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El sionismo en crisis: La resistencia palestina forja un nuevo horizonte

Fuentes: Mondoweiss [Imagen: Miembros de la resistencia palestina alzan sus armas durante una ceremonia en memoria de Mohammed al-Azizi y Abdul Rahman Sobh, asesinados por las fuerzas israelíes en julio de 2022 en la ciudad de Nablus, en Cisjordania (Foto: Shadi Jarar’ah / APA Images)]

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Durante demasiado tiempo el movimiento de solidaridad global solo ha considerado a los palestinos como víctimas de la violencia israelí. El momento actual nos invita a cuestionar la invencibilidad del proyecto sionista y replantea nuestra lucha.

En las últimas semanas se han producido importantes acontecimientos en la Palestina histórica. El 7 de enero marcó el inicio de las protestas sionistas en respuesta a la propuesta de reforma judicial en Israel. Paralelamente, también hemos asistido a una intensificación de la actual violencia de los colonos perpetrada por la entidad sionista contra los palestinos: enero fue el mes más mortífero en Cisjordania en casi una década, y en las últimas semanas se ha intensificado la violencia contra los palestinos en la mezquita de Al-Aqsa. En respuesta a estas agresiones hemos asistido a un aumento de los esfuerzos de resistencia por parte de grupos de toda la Palestina histórica, así como de Líbano y Siria. Aunque los medios de comunicación puedan hacer creer que se trata de sucesos aislados desde el punto de vista político, geográfico y temporal, constituyen una historia colectiva de importantes acontecimientos en la lucha de liberación palestina.

Es fácil desestimar las protestas sionistas contra las reformas judiciales por considerarlas insignificantes para los palestinos, para quienes el sometimiento a la violencia israelí persiste independientemente de quién esté en el gobierno. Si bien esto es cierto, la profundización de las contradicciones en el seno del movimiento sionista global refleja los tambaleantes cimientos sobre los que se construyó el Estado sionista y la consiguiente tensión entre su subyacente base fascista y la fachada de democracia que proyecta al mundo. Estas tensiones ponen de manifiesto la naturaleza artificial de la colonización sionista: si bien todos los colonos están unidos contra la amenaza externa de la resistencia palestina y a favor del orden social colonial, poco más los vincula o mantiene unidos políticamente.

En este sentido, hay que señalar que es a través de los excesos del proyecto de asentamientos, a través de la colonización y explotación del pueblo palestino, como el sionismo pretende resolver sus contradicciones internas. Por lo tanto, el intento de construir la dualidadciudadano–colono, en la que su brazo «liberal» a veces intenta distanciarse del fascismo del movimiento de los colonos, debe ser cuestionado. Nosotros creemos que ambos existen en mutua relación y, lo que es más importante, en relación con el colonialismo sionista. El movimiento de colonos ha sido durante mucho tiempo parte integrante de la expansión del Estado sionista: el Estado a través del cual los sionistas liberales han ejercido el poder y mediante el que ejercen la «democracia» por la que hoy afirman estar luchando. Al negarnos a abordar esta cuestión en términos de «democracia» frente a «fascismo» y cuestionando en su lugar la relación de esta contradicción con el colonialismo, podemos comprender el papel de la resistencia y la unidad palestinas en la inevitable desaparición del proyecto sionista.

Aunque las reformas judiciales propuestas por el gobierno de coalición representan los intereses del movimiento fascista de colonos, son también estos intereses los que sustentan la creciente violencia en la mezquita Al-Aqsa. Muchos se han apresurado a señalar con razón que los actuales asaltos a Al-Aqsa son de manual: la violencia israelí contra los palestinos se recrudece cada año durante el Ramadán, ya sea mediante irrupciones en Al-Aqsa o bombardeos sobre Gaza. Sin embargo, la violencia contra los palestinos también aumenta durante las festividades judías, y este año la Pascua judía, la Semana Santa y el Ramadán han tenido lugar al mismo tiempo, por lo que el aumento de la violencia debe interpretarse como tal: como la manifestación de un Estado extremista que trata de imponer una nueva realidad, tendente al desmantelamiento de Al-Aqsa con la esperanza de construir sobre ella el templo de Salomón. Si bien es cierto que el movimiento que insiste en allanar Al-Aqsa durante la Pascua ha quedado aislado de los sionistas «pro-democracia», estos sueños de convertir Jerusalén en una ciudad de una sola fe son mucho más amplios en la sociedad israelí, lo que revela una vez más la relación simbiótica entre las corrientes aparentemente contradictorias del sionismo cuando se sitúan en su marco colonial más amplio.

