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El sionismo y su apetito voraz

Fuentes: Rebelión

Mientras el mundo, en su gran mayoría, lucha contra la pandemia más graves del siglo y sus efectos en materia sanitaria, social y económica, existen entidades dedicadas a hacer de su conducta criminal otro virus tan mortal como el Covid-19. Esa entidad se llama Israel que porta, en forma permanente, un virus que he denominado […]

Mientras el mundo, en su gran mayoría, lucha contra la pandemia más graves del siglo y sus efectos en materia sanitaria, social y económica, existen entidades dedicadas a hacer de su conducta criminal otro virus tan mortal como el Covid-19.

Esa entidad se llama Israel que porta, en forma permanente, un virus que he denominado Sión-48 y que se expresa con sintomatologías muy claras: ocupación y expolio de territorios ajenos, desprecio a los derechos humanos de la población palestina a través de conductas que claramente son crímenes de lesa humanidad. Afanes constructivos de asentamientos en tierras cisjordanas donde se instalan colonos portadores del virus contagiando con su nefasta presencia la posibilidad de vida en la zona.  Un virus dotado de alta letalidad, poco susceptibles a fármacos que atenúen su carga mortal a menos que definitivamente se encuentre la vacuna que permita hacerlo desaparecer definitivamente de la región donde ha desatado su pandemia.

El sionismo tiene una conducta de voracidad extrema, no cesa de engullir aldeas, zonas de cultivo, casas habitadas hace cientos de años por palestinos. No cesa de construir un muro de la vergüenza generando guetos, que hace recordar los campos de concentración del nacionalsocialismo. El Virus Sion-48 parece haber tomado buena nota de las prácticas criminales del Tercer Reich, incluso generando pruebas de sus armas más mortíferas en seres humanos, negando incluso la condición de seres humanos a millones de palestinos.

Hoy, en pleno desarrollo de la pandemia por el Covid-19, el mundo es nuevamente testigo de las atrocidades cometidas por la entidad sionista, que no tiene incorporada en su sociedad, en sus mandos políticos y militares, conceptos básicos como el de moral y respeto al ser humano, que incluso, mientras gran parte de la humanidad trata de luchar en conjunto contra el patógeno, este régimen insiste en aprovechar cada oportunidad para continuar con su política genocida.

Israel no sólo mantiene bloqueada a la franja de Gaza en forma aérea, naval y terrestre, sino que también impide el combate contra el Covid-19, incluso atacando aquellos centros donde se realizan pruebas para la detección del Covid- 19 como aconteció en Al Quds este, en el barrio Silwan, donde la policía ocupante arrestó a personal médico de una clínica de diagnóstico y detección del coronavirus, con el pretexto de que el centro sanitario mantenía cooperaciones con la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

La Cancillería palestina hizo un llamado a los organismos internacionales, instituciones defensoras de los derechos humanos y a la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) a que presionen a Israel, para que cese, no sólo sus ataques, sino que deje a las autoridades palestinas manejar el tema de la pandemia en los territorios palestinos. Esto tiene su lógica además, porque Israel debería preocuparse del explosivo contagio y muertes que tiene los habitantes de la Palestina histórica donde se asentaron los extranjeros que dieron origen a Israel a partir del año 1948. En esta zona, como también en los asentamientos en Cisjordania, los grupos fundamentalistas judíos tienen altos índices de contagio, pues se niegan a cooperar en la lucha contra el virus.

Dando pruebas de esa conducta oportunista, que posee ostentosamente el sionismo, se denunció en días pasados, tanto por la ANP como por la Liga árabe, que el régimen israelí estaba concretando los pasos, junto al gobierno estadounidense, para hacer efectivo lo que ellos han denominado un acuerdo, que es lisa y llanamente (la imposición del siglo) destinado a anexar parte importante de Cisjordania, el valle del Jordán y la parte norte del Mar Muerto, todo ello, aunque suene a una perogrullada, al margen de todo respeto al derecho internacional. Acción que aprovecha la confusión, la preocupación y los estragos que está causando la pandemia del Covid-19 en el mundo. La confiscación de tierras, la demolición de viviendas, la expulsión de habitantes palestinos de Al Quds, la construcción de nuevas unidades de viviendas en asentamientos que incrementan la presencia extranjera en Cisjordania, son parte de este plan tan macabro como criminal.

