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El tablero inclinado de Pablo Iglesias

Fuentes: Rebelión

¡Qué hermosa sería una revolución -decía Andrés a su patrona-, no una revolución de oradores y de miserables charlatanes, sino una revolución de verdad! Pío Baroja, El árbol de la ciencia I. Este escrito nace desde un profundo respeto a esa parte del pueblo llano que, con ilusión y ganas de cambio, espera al 20 […]

¡Qué hermosa sería una revolución -decía Andrés a su patrona-, no una revolución de oradores y de miserables charlatanes, sino una revolución de verdad!

Pío Baroja, El árbol de la ciencia


I.

Este escrito nace desde un profundo respeto a esa parte del pueblo llano que, con ilusión y ganas de cambio, espera al 20 D para votar a Podemos. Voten lo que voten, invitamos a esa gente a participar en las luchas obreras y populares en curso, y recordamos que así, desde la base, es como se cambian históricamente las cosas. Entendemos el razonamiento que hacen: nada se pierde por votar. Solo que añadimos: nada puede ganarse votando a un proyecto que, para empezar, no proponga la ruptura con las instituciones europeas y esa moneda única que, sencillamente, dicta las políticas de ajuste. Y si no, que le pregunten a Syriza o, mejor aún, al pueblo griego que sufre sus recortes.

No escurrimos el bulto. Somos conscientes de la necesidad de la construcción organizativa, de que hemos fallado a la hora de crear algo lo bastante potente, de que precisamente eso explica el auge de iniciativas lastradas como las que aquí someteremos a crítica. Y, no obstante, nos vemos obligados a publicar esto sobre todo para dirigirnos a otro sector de la población diferente al aludido antes: el que suele leer páginas como esta. El que milita y tiene conciencia, a menudo al menos anticapitalista. Es nuestra intención hacer reflexionar a «esa otra» gente, que ha llegado a justificar lo injustificable (cosa que tendrá que admitir cualquier persona para la que la OTAN, por ejemplo, sea injustificable). Hacerles reflexionar sobre si es aceptable que el tablero de Pablo Iglesias, supuestamente en disputa de la «centralidad», más bien esté acabando por inclinarse hacia la derecha. ¿Cuántas fichas más caerán por los suelos antes de que acabe esta farsa?

II.

Ya lo sabemos: la Teoría de la Centralidad del Tablero (en adelante, TCT) fue un paradigma presentado por Iglesias y Errejón como la genialidad definitiva que llevaría a Podemos a su objetivo, que no era otro que el de lograr que un partido con el nombre «Podemos» ganara las elecciones. Y decimos «con el nombre» porque, según este paradigma, el programa, los principios, las tácticas, la estructura interna e incluso los objetivos pueden ser transformados en su contrario sin el menor problema.

En realidad, a nivel histórico, la TCT no tiene nada de nuevo. La «tercera vía» y la socialdemocracia europea existen desde hace mucho. Pero también ese oxímoron del «marxismo no revolucionario»; y es que Carrillo, Berlinguer y Marchais ya sabían, en los años 70, mucho sobre «centrarse» en el tablero. Y aún antes que ellos, a principios del siglo XX, Bernstein, Kautsky y otros ensayaban ya el abandono de la perspectiva internacional (y, por tanto, el abandono de la perspectiva de clase) que, como veremos, la TCT implica. En todo caso, la TCT ha ido más allá que todos ellos, pues, incluso a nivel «interno» o nacional, sustituye la lucha de clases por una supuesta contradicción entre «la casta de los políticos corruptos» y «los ciudadanos honrados», así, en general.

Después de tanta «mesa redonda» y tanta verborrea, el prestigio teórico de algunos deviene en parodia puesto que, incluso para sus objetivos declarados, la TCT se ha mostrado totalmente inútil. Es más, ha sido clave en el hundimiento electoral de Podemos. A la luz de la evolución de las encuestas electorales, los genios y «Mick Jaggers» de la política que la propugnaron deberían plantearse una prudente rectificación y, quizá, irse a dormir un rato. Pues, pese a tanto efectismo mediático, en tan solo unos meses de TCT Podemos ha pasado de aspirar a ganar las elecciones a ser la cuarta fuerza política del país. Con un porcentaje menguado y menguante de votos, ganar se les aparece hoy como algo imposible, ante el triste destino que les deparan barómetros, CIS e incluso modestas fruterías de barrio (que de esto saben más que tantos «profesionales»).

