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En homenaje a Juliano Mer, actor y cineasta palestino-israelí, asesinado en Jenin

El Romeo Palestino

Fuentes: Rebelión

Ante la triste noticia del asesinato de Juliano Mer, hijo de madre judía y padre árabe, autor de la película «Los niños de Arna, rescatamos este texto de Uri Avnery escrito en 2004 como homenaje a su memoria. Traducido para Rebelión por Carlos Sanchís

Arna Mer era una mujer tempestuosa y excitante. Era la hija de un profesor de medicina el cual ya se había convertido en una leyenda en vida. Como joven mujer se unió a los legendarios combatientes del Palmakh en el ejército clandestino, y desde entonces el Keffiyah afectado por ellos se convirtió en su marca. Después de la guerra de 1948 se unió el partido comunista, entonces el grupo más odiado en Israel, y se casó con un funcionario del partido árabe. Sus dos bien conocidos hijos, Juliano y Spartak, llevaron nombres revolucionarios.

Al principio de la ocupación, Arna adoptó el campo de refugiados de Jenin, un mar de miseria y privación, y creó una isla de luz: un teatro de niños. Con la ayuda de Juliano, entonces un joven actor ambicioso, reunió un grupo de muchachos y muchachas de 9 y 10 años de edad, e improvisó actuaciones con los medios más rudimentarios. Hablando fluidamente el árabe, se identificó completamente con el sufrimiento palestino y animó a que los niños expresaran su enojo, orgullo y oposición a la ocupación. Por esta dedicación ganó el «el Premio Nobel Alternativo» en Estocolmo. En la víspera de su muerte a causa de un cáncer, agotada y frágil, visitó el campo para decir adiós.

Semejante personalidad podría llenar una película completamente por sí sola. Pero en la película «Los Niños de Arna», dirigida por Juliano, el «niño» es el protagonista junto con la » madre» y convierte la película en un documento único e indispensable para cualquiera que quiera entender el intifada.

Hace un año, la película de Muhammad Bakri «Jenin, Jenin» despertó una tormenta en Israel e incluso llegó al Tribunal Supremo (que tomó la decisión que prohibía ser mostrada). Ambas películas tratan en parte el mismo territorio: los hechos de Jenin en abril del 2002, cuando el ejército israelí invadió el pueblo de Cisjordania y el campo de refugiados como parte de la «Operación Escudo Defensivo.» Ambos muestran la profunda empatía para el bando palestino. Pero hay una gran diferencia entre los dos. En la película de Muhammad Bakri, se muestran las gentes de Jenin como víctimas de una matanza. En la versión de Juliano Mer, aparecen como héroes que asumen el poderío aplastante del ejército israelita. Los combatientes palestinos en la película niegan airadamente la afirmación de que hubo una «masacre «, una afirmación que consideran humillante e insultante. Su actitud recuerda uno un poco a la de los supervivientes de la revuelta judía del Gueto de Varsovia.

Lo que hace de esta película una experiencia inolvidable es la doble exposición de sus héroes. Juliano los filmó cuando eran niños, miembros del grupo de Arna. Son cautivadores muchachos y muchachas, llenos de espíritu y humor. Los vemos en toda su sinceridad, ladrando y atacandóse unos a otros en una actitud de «perros.» Vemos a Ashraf, el muchacho más impresionante, soñando en un futuro cuando será el «Romeo Palestino.» Observamos a estos niños, viviendo en condiciones infrahumanas, soñando con una vida de felicidad y esplendor.

Cuando la película avanza, los encontramos, ya hombres jóvenes, de nuevo. El sonriente y cautivador Ashraf, el Romeo Palestino, se inmoló en una misión suicida. Como es usual en tales casos, sólo antes de la acción grabó una última declaración en vídeo: un jovenzuelo barbudo, solemne, determinado, explicando que esa muerte es mejor que la vida en el infierno de un campo de refugiados bajo la ocupación. Otros cayeron-«caídos», no «masacrados»-en la Batalla de Jenin.

