, mediante una hoguera encendida en la parte opuesta, falsas imágenes preparadas como única realidad que deben conocer. Esas sombras mentirosas repetidas muchas veces calaban tanto en los esclavos que eran asumidas por ellos como la única y verdadera realidad. Cuando uno logró escapar y ver la vida, observar la luz, contemplar el sol, los árboles, los pájaros se dio cuenta del engaño y comprendió que ese era el mundo real. Fue a convencer a sus compañeros, a llevarles esa luz (el cambio, la sabiduría, el conocimiento) a explicarles que los estaban engañando, a abrirle los ojos sobre la falsedad de sus vivencias. Sin embargo, los esclavos no sólo no le creyeron sino se levantaron contra él y lo asesinaron. Viene a cuento esta alegoría con la fuerte influencia que ejercen los poderosos medios de comunicación y los púlpitos que con la manipulación y la mentira continuadas (voceros políticos franquistas, periodista comprados, curas…) convencen a una masa de la ciudadanía, ignorante y dispuesta creer y no pensar, que la única verdad es la suya, que cuando se pierden derechos sociales y laborales, cuando se bajan salarios y pensiones, cuando se encarcela a los discrepantes, cuando se recortan en servicios públicos (sanidad, educación, dependencia…) es por preservar el orden establecido (cuarenta años de «democracia») y salvar la unidad de la patria.

Claro que hay voces, desde la izquierda, que intentan aportar luz (espero que lo consigan), capaces de plantear alternativas serias, constructivas y viables a esta injusta sociedad para conseguir una nueva con democracia real, con justicia social, con derechos y libertades para toda la ciudadanía. Pero hay que ampliar los caminos de comunicación, las vías de debate y toma de conciencia de una inmensa mayoría para que la reverberación de su eco implique un cambio constructivo hacia esa sociedad que deseamos, una sociedad justa y solidaria.

Pienso que el futuro no es de estos falsos «patriotas». Este futuro le pertenece a las nuevas generaciones, a los jóvenes que han tenido que emigrar, a los que trabajan con horarios de esclavos y sueldos de miseria, a los universitarios que reclaman un referéndum sobre «Monarquía o República», a las mujeres en defensa de una sociedad justa e igualitaria, a los pensionistas que luchan por el derecho, que se han ganado, a una pensión digna y a todos aquellos que sienten la necesidad de una sociedad más plural, abierta y democrática que acabe con todo tipo de discriminación, con trabajo digno, con servicios públicos de calidad, con derecho al trabajo y a una vivienda, basada en valores de solidaridad e igualdad y con la ética como forma vivencial del comportamiento político.

Juan García Ballesteros. Presidente del Colectivo Prometeo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.