Una vez más los portavoces y panfletos anticubanos pagados por EE.UU. hacen silencio ante la represión y las graves violaciones de los derechos humanos en el país norteño, mientras difaman y mienten sin parar acerca de la isla caribeña.
Esos corderitos de Miami, díganse terroristas y medios de información al servicio de Washington, enmudecen sobre las multitudinarias manifestaciones que se escenifican en varias ciudades estadounidenses contra la cacería de migrantes desatada por la administración del mandatario Donald Trump.
Ni una sola palabra han dicho, y mucho meno se han referido en sus libelos, al despliegue de miles de efectivos de la Guardia Nacional, de Marines y de la policía en Los Ángeles, San Francisco, Dallas y Nueva York, entre otras localidades, para reprimir las fuertes protestas frente la política xenófoba de Trump.
Tampoco han denunciado las numerosas detenciones, incluso de niños migrantes, y el uso de la violencia sin límites por los militares con saldo de centenares de heridos.
EE.UU. está en llamas, pero los enemigos de Cuba se abstienen de pronunciarse acerca de lo que está ocurriendo en el poderoso imperio del norte, por cierto, al borde de una crisis sin precedentes.
Sin embargo, los corderitos de Miami protagonizan una intensa campaña mediática anticubana y alientan eventuales revueltas en la mayor de las Antillas, aprovechándose de la compleja situación que enfrenta su pueblo por el prolongado y arreciado bloqueo económico, comercial y financiero que le impone Washington.
Los ataques a la nación antillana incluyen también como protagonista al embajador de EE.UU. en La Habana, Mike Hammer, quien en total irrespeto por las normas internacionales estimula posibles desordenes.
Hammer tampoco ha declarado nada sobre los graves acontecimientos actuales en su país, contrario a lo que debería hacer un “experimentado” diplomático como él.
Por supuesto, agredir a Cuba es su objetivo y el de los corderitos miamenses, empero otra vez el tiro les salió por la culata porque el decano archipiélago del Caribe está en paz, mientras EE.UU. en llamas y amenazado por una guerra civil.
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