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Entrevista a Roger Burbach

El ocaso del imperio

Fuentes: “Punto Final”, edición Nº 752, 2 de marzo, 2012

Roger Burbach, es un cientista social norteamericano especializado en América Latina. Es director del Centro para el Estudio de las Américas (Censa) en Berkeley, California. Colaborador de la prestigiosa revista NACLA Report on the Americas, es autor de varios libros. Actualmente trabaja en una obra junto a Michael Fox y Fred Fuentes titulada El fin […]

Roger Burbach, es un cientista social norteamericano especializado en América Latina. Es director del Centro para el Estudio de las Américas (Censa) en Berkeley, California. Colaborador de la prestigiosa revista NACLA Report on the Americas, es autor de varios libros. Actualmente trabaja en una obra junto a Michael Fox y Fred Fuentes titulada El fin de la hegemonía norteamericana y del socialismo (que conocemos): movimientos sociales y líderes de Izquierda en Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela, que debería aparecer este año. Burbach conoce bien Chile, donde estuvo trabajando en la Universidad de Chile durante el gobierno del presidente Salvador Allende. Vino a nuestro país a fines del año pasado para seguir de cerca el movimiento estudiantil.

Se percibe una progresiva disminución del poder hegemónico de Estados Unidos, que debería producir cambios socioeconómicos y geopolíticos globales. ¿Cómo afecta esta situación a América Latina?

«En ese nuevo contexto, pienso que América Latina -y más específicamente América del Sur- se está convirtiendo en zona de países emergentes que desafían como nunca antes a Estados Unidos y toman posiciones cada vez más independientes. Esto dentro de un proceso más general, en que el mundo controlado por una superpotencia hegemónica, unipolar por lo tanto, va pasando a ser multipolar. No sabemos todavía quién va a dominar el mundo, pero sí sabemos que marchamos hacia la multipolaridad. Y eso abre espacios y favorece a los países más débiles.

En América Latina hace tiempo que se advierte un proceso de coordinación de intereses y búsqueda de entendimientos asociativos en casi todos los planos, incluso en el terreno de la defensa y la relación entre las fuerzas armadas. Un punto culminante ha sido la creación del Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe).

Estados Unidos, militarmente sigue siendo el país más poderoso del mundo. Pero eso no basta. Más importante es la economía. Su situación económica sigue siendo muy compleja, difícil, y eso influye en todo, y específicamente en el gasto militar. Es todavía la superpotencia armada, pero se debilita debido a la falta de recursos. Se ha reconocido que será indispensable reducir gastos. Hasta ahora se sostenía que estaba en condiciones -y debería seguir estándolo- de afrontar dos guerras a la vez. Ahora se reconoce que escasamente puede seguir en Afganistán, luego de retirar sus tropas de Iraq. Una salida que sin duda fue una derrota, en medio del repudio popular: los iraquíes rechazan la presencia norteamericana y los contratistas que hacían negocios con la guerra están siendo detenidos. Iraq, actualmente, se separa más de Estados Unidos».

China, enemigo principal

de EE.UU.

¿Sigue sosteniendo Estados Unidos que el objetivo central de su política de defensa es la lucha contra el terrorismo?

«Es una estrategia proclamada, pero hay otros fines. Ahora mismo se desplazan fuerzas hacia el Medio Oriente y Asia, por Irán, y, sin decirlo, se movilizan fuerzas que tienen como objetivo a China. También recientemente el presidente Obama señaló que se instalarían militares en Australia. En el mediano plazo, se visualiza a China como enemigo principal.

Hay una crisis con Irán, más o menos inventada por Estados Unidos. Hay que recordar que hace poco se habló del complot de un narcotraficante mexicano que planeaba el asesinato del embajador de Arabia Saudita en connivencia con el gobierno de Irán. Era un invento burdo. El gobierno de Estados Unidos se equivoca al aplicar la máxima presión a Irán en un área tan sensible que aparece ligada de alguna forma con la proximidad de las elecciones presidenciales.

Estados Unidos carga con el fracaso de su intento de lograr una negociación exitosa entre Israel y Palestina, debido a la negativa de Netanyahu, y trata de contener a su aliado para que no ataque a Irán. Por su parte, Israel se siente cada vez más aislado y con menos margen de movimientos. Lo que está pasando en la zona es muy peligroso».

¿Cómo cambiaría el panorama si los republicanos ganan las elecciones presidenciales?

