George Bush y Gordon Brown tienen razón: no debería haber armamento nuclear en Oriente Medio. El riesgo de una conflagración nuclear podría ser mayor allí que en cualquier otro lugar y, cualquier nación que desarrolle armamento nuclear, debe esperar una dura respuesta diplomática. Pero entonces, ¿cuando se impondrán sanciones a Israel? Como ellos, yo creo […]
George Bush y Gordon Brown tienen razón: no debería haber armamento nuclear en Oriente Medio. El riesgo de una conflagración nuclear podría ser mayor allí que en cualquier otro lugar y, cualquier nación que desarrolle armamento nuclear, debe esperar una dura respuesta diplomática. Pero entonces, ¿cuando se impondrán sanciones a Israel?
Como ellos, yo creo que Irán está intentando conseguir la bomba. También creo que se le debería disuadir en su intento mediante una combinación de soborno y presión económica (por supuesto, una respuesta militar resultaría desastrosa); creo que Bush y Brown, que siguen manteniendo su arsenal nuclear desafiando el tratado de no-proliferación, no están en la posición de dar lecciones a nadie. Pero si, además, como Bush afirma, la proliferación de este tipo de armamento «representa una peligrosa amenaza para la paz mundial», ¿por qué ninguno de los dos menciona que Israel, según un informe secreto de los servicios de inteligencia de los EEUU, posee entre 60 y 80 cabezas nucleares?
Oficialmente, el gobierno de Israel mantiene una postura de «ambigüedad nuclear»: ni confirma ni niega la posesión de armamento nuclear; pero cualquiera que haya estudiado el tema sabe que esta fórmula tiene un simple propósito: dar a los EEUU una excusa para seguir violando sus propias leyes, las cuales prohíben conceder ayudas a países que posean armas de destrucción masiva no autorizadas. La falacia de la ambigüedad es protegida encarnizadamente. En 1986, cuando el técnico nuclear Mordechai Vanunu proporcionó fotografías de la fábrica de bombas israelí al Sunday Times, agentes del Mossad lo atrajeron desde Gran Bretaña a Roma, lo drogaron y lo secuestraron para luego juzgarlo en secreto y condenarlo a 18 años de prisión. Cumplió 12 de ellos en aislamiento penal y luego fue encarcelado de nuevo durante 6 meses al poco tiempo de ser liberado.
Sin embargo, el pasado diciembre, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, dejó caer accidentalmente que Israel, como «América, Francia y Rusia», tenía armas nucleares. Los políticos de la oposición enfurecieron y acusaron a Olmert de «una falta de prudencia que raya la irresponsabilidad». Pese a todo, la ayuda americana sigue fluyendo sin impedimentos.
Tal y como muestran los fascinantes documentos publicados el año pasado por el Archivo Nacional de Seguridad, el gobierno de los Estados Unidos ya sabía en 1968 que Israel estaba desarrollando un dispositivo nuclear (lo que no sabía es que el primero ya había sido construido por aquel entonces). El contraste con los esfuerzos que se están haciendo ahora para evitar que Irán consiga la bomba no podría ser mayor.
En un principio, los diplomáticos norteamericanos instaron a Washington para que vendiera 50 aviones F4 Phantom a Israel bajo la condición de que abandonara su programa nuclear. Tal como revela una nota enviada al secretario de estado por la Oficina de Asuntos del Oriente Medio (Near Eastern Affaires) en 1968, el encargo supondría convertir los EEUU en «el principal proveedor de las necesidades militares de Israel» por primera vez. A cambio, esto iba a requerir «compromisos que le pondrían más difícil a Israel tomar la decisión de entrar en la carrera nuclear». La nota sugería que era necesaria una presión de tal envergadura: Francia acababa de entregar la primera remesa de mísiles de medio alcance, e Israel tenía la intención de equiparlos con cabezas nucleares.
Veinte días más tarde, el 4 de noviembre de 1968, cuando el sub secretario de defensa se reunió con Yitzhak Rabin (por entonces embajador de Israel en Washington), Rabin «no discutió en absoluto nuestra información sobre la capacidad misil o nuclear de Israel». Simplemente se negó a tocar el tema. Cuatro días más tarde, Rabin anunció que la propuesta era «del todo inaceptable». El 27 de noviembre, la administración de Lyndon Johnson aceptó la promesa de Israel de «no convertirse en la primera potencia de Oriento Medio en introducir armas nucleares».
