La algarabía que armaron los congresistas republicanos estadounidenses de origen cubano Marco Rubio e Ileana Ros-Lethinen en torno al reciente viaje a la Isla de las superestrellas afroamericanas Beyoncé y Jay-Z, trajo luz sobre cuestiones que van más allá de las hostilidades entre ambas costas del Estrecho de la Florida. Tanto el senador Rubio como […]
La algarabía que armaron los congresistas republicanos estadounidenses de origen cubano Marco Rubio e Ileana Ros-Lethinen en torno al reciente viaje a la Isla de las superestrellas afroamericanas Beyoncé y Jay-Z, trajo luz sobre cuestiones que van más allá de las hostilidades entre ambas costas del Estrecho de la Florida.
Tanto el senador Rubio como la representante Ros-Lethenien son figuras políticas del estado de la Florida estrechamente vinculados a las acciones, y muy especialmente a los fondos, que por décadas Washington ha dedicado a combatir a la revolución cubana. Ambos integran de manera prominente lo que en Cuba se conoce como la mafia contrarrevolucionaria de Miami y en la Florida se define como la industria del odio (hate industry) contra Cuba.
La muy popular pareja que forman el rapero Shawn Carter (cuyo nombre artístico es Jay-Z) y la cantante pop Beyoncé Knowles-Carter, es conocida profesionalmente como los «Bejay».
Ellos son matrimonio desde hace cinco años y decidieron celebrar su aniversario en Cuba, aprovechando las discretas aperturas en el Travel Ban (ley que prohíbe los viajes a Cuba) autorizadas recientemente por el gobierno del presidente Barack Obama que permiten hacerlo a ciertas categorías de ciudadanos estadounidense expresamente aprobados por Washington.
La pareja pudo hacer su viaje a la «isla prohibida» junto a las madres de ambos y algunos familiares y asistentes. Para ello debieron cumplir con todas las restricciones que Washington impone a sus ciudadanos para viajar a Cuba. El grupo que organizó el viaje de los Bejay tuvo que presentar a la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Tesoro (OFAC) un itinerario detallado antes de otorgarle la licencia requerida para que la visita tuviera realizarse.
Las leyes y regulaciones del bloqueo a Cuba prohíben los viajes a Cuba de los estadounidenses, pero durante el gobierno de Bill Clinton se aprobaron, para ciertas categorías de personas, viajes por motivos religiosos, humanitarios y educacionales, algo que el presidente George W. Bush suprimió y Barack Obama retomó como parte de la política de intercambios «pueblo a pueblo» cuyo declarado propósito es que los visitantes promuevan entre los cubanos la «democracia» (término que para Washington es sinónimo de capitalismo). Cuba ha aceptado siempre el reto que implica este propósito atentatorio contra su soberanía nacional porque, en la práctica, ofrece a los cubanos la oportunidad de demostrar a los visitantes las falsedades de la campaña que hace más de medio siglo libran el gobierno y los medios de información estadounidenses contra Cuba. La distancia que media entre las manipulaciones de esa campaña y la verdad es de tal magnitud que, generalmente, al primer contacto con la realidad, los visitantes se abren al entendimiento de las razones que han dado lugar a la histórica hazaña popular que es la revolución cubana y la sinrazón de la política de hostilidad de su gobierno contra el país insular.
Mientras los Bejay dedicaban a tiempo completo su estancia en Cuba a actividades como la visita al Instituto Superior de Arte, la apreciación de las actuaciones de un afamado grupo teatral infantil y las de un conjunto de danza moderna, entre otros eventos de carácter cultural y educacional, absteniéndose de visitar las muchas playas y centros de recreación y turismo que disfrutan en Cuba millones de turistas nacionales y extranjeros, en Estados Unidos el senador Marco Rubio y la representante Ileana Ros-Lehtinen conseguían que múltiples espacios de la prensa estadounidense y mundial se dedicaran a sugerir la mentira de que Beyoncé y Jay-Z habían viajado a Cuba ilegalmente (o sin la debida licencia) para provocar un escándalo.
Intentaban con ello revertir las disposiciones de Obama que han traído cierto relajamiento de las prohibiciones de viajes a Cuba que perjudicaban tanto a los estadounidenses y, al mismo tiempo, describir a Obama como un defensor del gobierno de Cuba, que ciertamente no es.
Sugerían con ello, igualmente, que Obama daba tratamiento preferencial a los afroamericanos y, de paso, pretendían ganar ascendencia entre los estadounidenses no negros para su cruzada anticubana, acusando a los Bejay y sus amigos y familiares negros de ser violadores de las leyes de su país al trasladarse a Cuba.
Rubio y Ros-Lehtinen, jamás han levantado un dedo a favor de la piel oscura de los latinos residentes en los Estados Unidos y, mucho menos, de los negros estadounidenses. Como partidarios que son del capitalismo, se sirven del racismo, el sexismo y la homofobia para mantener a los pueblos divididos e impedidos de unirse contra el orden injusto que les oprime.
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