«No creo que cambie mayormente. Ellos dicen que Obama es soft, blando, pero no necesariamente serían más duros. Entre ellos hay quienes sostienen que Estados Unidos debería abandonar sus bases militares en todo el mundo. Por otra parte, el pueblo norteamericano está cansado de guerras. Sólo en Afganistán hay cien mil hombres. Hace pocos años, había 900 bases norteamericanas en el mundo. Y, por cierto, las dificultades económicas pesan. Algunos sostienen que las bases podrían ser reemplazadas por ‘drones’ ( aviones y aparatos semejantes manejados a larga distancia) pero eso es una parte del problema. Las críticas de los republicanos a Obama conservan el objetivo de George W. Bush, pero la realidad es muy distinta. Ahora se puede mucho menos».

América Latina se independiza

¿Y América Latina?

«Si Estados Unidos puede ahora menos, América Latina en cambio, puede mucho más que antes. Es cierto que ya EE.UU. no puede invadir, cosa que por lo demás dejó de hacer hace bastante tiempo, y sí puede continuar queriendo manipular las cosas, influyendo a través de sus embajadas, de sus agencias, de la CIA, de sus aliados en la alta burguesía y otros sectores, como las fuerzas armadas. Pero al mismo tiempo, vemos una irrupción de los movimientos sociales en América Latina y el surgimiento de gobiernos de Izquierda -o que supuestamente tienen ese carácter- que complican mucho el panorama para Estados Unidos.

Hablo de gobiernos supuestamente de Izquierda, porque hay mucho debate acerca de quién es Izquierda en América Latina. Es claro que lo son, Cuba, en primer lugar, y luego Venezuela, Ecuador y Bolivia, que son los gobiernos más críticos del neoliberalismo. Luego hay matices. El conjunto, sin embargo, da pasos tan significativos como la constitución del Celac, en que 32 países deciden formar una organización que intenta retomar el sueño de Bolívar, y en que participan Chile y México, gobernados por Sebastián Piñera y Felipe Calderón, y la importancia simbólica que tiene la presencia de Cuba, que no es miembro de la OEA y sufre desde hace decenios el bloqueo de Estados Unidos. Este es, sin duda un fenómeno nuevo y una expresión de voluntad real de independencia. Incluso se advierte un cambio en Colombia, donde el presidente José Manuel Santos es muy distinto que Uribe y donde no se han expandido las bases norteamericanas.

Yo divido los países de América Latina en dos bandos: los del Pacífico -Chile, todavía Perú, Colombia y México y la mayoría de Centro América, comprometidos con el neoliberalismo y con tratados de libre comercio, que mantienen relaciones preferentes con Estados Unidos. Al otro lado, debemos considerar sobre todo a los países del Mercosur, incluyendo a Venezuela, ligados varios de ellos por el Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que buscan más y más independencia.

A lo anterior hay que agregar factores como el peso mundial de Brasil y también la creciente presencia de China desplazando a Estados Unidos. China es el principal socio comercial de Brasil y también el principal acreedor de Estados Unidos. China depende del mercado norteamericano para sus exportaciones y Estados Unidos depende de China para que compre bonos de su deuda. Entre ambos países se producen tensiones que deberían agravarse también en América Latina, donde habrá una competencia dura, que según todo indica debería perder Estados Unidos, limitándose a planos estrictamente económicos.

Pero volviendo a América Latina. Hay gobiernos que se dicen de Izquierda (y que en diversos aspectos lo son) y reciben críticas severas porque siguen apegados al neoliberalismo y hacen una política económica basada en la exportación de materias primas y otros recursos naturales. No son muchos los hechos que autorizan a decir que han cambiado el modelo.

En América Latina se habla mucho de socialismo, de nuevas tendencias progresistas, pero no se ha podido mostrar todavía la estrategia que conduzca a una nueva economía. Todavía -salvo Cuba y tal vez Venezuela- todos los países están comprometidos en políticas desarrollistas o de capitalismo de Estado. La Izquierda no tiene todavía respuestas satisfactorias para el desafío que se le plantea, aunque se habla del socialismo del siglo XXI. A mi juicio, por ejemplo, la política de Hugo Chávez es muy parecida a la política económica de Allende: control del comercio exterior, de algunos bancos y manufacturas, con inflación, mercado negro, mientras surgen nuevos problemas que perturban los esfuerzos por crear un nuevo socialismo, como puede verse en la campaña electoral en curso.