Tal como muestran los informes, los agentes de EEUU sabían que esta promesa había sido rota incluso antes de ser hecha. La grabación de una conversación telefónica entre Henry Kissinger y otro agente en Julio de 1969 desvela que Richard Nixon estaba «muy receloso de cortar los Phantoms», a pesar de la descarada indiferencia del acuerdo por parte de Israel. El trato siguió adelante, y desde entonces la administración de los EEUU intentó embaucar a sus propios funcionarios para defender la mentira israelí. En agosto de 1969, agentes de EEUU fueron enviados a «inspeccionar» la planta nuclear de Israel en Dimona; pero una nota del departamento de estado desvela que «el gobierno de EEUU no está preparado para apoyar un esfuerzo «real» de inspección en el cual los miembros del equipo puedan sentirse autorizados para preguntar directamente sobre cuestiones pertinentes y/o insistir en obtener el permiso para revisar grabaciones, registros, material, etc. Se ha advertido al equipo de varias formas sutiles para que evite la controversia, «sea caballeroso» y no se enfrente a las voluntades de los anfitriones».
Nixon se negó a pasar las actas de la conversación que había mantenido con la primer ministra israelí Golda Meir, al embajador de los EEUU en Israel Wally Barbour. Parece que Meir y Nixon se pusieron de acuerdo en que el programa israelí podía seguir siempre y cuando fuera mantenido en secreto.
El gobierno de EEUU ha seguido protegiéndolo. Cada seis meses, las agencias de inteligencia proporcionan al Congreso un informe sobre la tecnología adquirida por otros estados que es «útil para el desarrollo o producción de armas de destrucción masiva». Estos informes tratan los programas de la India, Pakistán, Corea del Norte, Irán y otras naciones, pero no los de Israel. Cada vez que otros países han intentado presionar a Israel para que se una al tratado de no-proliferación, los gobiernos europeos y estadounidenses los han bloqueado. Israel también se ha autoexcluido de las convenciones sobre armas biológicas y químicas.
Al rechazar la firma de estos tratados, Israel se asegura que no va a tener que ser inspeccionado. Mientras los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica andan por las fábricas de Irán, siguen sin tener autoridad legal para inspeccionar las instalaciones en Israel. Así, cuando el gobierno israelí se queja, tal como sucedió la semana pasada, que el director del IAEA está «enterrando la cabeza en arena en lo referente al programa nuclear de Irán», uno no puede más que alucinar ante su desfachatez. Israel no deja de hacer presión para actuar contra Irán, ya que sabe que ningún estado poderoso presionará para actuar contra Israel.
Sí, el Irán de Mahmoud Ahmadinejad es un estado peligroso e impredecible, implicado en actos terroristas en el exterior. El presidente niega el Holocausto y se opone a la existencia de Israel. Durante la guerra entre Irán e Irak, Irán respondió a los bombardeos tóxicos de Saddam Hussein con armas químicas propias. Pero el Israel de Olmert también es un estado peligroso e impredecible implicado en actos terroristas en el exterior. Hace dos meses bombardeó un emplazamiento de Siria, y aún está siendo disputada su finalidad. El año pasado, lanzó una guerra de agresión contra el Líbano. Sigue ocupando tierras palestinas. En Febrero de 2001, según la BBC, utilizó armas químicas en Gaza: 180 personas fueron hospitalizadas con convulsiones severas.
¿Pero cuándo van a tomar la palabra nuestros gobiernos? ¿Cuándo van a reconocer que ya existe una potencia nuclear en Oriente Medio, y que representa una amenaza existencial para sus vecinos? ¿Cuándo van a admitir que Irán no está empezando una carrera nuclear, sino simplemente sumándose a la ya existente? ¿Cuándo van a exigir que las reglas que imponen a Irán también se apliquen a Israel?
- Título original: The Middle East has had a secretive nuclear power in its midst for years
- Autor: George Monbiot
- Origen: Znet
- Traducido por Ana Isabel Martín Martínez y revisado por Esther Carrera