III.

El caso es que se nos antoja natural que así sea, puesto que el caladero de votos de Podemos, como es sabido, no es el PP, sino el PSOE; y los votantes del PSOE se perciben a sí mismos como gentes «de izquierdas», sin tener el menor problema con esa palabra. Dichos votantes se debaten, a menudo, entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez; y solo optarán por el primero si verdaderamente observan alguna diferencia sustancial con respecto al segundo. De lo contrario, optaran por el «voto útil» de siempre; máxime cuando Iglesias se les aparece como un tipo deshonesto, ambiguo, voluble, que jamás dice lo que piensa.

Dado que por el lado izquierdo muchos están regresando al PSOE (como decimos, por no encontrar finalmente demasiadas diferencias entre una cosa y la otra) y que, por el lado derecho, el «lagarto de V» Rivera y sus Ciudadanos van a «pescar» a los ex-votantes del PP hastiados de tanta «corrupción genovesa», la TCT se revela como un intento fallido que si aún no ha sido abandonado, es solamente a causa de la testarudez intelectual de ciertos egos «a la altura de Carrero Blanco».

Podemos, claro, sigue contando con sus adeptos; pero, más allá de ellos, ha confundido la conquista de la centralidad con la poco inspirada táctica de quedarse en tierra de nadie. En la modesta frutería de mi barrio no saben nada -lo admito- de «núcleos irradiadores» que seduzcan a «aliados lateralizados»; pero saben que, por mucho que te moderes en todo, no lograrás que «los fachas» te voten (por algo determinado diario tuvo tanta PRISA en aupar a Ciudadanos); y que, a su vez, si te moderas en todo, ya no hay diferencia alguna con respecto al PSOE y, para eso, la gente vota al original.

IV.

Pero hay más: en realidad, ya nadie puede estar seguro de lo que propone Podemos, más allá de una serie de «garantías constitucionales» que, en su mayoría, el PSOE suscribiría sin problemas y que son puro papel mojado. Como si no hubiésemos aprendido nada de 1978 y de las propiedades mágicas atribuidas a escribir maravillas en constituciones doradas. Y como si no se notaran los guiños, cada vez menos disimulados, de Iglesias a Pedro Sánchez. Pues, por lo que se ve, «coleta morada» sí que querría «fumar la pipa de la paz» con él. E incluso con la CEOE a ratos, con la cual lleva tiempo limando asperezas para desconcierto de quienes pensaban que los explotadores debían ser, por definición, «casta» enemiga. Incluso se está llegando al extremo de defender que las multinacionales españolas «ayudan» a Latinoamérica. Y nosotros que creíamos que más bien sorbían sus venas abiertas.

¿Qué propone Podemos? ¿Qué propondrá mañana? Cualquier votante que en las últimas elecciones europeas votara a Podemos seducido por sus propuestas de entonces (el impago de la deuda ilegítima, la prohibición de los despidos, la salida de la OTAN, la paralización de los desahucios, la nacionalización de la banca y de las eléctricas, la renta básica universal, un proceso constituyente, etc.) puede buscarlas en vano en su actual programa. No hallará ni una sola de ellas. Y se supone que los «círculos» deben acatar con total naturalidad que todo esto desaparezca del programa, sin que hayan podido opinar nada al respecto. Se supone que no pueden decir «basta», so pena de ser acusados de «sectarios» y de estar «haciéndole el juego a la casta». ¿Tal vez pensaron que lo de «programa, programa, programa» significaba sacar tres programas distintos e incluso contradictorios en pocos meses, y no precisamente lo contrario?

V.

