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El mundo árabe, la izquierda y quienes permanecieron en silencio: la historia no los perdonará

Fuentes: Rebelión [Foto: manifestación en Jordania de apoyo a Gaza]

Traducido del inglés para Rebelión por Jesica Safa.

Las consecuencias del genocidio israelí en Gaza serán terribles. Un acontecimiento que tiene este grado de barbarie, apoyado por una conspiración internacional de inercia moral y silencio, no será relegado en la historia como otro «conflicto» o una simple tragedia.

El genocidio de Gaza es un catalizador de los grandes acontecimientos que se avecinan. Israel y sus benefactores son muy conscientes de esta realidad histórica. Esta es precisamente la razón por la que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, mantiene una carrera contra el tiempo en la que trata desesperadamente de asegurar que su país sigue siendo relevante o, al menos, vigente en la era venidera. Lo hace a través de la expansión territorial en Siria, la agresión implacable contra el Líbano y, por supuesto, el deseo de anexionar todos los territorios palestinos ocupados.

Pero no se puede controlar la historia con tanta precisión. Por muy inteligente que se crea, Netanyahu ya ha perdido la capacidad de influir en los acontecimientos. Ha sido incapaz de establecer una agenda clara en Gaza y no digamos de lograr objetivos estratégicos en una extensión de 365 kilómetros cuadrados de hormigón destruido y de cenizas. Los habitantes de Gaza han demostrado que el sumud colectivo [persevarancia, en árabe] puede derrotar a uno de los ejércitos modernos mejor equipado.

De hecho, la propia historia nos ha enseñado que los cambios de gran magnitud son inevitables. El verdadero dolor es que este cambio no está sucediendo lo suficientemente rápido como para salvar a una población hambrienta y que el cada vez mayor sentimiento propalestino no se está extendiendo al ritmo necesario para lograr un resultado político decisivo.

Nuestra confianza en este cambio inevitable tiene sus raíces en la historia. La Primera Guerra Mundial no fue solo una «Gran Guerra», sino un evento cataclísmico que rompió por completo el orden geopolítico de su tiempo. Cuatro imperios se reconfiguraron radicalmente; algunos, como el austro-húngaro y el otomano, desaparecieron.

El nuevo orden mundial resultante de la Primera Guerra Mundial duró poco. El sistema internacional moderno que hoy tenemos es el resultado directo de la Segunda Guerra Mundial. Esto incluye a las Naciones Unidas y todas las nuevas instituciones económicas, jurídicas y políticas centradas en Occidente que fueron forjadas por el Acuerdo de Bretton Woods en 1944, lo que incluye al Banco Mundial, el FMI y, en última instancia, la OTAN, con lo que se sembraron las semillas de conflictos aún más globales.

La caída del Muro de Berlín se anunció como el evento singular y definitorio que resolvió los conflictos persistentes de la lucha geopolítica posterior a la Segunda Guerra Mundial, y que supuestamente inauguraba un nuevo realineamiento global permanente o, para algunos, el «fin de la historia.»

La historia, sin embargo, tenía otros planes. Ni siquiera los espantosos ataques del 11 de septiembre y las guerras subsiguientes dirigidas por Estados Unidos pudieron reinventar el orden mundial de una manera coherente con los intereses y prioridades de Estados Unidos y Occidente.

Gaza es infinitamente pequeña cuando se juzga por su geografía, valor económico o importancia política. Sin embargo, ha demostrado ser el acontecimiento global más significativo que define la conciencia política de esta generación.

El hecho de que los autoproclamados guardianes del orden posbélico sean las mismas entidades que violan violenta y descaradamente todo derecho internacional y humanitario es suficiente para alterar fundamentalmente nuestra relación con el «orden basado en reglas» defendido por Occidente.

Puede que esto no parezca significativo ahora, pero tendrá profundas consecuencias a largo plazo. En gran medida ha puesto en peligro y, de hecho, deslegitimado la autoridad moral que Occidente ha impuesto, a menudo por medio de la violencia, al resto del mundo durante décadas, especialmente en el Sur Global.

Esta deslegitimación autoimpuesta también afectará a la propia idea de democracia, que ha estado sitiada en muchos países, incluidas las democracias occidentales. Es absolutamente natural, teniendo en cuenta que la mayor parte del planeta siente firmemente que Israel debe poner fin a su genocidio y que sus líderes deben rendir cuentas. Sin embargo, sigue habiendo poca o ninguna acción.

El cambio en la opinión pública occidental a favor de los palestinos y palestinas es asombroso cuando se considera en el contexto de deshumanización total que sufre el pueblo palestino por parte de los medios occidentales y la ciega lealtad de los gobiernos occidentales a Israel. Más impactante es que este cambio es en gran parte el resultado de la acción de las personas comunes en las redes sociales, de activistas que se movilizan en las calles y de periodistas independientes, sobre todo en Gaza, que trabajan bajo una presión extrema y con recursos mínimos.

Una conclusión fundamental es el fracaso de las naciones árabes y musulmanas al no tener en cuenta esta tragedia que afecta a sus propios hermanos y hermanas en Palestina. Mientras algunas personas se manifiestan desde una retórica vacía o de autoflagelación, otras subsisten en un estado de inercia, como si el genocidio en Gaza fuera un tema ajeno, como las guerras en Ucrania o en Congo.

Este hecho por sí solo pondrá en tela de juicio nuestra propia definición colectiva de lo que significa ser árabe o musulmán, y si tales definiciones llevan consigo identidades suprapolíticas. El tiempo lo dirá.

También la izquierda es problemática a su manera. Si bien no es monolitica, y aunque muchas personas de izquierda han defendido las protestas globales contra el genocidio, otras están divididas y son incapaces de formar un frente unificado, ni siquiera temporalmente.

Algunos izquierdistas aún están perdiendo el tiempo, paralizados por la preocupación de que ser antisionistas les suponga la calificación de antisemitismo. En el caso de este grupo, la autocontención y la autocensura les impiden emprender medidas decisivas.

La historia no se construye a partir de Israel ni de las potencias occidentales. En efecto, Gaza provocará el tipo de cambios globales que nos afectarán a todos, mucho más allá de Oriente Medio. Por ahora, sin embargo, es más urgente que usemos nuestra voluntad y acción colectiva para influir en un solo evento histórico: el fin del genocidio y la hambruna en Gaza.

El resto se dejará a la historia y a quienes deseen ser relevantes cuando el mundo cambie de nuevo.

Texto original: https://znetwork.org/znetarticle/the-arab-the-left-and-those-who-remained-silent-history-will-not-forgive-you/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.