Frente al sionismo en crisis, los palestinos se han unido y coaligado en torno al aumento de los esfuerzos de resistencia en toda la Palestina histórica, basándose en el legado de la Intifada por la Unidad de 2021. A medida que crecían los levantamientos de mayo, un cántico común resonaba de Haifa a Ramala: mishan Allah, ya Gaza yalla (¡por el amor de Dios, adelante Gaza!). Por primera vez desde que se tiene memoria, las ciudades del interior (las tierras conquistadas en 1948) lideraron un levantamiento en lugar de apoyarlo. Los jóvenes de esa comunidad de dos millones de habitantes se rebelaron ante las repetidas incursiones de las fuerzas policiales en Al-Aqsa. Autobuses procedentes de decenas de ciudades palestinas se trasladaron hasta Jerusalén y la policía se encargó de bloquear las principales calles. Las dramáticas imágenes de ancianos optando por caminar para eludir los puestos de control cristalizaron la unidad entre dos zonas que las políticas sionistas llevan 75 años intentando fragmentar. Cuando la resistencia entró en liza, la aislada y asediada Gaza respondió a Jerusalén y se impuso al cálculo de Tel Aviv. Por la misma época, en Yenín, el mártir de 25 años Jamil Alamoury y sus compañeros crearon el batallón de Yenín, iniciando un nuevo capítulo de confrontación que utiliza el entorno urbano local como zona de operaciones y el apoyo popular como escudo. Por toda Cisjordania empezaron a formarse pequeñas unidades de resistencia que hoy exigen la atención de cerca del 60% de las fuerzas de ocupación. Si Gaza se alza en guerra, Jerusalén y el interior se levantan y Cisjordania se implica en una guerra de desgaste y resistencia popular, los costes de la impunidad sionista se harán insoportables. El pueblo palestino posee hoy algo que Israel se ha esforzado en desmantelar: unidad y optimismo revolucionario.

Los levantamientos de mayo de 2021 se amalgamaron en el planteamiento de la «Unidad de Todos los Frentes» y actualmente estamos siendo testigos de cómo este eslogan se transforma en una realidad política. En particular, estamos asistiendo a la expansión de esta noción a Líbano y Siria. En respuesta a la repetición de los abusos cometidos en 2021 contra los fieles de Al-Aqsa, las facciones palestinas que operan en Líbano y Siria lanzaron en dos ocasiones cohetes contra el norte de Palestina. Las protestas crecen en las ciudades de la Nakba de 1948 y los batallones de Cisjordania han redoblado sus esfuerzos. En respuesta, los dirigentes sionistas decidieron atacar Gaza, confirmando que las políticas de contención y aislamiento han fracasado y que prevalece la «Unidad de Todos los Frentes». Por primera vez desde que se recuerda, fue la entidad sionista la que actuó con moderación, apresurándose a absolver a los actores regionales de Líbano y Siria del papel que sin duda desempeñan en el apoyo a la resistencia palestina. El régimen sionista también se aseguró de que su bombardeo de Gaza evitara grandes pérdidas de vidas humanas y propiedades de la resistencia.

El 10 de abril, periodistas israelíes confirmaron que las fuerzas de ocupación habían dejado de utilizar el nombre «Operación Romper la Ola» para describir sus intentos de sofocar la resistencia palestina en Cisjordania, reconociendo implícitamente que los grupos de resistencia palestinos están para quedarse. El 11 de abril, Netanyahu anunció que los colonos no podrían entrar en Al-Aqsa durante el Ramadán por temor a que aumentaran las tensiones en Jerusalén. En conjunto, estos ejemplos ilustran la falta de confianza de la entidad sionista a la hora de enfrentarse a la fuerza de la resistencia palestina actual.

Los defensores de Palestina no deben olvidar nunca la verdad que esto demuestra: atrás han quedado los días de invencibilidad de la entidad sionista, y han sido la persistencia y acumulación de la resistencia palestina las que lo han conseguido.

Durante demasiado tiempo la diáspora palestina y el movimiento de solidaridad mundial se han visto paralizados por una postura reactiva que entiende que los palestinos sólo son víctimas de la violencia israelí. Sin embargo, este momento nos llama a cuestionar la invencibilidad del proyecto sionista y a reevaluar las herramientas de nuestra lucha. Hoy podemos afirmar que el proyecto sionista es tan frágil como siempre lo ha sido. Al mismo tiempo, la resistencia palestina es más fuerte de lo que nunca ha sido. El cambio global que estamos presenciando refleja el potencial de un cambio de paradigma en este marco: somos víctimas de su violencia, pero también somos capaces de tomar nuestro destino en nuestras propias manos. En la diáspora, esto significa unirse a organizaciones para construir un poder transnacional y emprender una lucha de principios para hacer realidad la promesa de liberación.

Fuente: https://mondoweiss.net/2023/04/zionism-in-crisis-palestinian-resistance-forges-a-new-horizon/

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