También deben aceptar esas bases que se califique de «fiero león» a un Alexis Tsipras que está aplicando el peor programa de ajuste, recorte y privatización del FMI en toda la historia de Grecia y Europa, mientras, al mismo tiempo, se rechaza y abandona a una Venezuela acosada por el imperialismo y que, ella sí, tuvo el valor de mandar al ALCA y al FMI «al carajo» (como diría el gran Hugo Chávez). Al respecto del caso griego, es necesario recordar que fueron numerosos los debates, tanto en vivo como por vía escrita, en los que defendimos, literalmente, que dentro de la UE y el euro no había margen de maniobra alguno, por lo que Syriza iba a decepcionar a sus votantes. Por parte de gente bienintencionada de Podemos se nos contestó, también literalmente, que sí existía margen de maniobra (y, como de costumbre, se nos tildó de catastrofistas, infantiles, gente sin propuestas y otras lindezas similares).

Pues bien, cuando el tiempo nos ha dado la razón, esa gente bienintencionada no solo no ha sido capaz de reconocerlo, sino que sigue proponiendo exactamente lo mismo, esta vez para España. Y nos siguen tildando de catastrofistas, infantiles, etc. cuando avisamos de lo siguiente: dentro de la UE y el euro, solo hay privatización, ajuste y recortes, gobierne quien gobierne (incluso aunque gobernara el mismísimo Pepe Díaz), por el sencillo motivo de que el organismo que regula la emisión de moneda, el BCE, seguirá donándola a la oligarquía financiera para que esta la revenda cara a cualquier país que no cumpla con los objetivos de déficit que convienen a Alemania.

¿Es que el luminoso «núcleo irradiador» que apostó (por lo visto, en dos decisiones brillantes) por Tsipras y por la TCT no entiende nada de la política europea y de su empleo criminal de las «primas de riesgo»? ¿Es que no entiende que dentro de la UE no hay margen de maniobra alguno pues, de hecho, para eso mismo se creó la UE? ¿O acaso es creíble la excusa de que el tamaño de la economía española hará que sea respetada? ¿Debemos entonces dejar de darnos por aludidos por la S de PIGS, o pensar que basta con imaginar que no pertenecemos a la periferia de Europa para que ello sea cierto? La situación nos exige ser serios: por desgracia, si nuestra economía es mayor, más razón tendrán para evitar que se les vaya de las manos.

VI.

Pero hay algo más llamativo en todo este proceso, y es cómo Podemos ha entendido, desde el mismo comienzo, que debía intentar ridiculizar a otros actores de la izquierda (y precisamente a los sectores transformadores) para no tener que responder a sus molestas preguntas. Ya en otras ocasiones hemos denunciado la utilización de la falacia del muñeco de paja como argumento estelar, y casi único, para criticar a miembros comprometidos del activismo político extra-institucional. Por desgracia, las agresiones han seguido, aunque cada vez sean menos creíbles para la gente.

Nos tildan, sin mayores contemplaciones, de gente que solo critica sin hacer nada. Nos parece estupendo. Será peor para ellos, pues, en nuestra localidad, cada vez más gente currante sabe que desde el Grupo de Acción Sindical «sí que podemos» realizar acciones directas si son despedidos, se les escamotea algún salario o sufren algún abuso. Y cada vez más vecinos saben, gracias a iniciativas de poder popular como Barrio en Pie, que la solución a sus necesidades inmediatas (alimentación, educación, vestido, ocio, vivienda) va a correr más a cargo de la solidaridad y el apoyo mutuo que logren tejer que a cargo del número de papelitos que logren meter en una urna. De hecho, en diversos puntos del Estado llevan tiempo creciendo iniciativas similares, gracias a cuadros revolucionarios que, por más que sean caricaturizados por Iglesias y sus «fans», saben intervenir.

