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Repensando a Colón: Hacia una verdadera historia popular

En el aniversario del «Descubrimiento de América»

Fuentes: Common Dreams

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En enero pasado, casi exactamente 20 años después de su publicación, las escuelas de Tucson prohibieron Rethinking Columbus [Repensando a Colón] el libro que edité en colaboración con Bon Peterson. Fue uno de una serie de libros adoptados por el celebrado programa de Estudios Mexicano-Americanos, un programa que desde hace tiempo ha sido objeto de ataques de los políticos conservadores de Arizona.

El distrito escolar quería aplastar el programa de Estudios Mexicano-Americanos; nuestro libro en sí no era el objetivo, simplemente quedó atrapado en el aplastamiento. El ataque de Tucson -y Arizona- contra Estudios Mexicano-Americanos y Rethinking Columbus comparte una raíz común: el intento de silenciar historias que perturban el actual orden de poder desigual.

Durante años inicié mis clases de historia para el undécimo grado preguntando a los estudiantes: «¿Cómo se llama ese tipo del que se dice que descubrió América?» Unos pocos estudiantes podían objetar a la palabra «descubrió», pero todos sabían de quién estaba hablando. «¡Cristóbal Colón!» gritaban varios al unísono.

«Correcto. ¿Y qué encontró cuando llegó aquí?» preguntaba. Usualmente, unos pocos estudiantes decían: «Indios», pero les pedía que fueran más explícitos: «¿De qué nacionalidad? ¿Cuáles son sus nombres?»

Silencio.

En más de 30 años de enseñanza de historia estadounidense, como titular y como invitado en otras clases, nunca tuve un solo estudiante que dijera: «Taínos». Por lo tanto les pedía que pensaran sobre ese hecho. «¿Cómo explicamos eso? Todos conocemos cómo se llamaba el hombre que vino de Europa, pero nadie sabe el nombre de los que estaban aquí antes, y eran cientos de miles si no millones. ¿Por qué no habéis oído hablar de ellos?»

Esa ignorancia es un artefacto del silencio histórico, rendir invisibles las vidas e historias de pueblos enteros. Es lo que los educadores comenzaron a encarar en serio hace 20 años, durante los planes para del V Centenario de la llegada de Colón a las Américas, que entonces el Chicago Tribune alardeó sería «la más estupenda celebración internacional en la historia de las celebraciones notables». Activistas americanos nativos y por la justicia social, junto con educadores conscientes, prometieron interrumpir las festividades.

En una entrevista con Barbara Miner, incluida en Rethinking Columbus, Suzan Shown Harjo del Morning Star Institute, que es creek y cheyenne, dijo: «Como pueblos americanos nativos en esta región roja de la Madre Tierra, no tenemos motivos para celebrar una invasión que causó la muerte de tanta de nuestra gente y sigue causando destrucción en la actualidad». Después de todo, Colón no solo «descubrió», se apoderó. Secuestró taínos, los esclavizó -Sigamos, en nombre de la Santa Trinidad, enviando todos los esclavos que se puedan vender», escribió Colón- y los «castigó» ordenando que les cortaran las manos o que fueran perseguidos por malignos perros de ataque si no entregaban la cuota de oro exigida por Colón. Un testigo presencial que acompañaba a Colón escribió que «hizo mucho daño, ya que un perro es igual a 10 hombres contra los indios».

Libros de texto corporativos y biografías de Colón para niños no incluían nada de esto y estaban repletos de desinformación y distorsiones. Pero el problema más profundo era el subtexto de la historia de Colón: Está bien que las naciones grandes intimiden a naciones pequeñas, que los blancos dominen a la gente de color, que se celebre a los colonialistas sin prestar atención a las perspectivas de los colonizados, que se vea la historia solo desde el punto de vista de los vencedores.

Rethinking Columbus no solo tenía que ver con Colón. Formaba parte de un movimiento más amplio para sacar a la luz otras historias que se han silenciado o distorsionado en el plan de estudios dominante: activismo de base contra la esclavitud y el racismo, luchas de trabajadores contra propietarios, movimientos por la paz, el largo camino hacia la liberación de las mujeres, todo lo que Howard Zinn llamó «una historia popular de EE.UU.»

Lo que nos trae de vuelta a Tucson: Una de las hostiruas más silenciadas en el plan de estudios es la de los mexicano-americanos. A pesar de que la guerra de EE.UU. contra México llevó a que México «cediera» -a punta de bayoneta- cerca de la mitad de su país a EE.UU., ese trascendental evento apenas merece alguna mención en nuestros libros de texto. En el mejor de los casos sde enseña únicamente como prólogo de la Guerra Civil.

Los mexicano-estadounidenses fueron centrales en la construcción de este país, pero no lo sabréis por nuestros libros de texto. Trabajaron en las minas de cobre de Arizona, aunque en un sistema de apartheid en el cual se les pagaba un «salario mexicano». En los años ochenta del siglo XIX la mayoría de los trabajadores que construyeron el Ferrocarril de Texas y México fueron mexicanos, y en 1900, el ferrocarril Southern Pacific tenía, solo en California, 4.500 trabajadores mexicanos.

Trabajaban para el ferrocarril y trabajaron por sus derechos. Los trabajadores agrícolas mexicanos y japoneses se unieron en 1903 en Oxnard, California, para formar la Asociación Laboral Japonesa-Mexicana. Como señala Ronald Takaki en A Different Mirror, «por primera vez en la historia de California, dos grupos minoritarios, sintiendo una solidaridad basada en la clase, se habían unido para formar un sindicato». Se declararon en huelga por más paga, y escribieron una declaración diciendo que: «Si las máquinas se detienen, la riqueza del valle se detiene, y de la misma manera, si los trabajadores no reciben un salario decente, deben dejar de trabajar y toda la gente de este país sufrirá con ellos».

En ninguna parte se exploró con más sutileza, rigor y sensibilidad esta rica historia de explotación y resistencia que en el programa de Estudios Mexicano-Americanos de Tucson. Como Rethinking Columbus, los profesores de Estudios Mexicano-Americanos apuntaban a romper el silencio de la sala de clases sobre cosas que importan, la opresión, la raza, la clase, la solidaridad y la organización para hacer un mundo mejor. Ved Precious Knowledge, el excelente filme que ofrece una mirada íntima a ese programa -y hace la crónica de los ataques horribles, incluso ridículos contra él- y obtendréis una idea del enorme impacto que este currículo del «repensamiento» tiene sobre las vidas de los estudiantes.

Sigamos utilizando éste y todos los denominados «Días de Colón» para contar una historia más completa de lo que significó el viaje de Colón para el mundo y especialmente para las vidas de la gente que había estado viviendo aquí durante generaciones. Y vayamos más allá de «Colón» para alimentar un currículo de «historia popular» buscando esas historias que ayudan a explicar por qué este mundo se ha hecho tan profundamente desigual y  también que la gente ha buscado constantemente más justicia. Es el trabajo en el cual educadores, padres y estudiantes tienen que colaborar.

Nota: Hay un llamado nacional a un día de solidaridad el 12 de octubre con el Fondo de Defensa de la Raza y la campaña para Salvar los Estudios Étnicos.

Bill Bigelow fue profesor de estudios sociales en la escuela secundaria de Portland, Oregón, durante casi 30 años. Es el editor curricular de Rethinking Schools y co-director del Proyecto de Educación Zinn. Bigelow es autor o coeditor de numerosos libros, incluyendo A People’s History for the Classroom y The Line Between Us: Teaching About the Border and Mexican Immigration.

Fuente: http://www.commondreams.org/view/2012/10/06

rCR