En ese plano, son muy importantes los cambios que debieran producirse en la economía y en la sociedad cubanas. Hasta ahora no se sabe exactamente lo que ocurrirá. Hay medidas muy inteligentes que se han anunciado y comienzan a ponerse en práctica en el plano de los servicios, oficios y pequeño comercio y agricultura. Todo está resultando muy difícil y debe resolverse pronto, ya que ha pasado tiempo desde que se anunciaron cambios profundos».

Socialismo del siglo XXI

¿Es imaginable que se produzcan cambios significativos si todavía no existe una concepción de cómo deben ser esos cambios, y cuál su inserción en el sentido del socialismo?

«Eso es lo que plantea Emir Sader en su último libro. A su juicio, falta una teoría para esta nueva etapa. En los años 90, el retroceso de la Izquierda fue muy considerable y la aplicación de las políticas neoliberales se generalizó. En ese tiempo comenzaron a despuntar los movimientos sociales. Lo más que se podía esperar de los gobiernos de centroizquierda era mayor protección social para paliar los resultados catastróficos que sufrían los sectores pobres con la aplicación del modelo neoliberal, pero no constituían avances hacia el socialismo. Para lograrlo hay que cambiar por completo la economía, y para eso no alcanzan las fuerzas. Es comprensible que se critique a los gobiernos de centroizquierda, pero al mismo tiempo los movimientos sociales deben evitar divisiones y enfrentamientos que permitirían que las fuerzas que apoyan al imperialismo y a la burguesía vuelvan a apoderarse de los gobiernos. Hay, por lo tanto, que apoyar a la centroizquierda mientras se fortalece la Izquierda, que todavía es débil en América Latina».

¿Cuál es a su juicio la situación de Brasil, donde no se ha planteado siquiera la reforma agraria, y donde el capitalismo se desarrolla impetuosamente mientras se mantienen terribles desigualdades sociales?

«El potencial de la economía de Brasil parece muy grande y también lo es la polarización de la riqueza. El gobierno de Lula se concentró en el plano social, asegurando entrega de alimentos y productos de primera necesidad a los sectores más modestos y mejorando carencias médicas y habitacionales, con una política criticada como clientelista para asegurar votos al PT con fuertes asomos de corrupción y pasividad en problemas cruciales como la reforma agraria. Ha crecido poderosamente la burguesía agroindustrial y los capitales brasileños salen más allá de las fronteras. Tienen razón los partidos de Izquierda brasileños cuando critican el modelo imperante en su país y su expansión a otros países de la región y quisieran limitarla, lo que por el momento es imposible.

La otra cara de esta expansión y fortalecimiento de la economía le da a Brasil respaldo para adoptar posiciones más independientes. Ha apoyado la idea de una alianza de los países latinoamericanos y del Caribe para contrarrestar la influencia de Estados Unidos. No ha criticado la experiencia de Hugo Chávez en Venezuela, ha robustecido sus lazos con Cuba. Participa en Unasur y el Mercosur. Un Brasil cada vez más poderoso adopta posiciones más independientes frente a Estados Unidos.

Insisto en que América Latina, y en especial América del Sur, se está convirtiendo en un poder emergente que da pasos para una unión comercial, financiera y política, que visualiza una moneda común y un Banco del Sur que significarían un paso trascendental para lograr verdadera independencia y realizar las tranformaciones de fondo que necesitan sus pueblos. El bloque Argentina, Brasil y Venezuela, especialmente, está tomando una orientación económica importante.

Es cierto que Estados Unidos todavía tiene hegemonía en México, Centroamérica y tal vez un poco en la costa oeste de América del Sur, pero en el resto del continente la ha perdido. Su patio trasero se ha reducido a México y algo más. Con todo, no hay que perder de vista otros factores como la llamada guerra de la droga. Esa es una punta de lanza muy importante de Estados Unidos. La DEA es una fuerza intervencionista como se vio en Bolivia en 2008, cuando la agencia norteamericana entregaba dinero a la oposición a Evo Morales. Ahora mismo la DEA está convertida en una fuerza de combate en México, donde todavía Estados Unidos puede intervenir. La situación mexicana se agrava día a día con un saldo de 40 a 50 mil muertos al año, en una guerra sin fin. Interminable, porque si se lograra erradicar de México se produciría en otro país. La guerra de la droga ha sido y seguirá siendo pretexto para intervenir en América Latina»