Nos tildan de obreristas «de mono azul», cuando lo son justamente ellos al negar la existencia de clase obrera por no saber verla en los camareros, teleoperadores, reponedores, empleadas de hogar, precarios, inmigrantes… Pero claro, quizá así crean justificado no incluir a sindicalistas o cuadros obreros en sus listas y órganos directivos (ya sabemos del bloqueo efectuado, por ejemplo, a Cañamero y Gordillo), que están confeccionando únicamente a base de «fichajes estrella», como jueces, guardias civiles o incluso el jefe militar español que bombardeó Libia en una de las acciones más abyectas y criminales de la historia de la OTAN. Un criminal de guerra que, a propósito, no ha modificado ni un ápice sus posiciones. Es más, ha logrado que Podemos asuma la necesidad de continuar en la OTAN (e incluso de apoyar las «intervenciones humanitarias» que estén «avaladas por el Consejo de Seguridad», como se viene repitiendo últimamente), ante lo cual cabe preguntarse: ¿quién hegemoniza a quién? ¿Es Podemos quien ha fichado a alguien de la OTAN, o es la OTAN quien ha fichado a Podemos?

Nos acusan de mirar atrás, cuando son ellos quienes anhelan únicamente volver al pasado, a su llamado «Estado del bienestar», y cuando el llamado «Estado social» capitalista e imperialista (Bismarck) es de hecho más antiguo que el socialismo. Pero, en realidad, no hace falta irse tan lejos pues, de hecho, tanta palabrería teorética y vacua es una mera cobertura ideológica para justificar las ambiciones del sector social y socio-profesional que ellos representan, que se reconoce a sí mismo como «clase media» y que lo que anhela es volver a los 80 y vivir tranquilos en uno de los países dominantes del norte.

Nos acusan de anacrónicos, cuando lo son ellos. El error principal nace de la creencia (muy de «vieja política» y de los socialdemócratas, por otro lado) de que podemos cambiar algo sin meter mano a los intereses del poder económico, o limitándonos a actuar vía impuestos. Nosotros sostenemos que la conciliación de clases es imposible e indeseable actualmente; y que esos son dos debates distintos. Antes era posible aunque no deseable (por asentarse en la sobreexplotación de otros trabajadores: los de los países del «tercer mundo»). Hoy en día, con un capitalismo en crisis estructural, además de indeseable, es imposible. ¿Quién es el «desfasado»? ¿Y, por cierto, qué tiene de «nueva política» eso de dejarse moldear el camino a manos de los «castigos y premios» de los medios de comunicación? ¿No lleva el PCE haciendo eso desde la Transición?

Nos acusan de no tener táctica, cuando ellos esgrimen ideas del calibre de que si criticamos los recortes, no debemos criticar también a la UE. ¿Por qué? Para unirnos también a los partidarios de la UE. ¿Y si dentro de la UE estamos obligados a recortar? Da igual, ahora hay que unirse a los pro-UE y, es más, hacerlo bajo su programa pro-UE. ¿La idea es engañarlos y, posteriormente, una vez en el poder, salir de la UE? ¿Y cómo aceptará el pueblo semejante engaño? No, pues está la otra opción: que la idea sea seguir en la UE y cambiarla desde dentro. ¿Pero para eso no haría falta que partidos anti-UE (y ni siquiera Podemos y Syriza lo son) ganaran las elecciones en quince o veinte países seguidos de Europa? ¿Esa es su maravillosa y sesuda «táctica», o más bien una estafa vulgar y grotesca a la gente, a sus ilusiones y a sus necesidades? ¿Y qué hay de esa excusa de que «después de las elecciones se quitarán la careta y serán revolucionarios»? ¿No es similar al cura que le dice a un niño que Dios se ha hecho invisible para demostrar sus increíbles poderes?

VII.

La desafección está llegando ahora a muchos que aceptaban ser peones de un verdadero cambio, pero no de este tablero inclinado de un Iglesias, que, como era de esperar, ha acabado por aceptar sin reservas la Constitución del 78. Parece que, tras la tragedia de Felipe González, la historia se repite como farsa. Quizá Monedero percibió a tiempo el ridículo que se avecinaba. Ahora, cuando Errejón e Iglesias comienzan a encontrarse solos, y cuando muchos de sus seguidores se sienten como en una vergonzosa resaca, cabría preguntarse si aquello que vieron con dos copas de más fueron los Mick Jaggers de la ciencia política o, más bien, el Dúo Dinámico de la «progresía» universitaria.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.