Lo detallado precedentemente tiene su expresión en el trato inhumano dado por las fuerzas ocupantes contra los presos políticos palestinos (7 mil en total de los cuales 350 son niños menores de 16 años y 60 mujeres repartidos en 20 cárceles y centros de detención), ubicados en la Palestina histórica y sujetos a una férrea vigilancia y restricciones de visita y acceso a derechos básicos. Medio millar del número total de reclusos están bajo el estatus de detención administrativa, que les da a las fuerzas del régimen sionista las herramientas para mantenerlos indefinidamente privados de libertad, bajo los más disímiles argumentos.

Para este numeroso grupo de luchadores (as) no hay llamados de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, de organismos como Human Rights Watch, Amnistía internacional, exigiendo al sionismo que los libere, que permita su liberación , sobre todo bajo la ocurrencia de una pandemia como el Covid 19 dotado de altísima letalidad y donde los peligros de contagio son mayores en la población privada de libertad . Con acusaciones que los guardias israelíes han tratado de contaminar a los detenidos, ya sea con la utilización de personal sanitario ya contagiado o el uso de material sanitario en número muy limitado, que unido a la congestión en los recintos carcelarios hace peligrar la vida de miles de seres humanos encerrados tras las rejas sionistas.

El pasado 18 de abril, en el marco del día del Prisionero palestino, la secretaría de la Conferencia Internacional en apoyo de la Intifada palestina del parlamento de la República Islámica de Irán, hizo un llamado a la defensa y la exigencia de la inmediata liberación de los miles de presos palestinos, condenado los crímenes y aquellos actos donde se expresa la inhumanidad de la entidad sionista respecto a la población palestina. Un régimen que recibe el pleno apoyo estadounidense convirtiendo a ese país en un cómplice activo de crímenes de lesa humanidad. El texto de la mencionada Conferencia señala que, “Desde 1967, el régimen sionista ha detenido aproximadamente a un millón de palestinos en medio del silencio de la comunidad internacional y con el apoyo de EE.UU.”

La dirigencia palestina he dado a conocer en múltiples foros, medios y desde todas las organizaciones sociales y políticas que “el virus de la ocupación israelí es más peligroso y violento que la pandemia del coronavirus para el pueblo palestino. Esto, porque el régimen sionista instrumentaliza a la pandemia para así incrementar sus violaciones y medidas racistas contra los palestinos”, según palabras de Kamal al Jatib, presidente del Comité de Liberación de los territorios ocupados en 1948. El especial régimen ocupante está utilizando las graves dificultades derivadas del combate al Covid- 19 para seguir con política de asentamientos, trasladando más y más colonos a territorios palestinos en clara violación de resoluciones, definiciones de organismos internacionales y constituyéndose en crímenes de lesa humanidad. 

Según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés), la violencia israelí contra los palestinos ha aumentado un 78 % en las últimas semanas en medio de la COVID-19, como también el apetito insaciable por usurpar más y más territorios en ese expansionismo propio de regímenes totalitarios que suelen hablar del Lebensraum, que a pesar de ser un término alemán, resaltado sobre todo en plena época pre segunda guerra mundial y su desarrollo, es usada hoy por entidades como la israelí que no oculta sus planes de ocupar Palestina pero también concretar su proyecto criminal de construir el Eretz Israel, que vaya desde el Nilo hasta el Éufrates, contando para ello con la complicidad del imperialismo. No hay nada que sacie el apetito voraz del nacionalsionismo por lo que urge tomar medidas en los más amplios campos para detener al agresor.

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