Los palestinos tratan a Juliano con perfecta confianza, a pesar de ser un «Yahudi» (realmente él es sólo medio judío, pero ante sus ojos es un judío). Como resultado se le dio una oportunidad que ningún otro israelí tendría en la vida: le permitieron acompañarlos y fotografiarlos de día y de noche, hasta el fin. Así un único e inestimable documento fue creado. Muestra cómo esos hombres que son descritos en los comunicados de prensa de las IDF (Fuerzas Israelíes de Defensa) como «hombres armados» y declarados para ser » hijos de la muerte» (lo que significa: susceptibles de ser asesinados) vivos o muertos.

Les vemos moviéndose en grupos pequeños, provistos de armas ligeras, o durmiendo vestidos, preparados para saltar a la acción al primer aviso. Se sientan juntos pasándose un cigarrillo, hablando en broma entre sí a veces, como los combatientes hacen antes de la batalla. Un espíritu de hermandad y compañerismo está en el aire. Son, después de todo, jóvenes llenos de vida que saben que sus días están contados. Ninguno de ellos es un religioso fanático.

Cuando los puestos de observación les alertan por teléfono celular que una unidad blindada israelí está acercándose, salen para atacarla, Kalashnikovs y pistolas contra poderosos tanques. Pero, como ellos dicen, están determinados a no rendirse, a luchar hasta el final (más bien en el espíritu de Sansón en la Biblia: «Permitidme morir con los Filisteos» [Jueces, 16, 30].)

Esta es la otra cara de los comunicados rutinarios del portavoz del ejército: «En el transcurso de una búsqueda de los terroristas en captura, las IDF entró en el campo de refugiados…en el tiroteo resultante, cinco palestinos armados fueron muertos …nuestras fuerzas no sufrieron ninguna baja…»

No es ningún secreto que últimamente el ejército ha estado enviando columnas blindadas a los pueblos palestinos no para » arrestar a terroristas en búsqueda» o para «eliminar bombas de relojería», sino para sacar a estos combatientes armados de sus lugares de ocultación e inducirlos a atacar a los tanques; una acción equivalente al suicidio.

Al final, las fotografías de casi todos los niños de Arna- juntos de nuevo-aparecen en las paredes en carteles que recuerdan a los Mártires. Los niños que son al principio tan alegres y llenos de travesuras al principio de la película, se habían convertido en solemnes y amenazantes.

A los ojos de la mayoría de los israelíes, son simplemente los terroristas, asesinos y delincuentes cuyo solo objetivo en la vida es «derramar sangre judía.» No ven a los seres humanos y no se preguntan de donde vinieron y que fue lo que consiguió que ellos hicieran lo que están haciendo. Por consiguiente, no entienden la fuente de su fuerza y tenacidad.

A los ojos de los palestinos, estos son sus héroes nacionales, personas jóvenes valientes y abnegados que sacrifican sus vidas por la dignidad y el futuro de su pueblo. Piensan de ellos como nosotros pensamos de nuestros luchadores clandestinos antes de que Israel fuera creado.

Ashraf, el que tenía que ser el Romeo palestino, murió junto con sus amigos, como Romeo en la tragedia de Shakespeare. Pero viendo esta película, uno sabe que por cada uno que cae hay docenas para ocupar su lugar.

Al abandonar el vestíbulo después de la proyección, una pregunta se estaba formulando en mi mente: al final, cuándo los palestinos logren su independencia y estos combatientes se volverán parte de la mitología nacional, ¿serán las relaciones formadas en los tiempos más oscuros entre estos niños y Arna, y lo que ella quería lo que proveerá de una base para la conciliación?

Siempre es difícil ver la otra cara de la moneda, aún más en medio de luchas, cuando el dolor, la ira i el odio son la regla suprema. Esta película nos presenta una oportunidad rara de conseguir un cuadro más lleno y más realista. Es una muy conmovedora película, una película que abre nuestros ojos y explica por qué el ejército israelí no puede vencer la intifada aunque la esté «ganando cada día», como anunció el comandante de la Franja de Gaza esta semana con orgullo ciego.

13.3.04

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.